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Por Manuel García
Urrutia M.
Número 25
El libro, "Educación,
Mundialización y Democracia: un circuito crítico",
contiene pensamientos y reflexiones de Alfredo Gutiérrez
Gómez (Universidad Iberoamericana), Raúl Domingo Motta
(Universidad del Salvador, en Argentina) y Emilio Roger Ciurana
(Universidad de Valladolid, en España), compilados por Enrique
Luengo González (Universidad Latina de América), que
fueron presentados por los autores a los miembros de la Federación
de Instituciones Mexicanas Privadas de Educación Superior
(FIMPES) y los asistentes de la Cátedra Itinerante
UNESCO "Edgar Morin", en reuniones, ambas, llevadas
a cabo a fines de abril de este año en Morelia, Michoacán,
hoy compartidas en esta obra literaria auspiciada por varias instituciones,
nacionales y extranjeras vinculadas a la educación. El título
del libro, ciertamente, da muestra de la complejidad de nuestra
realidad. Habla, en suma, de la importancia de ligar conceptos,
disciplinas, problemáticas, a fin de reconocer y comprender
los desafíos contemporáneos.
Paso a comentar algunas ideas que
la lectura del libro me provoca.
La posmodernidad es un concepto
que aún no me compro, a pesar de las evocaciones de Raúl
Domingo Motta y del sugerente texto de Perry Anderson sobre el tema
(Los orígenes de la posmodernidad, 1998), pero indica
la necesidad de empezar a distinguir y dar nuevas definiciones al
momento histórico que vivimos. Creo, más bien, como
Emilio Roger Ciurana, que "los enormes desarrollos de la racionalidad
técnica e instrumental no han sido seguidos ni de lejos por
un desarrollo de la moral", que "estamos inmersos en una
sociedad que tiene y crea nuevos contenidos para los que aún
no hay teoría y conceptos". Emilio Roger cita a Luhmann
para recordarnos que "pensamos con conceptos que no sirven
para pensar la moderna sociedad porque se trata de conceptos pensados
en épocas pasadas, esto es, épocas de menor complejidad"
o, como dice Morin, con una actitud positiva, "hay que crear
nuevos conceptos y partir de una nueva mirada" sobre estos
fenómenos. Emilio concluye que somos rehenes de conceptos
y paradigmas anquilosados y que vivimos en un mundo nuestro, globalizado,
entrelazado, interrelacionado e interdependiente que debemos aprender
a gestionar o a pilotear, como le llama Domingo Motta.
El mismo Domingo afirma que vivimos el ocaso de un horizonte civilizacional:
por un lado la desproporción entre los problemas y las viejas
soluciones, por el otro el descalabro de las perspectivas elaboradas
a principio de siglo. Y es que, como menciona Alfredo Gutiérrez
Gómez, "estamos empezando a vivir el tiempo del conocimiento,
la civilización del saber, la era de la información".
Alfredo Gutiérrez nos recuerda:
"Todo va unido, aunque no podamos dar cuenta de la totalidad;
quizá esas totalidades inalcanzables son el supuesto más
seguramente objetivo de nuestra sobrevivencia y -de ser reconocidas-
producirán otros resultados que si siguiéramos partiendo
de un supuesto contrario porque requerimos de otros modelos o paradigmas
del conocer y el hacer humano".
El diálogo con los autores
se da a lo largo de toda la lectura porque los puntos de vista de
los autores podrán compartirse o no y confrontarse bajo la
dialógica inherente a la realidad, esperada por Morin, porque
del análisis de problemáticas como los que nos ocupan
en el texto surgen las interrelaciones, las visiones complementarias
e incluso las partes antagónicas de manera más clara.
El libro invita a eso, a remover, a debatir, a cuestionar. Es el
texto, pues, una manera de empezar a comprender nuestra realidad
desde una posición diferente, para discutirla, para estudiarla,
para vincularla.
Dice Edgar Morin que "enseñar
la democracia y la ciudadanía terrestre son elementos básicos
de una ética del género humano, cuyo imperativo central
es salvar a la Humanidad realizándola". Así como
Emilio Roger nos pide una antropología compleja que reconozca
las cualidades de racionalidad e irracionalidad del ser humano y
su vinculación entre individuo-especie-sociedad-cultura,
Morin nos pide conocer la identidad humana: "Nuestra condición
no se aprende en ningún sitio. Las ciencias están
demasiado separadas entre sí. Un sociólogo no ve lo
que ocurre en el alma individual y un psicólogo no ve la
sociedad. Por lo tanto, hay que religar las disciplinas". Edgar
Morin, a quienes los autores recurren permanentemente, apuesta a
una enseñanza de la comprensión desde el seno familiar
y define al ser humano como "un ser independiente, responsable
y solidario, que afronta los mismos peligros por pertenecer a la
misma comunidad". En la inercia globalizadora, Morin propone
la asociación planetaria "para un mundo encogido e interdependiente",
considerando la ciudadanía planetaria a fin de garantizar
a todos derechos terrenales.
Dice Raúl Domingo que el
verdadero demócrata parte del respeto de lo diferente, fomenta
lo diferente y articula lo diferente para crear un nuevo espacio
dialógico en el que la articulación de las diferencias
fomente la igualdad y la solidaridad entre seres humanos. Raúl
apuesta a un nuevo humanismo basado en la política -la verdadera
política, la que antepone el diálogo y el acuerdo-
y el saber.
Alfredo Gutiérrez, por su
parte, hace agudas críticas al sistema educativo y propone
un planteamiento original de reforma educativa desde su "Univermoción",
un movimiento de recalificación permanente de todos los actores
universitarios, "una universidad concebida más por sus
dinamismos e interacciones innovadoras y críticas, por su
conservadurismo razonado y su apertura permanente, que por sus espacios,
sus cuerpos normativos, sus ritos y oficinas" y otra reforma
social, con una muy sugerente alternativa de un "poder integrador"
formado por unas peculiares "Cámaras Sociales de
Coordinación", que apuesta a una sociedad que ocupe
un espacio público mayor y más fuerte para incidir
con nuevas formas en las decisiones fundamentales del país
y del mundo. A las viejas formas de representación política,
Alfredo, opone una mayor presencia ciudadana en la gestión
de sus problemas.
Raúl Domingo ante una falsa
protección afirma que es preferible la intemperie como presente
-a una seguridad que nos condene a la muerte o un futuro que nos
hipoteque- y apostar a la autonomía y la libertad. Y para
mí ese es el reto de hoy: no hay mundialización viable,
aunque así lo parezca de momento, sin respeto a la dignidad
humana y no habrá estabilidad ni rumbo sin la participación
democrática de la sociedad, sin exclusiones, y sin un ser
humano formado e informado que pueda comprometerse por forjar, de
manera sustentable la Tierra-Patria que Edgar Morin proclama.
Así es el circuito crítico. El libro es, sin duda,
un aporte y una invitación a cuestionar la educación
que privilegia el eficientismo productivista, con una visión
parcial del conocimiento, hiperespecializada, una democracia cosmética
y una globalización que atenta contra la naturaleza, incrementa
desigualdades y excluye amplias capas de seres humanos.
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Manuel García Urrutia
M.
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