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Narciso y Aletis
Por Juan Carlos Zavala Olalde
Narciso se mira, se
observa, se ha descubierto en el remanso de un río. Y se enamora, se explora,
se venera. Narciso ha caído en el sueño de su conciencia: el camino a la
locura, el camino a la ciencia.
Joven Narciso, tu juventud
hace mella en tu caminar, has quedado inmóvil, mirándote en la profunda contemplación,
sumergido en la pasión que te deja inerte. ¡La muerte se acerca, Narciso, mueve
tu mirada, ya descubres tu existencia! ¡Ahora es tiempo de salvarla! ¡Mira
hacia el frente, la muerte te mira inclemente!
Más Narciso tiene suerte.
Aletis le ha mirado y corre a conocerle. Aletis, la vagabunda, alma errante,
persecutora. Aletis que sin saberlo viene a encontrarse a sí misma.
Aletis, Aletis, es tanta
tu esperanza de encontrar caridad que persistes. Narciso inmerso no volteará a
verte, no lo hace siquiera para salvarse de la muerte. Aletis, Aletis, alma
errante y vagabunda, cómo intentas acercarte al que hace un instante acaba de
caer en cuenta de su existencia.
Aletis, vida buscadora
eterna, nada pudiera ser más diferente a ti que Narciso.
Más, plena es la vida y
los polos opuestos son Narciso y Aletis, como contrarios no hay quien logre
impedir que se encuentren. Aletis su mano a Narciso extiende, al hacerlo cruza
su figura frente a la mente ensimismada. Narciso voltea y se encuentra con
Aletis. Ella ha cruzado el mundo y el camino de la muerte.
Todo es silencio y Narciso
se mira, pero en los ojos de Aletis. Y Aletis lo mira; mirarse en ella
diferente. Al fin la conciencia que se mira y se encuentra; se haya completa y
dispuesta. Lista para estar junto en los pasos del arte y la ciencia.
Juan Carlos Zavala Olalde
Profesor de evolución, Fac. Ciencias, UNAM. Estudiante de doctorado en Antropología lingüística en la misma institución
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