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Por Alejandro Ocampo
Número
45
Con
la edición 45 iniciamos el recorrido por
la segunda mitad de este 2005. Sin duda año
de transición para el definitorio 2005.
En este 2005, se cerrarán algunos pendientes
que harán del 2006 un año lleno
de decisiones y de participación: desde
el mundial de futbol, hasta las elecciones en
México, hasta la llamada ‘guerra
contra el terrorismo’.
Así pues,
en estos momentos, es necesario reflexionar acerca
de la confianza que tenemos no sólo en
los demás, sino en nosotros mismos. Irremediablemente
una persona que confía en sí misma,
puede confiar en las demás, sin que ello
signifique exceso de confianza. El detalle es
cuidar que esa confianza justa no se convierta
en un abuso y entonces la confianza se convierta
en traición.
La Ética
de la Alteridad, propuesta por Emmanuel Levinas,
puede aportarnos mucho al respecto de la confianza
y de nuestra posición frente al otro.
Para este filósofo el ser es relación
antes que pensamiento, ello implica necesariamente
una buena dosis de confianza de inicio en el
otro. Un poco al estilo de Berkeley con respecto
a la percepción, esta ética concluye
que una persona aislada carece de la posibilidad
de la responsabilidad más allá
de él, una persona aislada no puede reflexionar
más allá de lo que su mundo le
ofrece, una persona aislada no es persona en
tanto no estrecha relaciones con los demás,
siempre concebidos como iguales o como pares.
Una sociedad
que no se fundamenta en la confianza corre el
grave riesgo de encerrarse y, lo peor, volverse
sectaria. Como todo es motivo de desconfianza,
sólo interesará MI bienestar, que
tendrá que ser siempre mayor al de los
demás, pues ellos, los demás, no
son dignos de confianza. Los mecanismos represores
y de control se verán entonces fuertemente
armados y demandados, pues serán ellos
los únicos que podrán mantener
el orden bajo esta forma de organización.
Paradójicamente esos mecanismos represores
tampoco serán dignos de confianza.
Como es posible
concluir, un círculo vicioso de tales
magnitudes puede aplicarse a cientos de circunstancias
en la vida cotidiana. Desde la seguridad pública
hasta la seguridad nacional y, sobre todo, en
nuestras relaciones interpersonales. La cuestión
es, al igual que con Rousseau y la propiedad
privada, que en algún momento alguien
abuse de la confianza de otro alguien. Sin embargo,
de inicio ¿por qué no confiar?
Y, sobre todo ¿por qué sí
puedo ser sujeto de confianza? La confianza de
mi en el otro y del otro en mi me hace existir,
me hace vivir y me hace ser, ese es el primer
paso de una ética de la alteridad y, siendo
optimista, de la solidaridad.
Para cerrar
este punto, refiero aquí un hermoso poema
de Octavio Paz, la poesía logra expresar
cosas que la discusión académica
no puede:
Para que pueda
ser, he de ser otro,
salir de mi, buscarme entre los otros,
los otros, que no son si yo no existo,
los otros, que me dan plena existencia.
En esta edición
45, extendemos una mirada reflexiva al impacto
de las nuevas tecnologías de información
y comunicación en todos los aspectos de
la vida cotidiana. La coordinación corrió
a cargo de la doctora Tatiana Millán,
de la Universidad de Extremadura, España.
A ella y a todos nuestro colaboradores en este
número, les agradecemos mucho su interés
y dedicación.
Quiero también
agradecer de manera especial a Ricardo Martínez
por su ayuda en estas últimas dos ediciones.
Buena lectura
y feliz verano
Alejandro
Ocampo
Director
de Razón y Palabra. |