Por Vilma Rodríguez
Número 35
Dulzura
Niño dulce ¿qué
miran tus ojos?
Algo más que la verde campiña.
Miro sobre el horizonte
y veo dos ángeles aguaitándome.
La rosadita piel de uno
resalta cuando se junta
con el trigueñito juguetón
de largo cabello rizado.
Traté de alcanzarlos,
corrí rápidamente hacia ellos
pero me dijeron que todavía,
que otro día sería.
Me quedé contemplándolos
y entre risas que se pierden
van desapareciendo sus colores
de pronto veo sólo los cerros.
Lágrimas de nuestra madre
Te veo triste ¿ o es mi idea
?
Será por lo que sucede en Kosovo
extiende tu Manto de Madre y Reina
sobre tus hijos que han perdido el corazón.
Campos desolados, cubiertos de muerte
descansan frente a un horizonte gris
provocando las lágrimas de mi Madre
que lentamente caen sobre su suave tez.
Con esa suavidad que le caracteriza
extiende su Manto cargado de ternura
sobre aquellos que todavía quedaron
libres del infierno que desquiciados provocaron.
Que descansado panorama yace ahora
triste como la tristeza misma
esquirlas y despojos en vez de frutos
brotan de la tierra que un día tuvo vida.
Vida que emerges de esos campos
aférrate a tu Dador con gran fervor
y aparta de ti ese temor
para que empieces nuevamente con tesón.
Mar
Tu gigantesca ola revientas ante
mi
me doy cuenta que quieres juego,
yo simplemente sonrío.
Pero tú, al ver mi pasividad
te recoges fuertemente
y vuelves sin piedad.
Ahora sí, me salpicaste toda
mirándote me levanto y te pregunto
) qué quieres que haga ?
Tus olas golpeas susurrando :
Entra, entra.
El anaranjado atardecer
no podré pintar hoy,
a un lado dejo paleta y pincel.
Del mar, me alejo un instante,
de la roca, empiezo a descender.
Remojando los pies en tu blanca
espuma
camino hacia ti, mar caprichoso
aquí estoy te digo
vengo a jugar contigo
y me lanzo al encuentro de tu ola.
Pero tú fascineroso, saliste
por otro lado
me agarraste al descuido
y me llevaste hacia adentro.
Ya no juego te grité, ya no juego repetí,
pero tú habías enloquecido.
Lic.
Vilma Rodríguez de Rosales |