Por Ximena Esteinou
Número
48
A
mi maestra,
María Luisa Castro Sariñana,
por el amor y la sabiduría
con que inmuniza profundas heridas.
Por amor, me
encuentro en el propósito de traducir
mis sentimientos y a pesar de mi esfuerzo no
encuentro las sílabas precisas que se
asemejen a describir la intensidad de lo que
siento.
Te escribo por
agradecimiento y aún cuando hay tanto
que no entiendo vislumbro con claridad que mi
sentir por ti permaneció fiel al deseo
auténtico de descubrir el amor verdadero.
Tocaste mi esencia vital y en este absurdo intento
por expresar entre palabras lo que es energía
pura invariablemente percibo la enorme brecha
que separa los párrafos de la verdad que
inspira mi aliento y lo deja ensombrecido detrás
de los conceptos.
La razón no es
aliada de mi historia, sólo en la introspección
del alma puedo explicarme nuestro encuentro.
Es bajo el cobijo de lo místico donde
percibo por lapsos el axioma de nuestra existencia
y que el amor sea clave fundamental para trascender
cada momento en la impermanencia del tiempo.
Mi amor por ti sensibilizó
mis fibras más profundas; me llevó
a concebir el amor del universo, me permitió
conmoción frente a las sutiles mariposas,
que al romper por impulsos amorosos sus capullos
deleitan y veneran con el coqueteo de su aleteo
la vida en un vuelo. Comprendí la guerra
a punto de gloria rindiendo a sus soldados por
alabar la verdad. Entonces capté los efímeros
estados de conciencia sazonados de arrepentimiento
que suceden en medio de los voraces actos que
escoltan las vidas de los abusadores y asesinos.
Percibí el aroma intacto y apasionado
de las flores que por amor recorre kilómetros
sin permitir la censura del viento. Valoré
la magnificencia de las piedras preciosas que
esperan con milenaria paciencia su nacimiento
y en la erosión culminan brillando con
cegadores destellos. Aprendí sobre la
muerte tajante que con su llegada lo oscurece
todo y con el tiempo repara en claridad absoluta
los por qués de la vida.
Por amarte perdí
el miedo de confrontarme al espejo y admito que
en mi reflejo no todo fue espléndido.
Percibirte distante me sumergió en profundas
dualidades, con ello se movieron mis más
temibles limitantes. Encantada por tu belleza
veneré la gula, olvidando que la perfección
de tu modelo radica en su unicidad. Desprecié
la vida escatimando sonrisas para cobrarle lo
que sentí como injusto. En la pobreza,
me creí tan exquisita como para ser la
única heredera de tu amor. Confieso que
aturdida por el dolor estuve cerca de cruzar
la delgada línea que por deseo de posesión
convierte al amor en desamor.
Aún hay tanto que
no entiendo y sin embargo intuyo que aceptar
tu partida me es inevitable en el camino por
cumplir mi promesa de amarte por encima de los
riesgos. Y si en el proceso he de conocer al
ego, la soberbia y el apego que generan el sufrimiento
insoportable que calcina mis huesos, no dejaré
que mi ignorancia demandante corrompa el vínculo
de amor verdadero que me hizo coincidir contigo.
Ceso mi escepticismo ante
la sincronicidad benévola con que me ha
tratado el universo. No me retracto de distinguirte
destino. Es mi privilegio el haberte reconocido.
Me niego a rebajar este amor con envidia y entregárselo
a la pequeña visión arrogante donde
perder es sinónimo de poca valía.
Tu existencia fue mi aliento, tu sonrisa mi inspiración,
tu mirada la brújula que aclaró
los infiernos de mi confusión y es el
orden supremo quien me dicta que sólo
aceptando tu derecho a la libertad puedo honrar
en la eternidad el amor que siento por ti.
En agradecimiento al amor
que se me reveló con tu presencia, acepto
que en libertad no soy quien decidiste amar.
Por amor, doblego mi ego y me asiento reconociendo
tu elección como válida y correcta.
Me despojo de la osadía que negociaría
otra oportunidad; regatear por tu amor sería
abaratarlo. Replico la despedida y sin negar
mi dolor, adopto con amor el hecho de que no
será contigo con quien descubriré
los sabores del amor correspondido.
Discierno que sin tu pérdida
me hubiera sido imposible conscientizar con humildad
que en los grandes amores la importancia personal
no tiene cabida. Estimo el vigor de tu esencia
que con su intensidad me entrego la certeza de
que nací para amar.
Entiendo ahora
porque al amor hay que tratarlo con respeto,
su fuerza contiene la sabiduría que dignifica
la razón de nuestra existencia.
Ximena Esteinou Loera Chaves |