|
Por Víctor Montoya
Número 25
La escritora sueca
falleció en Estocolmo, el lunes 28 de enero, a los 94 años
de edad.
Astrid Lindgren (1907) nació
en Vimmerby, Suecia, en el seno de una familia campesina. Su infancia
transcurrió en una vieja casa, cubierta con tejas rojas y
cercada de manzanos, y en medio de una naturaleza a menudo pedregosa,
donde los bosques de abetos y pinos están delimitados por
las rocas que han dejado las glaciaciones, y donde las flores blancas
de las fresas y el silbido de los mirlos concede una sobrecogedora
belleza al paisaje; panorama que Lindgren ha usado como un valioso
recurso en su creación literaria, junto a las mejores vivencias
de su infancia.
A partir de la década de
los 40, replegada en su hogar como ama de casa, Astrid Lindgren
empieza a escribir regularmente, aunque sus atisbos literarios se
advierten ya en 1923, año en que colabora en un periódico
de su ciudad natal. En 1944 debuta con un libro juvenil de poca
trascendencia. Sin embargo, los libros que la sitúan en la
cumbre de los escritores para niños son: "Pippi Calzaslargas"
(1945), "Pippi se embarca" (1946) y "Pippi en los
mares del Sur" (1948). Esta trilogía inspirada en los
miembros de su familia y ambientada en los bosques, lagos y casas
de Småland, se convierten en el mayor suceso editorial de
todos los tiempos.
Según confesiones de Astrid
Lindgren, se sabe que el nombre de Pippi la concibió cuando
su hija de siete años, enferma de una infección pulmonar
en el invierno de 1941, le pidió que le narrara, a fin de
matar el tedio en sus horas de encierro, las aventuras de una niña
llamada "Pippi Calzaslargas". Dos años después,
mientras Astrid Lindgren reposaba de una fractura en la pierna,
aprovechó su tiempo para escribir las aventuras de esta niña
traviesa que pronto daría la vuelta el mundo.
El manuscrito se la obsequió
a su hija, cuando ésta cumplió diez años de
edad. Ese mismo año, 1944, la sometió a consideración
de la editorial Bonniers, que desaconsejó la publicación
de la obra. No obstante, como suele suceder con los libros que no
encuentran editor dispuesto a correr los riesgos, "Pippi Calzaslargas"
mereció el primer premio en el concurso literario convocado
por la editorial Rubén & Sjögren en 1945. El jurado
calificó la obra de "original, apasionante y cargado
de un humor desarmante". En efecto, su personaje central, una
niña pecosa, de trenzas tiesas y calzas largas, gana de inmediato
el corazón de los niños, quienes se identifican con
las aventuras del personaje, quien vive la realidad en forma maravillosa,
sin que intervengan necesariamente elementos mágicos o fabulosos.
El desbordante éxito del
libro hizo que los críticos escépticos queden sorprendidos
y pasmados, porque consideraban que Pippi era una figura amenazante
para los adultos y dañina para la conducta moral y ética
de los niños. Pero lo que no sospecharon los críticos
fue el hecho de que este libro respondía a las exigencias
de la época, y que "Pippi Calzaslargas", una niña
que desafía a los maestros, que no tiene preocupaciones económicas,
que ridiculiza la autoridad de los policías, que hace malabarismos
en el alero del techo y levanta en vilo un caballo, luego sería
vertido en más de 60 idiomas, solicitada en las pantallas
y consagrada como la obra más leída entre los niños.
Después de Pippi, Astrid
Lindgren publicó la trilogía: "Los niños
de Bullerbyn" (1947), "Más sobre los niños
de Bullerbyn" (1949) y "Es divertido de Bullerbyn"
(1952). En estos libros, a diferencia de los anteriores, los personajes
son seis niños que no viven de manera anárquica ni
se rebelan contra la autoridad de los adultos; por el contrario,
todo lo que se escribe está visto por los ojos de Lisa, una
niña armónica de siete años, quien vive en
un ámbito idílico, donde el juego y la fantasía
ocupan un rol central, como en "Madita" (1960) y "Lotta
en Bråkmakargatan" (1961), que son libros escritos con
toda espontaneidad y sin mayor esfuerzo estilístico. Y, aunque
los adultos están siempre condenados a tener un rol pasivo,
lo que les ocurre a los niños en Bullerbyn, son hechos que
pueden ocurrirle a cualquier niño de cualquier lugar del
mundo. No se relatan aventuras excepcionales, sino hechos cotidianos,
en los cuales los niños se divierten con frenesí y
sus deberes se transforman en un hálito de alegría
y compañerismo.
Los libros "Miguel el travieso"
(1963), "Nuevas aventuras de Miguel" (1966) y "Otra
vez Miguel" (1970), están basados en la infancia de
su padre, Samuel Augusto, quien, además de relatarle las
peripecias de su vida en el campo, le proporcionó datos sobre
la rica tradición folklórica del sur de Suecia; material
que la autora eleva a un auténtico nivel literario y usa
como inagotable fuente de inspiración. De modo que las aventuras
de Miguel, a tiempo de trasladarnos a un ambiente conservador y
patriarcal de principios de siglo, nos cuenta con ingenioso humor
las anécdotas de un niño que, con furia y amor, procura
burlar la autoridad del padre en afán de llegar a ser un
individuo respetable.
Si Pippi representa la rebeldía
y Lisa la armonía, entonces Miguel es la combinación
de ambos factores, puesto que representa a un niño en todas
sus dimensiones. Con todo, en los "círculos radicales"
de los años 60 se vio a Miguel como al prototipo del capitalista
agrario; cuando en realidad este niño, que a los cinco años
de edad podía domar un toro, tiene todos los rasgos de un
luchador social, puesto que es capaz de abrir las puertas de una
despensa de par en par, para dar de comer a los más necesitados;
actitud que, por lo demás, ningún capitalista asumiría
de buena voluntad.
Es fácil constatar que los
libros de Astrid Lindgren están escritos desde la perspectiva
de los niños, sin olvidarse que de que éstos, al igual
que los adultos, tienen sentimientos contradictorios acerca de la
vida y la muerte, los sueños y la realidad, la alegría
y la tristeza, el miedo y el coraje. Así, por ejemplo, en
"Mio, mi Mio" (1954) y "Los hermanos Corazón
de León" (1973) se plantea la dicotomía bueno/malo
y el tema de la muerte, que hasta mediados del siglo XX era una
especie de tabú en los libros infantiles. "Mio, mi Mio",
que es el primer cuento extenso de Astrid Lindgren, arranca de una
realidad sentimental concreta, para luego ingresar por vía
mágica al mundo de la fantasía: un niño huérfano
está sentado en un banco de la ciudad y, con el golpe de
la imaginación, se traslada a un país remoto, donde
es nombrado hijo de un Rey y convocado a cumplir la hazaña
de matar al representante del mal, al jinete Kato. En este libro,
además de exaltar los valores humanos positivos, se utiliza
varios elementos estilísticos de los cuentos de hadas, como
los poderes mágicas, las capas invisibles, las espadas extraordinarias,
los caballos alados y otros recursos sobrenaturales.
El personaje principal de "Los
hermanos Corazón de León" es Skarpan, un niño
enfermo, desamparado, que aguarda la muerte tendido sobre un sofá,
para ir al encuentro de su hermano mayor, Jonathan, quien murió
en un incendio por salvar la vida de otro. El día que vuela
Jonathan convertido en ave, Skarpan entiende que lo viene a recoger
para llevarlo a Nangijala, que no es un paraíso sino un continente
amenazado por fuerzas malignas, a las cuales se debe derrotar con
violencia, para luego disfrutar de la paz y la felicidad. Si bien
el tema del libro aborda los lazos de amistad entre hermanos, con
todo el poder de admiración, añoranza, temor y cariño,
también plantea, desde un principio, el fenómeno de
la muerte como una realidad. A lo lago de la trama, mezcla de realidad
y fantasía, que Astrid Lindgren concibió al visitar
un cementerio y leer en una lápida: "Aquí descansan
los hermanos Fahlén, fallecidos en 1860", los lectores
experimentan una profunda angustia. Pero, a la vez, una catarsis
liberadora, puesto que el tema de la muerte está tratado
de manera que, en el desenlace, el niño siente aliviada su
pena, o, como diría el psicoanalista Brunno Bettelheim, el
niño se libera de sus ataduras psíquicas.
"Ronja, la hija del bandolero"
(1981), contrariamente a "Mio, mi Mio" y "Los hermanos
Corazón de León", es un cuento feliz, a pesar
de contener ciertos pasajes de violencia, terror y muerte, propios
de un ambiente primitivo, donde dos clanes de bandoleros se enfrentan
entre sí. Este es el primer libro de Astrid Lindgren en el
cual se sigue el desarrollo de una niña desde su nacimiento
hasta su pubertad. Ronja, la hila del bandolero, vive en un bosque
salvaje, donde aprende a revelar los secretos de la naturaleza y
a sobrevivir a los múltiples peligros que le presenta su
entorno.
La relación que se desarrolla
entre Ronja y Birk, hijo del jefe del bando contrario, más
que parecerse al romance de "Romeo y Julieta" de Shakespeare,
es un símbolo de fraternidad entre dos clanes antagónicos.
Otros aspectos centrales del libro, tratados simultáneamente,
son: la relación entre generaciones, entre la mujer y el
hombre y, sobre todo, entre padres e hijos. Tanto Pippi como Ronja
tienen una magnífica relación con sus padres, quizá
a diferencia de algunos personajes masculinos que son huérfanos
y carecen del amor paterno, como es el caso de Mio y Rasmus. Es
también digno destacar que Ronja, quien se hace fuerte gracias
al soporte de sus padres, es el personaje que mejor simboliza las
pasiones e intenciones de esta escritora sueca, quien se manifiesta
en defensa de la ecología y contra el armamentismo y la guerra.
Astrid Lindgren, al margen de su
propia producción, ha sido una impulsora entusiasta de la
literatura infantil escandinava, por intermedio de la editorial
Rubén & Sjögren, en cuya redacción desempeñó
la función de consejera en la sección de libros para
niños, conscientes de que "el amor a los libros debe
cimentarse temprano, en el mejor de los casos ya con la leche materna
(...) Un hábito cariñoso y temprano en el mundo de
la palabra y el ritmo, y una armónica continuación
por ese camino, es una de las formas más ingeniosas de formar
al futuro amante de los libros que, al final, con un brinco de alegría
se lanza sobre la literatura de adultos, tanto sobre su prosa como
sobre su poesía...". Astrid Lindgren es, sin el menor
resquicio para la duda, uno de los clásicos de la literatura
infantil y juvenil, artífice de un maravilloso universo literario
que no conoce edades ni fronteras. Sus obras, rebosante de humor
y calor humano, no sólo sirven para estimular la fantasía
en cierne, sino también para demostrar que la lectura es
la más extraordinaria aventura que experimentarse pueda.
Por otro lado, desde 1958, año
en que se le concedió la Medalla Hans Christian Andersen,
ha sido merecedora de varias distinciones en el contexto nacional
e internacional, como justo reconocimiento a su prolífica
labor literaria y su encomiable lucha en defensa de los derechos
de la infancia.
Astrid Lindgren, como pocas escritoras
de renombre universal, logró que sus libros sean las puertas
abiertas a un jardín secreto, donde los niños ingresan
a formar parte de la trama como si fuesen un personaje más,
convencida de que la felicidad no sólo se encuentra a través
del sueño, sino también en base a la literatura ficticia
creada por el escritor.
Víctor
Montoya |