Por Carlos Fara
Número 38
"Quien sabe detenerse no corre
peligro, y puede durar eternamente", dice Lao Tsé en
su clásico Tao Te Ching. El autor chino entendía que
lo primordial es tender a la armonía, ya que toda acción
recae sobre uno mismo. Este principio no parece ser tenido
demasiado en cuenta en la política argentina de los últimos
tiempos.
¿Quién empezó?
Esa parece ser la pregunta sin respuesta acabada del último
mes. ¿Empezaron los grupos guerrilleros matando hombres de
las fuerzas armadas, o las fuerzas armadas fusilando civiles en
1956? ¿Empezó el peronismo bonaerense tratando de
cobrarse deudas con el presidente, o Kirchner atacando a los gobernadores
justicialistas? ¿Empezaron las empresas de energía
que no que hicieron inversiones, o la recesión más
profunda de la historia que las desalentó? Todo parece estar
puesto en blanco y negro.
Las FF.AA., las empresas privatizadas, los jueces
de la Corte enrolados con el menemismo, el FMI, los “fondos
buitres”, o los piqueteros duros son actores aislados de la
sociedad civil, fáciles de atacar, y que no jugaron ningún
papel en que Kirchner llegara al poder. Varios de los gobernadores
justicialistas y particularmente el peronismo bonaerense no cumplen
ninguna de las dos condiciones.
La clave de todo es que el presidente
llega a su cargo con el 22% de los votos, no con una mayoría
legitimada en las urnas. Por primera vez, un presidente peronista
logra la presidencia sin ser antes líder del movimiento.
El peronismo tiene una matriz cultural marcada por el carisma y
la seducción. Como mencionamos en esta misma columna en diciembre:
“En el peronismo, después de Perón, sólo
se sostienen en el largo plazo los exitosos, los seductores y los
que conducen efectivamente al conjunto”.
Kirchner es exitoso en el gobierno, por ahora,
pero no seduce. Respecto a la conducción, trata de ejercerla
a fuerza de un duro disciplinamiento. Es respetado, pero no amado.
Lo que pasó el viernes 26 de marzo en el congreso del partido
produjo un quiebre interno que ya no se volverá a reconstituir
(más allá de cómo termine formalmente la saga).
Este hecho, políticamente mucho más
importante que la marcha convocada por Blumberg, desata varios interrogantes.
¿Traerá problemas
para la gobernabilidad? No en el corto plazo, gracias a Duhalde
–el mejor aliado del presidente, aunque Kirchner no lo crea-
y las encuestas que le seguirán sonriendo al oficialismo,
más allá de que quizá no sostenga niveles tan
altos todo el tiempo. Claro: lo fundamental pasará sin problemas,
las demás iniciativas comenzarán a trabarse un poco.
¿Era necesario otro frente de conflicto?
Ya tenía bastante con el tema externo, las tarifas, los piquetes,
la desocupación, la corrupción en sus distintos ámbitos
y la inseguridad. En principio no parecía recomendable sumarse
uno más. Mucho menos cuando eso implica entrar en contradicción
con el sector más grueso de su bloque de diputados nacionales.
¿Se rompió la luna
de miel con la sociedad? Esta es la pregunta tan meneada en los
últimos días, sobre todo a partir de la marcha convocada
por Blumberg. Algún día la miel se termina, lo cual
es una señal de madurez. Pero no implica ruptura con la opinión
pública rápidamente.
¿Cuáles son las cosas
que debería tener en cuenta el gobierno? En primer lugar,
que basa su popularidad en el deseo de la sociedad de una tregua
post crisis, y en la satisfacción simbólica que venía
otorgando (Corte, PAMI, derechos humanos, deuda externa, etc.).
Pero los dos factores se agotan en algún momento.
En segundo lugar, que el gobierno
gana en esta etapa cuando la gente compara a Kirchner con Menem
y de la Rúa, el presente vs. el pasado. Sin embargo, en algún
momento la sociedad comenzará a comparar a Kirchner con sí
mismo, y si no se perciben acciones concretas (subrayo “perciben”),
el estándar de aprobación bajará lógicamente
(y potenciará a los adversarios internos).
La tercer cuestión es que
al poner mucho énfasis respecto a que se hacen las cosas
que la gente quiere, la marcha Blumberg le plantea todo un desafío
respecto a qué hará cuándo la opinión
pública pida cosas que no son del agrado del gobierno. Quizá
entre en contradicciones insalvables.
La cuarta es que no se puede gobernar
eternamente desde el conflicto, porque en algún momento las
cosas no salen como se esperaba. Cuando se presentan problemas en
la política, tarde o temprano tiene efectos sobre la percepción
ciudadana.
Lao Tsé consideraba que la
sabiduría consistía en reconocer límites.
Originalmente
publicado en el diario El Cronista de Hoy
Carlos
Fara
Director Ejecutivo de Fara
& Asociados, Argentina |