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Por Manuel Calvo
Número 43
Sueño con
un mundo en el que se muriera por una coma
Ciorán
¿Está devaluado
el lenguaje?
Cualquier análisis del estilo
periodístico debe ir forzosamente precedida de un recordatorio
sobre la necesidad de corrección del lenguaje y, en lo que
se refiere a los países de habla castellana, la manifestación
de un cierto desprecio hacia el lenguaje, de negativas consecuencias
culturales y profesionales. Se pierden el amor a las palabras y
la preocupación no ya por escribir bien, sino por expresarse
correctamente.
Para las nuevas generaciones habría que recordar las conocidas
frases de Pedro Salinas sobre el lenguaje: "Sentiremos mejor
lo que sentimos, pensaremos mejor lo que pensamos, cuanto más
profunda y delicadamente conozcamos sus fuerzas, sus primores, sus
infinitas aptitudes para expresarnos". En su célebre
conferencia sobre "Defensa del Lenguaje", pronunciada
el 24 de mayo de 1944 en la Universidad de Puerto Rico, tiene estas
frases impresionantes, que hoy serían mucho más duras
todavía:
¿Tiene derecho ninguna
generación a descuidar o abandonar esta santa misión
transmisora de su lengua, por flojedad o por inconsciencia? ¿Puede
una generación aceptar la cínica postura de legar
a sus hijos menos patrimonio espiritual que el que recibió
de sus padres?
Se ha dicho que la devaluación
del lenguaje es tan grande como la de la moneda. El académico
Lázaro Carreter llegaba más lejos: "Millares
de manazas y chapuceros están maltratando el lenguaje. Basta
leer con atención gran parte de lo que se o se escribe para
consumo público: aunque en una ojeada superficial parezca
sano, fijando la mirada se advierte que, en grandes zonas, el tejido
está fofo, exangüe y agusanado".
Aunque ello no sea ningún
consuelo, recordemos que este deterioro idiomático de los
medios informativos no afecta solamente al idioma castellano. Hermann
Hesse, refiriéndose al alemán, hablaba de "masificación
degradante" y de "una jerga de mendigos, empobrecida y
piojosa". "Casi una tragedia", añadía.
Grandes escritores, en todos los
tiempos, han expresado sus quejas y sus protestas por el deterioro
de sus respectivos idiomas. En nuestro siglo, y fuera de España,
uno de los más constantes y duros ha sido Ernst Jünger.
En Eumeswill (1977) clama: "La decadencia del lenguaje no es
tanto una enfermedad cuanto un síntoma. Se estanca el agua
de la vida. La palabra tiene todavía significación,
pero no sentido. Es cada vez más desplazada por las cifras.
Es incapaz de poesía, ineficaz para la oración. Los
placeres groseros sustituyen a los del espíritu". Jünger
se queja de quienes se sienten llamados a despojar de su follaje
a la lengua y a prestigiar la jerga. "Y así, con el
pretexto de facilitar la comunicación, despojan al pueblo
de su lengua".
No es necesario recordar que estos
juicios de Jünger están pensados para el alemán,
donde -según me hace ver Emilio Lorenzo- un prefijo separable
de la oración principal puede aparecer varias líneas
más abajo si se incluyen oraciones subordinadas (de relativo
u otras).
El castellano -por lo menos en España-
atraviesa una era de abandono y anarquía: enseñanza
deficiente, descuido en los medios informativos, traducciones infames,
muletillas y palabras que no son signo de vitalidad, sino de incultura,
y otros males (Alfonso de la Serna).
Sintaxis defectuosa, pobreza de
vocabulario, plurales bárbaros, uso defectuoso de palabras
como "alternativa", "compromiso", y hasta "restar",
desgaste de vocablos como "trascendental" y de expresiones
como "en profundidad", gerundios mal empleados, desconocimiento
de la función sintáctica de las preposiciones (el
"dequeísmo", etc.) , anglicismos ("sponsor",
"nominación" y centenares más), destrucción
de la frontera silábica, exceso de adjetivos y abundancia
de tópicos, sintaxis "intransitable", que diría
García Márquez, son algunos de los males de nuestro
idioma.
En suma, un español deleznable,
limitado, empobrecido, monótono, en cuyo uso habitual declinan
la metáfora, la riqueza del léxico e incluso el bueno
gusto. Nuestro idioma vive "como si fuera una lengua amputada,
agredida desde los medios de comunicación, desde el Parlamento
y desde la vida cotidiana" (editorial de "El País",
7-12-1991).
Para el gramático y académico
Rafael Lapesa, el mal verdadero de nuestro uso lingüístico
consiste en "la incorrección, la chapucería,
fomentadas por la prisa y la incultura", y que tiene su origen
en la deficiencia de la formación escolar. Para García
Yebra, el galicismo en nuestra lengua es no sólo léxico
y sintáctico, sino prosódico y morfológico.
¿Será posible que,
en este campo, hayamos retrocedido? En otros tiempos, como recuerda
Francisco Ayala, la expresión gramaticalmente correcta era
cuestión de cortesía y de urbanidad, de la que nadie
se dispensaba en público. Y mucho antes, Luis Vélez
de Guevara, en su clásico El diablo cojuelo critica
con gran ingenio los errores idiomáticos de la época
y cita ejemplos de pobreza de lenguaje:
porque un consonante obliga
a lo que el hombre no piensa.
Por otra parte, no todos los expertos
son pesimistas. En cuanto al panorama general, el catedrático
y académico Emilio Lorenzo me justificaba en una carta la
situación actual porque ahora son miles los protagonistas
que llegan a las tribunas, sean de la radio, la televisión
o meras "Cartas al director". ¿Cuándo han
tenido acceso los "analfabetos funcionales" a un auditorio
de millones de espectadores o radioyentes? Nada digamos -añade-
de los ases del balón, los premiados en la lotería
o los encuestados sobre la Unión Europea.
En cuanto a los periodistas, llamamientos
y recriminaciones no han tenido hasta ahora demasiado fruto, salvo
en casos ejemplares, pero aislados, como la creación del
Departamento de Español Urgente en la Agencia EFE. Se trata
de un problema grave, sobre todo si se relaciona con opiniones como
la del académico Manuel Alvar, para quien el porvenir de
la lengua está en manos de los periodistas y no de los profesores.
Otro estamento de gran influencia
social y de mala conducta idiomática suele ser el de los
políticos y los funcionarios de la Administración.
En este sentido se registran algunos esfuerzos, como la publicación
de un Manual de estilo del lenguaje administrativo (Ministerio
para las Administraciones Públicas, Madrid, 1991).
Las palabras y la lengua
Hay que decir algo sobre las palabras, que son no sólo la
primera invención del hombre, y quizá la más
grandiosa, sino en este caso nuestra herramienta de trabajo, y no
sólo en la prensa escrita, sino también en radio y
televisión.
Preocupa esta cuestión a
los periodistas y los medios de información, pero debería
preocuparnos a todos, aunque hemos de reconocer que son minoría
los interesados por esta cuestión, vital para alguien cuyo
oficio es expresarse.
Entre nosotros, vale la pena recordar
a Ramón Gómez de la Serna, uno de nuestros hacedores
del idioma en el siglo XX. Para Ramón, la palabra no es sólo
lo que se oye, sino lo que se ve, lo que se huele y hasta lo que
se toca, y la palabra es independiente del hombre, tiene vida propia.
Sería un ejercicio útil
y enriquecedor analizar los distintos conceptos y matices, a veces
contradictorios, que esconden palabras tan aparentemente unívocas
como "revolución", "libertad", "democracia",
"pacifismo". "socialismo", "raza",
"colonialismo", "subdesarrollo", "tercer
mundo", "libre comercio", "explotación"
y hasta "federalismo". "Como símbolo, la Torre
de Babel es intemporal", decía Arthur Koestler. La manipulación
semántica y la utilización de las ambigüedades
del vocabulario pueden explicarnos que muchas veces la palabra no
nos remita al objeto o a la realidad, sino a la imagen que cada
uno de nosotros tenemos de ellos.
En el periodismo, el lenguaje sufre
también lo que se han llamado "escondites" y que
no son otra cosa que ocultaciones de realidades, telones o cortinas
que se interponen entre la realidad y su expresión. Y ello
puede no suceder por voluntad de quien se expresa, sino por esa
dinámica de la lengua, que hace que muchas palabras e vacíen
de contenido por el uso, mientras surgen otras lozanas y recién
estrenadas.
Quizá por estas razones se
dice que las palabras son más poderosas que los hechos. "Una
palabra queda, un hecho pasa", escribe, jugando a la paradoja,
Joseph Roth, y remacha: "Los hechos y las acciones son meros
fantasmas en comparación con la realidad, y, sobre todo,
con la realidad sobrenatural de la palabra".
El estudioso y académico
Emilio Lorenzo afirma que el español está lleno de
verbos maravillosos, sin paralelo en otras lenguas: ensimismarse,
desvivirse, escarmentar, etc.
Oscar Handlin ha puesto ejemplos
de palabras cuyo significado se explica por su contrario: así,
en Estados Unidos, "blanco" significa "no negro".
Las palabras suelen ser producto de la historia o de los conflictos
de raza, religión, ideología, etc. Aunque Handlin
se refiere a la historia, sus observaciones nos sirven a quienes
hemos de enfrentarnos con problemas de expresión.
Objetivos actuales
Un texto legal estableció en España las enseñanzas
mínimas de la secundaria:
1. Capacidad de expresarse oralmente
y por escrito mediante discursos coherentes, correctos, creativos
y adecuados a las diversas situaciones de comunicación y
a las diferentes finalidades comunicativas.
2. Comprender discursos orales y escritos científicos, culturales,
técnicos, etcétera, atendiendo a las peculiaridades
comunicativas de cada uno de ellos.
3. Observar la situación lingüística -de la propia
comunidad, de España y del mundo- y estudiar las relaciones
entre las diversas lenguas del país y sus variedades como
manifestaciones de su naturaleza sociohistórica, para favorecer
una actitud consciente y respetuosa con la riqueza plurilingüe
y pluricultural.
4. Utilizar y valorar el lenguaje oral y escrito como medio eficaz
para la comunicación interpersonal, para la adquisición
de nuevos aprendizajes, para la comprensión y análisis
de la realidad y para la organización racional de la acción.
5. Reflexionar sobre los distintos componentes de la lengua y sobre
el propio uso, analizando y corrigiendo las propias producciones
lingüísticas y empleando en ello los conceptos y procedimientos
adecuados.
6. Interpretar y valorar críticamente obras literarias, identificando
los elementos que configuran su naturaleza artística, descubriendo
en ellas el uso creativo de la lengua, relacionándolas con
una tradición cultural y reconociendo las condiciones sociales
de su producción y recepción.
Los tres últimos párrafos
se refieren al conocimiento y valoración de la literatura
española.
Normas básicas de
carácter general
Ante la imposibilidad de referirme en su integridad a un tema tan
vasto y tan complejo, he tratado de resumir algunas normas básicas.
En la bibliografía final figuran algunos textos para quienes
deseen ampliar una cuestión de tanta trascendencia en la
Comunicación, y especialmente en la comunicación de
la ciencia al público.
-En primer lugar, buscar la comprensión
generalizada. Cualquier tipo de comunicación periodística
será inútil si su expresión no coincide con
el código del receptor, no sólo en lo que se refiere
al lenguaje, sino a la realidad del contexto socio?cultural en que
se produce. Como consecuencia, debe procurarse utilizar un habla
unívoca, lo menos ambigua posible, de estructura sintáctica
racional, y tratar de evitar o reducir a lo indispensable el uso
de adjetivos.
-La primera condición que la lógica impone al lenguaje
es la de ser claro y evitar la imprecisión. Una lengua puede
utilizar la ambigüedad como un recurso estilístico pero
no puede ser imprecisa porque entonces se produce un vacío
comunicativo, y si la lengua es algo, es un sistema de comunicación
(García Domínguez, Seminario sobre El Neologismo
Necesario). En este sentido, debe tenerse en cuenta la polisemia
(una palabra con varios significados), ya que puede ser causa de
ambigüedad y prestarse a equívocos.
-Consejos de Bertrand Russell: 1º Si basta una palabra corta,
no emplear una larga. 2º Si se quiere emitir un juicio con
muchas especificaciones, deben escribirse algunas de estas en frases
separadas. 3º Evitar que el principio de la frase induzca al
lector a esperar algo que se contradiga al final con ella.
-Tener en cuenta que la acción sólo puede ser expresada
por un sujeto, un verbo y un complemento, incluso el adjetivo retrasa
el avance, reduce el brío y a veces el ritmo. En la frase
enunciativa, si consta de tres elementos, el verbo suele colocarse
intercalado y de los otros dos precede uno (el de mayor interés)
y los demás van al final.
No obstante, la construcción
de la frase castellana goza de holgura y libertad y el orden de
las palabras puede depender más de la idea o del hecho que
quieran expresarse que de la rigidez gramatical, siempre que no
se conculquen las normas que modifican el sentido de la frase y
dicen, por tanto, lo contrario de lo que queríamos decir.
-Combatir la monotonía y
el tópico. Tratar de encontrar, como aconseja Mario Benedetti,
un sustantivo que nunca había colindado con un adjetivo cualquiera;
el hallazgo de una sola palabra que transforma un lugar común
en un lugar extraordinario; la novedad de una sensación o,
mejor aún, la manera nueva de expresar una sensación
trillada y hasta la invención de una palabra.
-En el lenguaje periodístico hay que procurar la economía
de expresión y evitar el pleonasmo, la redundancia, lo superfluo,
si queremos alcanzar eficiencia y concisión. Pero sin extremosidades,
ya que la concisión máxima suele equivaler a ambigüedad
y la efectividad de una comunicación depende tanto de que
ésta sea breve como de que sea inequívoca. Como en
la función empresarial, es necesario conseguir la máxima
eficacia con el mínimo coste. Es cierto que la riqueza de
vocabulario es cualidad positiva del periodista y del escritor,
pero también lo es que con un mínimo de voces y de
giros pueden expresarse muchos matices.
El neologismo es un cambio reciente
en las lenguas, afectadas, como toda creación social, por
una mutabilidad que le da vida y permanencia, y singularmente en
esta era de innovación científica y tecnológica.
Los neologismos pueden ser útiles, pero también superfluos,
y debe buscarse, en los resquicios del diccionario, si existe algún
vocablo anticuado que pueda sustituir al recién llegado.
Ante los términos científicos
y técnicos -recuerda Lázaro Carreter-, se han desarrollado
dos actitudes principales: una, apropiárselos sin más,
y decir by-pass, leasing o hardware,
lo cual se corresponde con una actitud pasiva y diríase que
acríticamente rendida ante el superior modelo norteamericano
(posición dominante entre nosotros) y otra, presentar cara
ante tal superioridad con una cierta arrogancia y tratando de nacionalizar
los tecnicismos extranjeros.
-Tengamos siempre a mano la herramienta
básica, el diccionario, que no es, como se dice a veces,
un cementerio de palabras, sino un arsenal, una guía, una
orientación, un código de referencia, una garantía
e incluso un libro de lectura.
-Periodistas experimentados ofrecen estos criterios sobre el estilo
periodístico, recogidos por la Sociedad Interamericana de
Prensa:
* Escribir frases cortas.
* Preferir lo simple a lo complicado.
* Preferir lo concreto y desechar lo abstruso.
* Usar palabras comunes.
* Omitir palabras innecesarias.
* Emplear verbos en voz activa.
* Redactar con sencillez, naturalmente.
-Habría de añadirse
el cuidado con el mal uso de gerundios, preposiciones, relativos,
etc. Recordemos que el diccionario de la Real Academia llama "gerundiano"
al estilo "hinchado y ridículo" y que una segunda
acepción de la palabra "gerundio", (advirtiendo
que es voz en desuso) en este mismo diccionario, dice así:
"Persona que habla o escribe en estilo hinchado, afectando
inoportunamente erudición e ingenio".
-Debe tenerse en cuenta, asimismo, que el idioma no se aprende por
mera impregnaciòn del ambiente, por simple contagio. Como
aconseja el Manual de español urgente, editado por
la Agencia Efe, se debe estudiar poniendo atención en la
lectura de buenos escritores, y desconfiando del propio conocimiento.
-El mexicano Fernando del Río afirma algo que pudiéramos
suscribir muchos de quienes hemos dedicado la vida al periodismo,
si bien debe tenerse en cuenta que puede no ser adecuado para todos,
ya que cada uno se va creando sus métodos, sus sistemas y
hasta sus manías:
Perdamos el miedo a escribir;
no nos quedemos viendo la hoja de papel en blanco porque "no
sabemos cómo empezar". Sencillamente, escribamos lo
que pensamos en ese momento, tal como se nos venga a la mente.
Las mejoras vendrán con la corrección y la revisión
del texto... El único secreto de la buena redacción
ni siquiera es secreto: es corregir una y otra vez.
-Ernst Jünger, en sus Radiaciones.
Diarios de la Segunda Guerra Mundial, intercala con frecuencia observaciones
sobre el estilo. He aquí algunos ejemplos, en los casos en
que, aun habiendo formulado tales observaciones para el idioma alemán,
son aplicables al castellano y a los abusos que cometemos:
* El uso del punto y coma, que considera
el sustituto necesario del punto en aquellos casos en que la frase
prosigue su marcha lógica.
* La defensa del sustantivo (en ello coincide con Azorín),
que es, "en todos los casos", más enérgico
que el empleo de formas verbales. En general, afirma, poseen más
fuerza los verbos que se derivan de sustantivos; por el contrario,
los sustantivos derivados de formas verbales son más flojos.
* Elogio de la exigencia de Schopenhauer de no introducir frases
de relativo en la frase principal, sobre todo por lo que se refiere
a la conducción clara y lógica de los pensamientos
y a su secuencia. En cambio, la presentación de imágenes
y la participación en ella puede incrementarse incluso con
la inserción de frases de relativo.
* El uso del pluscuamperfecto durante párrafos largos hace
leñoso, rígido el texto. Es recomendable contentarse
con el imperfecto, a costa de la exactitud gramatical, y hacer sonar
de vez en cuando el pluscuamperfecto.
Sugerencias para informar
sobre el conocimiento
Además de otros recursos son útiles otras posibilidades
ofrecidas por el lenguaje, como la metáfora, la hipérbole,
la analogía, la transposición, la parábola,
la ironía. Aquí se habla de algunos de ellos. Debe
tenerse en cuenta que a veces estas clasificaciones tienen propósitos
didácticos y pueden no responder a la realidad, ya que en
unos casos se solapan (como les gusta decir a los ingenieros) y
en otros son tan tenues las diferencias y los límites que
pueden confundirse y en ocasiones ser conceptos equivalentes. Ante
todo, unas breves definiciones.
ANALOGIA: relación de semejanza.
METAFORA: traslado de sentido por sustitución analógica.
PARADOJA: algo que va en contra de la opinión común
o de lo establecido.
TRANSPOSICION: figura que consiste en alterar el orden normal de
las voces en la oración, pero que aquí se utiliza
con un sentido más amplio: trasladar hechos o conceptos a
otras áreas del pensamiento o de la acción y a conceptos
o magnitudes familiares para el hombre medio y que ayudan a la comprensión.
En mi vida profesional he escuchado
imágenes que me han llamado la atención. Por ejemplo,
si los fragmentos de ADN pudieran estirarse sin romperse, sólo
el de uno de nosotros sería suficiente para ir al Sol y volver.
El científico y divulgador
David Suzuki, canadiense, que trabajó durante tres decenios
sobre la mosca del vinagre, llega a la conclusión de que,
en gran medida, los cambios que se producen en nuestras vidas son
similares a las diferentes etapas por las que atraviesa la vida
de una mosca: legado genético, óvulo inicial, recién
nacido, fases de maduración, etc.
Hay metáforas y paradojas
muy válidas para la explicación de los hechos científicos.
Los autores de Une logique de la communication (1967) dan
la siguiente definición de paradoja: una contradicción
que se plantea al concluir una deducción correcta a partir
de premisas consistentes. Ortega dedica un capítulo a la
metáfora en su Ensayo de estética, y para predicar
con el ejemplo llama a la metáfora "bomba atómica
mental". Jurdant cita algunas de ellas: "metales que no
existen aún" (¿còmo se puede hablar de
cosas que no existen?), "soñar antes de nacer",
"el álgebra de lo imposible", "los rayos cósmicos,
mensajeros de la galaxia", "la luz de mañana es
ya sólida" (combinación de dos paradojas), etc.
Borges afirma, quizá con alguna exageración, que las
metáforas realmente eficaces son siempre las mismas: la comparación
del paso del tiempo con un río y de la muerte con el sueño.
Pablo Neruda y Federico García Lorca son también maestros
en el uso de la metáfora.
En cierta ocasión, Einstein
respondió a un entrevistador con esta metáfora: "Somos
como un muchachito que entra en una biblioteca inmensa, cuyas paredes
están cubiertas de libros escritos en muchas lenguas distintas.
El niño sabe que alguien ha de haberlos escrito, pero no
sabe ni quién ni cómo. Tampoco comprende los idiomas
en los que están escritos. Pero observa un orden claro en
su clasificación, un plan misterioso que no comprende pero
que sospecha vagamente. Esta es en mi opinión la actitud
frente a Dios de la mente humana, incluso de la mejor y más
preparada" (Gardner, 1989).
Para terminar con este epígrafe,
un consejo de amigo a los lectores: que relean Alturas de Machu
Picchu, de Neruda (una de las más impresionantes colecciones
de metáforas en nuestra lengua) y la Historia de la eternidad,
de Borges, donde se registran preciosas metáforas.
Las transposiciones, las reducciones
de hechos y cifras a escalas más accesibles a nuestra comprensión
y a nuestra imaginación, sirven para llegar mejor al público.
La referencia a conceptos o magnitudes que sean de conocimiento
público o con los que el hombre medio esté familiarizado,
ayudará a la comprensión. He aquí un ejemplo
de cómo se consiguió, hace algunos años, ofrecer
ciertas nociones válidas sobre la distribución de
razas y religiones en el mundo:
Reduzcamos el mundo a una aldea
de cien habitantes. Los blancos serán 31 y los no blancos,
69. Habría 33 cristianos (23 católicos y 10 protestantes),
y los otros 67 serían judíos, musulmanes, budistas,
hindúes, sintoístas y otros no cristianos (Thomas
Patrick Melady, conferencia en Madrid, 28-3-1966).
Otro ejemplo de transposiciones
e imágenes, que podría considerarse también
como metáfora e incluso como analogía, corresponde
a un Premio Nobel, el argentino Luis F. Leloir. He aquí cómo
explica, para el público, el mecanismo por el cual los azúcares
se transforman, son asimilados y proveen de energía a las
células del organismo: "Imagine usted una carretilla
(el medio de transporte, la uridina difosfato) llevando carbón
(la energía, la glucosa) que puede quemarse o acumularse
en la carbonería?hígado. En la práctica, consiste
en el proceso por el cual los alimentos, una vez ingeridos por los
animales o el hombre, se transforman en glucosa. (Entrevista en
"La Nación, de Buenos Aires, 15-11-1970).
El propio Einstein imaginó
y estableció algunas paradojas en relación con sus
descubrimientos. Una de las curiosidades más repetidas es
una quintilla sobre la relatividad. En ella, a la paradoja se añade
la personificación, que en ocasiones puede ser una metáfora:
Había una joven llamada
Bright,
que viajaba mucho más aprisa que la luz.
Un día partió
por el camino de la Relatividad
y volvió la noche anterior.
Consejos de los maestros
Anoto aquí productos de reflexiones, lecturas, etc. que he
creído que pueden ser útiles para cumplir esta tarea
de escribir ciencia, que es tarea de escribir.
Sé muy bien que escribir
es difícil, y que se da en muy pocos elegidos de los dioses,
pero todos debemos aspirar a ello. Escribir no es sólo juntar
y relacionar palabras, sino comunicar sugestivamente ideas y sensaciones.
Utilizando la antigua imagen, del mismo modo que el alfarero convierte
en formas artísticas un barro que los demás nos limitamos
a quitarnos de los zapatos, el escritor se vale de un material que
está al alcance de todos, las palabras, pero será
escritor de verdad, y no mero escribidor, si posee "la aptitud
de dar a un texto la más alta comunicabilidad emocional"
(Pierre Rer, Una temporada con Lacan).
* Lightman (1991) aconseja escribir
sobre la ciencia de modo que el resultado sea arte y para ello debemos
establecer ambas conexiones.
* En su deliciosa Historia del cerco de Lisboa, Saramago
escribe esta frase aparentemente paradójica: "...añadiéndole
parte suficiente de imaginación para hacerla más auténtica
y real". Se habla con frecuencia de la imaginación del
científico y del escritor, pero menos de la imaginación
del periodista, y también la necesita en ciertos casos.
* Describir, más que escribir, exige, como mínimo,
por parte del autor, tiempo de escritura (de hacer memoria) y de
disipación de otro interés que no sea el de la libertad
y la emoción de conjugar en un texto recreación, aventura,
belleza y conocimiento.
* Un ejemplo de léxico, entre nosotros, es el de Miguel Delibes.
Torrente Ballester ha dicho de él: "Delibes se echa
al campo con su escopeta y su can, y sabe nombrar lo que le rodea,
lo que le acompaña, lo que le sale al paso. No es de los
que dicen "pájaro", "hierba", "bicho",
sino que llama a cada cosa por su nombre". Llamar a cada cosa
por su nombre es, en periodismo, uno de los más válidos
objetivos, y en su vertiente de difusión de la ciencia, un
ideal al que creo que todos deberíamos tratar de acercarnos.
Pero esto no es tarea fácil,
ya que topamos con la famosa polisemia, que se da en la lengua,
pero no en el habla. En cualquier idioma, hay palabras con sentidos
muy diversos. Son válidas, en parte, para los periodistas
las proposiciones que Ludwig Wittgenstein, en su Tractatus logico-philosophicus,
y que fueron escritas dentro de un análisis de la estructura
lógica del lenguaje y refiriéndose al campo de la
ciencia (Küng, 1979):
I. Lo que se puede en general decir,
se puede decir claramente.
II. De lo que no se puede hablar, se debe callar.
Y se relaciona con esta frase de
Herder a Hamann, citada por Ernst Jünger en su libro La
Tijera (1990): "Cuando
mis ojos sean claros, lo será también mi estilo".
Ello implica dominar el tema y el
léxico, en toda su complejidad semántica. Cuando ello
ocurra, el escritor será capaz de encontrar otras palabras
equivalentes y esto sirve como test para saber si el periodista
ha entendido el tema o no. En el primer caso, puede encontrar equivalencias
semánticas de palabras (lo que los lingüistas llaman
"capacidad de reformulación").
Ello plantea el problema del neologismo.
Las lenguas se renuevan constantemente y lo que debe evitarse no
es el enriquecimiento, sino el empobrecimiento. Ya Feijoo observaba
que la censura a la introducción de voces nuevas o extrañas
se debe a que "hay muy pocas manos que tengan la destreza necesaria
para hacer esa mezcla" (se refiere a las combinaciones nuevas
o desusadas).
Referencias:
Calvo Hernando, Manuel: Periodismo
Científico. Paraninfo. Madrid. 1977; 2ª,edición,
1992.
----- El neologismo necesario. Fundación EFE, Madrid,
1992.
Gardner, Martín: Los porqués de un escriba filósofo.
Tusquets, Barcelona, 1989.
Jünger, Ernst: Eumeswill. Seix Barral, Barcelona,
1980; Radiaciones. Diarios de la Segunda Guerra Mundial. Vol. 2.
Tusquets Editores, Barcelona, 1992.
Manual de Español Urgente. Agencia Efe-Ediciones
Cátedra. Madrid, 1987.
"Manual de Estilo". Centro Técnico de la Sociedad
Interamericana de Prensa. Nueva York, 1965. Hoy, las grandes empresas
informativas publican o actualizan sus libros de estilo.
Russell, Bertrand: Retratos de memoria y otros ensayos.
Alianza Editorial. Madrid, 1976.
Sábato, Ernesto: Uno y el Universo. Editorial Sudamericana.
Buenos Aires, 1952.
Salinas, Pedro: El Defensor. Alianza Editorial, Madrid,
1967.
Saramago, José: Historia del cerco de Lisboa. Seix
Barral, Barcelona, 1990.
Suzuki, David: Metamorfosis. Etapas de una vida. Labor,
Barcelona, 1990.
Dr.
Manuel Calvo Hernando
Presidente de Honor de la Asociación
Española de Periodismo Científico, España |