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Por María Noboa
Número 34
Definitivamente estamos asistiendo
a la consolidación de un escenario peculiar en el ámbito
de la Comunicación, y es precisamente desde la tecnoglobalización
que es posible visualizar nuevas formas y rituales de esbozar datos,
analizar tendencias, sugerir implicaciones, que obligan a la utilización
de un metalenguaje, harto complicado- en unos casos más que
en otros- que a veces peca de convertirse en un discurso satelizado
de las mediaciones.
Las concepciones respecto de las
mediaciones tecnológicas han sido tratadas no pocas veces
con un sentido de asepsia, hecho que impide aterrizar en las auténticas
sensibilidades de los sujetos. Por suerte, hoy, desde la valoración
que adjudica la Teoría de la Complejidad- el conocido método
dialógico de Morin- de autores como Campbell y Gharadegajhi
y Pascale- entre otros muchos-, el entendimiento de lo fractal,
la entropía, la recursividad, la incertidumbre y las paradojas
del mundo actual, pueden ser entendidos de manera práctica,
al asumir el todo investigado desde la "metaforización"
de los sistemas biológicos vivientes.
Rebasado el paradigma de la simplicidad,
es más fácil entender el hecho comunicativo a la vez
como un proceso, un sistema y un escenario de interacción,
en el cual son sujetos de carne y hueso, con rostro, con pasionalidad,
con alegrías y desencantos, quienes entran en el circuito
del /poder/, /saber/, /querer/ y /hacer/ que recetan las mediaciones
tecnológicas.
La hegemonía oculta de las
mediaciones tecnológicas imprime un pensar y manifestar discursivamente
la construcción, sensibilización y expresión
de formas de autopensarse, pensar el mundo y las relaciones sociales
desde un enfoque nodal (convergencias y divergencias múltiples).
Estas formas remiten, inexcusablemente,
a procesos sociales y prácticos super complejos de los actores
sociales, en búsquedas permanentes de ese algo que no puede
ser definido: quizás ¿ las dudas casi metódicas
de los imaginarios de la cultura del consumo?
En fin, parece ser que se ha olvidado
que un instrumento de medición social, en aplicabilidad,
va generando variación de resultados, espirales de paradojas
e incertidumbre que conducen a lo relativo. Me refiero a tratar
de aplicar las recetas infalibles y estáticas para entender
fenómenos caóticos, como lo es el de las mediaciones.
La denominado entropía es una constante para entender el
fenómeno mediático y, aún así, todos
se empeñan en atrapar, encajonar, controlar procesos, que
sigilosamente van escapándose y se niegan a ser meros reflejos
especulares de algo.
Las ideas de hegemonía comunicacional,
es preciso nutrirlas en los procesos de autoorganización,
de equilibrios microscópicos y macroequilibrios y a la vez
de congelamientos que propone la Complejidad. El sesgo contemporáneo
de la hegemonía comunicacional (con las mediaciones tecnológicas)
es preciso verlo en vinculación dialógica, hologramática
y recursiva. Los procesos no se entienden parando y deteniendo el
proceso. Es imprescindible subirse al tren y entender la dinámica
de este desde él mismo, y no bajarse de él.
Retomando al semiólogo Goran
Sonesson, se puede inferir que, al ser el proceso mediático
tecnológico, un circuito nodal relacional complejo, el montaje
teatral de los actores sociales en este proceso también es
complejo. Vistas así las mediaciones, se convierten en el
lugar de encuentro de una actancia dual entre actores y audiencias,
en donde ya lo manifiesta expresamente que : "en el teatro
de la tecnoglobalización, la mediación tecnológica
añade un valor agregado en su misma manifestación,
con un enfoque instrumental. Remite a una función espectacular
y simétrica". Es pues, la invitación a la contemplación
policroista de un mundo que, superando la dicotomía blanco/negro
, impele a pensar un sentido de coexistencia de microespectáculos
mediáticos, contenidos a su vez en otros.
Quiero ilustrar en algo lo que está
ocurriendo. Quiero decir que no es desde la tecnología y
sus mediaciones que vemos y construimos el mundo, sino es la misma
lógica de construcción del mundo la que permite visualizar
la tecnología y sus mediaciones comunicacionales, como construcciones
del propio mundo.
En el juego de actores de todo mediación
tecnológica, la dinámica vertebradora es un rito,
cuyo espectador repite los juegos simbólicos en simulacros,
que acentúan la función fática de la que hablaba
Jackobson.
El radio y espectro de acción
de las mediaciones tecnológicas están vinculados con
sus contenidos, sin desvirtuar la forma ritualizada en su propio
uso, uso dado por actores que desde su vida cotidiana, van asumiendo
en y para sí modelos de verse, ver a los demás y ver
el mundo.
De ahí, que la interpretación
de la "idea del mundo" moderno es la que varía
por medio de las mediaciones, que van imponiéndose, de un
lado con cierto rostro lineal (en una paradigmática simplista)
y de otro, mediante el cumplimiento de acciones instrumentales repetitivas
y sin memoria histórica, que se convierten en los propios
"no lugares" de Marc Augé.
No lugares de pensamiento y acción,
complejos y múltiples en apariencia, pero poco estables para
los sujetos en esencia, quienes van viendo su propia vida en un
espectáculo de ida y vuelta, del cual ellos mismos no toman
control.
La semiotización de los procesos
tecnológicos, obligan a reinterpretar la burbuja semiótica
de cada uno de los seres humanos ( un ambiente completo de vida
significante y significada), mediante la cual los actores ya no
se mueven ni en espacios ni en tiempos definidos, sino que fractalmente
van buscando lo ficticio, rellenado de sentido de realidad. Así,
las mediaciones se erigen a la puerta de la anacronía, el
vaciado simbólico de los lenguajes, la insatisfacción
pasional, el discurso autoritario, la frustración, el debilitamiento
de la socialidad primaria y el posicionamiento definitivo del imaginario
del consumo ante el de la propioceptividad histórico-social.
De este modo, los actores sociales
van cumpliendo un circuito de producción, resignificación
y actuación en función del simbolismo de las mediaciones
tecnológicas, desde la estilización de la vida -en
ciclos de equilibrio, desequilibrio y congelamiento. La autoorganización
sistémica de este sistema viviente de las mediaciones remiten
a la lógica del autoritarismos neoliberal.
El acto cotidiano comunicado y la
comunicación del acto cotidiano se van cargando de un falso
espesor histórico: se trata de un juego de poder con formas
propias de vivir y sobrevivir las máscaras simuladas que
/hacen creer/ que el hombre "es lo que es" en goce pleno
de su libertad, cuando en realidad no es más un actor banalizado
que se mueve jaloneado por los hilos del poder, que naturalizan
toda expresión tecnológica como lo "moderno"
"lo de avanzada", sin que medien sentidos claros de interpretación,
resignificación y peor asunción de lo político
en su real complejidad histórica.
Desde este contexto, la telemática,
los chats, la navegación en internet, la cibercultura y el
hipertexto son solo algunos de los significantes en apariencia polisémicos
de este denominado paradigma moderno y acaso posmoderno: la simplicidad
de signos que se dirigen a una sola dimensión de sentido,
la fractalidad social vehiculizada por las mediaciones tecnológicas.
Ante ello la cuestión está entre mediación
tecnológica o mediación tecnológica, pero me
pregunto ¿desde qué paradigma?
María
Fernanda Noboa |