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Por Javier Esteinou
Número
49
Las
tecnologías de la información y
la transformación del Estado
Debido a las nuevas capacidades tecnológicas
que a principios del siglo XXI conquistaron los
medios de información colectivos, especialmente
los electrónicos; estos incrementaron
sustantivamente su eficacia de transmisión
informativa y de persuasión extensa y
se convirtieron en el centro del poder ideológico
y político contemporáneo de nuestra
nación. En este sentido, de haber sido
instrumentos de difusión relevantes en
1960 en México, de transformarse en instituciones
importantes de socialización en 1970 y
de convertirse en el cuarto poder político
a partir de 1980; desde principios del 2000 se
transformaron en el vértice del poder
actual. Es decir, ya no solo son simples instituciones
importantes de información o el cuarto
poder, sino que ahora se han convertido en el
“Primer Poder" ideológico que
existe en nuestra sociedad.
Con la conquista
de estas propiedades los medios de información
se transformaron en las extensiones del hombre
y de las instituciones, y en consecuencia construyeron
una nueva zona de acción social: el espacio
virtual. En este sentido, la emergencia de los
medios de comunicación y de las nuevas
tecnologías de información en México,
no sólo representó la maduración
del modelo de la Sociedad de la Información
y la radical transformación de las superestructuras
culturales de nuestras comunidades; sino que
básicamente, el fenómeno más
relevante que produjo, fue la expansión
intensiva de la dimensión ideológica
de la sociedad mexicana a una esfera más
amplia y versátil. Esto es, en términos
generales, con la presencia de los canales de
difusión la sociedad mexicana en su conjunto
sufrió una gran dilatación cultural,
desde el momento en que las instituciones, los
grupos o los individuos pudieron extender a distancia
la realización de sus tareas o funciones
específicas tradicionales, a través
de las tecnologías de información
y comunicación .
Así,
el espacio publico comprendido como el territorio
libre, abierto y autónomo donde participan
los individuos, los grupos y las instituciones
de acuerdo a sus intereses y necesidades, se
transformó sustancialmente con la existencia
de los medios de información, originando
nuevas esferas públicas, según
fueron las características y el impacto
social que produjo cada nueva tecnología
de comunicación que emergió en
nuestro territorio. En este espacio publico se
dan acciones privadas y acciones públicas.
Las acciones privadas responden a intereses particulares,
la mayor de las veces mercantiles y no están
abiertas a todos los sectores. Las acciones públicas
son colectivas y están abiertas a todos
los sectores para discutir las realidades y problemas
de conjunto. En este sentido, la revolución
tecnológica de los medios de información
los convirtió en las herramientas básicas
para construir lo público y actuar sobre
la cosa pública.
De esta manera,
con la introducción de las innovaciones
tecnológico comunicativas, se generaron
en el país nuevos espacios colectivos,
públicos y privados, dedicados a la realización
de la economía, la política, la
gobernabilidad, los servicios, la educación,
la religión, la salud, el comercio, la
cultura, el entretenimiento, los deportes, la
fantasía, el amor, el ocio, la sexualidad,
la imaginación, etc. La sociedad mexicana
entró entonces en la fase de producir
nuevos procesos culturales de consecuencias sociales
amplificadas e insospechadas.
Es por esto,
que con la presencia de los medios de comunicación
lo que se transformó en nuestra República,
a corto plazo, fue el esqueleto ideológico
de la sociedad en su conjunto y a largo plazo,
el del Estado mexicano. Dicho espacio se convirtió
en una nueva franja de interacción social
donde se produjeron fenómenos de ampliación
y extensión de las personas, los grupos,
las instituciones y del Estado dando origen en
México a la Sociedad Extensa.
De esta forma,
se creó, cada vez mas, una sociedad mediática
que produjo una nueva atmósfera cultural
colectiva de naturaleza virtual o comunicósfera
que ocasionó que el conjunto de las principales
instituciones de gobernabilidad, ahora funcionen
a distancia por intermediación de los
canales de información, especialmente
electrónicos y las nuevas tecnologías
de información. En este sentido, la casi
totalidad de las instituciones tradicionales
como son la escuela, los partidos políticos,
el Congreso, la iglesia, las secretarias de Estado,
las empresas, los órganos de gobierno,
los movimientos sociales, las dinámicas
comunitarias, etc. buscan proyectarse y ampliarse
vía los medios de información,
asumiendo las reglas mediáticas que imponen
estos, ya que lo que no aparece en los medios
muy difícilmente existe en la conciencia
colectiva: Los medios electrónicos se
convirtieron en el epicentro cultural, ideológico
y espiritual de la sociedad mexicana de principios
del nuevo milenio.
De esta manera,
con ampliación de la sociedad extensa,
vía la acción de las tecnologías
de información, el Estado experimentó
una gran transformación al interior de
su estructura y dinámica económica,
política, social y cultural, pues las
tareas de construcción, dirección
y cohesión ideológica que realiza,
entraron en una nueva fase de extensión
geométrica que dio origen a una nueva
faceta del poder: el moderno Estado Ampliado
. La expansión de esta realidad mediática
modificó la estructura, dinámica
y fronteras del Estado mexicano y de la cultura
nacional creando una nuevo tejido en la esfera
del poder que generó al Estado Mexicano
Ampliado. De esta forma, surgió el Estado
mediático que se caracteriza por ejecutar
sus tradicionales funciones de dirección,
educación y gobernabilidad, vía
los medios de información como brazos
o prótesis de expansión de su capacidades
de orden, administración, educación
y de dirección. Así, observamos
el surgimiento de nuevas políticas de
difusión que dieron origen a la tele administración
pública, el tele deporte, la tele educación,
la tele banca, la tele oración, la tele
medicina, la tele venta, la tele diversión,
la tele política, la teleguerra, la radio
asistencia psíquico-emocional, la radio
orientación vial, la radio iglesia, la
radio orientación sexual, etc.
Debido a ello,
es muy importante subrayar que cuando se habla
de medios, no se está hablando de simples
acciones de esparcimiento, información,
actualización o diversión; sino
que en última instancia, se habla de la
transformación del espacio publico y en
consecuencia, de la construcción de la
estructura del Estado Ampliado y de la Sociedad
Extensa, vía la expansión del espacio
virtual.
Los
medios y la modificación del espacio público
Con
la existencia del nuevo espacio virtual mediático
se modificaron las reglas y dinámicas
tradicionales con las que nuestra sociedad antaño
se articulaba, organizaba y participaba colectivamente.
En este sentido, se produjo un profundo cambio
en la jerarquía de poderes que conforman
el esqueleto del poder y de la movilización
cotidiana de nuestra sociedad donde los medios
de información ahora son el centro del
poder político, cultural, mental y espiritual
cotidiano de la nuestra República: Los
medios se transformaron en la nueva plaza pública
y en los grandes cerebros colectivos que dirigen
a la sociedad.
Por lo tanto,
ya no ha sido el discurso político convencional
ni la acción de los representantes populares
y ni siquiera la prensa tradicional lo que ha
permitido a los mexicanos tener una visión
cotidiana de si mismos y del futuro de nuestra
nación. En la actualidad, son las redes
de televisoras y radiodifusoras, quienes acceden
permanentemente a la mente de los mexicanos y
les informan o les deseducan sobre la conducta
a seguir en la sociedad contemporánea
que nos corresponde vivir .
De esta manera,
en los espacios cotidianos de relación
simbólica que permanentemente producen
los aparatos cotidianos de comunicación
entre emisores y colectividades, es la principal
arena social donde diariamente se construye o
destruye, mental y afectivamente, a la sociedad
mexicana y al Estado. Por consiguiente, podemos
afirmar que en la sociedad mexicana del 2000,
cada vez mas, las batallas políticas o
sociales se ganan o pierden en los medios de
comunicación colectivos y no en otras
áreas convencionales de las contiendas
sociales. Con ello, a principios del tercer milenio
la hegemonía social, es decir el principal
trabajo masivo de convencimiento, asentimiento
y dirección social, se logra pacíficamente
vía los medios de comunicación
colectiva y no mediante otros aparatos ideológicos
de la gobernabilidad. Los medios y su producción
simbólico cultural, se convirtieron en
el principal cemento eficiente que articula o
desarticula cotidianamente a los grupos sociales.
En la actualidad
debemos tener presente que en nuestro país,
frente a la tradicional acción del sistema
escolar y religioso, los medios se han convertido
en la principal red cultural y educativa capaz
de cambiar, con mayor rapidez y agilidad, las
cosmovisiones, los valores, las actitudes, los
hábitos y las conductas de los receptores.
En una idea, dirigen la cultura cotidiana en
cada periodo histórico y social. Es decir,
los medios se han transformado en los principales
mediadores culturales, a través de los
cuales se articula ideológicamente a nuestra
sociedad, convirtiéndose en las principales
instituciones organizadoras colectiva de la historia
y la vida moderna de México.
De ésta
forma, no obstante que los medios de difusión
no son instituciones omnipotentes para producir
efectos automáticos sobre los auditorios,
gracias a las evolucionadas capacidades materiales
que han alcanzado, poseen suficientes habilidades
tecno-ideológicas efectivas, históricamente
ya comprobadas, para crear y cambiar las formas
de pensar y actuar, y para imprimir fuertes direcciones
sociales a los campos de conciencias de los mexicanos:
su principal poder es virtual y mediático
y de aquí se derivan otras influencias
económicas, políticas, mentales
y espirituales sobre las comunidades. Dichas
tendencias se generan a través de la práctica
de la agenda setting, que es la capacidad informativa
y pedagógica que despliegan los medios
de información para operar como intermediarios
técnicos entre las relaciones sociales
y centrar cotidianamente las atención
de los diversos públicos en sólo
algunas realidades y no en otras, vía
sus políticas de programación.
Con ello, de
forma silenciosa permanentemente construyen una
jerarquía del conocimiento de la realidad,
de los valores, de la política, de la
cultura, de la historia y de la vida que se convierte
en un marco fundamental de referencia y de acción
que articula o desarticula a los ciudadanos.
Así, la agenda setting se ha transformado
en una de las principales herramientas comunicativas
para construir diariamente la hegemonía
social en México.
En éste
sentido, la construcción o destrucción
de la realidad masiva cotidiana, es decir, de
lo que existe o no existe, de lo que es bueno
o es malo, de lo que hay que recordar o hay que
olvidar, de lo que es importante o no, de lo
que es verdad o es mentira, de lo que es visible
o invisible, de lo que son valores o antivalores,
de lo que es la opinión pública
o de lo que no es, de lo que es virtuoso o no,
de lo que hay que hablar o hay que silenciar,
de lo que hay que admirar o rechazar, de lo que
es el éxito o el fracaso, etc, se elabora,
cada vez más, especialmente en las grandes
ciudades, desde los medios colectivos de difusión.
El surgimiento
de la telepolítica
Con
la expansión de las actividades públicas,
vía los medios de información colectivos,
emergió en nuestra sociedad el fenómeno
de la telepolítica como una nueva realidad
mediática que transformó las reglas
tradicionales de los procesos políticos
y electorales e introdujo otras nuevas realidades
simbólicas que pusieron el acento en las
formas de realizar el quehacer político
y ya no en el contenido de las propuestas. De
esta manera se construyó la "plaza
pública electrónica" donde
emergieron el show político, la escenificación,
la actuación histriónica, la presentación
light, el sensacionalismo de los candidatos políticos,
la sobre exposición de los postulantes
en los medios, para producir en este nuevo espacio
virtual colectivo los teledebates, la búsqueda
partidista del raiting, el desarrollo del marketing
político, el posicionamiento de los candidatos,
etc. como recursos de atracción y convencimiento
colectivo que crearon nuevas condiciones que
determinan el éxito electoral.
De esta forma,
se transformó la plaza en videoplaza,
la política en videopolítica, la
promoción política en videodestape
, los mítines en videomítines,
la marcha en videomarcha, la denuncia en videodenuncia,
la presión política en videopresión,
la ejecución política en videoasesinato,
el terrorismo en videoterrorismo , los sufragios
en votaciones electrónicas, el gobierno
en telecracia, y la democracia en videodemocracia.
Así,
en la fase moderna constatamos que, por ejemplo,
en la política el detonante central que
dispara la decisión ciudadana para definir
la dirección de su voto, se desplazó
del espacio que ejercía la labor de contacto
directo con las masas; para ahora trasladarse
drásticamente al campo de la mediación
de los medios de información colectivos
y sus derivados de cultura de masas. Es decir,
en el México de principios del siglo XXI
la hegemonía política del país
ya no se construye a través del mitin
tradicional y de sus instrumentos colaterales
de antaño, sino que ahora la hegemonía
se conquista predominantemente a través
de la actividad de persuasión mercadológica
a distancia que los partidos políticos
efectúan vía los canales de información,
especialmente, los modernos medios electrónicos
de difusión colectivos.
Dicha mutación
social significa para las elecciones contemporáneas
que el espacio estratégico donde se da
y decide la batalla por el convencimiento de
las masas nacionales, ya no son en las pintas
de las bardas, los kioscos comunitarios, los
ateneos, los recintos de las casas de culturas,
las alcaldías, los auditorios cerrados,
las alamedas de las colonias, las visitas domiciliarias,
las giras populares, los centros de trabajo,
las explanadas universitarias, etc, donde se
reúnen los candidatos con sus distintos
públicos; sino que, ahora, sin desaparecer
estas actividades tradicionales, el nuevo espacio
neurálgico donde se define la elección
civil es la zona de mediación simbólico-virtual
que construyen los medios de comunicación
colectivos entre partidos políticos y
sociedad, vía la dinámica imaginaria
que estos producen.
Este nuevo desplazamiento
estructural de la política hacia el terreno
mediático cambió las reglas tradicionales
de hacer política basadas en la presentación
de propuestas, polemización de las plataformas
ideológicas, discusión de ideas,
jefatura del liderazgo intelectual, el debate
de los principios, etc, y adoptó las nuevas
reglas de la construcción de los acontecimientos
mediáticos basados en la dinámica
de la persuasión mediática sostenidas
en la explotación del sensacionalismo,
el uso del look, la actuación histriónica
ante las cámaras, la lógica del
raiting como termómetro del éxito,
etc. para seducir a los auditorios y conquistar
su voto. De ésta forma, la política
pareciera que quedó “condenada a
ser vista como una colección de ráfagas
icónicas y ya no como el ejercicio de
la persuasión o deliberación de
otros tiempos. La argumentación quedó
arrinconada por el marketing. Las ideas sólo
cuentan si se traducen en slogans. El maquillaje
y los efectos visuales cuentan tanto que el diseño
de la política, ahora está en manos
de publicistas o mercadólogos, que la
manejan como un grandísimo negocio y no
de la ingeniería política para
transformar el rumbo y la esencia de la sociedad.
La política, entonces quedó reducida
a las apariencias. No cuenta tanto lo que dicen
o discuten los políticos, sino la imagen
mediática de los gestos, las actitudes,
las simpatías, las entonaciones, las actuaciones,
los movimientos corporales, en una idea, los
carismas virtuales, con que se propagan esos
dichos y deliberaciones. El logos fué
desplazado por el look .
Así,
en la etapa de la modernidad la práctica
de la política entró en la fase
de la mediatización comunicativa y su
esencia se desnaturalizó transformándose
de la discusión de los grandes problemas
públicos para ahora adquirir las reglas
específicas de la creación de mediática
de los imaginarios superficiales de las industrias
culturales. Con ello, la política dejó
de ser política, es decir, dejó
de ser el análisis y la resolución
de los asuntos públicos, y se convirtió
en un espectáculo más del universo
simbólico de la cultura de masas que produce
el complejo aparato de la cultura colectiva,
con sus respectivas consecuencias de crisis de
gobernabilidad.
Esta realidad
generó que, cada vez más, “los
políticos empleen a los medios como principal
plataforma de exposición de sus críticas,
manifestaciones y denuncias. Además de
la recurrencia casi diaria de todas las fuerzas
políticas a ruedas de prensa, comunicaciones,
respuestas informales a las preguntas de los
periodistas e incluso intervención habitual
como comentaristas en las tertulias radiofónicas
y programas de debates televisivos, etc. Así,
los políticos recurren mucho más
a los medios que al propio Parlamento o a las
asambleas regionales y locales para realizar
su labor de oposición y de controversia
política” .
La reconfiguración
mediática del Estado
Con la
primacía de los medios de información
como primer poder ideológico, el modelo
de comunicación y de percepción
creado y practicado por los medios atravesó
la estructura, los procesos y la operación
práctica de todas las instituciones sociales
básicas para la dirección del país
e impuso su modelo de información masivo
sobre los otros modelos de comunicación
e interacción social. Este fenómeno
se realiza de formas diferenciadas según
son los momentos de equilibrio o crisis por la
que atraviesa la evolución de la sociedad.
En los períodos
de equilibrio social los medios ocupan un lugar
central de prolongación mediática
de las instituciones tradicionales y de contrapeso
político-ideológico de los poderes
formales establecidos, como son el Congreso,
los partidos políticos, las iglesias,
el ejercito, etc. En esta fase, las diversas
instituciones tradicionales absorben las características
del lenguaje, los formatos, los géneros,
la gramática, los códigos, la concepción,
la velocidad, la persuasión, las formas,
las estrategias, la dinámica, las ideologías,
etc. del modelo de información mediático
que se impone sobre los otros modelos comunicación
convencionales de las instituciones y de los
grupos tradicionales establecidos. Las instituciones
emplean a los medios como extensiones tecnológicas
para prologarse vía éstos y ejercer
sus funciones y tareas específicas.
En cambio, en
los períodos de crisis o de transición
social, además de continuar la existencia
del los fenómenos anteriores, los medios
penetran las instituciones sociales a tal grado
que sustituyen o reubican a los órganos
de administración social mas débiles
o que están en crisis de funcionamiento
y legitimación. Así, por ejemplo,
ante la caída de las propuestas ideológicas
de las iglesias y de las religiones para darle
sentido y esperanza a la vida de los hombres
del siglo XXI, la televisión las substituye
aceleradamente con la nueva fe mediática
del reencantamiento mágico audiovisual
de la vida.
Ante la crisis
del Congreso de la Unión, los medios lo
suplantan con nuevos foros masivos de convocatorias
mediáticas. Ante la torpeza de los políticos
de no aprovechar los canales de difusión
para extender o ampliar su deber, comparecen
ante los medios como súbditos cotidianos
inclinados ante el espejo deformado que ellos
mismos crean . Ante la descomposición
y baja de credibilidad de la población
en los partidos políticos, los medios
los superan con nuevas formas de organización
y dirección social. Ante el decaimiento
de la política como dinámica de
discusión y resolución de los grandes
problemas sociales, los medios la substituyen
con estrategias de información amarillistas,
escandalosas y sensacionalistas. Ante la debilidad
de actuación del sistema de justicia,
los medios se convierten en el Poder Judicial
Mediático y lo desplazan con los juicios
electrónicos paralelos.
Ante la deficiencia
de los procesos de representación electoral,
los medios se auto colocan como la representación
mediática de la población, e incluso
respaldan su nuevo lugar de portavoz colectivos
con la votación electrónica virtual.
Ante la ineficacia de la diplomacia, los medios
se posicionan como el territorio simbólico
para dirimir o incrementar los conflictos sociales.
Ante la descomposición de la administración
pública, especialmente por la corrupción,
los medios la restituyen con el gobierno tecno-electrónico
“eficiente”, “aséptico”
e “incontaminable”. Ante la incapacidad
de gobernabilidad de los órganos de gobierno,
los medios los substituyen con la gerencia electrónica
colectiva, transformando al pueblo de ciudadanos
en espectadores y de habitantes en consumidores
cautivos.
Ante el debilitamiento
de las redes de los diversos tejidos sociales,
los medios construyen sus nuevos tejidos virtuales
placenteros desde los cuales le dan un nuevo
sentido, cohesión y dirección inmediatista
a existencia de los individuos. Ante la caída
de los lideres orgánicos, los medios crean
sus caudillos electrónicos basados en
la mercadotecnia. Ante el descuido o desmembramiento
de las organizaciones civiles, los medios convierten
a los ciudadanos en auditorios cautivos que contemplan
la versión privada de lo publico que ellos
construyen.
Ante la incapacidad
de respuesta del sistema educativo, los medios
la remueven con la escuela audiovisual cotidiana
que indica como vivir la vida. Ante el deterioro
del lenguaje, los medios lo remplazan con los
slogans o modismos del momento. Ante el debilitamiento
de la estructura de pensamiento racional, los
medios la desplazan con la óptica hedonista,
adrenalínica, conductista y sensacionalista
de ver la vida placenteramente. Ante la debilidad
de los aparatos culturales para construir identidades,
los medios la compensan creando referentes imaginarios
inmediatistas de existencias de muy corto plazo
y de constante recambio simbólico. Ante
la debilidad del Estado para conservar la memoria
histórica de la sociedad, a largo plazo,
los medios la substituyen con la formación
de una memoria autista cuya capacidad máxima
de recuerdo gira alrededor de la breve dinámica
de la agenda setting. Ante la decadencia de los
valores tradicionales, los medios los suplantan
por los nuevos valores de la cultura de masas
moderna. En pocas palabras, ante la crisis de
las instituciones del Estado y de la sociedad,
la capacidad omnipresente, constante y persuasiva
de los medios las reemplazan con la construcción
de nuevas credibilidades, sistemas simbólicos
y hegemonías ideológicas basadas
en estrategias de seducción de mercado
y de hipnotización social, cuyo termómetro
de éxito es el raiting.
Frente a esta
realidad se puede decir como escenario futuro,
que a mayor desintegración y fragmentación
de los poderes públicos tradicionales
y consolidación de los poderes mediáticos
cohesionados en sólidas estructuras monopólicas
privadas, de mediano y largo plazo; el poder
de los medios suplantará crecientemente
el ejercicio de las funciones publicas fundamentales
del Estado para dirigir a las comunidades y regular
los conflictos entre los actores sociales y éstas
serán, progresivamente, ejercidas conforme
a los intereses y planes de los mega consocios
mediáticos privados. Con ello, se fortalece
la concepción y práctica del Estado
Cero que sostiene que, cada vez, es menos necesaria
la presencia rectora del Estado Nación,
y que el proyecto de comunicación y de
operación de la sociedad puede funcionar
mas que suficientemente bien, con los procesos
de autorregulación informativa, sin necesidad
de la acción de las directrices rectoras
y planificadoras del gobierno.
Ante esta concentración
histórica de fuerza del mega poder mediático,
los demás poderes menores o disminuidos
le rinden tributo y aceptan la imposición
de sus reglas y permiten que los primeros se
posicionen como los nuevos administradores y
usufructuarios de las principales tensiones,
conflictos o contradicciones sociales de los
otros poderes en el país . Así,
los proyectos de persona, trabajo, valores, cultura,
ciudadanía, patria, nación, desarrollo,
Planeta, en pocas palabras, de la vida; cada
vez más, son diseñados y realizados
desde los intereses y necesidades de lo mediático
privado y no desde los ejes de lo público
colectivo.
Con ello, los
sistemas de comunicación mediáticos
adquirieron una gran autonomía sobre los
poderes públicos y se transformaron en
el poder supremo, el poder del poder, que suplanta
las funciones que le corresponden al Estado.
Así, ante el deterioro de la esfera pública,
de los partidos, del Congreso de la Unión,
de la política, del Estado, de las iglesias,
de la cultura, del programa colectivo de crecimiento,
de las creencias, del proyecto de nación,
etc; los medios de difusión se convirtieron
en el primer gran poder político-ideológico
cotidiano que seduce, reencanta, conduce y hasta
hipnotiza, mental y afectivamente, a la sociedad
mexicana. En otras palabras, “los grandes
consorcios televisivos, cada vez más,
substituyen a las instituciones tradicionales
del papel protagónico en los procesos
de socialización y construcción
de los espacios claves de la política”
.
En éste
sentido, considerando que el ejercicio del poder
social núnca desaparece, sino que sólo
se reacomoda, desplaza o traslada, de un lugar
a otro, según son las fuerzas o debilidades
de los actores sociales para ejercerse de diversas
maneras; encontramos que al desmantelarse en
México el viejo modelo corporativo burocrático
del Estado que construyó el PRI durante
más de 70 años, se movieron las
viejas estructuras de orden, subordinación
y control que existían para sostener al
antiguo régimen político, para
ahora dar paso a la apertura social y a la transición
política a la democracia. Así,
por ejemplo, al modificarse el acotamiento de
la tradicional fuerza del poder unipersonal del
Poder Ejecutivo y ante la falta de respuesta
del nuevo gobierno para sostener una firme política
de conducción nacional eficiente; surgió
una severa crisis institucional y de gobernabilidad
que generó vacíos de poder que
gradualmente fueron ocupados por los medios de
información para conducir a la sociedad.
En éste sentido, “el poder comunicativo
actualmente acompañado por las políticas
del gobierno se impuso no sólo por encima
de la voluntad de los demás sino, más
grave aún, impuso a la autoridad legítima
una autoridad impune. Condicionó, reglamento,
eliminó impuestos, impuso leyes, orientó
y hasta informó a la sociedad acerca de
las políticas de comunicación.
Antes negociaban, hoy parecen estar por encima
de ello, ya no lo requieren, se impone al poder
del gobierno quien parece estar a su disposición.
Antes, las televisoras estaban al servicio del
Presidente, ahora el Presidente sus funcionarios
y sus instituciones están al servicio
de las televisoras” .
En otras palabras,
“el gran negocio de la televisión
mexicana siempre estuvo sometido a los intereses
políticos en turno, medrando a cambio
de su servilismo; pero hoy los papeles se han
invertido y los concesionarios no sólo
presionan y obtienen del poder político
multimillonarias transferencias, sino que lo
substituyen como poder fáctico. Es el
poder mediático el que somete sin excepción,
sin reglas, sin frenos, sin sanciones por sus
excesos u omisiones. De paso, dueños y
conductores de la televisión juzgan y
exhiben a una clase política que obedece
a lógicas mediáticas, con las que
aspira a salir bien librada para mantener la
ilusión de que gobierna” .
De ésta
forma, en la vida cotidiana el poder mediático
de los monopolios informativos, cada vez más,
substituye a la política y se transforman
en los representantes reales de la voz y de la
opinión de la sociedad, cuya tutela se
confirma diariamente con la aplicación
de las encuestas de opinión que realizan
estos y que ha dado origen a la sondeocracia
electrónica que cotidianamente se promueve
intensivamente como la nueva forma de participación,
representación y democracia colectiva.
Con ésta intervención mediática
el proyecto autorregulatorio de las industrias
culturales, formula que ya no es necesario el
Estado regulador y la transición política
a la democracia, pues ahora en el cambio a la
modernidad, la nueva regulación y la participación
democrática se alcanza con la acción
espontánea, transparente y representativa
al conectarse interactivamente con el espacio
mediático virtual.
Así,
uno de los signos de los tiempos en México
al inicio del siglo XXI es la descolocación
creciente de la centralidad de las instituciones
tradicionales del Estado, con su correspondiente
disminución o pérdida de fuerza
de éste; para ser remplazadas por la acción
de las grandes redes tecnológicas, cada
vez mas, desarrolladas y perfeccionadas, del
poder mediático. Con ello, históricamente
la creación del consenso cotidiano le
ha sido arrebatado al Estado para concentrarse
en el poder informativo y reencantador de los
medios de difusión colectivos.
La sucesión
presidencial del 2006 y los videoescándalos
La existencia de la video política y de
su impacto en México se confirmó
de manera espectacular a principios del 2004
cuando ante la profunda crisis de legitimidad
y honestidad de todos los partidos políticos,
difundida con el arranque anticipado de la lucha
despiadada por la sucesión presidencial
del año 2006, se creó un delicado
vacío de poder, sin liderazgo político
claro y firme, que produjo una aguda falta de
credibilidad de los ciudadanos en la política
y en sus representantes. Ante ello, los medios
electrónicos especialmente la televisión,
amparados en la ideología de la “libertad
de información”, ocuparon gradualmente
la jefatura ideológica abandonada por
los partidos y otros órganos de gobierno
que se dedicaron a despedazarse y debilitarse
mutuamente entre si; y se convirtieron en los
nuevos caudillos electrónicos para dirigir
a la comunidad nacional hacia la próxima
sucesión presidencial.
Así,
en el proceso de transición a la democracia
y en el preámbulo de la sucesión
presidencial del 2006, los canales electrónicos
se erigieron en los nuevos barones del poder
y a través de los videoescándalos
evidenciaron la descomposición que experimentaban
todos los partidos políticos en México
y el tradicional sistema de representatividad
burocrático de la nación al estar
penetrados por una avanzada e incontenible corrupción
en todos los niveles de su estructura. El proceso
político de la lucha por la sucesión
presidencial se desplazó del tradicional
ámbito político, para posicionarse
en el terreno, los tiempos, las formas, los lenguajes,
las reglas, las agendas, los pactos, los castigos
y los intereses de las industrias electrónicas.
Con la transmisión
de los videoescándalos, los medios agregaron
más estiércol al lodazal político
que ya existía en el horizonte nacional
y difundieron escándalo tras escándalo
para ventilar la descomposición institucional
acumulada en la estructura política del
país. Dicho deterioro político
se reflejó, meses antes, a través
de la difusión, entre otros, de la denuncia
del Toalla Gate, que reflejó los gastos
exorbitantes para equipamiento de la residencia
presidencial en los Pinos; el fraude del Pemexgate,
que reveló el desvío fondos para
la campaña del PRI de Labastida Ochoa
a la Presidencia de la República en el
2000; los Amigos de Fox, que reveló los
apoyos financieros canalizados para la promoción
de Vicente Fox Quezada como candidato del PAN
a la Presidencia de la República en el
2000; el uso de la institución filantrópica
Vamos México que enseñó
las subvenciones para fortalecer a la Primera
Dama como candidata del PAN a las Presidencia
de la República en el 2006; el Nico Gate
que ventiló los salarios desorbitados
del chofer del López Obrador y otros privilegios;
las irregularidades en la Lotería Nacional
para destinar fondos a la institución
Vamos México, etc. .
Frente al deterioro político e institucional
del gobierno y de los partidos, los medios operaron
tres fuertes estrategias corporativas político-informativas
para fortalecer su proyecto dirección
y estructura de social.
En primer término,
debido a la necesidad de obtener recursos en
la difícil batalla competitiva por la
disputa de los auditorios y sobrevivir ganado
más recursos económicos, vía
la publicidad, los medios electrónicos
convirtieron esta crisis política en un
gran reality show donde lo que dominó
fueron las reglas comunicativas de espectáculo
sensacionalista, inmediatista, adrenalínico,
frívolo, efectivista y light para abrir
ante los ojos de la opinión pública
las cloacas subterráneas y pestilentes
de la descomposición política nacional
. Así, como en el caso de las telenovelas,
los medios organizan el juego de los protagonistas
y los segundones; ahora dirigieron los reflectores
a balconear lo que estaba desconocido o significaba
una simple sospecha; multiplicaron o disminuyeron
el potencial de todos los símbolos que
están en juego; con el fin de que no declinara
el interés y que no desfalleciera el ánimo
del auditorio. Todo lo maneja la dinámica
de crear el escándalo, sus consecuencias,
su entorno y su ritmo .
En segundo término,
considerando que el candidato político
más fuerte para la sucesión presidencial
del 2006 era Andrés Manuel López
Obrador, los medios electrónicos se alinearon
con la estrategia preelectoral de la Presidencia
de la República para golpear al Jefe del
gobierno del Distrito Federal mediante el proyecto
descalificador del videogate. La intención
fue clara: No se trató de castigar a los
infractores, sino sólo de desprestigiar
al principal oponente electoral .
Finalmente,
en tercer término, los medios electrónicos
abandonaron el tradicional diálogo cómplice
pactado con el poder público practicado
en sexenios anteriores y apoyados en las libertades
de expresión y de información garantizadas
por los artículos 6 y 7 constitucionales,
actuaron momentáneamente como un contrapeso
o poder independiente frente al gobierno y los
partidos políticos, y ejercieron su función
de fiscalía social, exigiendo la rendición
de cuentas públicas, la honestidad, la
transparencia e intentaron regular el ejercicio
de los otros 3 poderes republicanos: El poder
Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Los
medios se “convirtieron en foro de denuncias
publicas para combatir las deficiencias de la
administración pública, la corrupción
y la incapacidad de los gobernantes” .
En éste
sentido, los medios de comunicación, principalmente
los electrónicos, cambiaron su actitud
del pasado en el cual por décadas optaron
por la práctica del silencio institucional
sobre los grandes problemas nacionales y despreciando
de tajo el pobre papel que desempeñó
el Estado mexicano al mostrarse titubeante e
incapaz de asumir con inteligencia los riesgos
de una transición política que
de ser de terciopelo pasó a convertirse
en un cambio social altamente volátil;
y éstos dieron un salto cualitativo en
sus directrices informativas para entregarse
obsesivamente a mostrar mediante el género
del video escándalo el rostro de una sociedad
escondida por obediencia o por conveniencia durante
años. Así, se transformaron de
ser empresas aliadas incondicionales del viejo
poder, a ser duros consorcios observadores del
comportamiento errático del gobierno y
excelentes vendedores de productos escandalosos
.
De ésta
manera, mediante la difusión de los videoescándalos
se denunció públicamente al Senador
Jorge Emilio González Martínez,
“El Niño Verde” (Presidente
del Partido Verde Ecologista), a Gustavo Ponce
Meléndez (Secretario de Finanzas del Gobierno
del Distrito Federal), a Carlos Ahumada Kurtz
(Empresario, dueño del grupo Quart y del
periódico El Independiente), a René
Bejarano (Líder de la Asamblea Legislativa
del D.F.), a Carlos Imaz (Delegado del PRD en
Tlalpan), a Rosario Robles (Ex dirigente del
Partido de la Revolución Democrática,
PRD), a Andrés Manuel López Obrador
(Jefe del Departamento del Distrito Federal),
a Antonio Martínez Ocampo (Secretario
particular de Carlos Ahumada), etc. como miembros
o representantes de la cúpula del poder
inmersos en una compleja red de corrupción
gubernamental, violaciones legales, irresponsabilidades
e intrigas para participar en el diseño
del maquiavélico proyecto de lucha por
la sucesión del poder político
nacional .
Sin embargo,
esta acción de fuerte crítica coyuntural
ante los errores del poder gubernamental, no
garantiza que posteriormente los medios practiquen
la ética, la moral y el combate frontal
a la corrupción en otras fases de la evolución
social.
Los
medios de información y los juicios paralelos
Con la presentación de los videoescándalos
se logró un enorme impacto efectivista,
y persuasivo en la opinión publica, ya
que, por una parte, el televidente es un espectador
que no pone en duda lo que ve, pues la televisión
es víscera, visión, sensación,
expectación y no es razón. De aquí,
uno de los poderes superiores que ha alcanzado
la televisión para poder tocar interiores,
convocar conciencias y ganar súbditos.
Por otra parte, los espectadores ya no responden
a los acontecimientos que visualizan a partir
de una cámara, sino que responden a los
registros simbólicos de los acontecimientos.
Es decir, que quién maneja la verdad de
los hechos, no son los hechos mismos, sino los
mediadores, los que poseen la cámara,
ellos son el poder .
Así, se volvió a repetir el fenómeno
de la judicialización de la política
donde actores públicos irresponsables
y sin visión de Estado usaron arbitrariamente
asuntos judiciales para difundirlos, confrontarlos,
litigar y dirimirlos ante la opinión pública,
denostando al adversario con el fin de ganar
simpatizantes, en perjuicio de la credibilidad
de las legítimas instituciones de procuración
e impartición de justicia de nuestra República.
Su objetivo básico fue construir una versión
mediática convincente de la realidad para
presionar en la opinión pública
con el fin de influir con fuerza sobre la toma
de decisiones en materia del ejercicio de la
justicia y enjuiciar o exterminar a sus adversarios
.
La diferencia existente entre el juicio legal
y el juicio paralelo, es que el juicio legal
del Poder Judicial inicia sus procedimientos
y trámites legales, precisa la litis del
asunto, recibe pruebas, admite recursos, es discreto,
conserva la Poder Judicial como la instancia
legitimada históricamente para ejercerlo,
y el pueblo, en general, ignora o mal conoce
tales actuaciones judiciales legítimas.
En cambio, el juicio paralelo de los medios de
información examina arbitrariamente las
pruebas presentadas o las fabrica, las valora
individualmente, las declara válidas o
inválidas, proclama conclusiones o sentencias,
las difunde públicamente, defiende sus
posiciones, convierte a las industrias mediáticas
en jueces y tribunales abandonando su esencial
tarea informativa y el auditorio está
totalmente atento a la evolución escandalosa
de éste .
A través
de la concentración del inmenso poder
ideológico y político por los medios,
estos suplantaron o desplazaron a los Ministerios
Públicos, los juzgados y los procesos
legales a cargo de los órganos constitucionales
de oficio para la procuración e impartición
de justicia del Poder Judicial del Estado mexicano
y mediante sus estrategias mediáticas
ejecutaron desde las pantallas o diales verdaderos
linchamientos informativos que se presentaron
como “veredictos del tribunal de la opinión
publica” para ser impuestos a los auténticos
tribunales de derecho por oficio. En éste
sentido, por ejemplo “los programas de
televisión que evidenciaron la corrupción
se comportaron como el policía que aprehende,
el policía judicial que investiga, el
Ministerio Público que levanta las actas
y las acusaciones, el juez que dictamina y hasta
el verdugo que corta las cabezas. Todo ello en
una sola persona, en una sola emisión
y en unos cuantos minutos substituyendo al Poder
Judicial” .
En éste
sentido, la televisión se asumió
como Ministerio Público, con carácter
inapelable de sus juicios, pues éstos
fueron probados por el único elemento
que vale para quienes se mueven en éste
universo audiovisual: La imagen.
Con ello, la
ejecución de la Ley quedó en manos
de los tribunales de la opinión pública
creada por la agenda informativa de los medios,
donde se dirimieron las controversias que lucharon
entre intereses y poderes. Mediante esto el resultado
informativo de las industrias mediáticas
operó como un eficaz juicio paralelo,
donde el derecho a la presunción de inocencia
de los individuos cedió su garantía
ante las condenas que ejecutaron los medios antes
de investigar y de que intervengan los órganos
de justicia especializados en ésta delicada
responsabilidad. Mediante ésta situación,
el derecho a la inocencia que le corresponde
a todo individuo que es una garantía supranacional
prevista en el artículo 11, fracción
I de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos que señala que “toda persona
acusada de delito tiene derecho a que se presuma
su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad,
conforme a la ley y en juicio público
en el que se le haya asegurado todas las garantías
necesarias para su defensa”, fue burdamente
avasallado y anulado por el resultado efectivista
de los medios de información que luchaban
por obtener raiting .
En éste
marco histórico los canales de difusión
electrónicos volvieron a ejercerse en
nuestro país los juicios paralelos que
operan como pronunciamientos que “no se
limitan a dar un seguimiento informativo de un
hecho noticioso que deviene en caso judicial,
sino que de manera implícita o explícita,
asumen posturas editoriales en el manejo de la
información que prejuzga sobre la inocencia
o culpabilidad de alguien, se tenga razón
o no. Con ello, se argumenta que los juicios
paralelos tienen la bondad de propiciar que se
ponga en marcha la maquinaria de procuración
de justicia, particularmente en países
como México donde no existe un verdadero
estado de derecho, y por lo tanto, no se puede
confiar en que todos los casos judiciales tomen
el cauce que marca la ley” .
En ésta
forma, los conductores de televisión o
los lectores de noticias se convirtieron en severos
fiscales y jueces que dictaron sentencias, sin
que se buscaran pruebas contundentes que lo confirmen
o se dieran alternativas de defensa mediática
a las personas afectadas y ante los cuales es
imposible cualquier apelación . Así,
mediante el poder simbólico autónomo
conquistado por los medios, “hoy en día
hasta el menos preparado de los conductores de
radio y televisión se erige en nombre
de la libertad de prensa en investigador penal,
policía judicial, Ministerio Público,
juez y verdugo. Ante el viejo sueño social
de contar con justicia pronta, expedita, creíble
y confiable, con sentencia inapelable, pues hay
que recordar que en el país no se resuelven
el 95 % de las denuncias; el video clandestino
o “video juicio abierto” ocupa, por
derecho de raiting, todas las instancias de la
procuración de justicia. En una jornada
se descubre, se enjuicia, se procesa y se somete
a juicio de ésta nueva ley de hierro a
todo culpable previo, negociado de antemano por
los dueños de la televisión . Son
los medios los que desenredan el hilo, los que
explican, los que interpretan y los que juzgan
el bien y el mal. Ellos tienen la varita de la
virtud para encantar y desencantar a los personajes,
elevar o hundir reputaciones .
De ésta
manera, con el gran poder que han concentrado
los conductores, comentaristas o informadores
de los medios, éstos se han convertido
en autoridades despóticas y autocráticas
que están colaborando a pervertir el sistema
de justicia en México, en aras ganar notoriedad,
espectacularidad e interés material. Dichos
informadores, en nombre de la “libertad
de comunicación”, acosan, regaña,
humillan, acorralan, interrogan e insultan y
sentencian como jueces implacables a sus dóciles
entrevistados con el fin de exhibirlos ante la
opinión publica como malos ciudadanos,
sin pruebas contundentes y ganar credibilidad
y raiting empresarial En éste proceso
se les niega a los acusados su derecho de réplica
o se les concede caprichosamente a cuentagotas,
según es la “bondad”, la voluntad
e los intereses de los conductores y de la empresa
.
Bajo esta estrategia de fiscalización
político-informativa desfilan constantemente
en las pantallas de la televisión o en
los cuadrantes de la radio como Ministerios Públicos
los funcionarios oficiales, los actores de la
política nacional, los sectores opositores
al régimen establecido, etc, para que
se les enjuicie, sin identificar el origen de
las fuentes de información en que se basan
las acusaciones, y que en muchos casos, provienen
de filtraciones informativas que con intereses
político partidistas se canalizan a la
estructura mediática para ser ventilada
en ella.
Como consecuencia
ideológico política de la aplicación
de ésta estrategia mediática, se
generaron presiones ilegítimas sobre los
juzgadores para adaptar sus resoluciones a las
expectativas sociales que formaron los medios
en la opinión pública sobre un
caso determinado, afectando seriamente el principio
de un proceso justo e imparcial. Lo que se logra
con una irresponsable cobertura mediática
es distorsionar la impartición de justicia,
presionando a que las informaciones mediáticas
se impongan sobre las verdades jurídicas,
sean éstas ciertas o no. Aquí,
es donde vale preguntarse: ¿ Es justa
la justicia cuando se aparta de la ley para tener
como referencia el juicio paralelo de los medios
?. ¿ Qué pasa entonces con el derecho
fundamental a la presunción de inocencia
o el establecido en la Constitución y
las leyes que deberían ser la única
guía ? .
Estas presiones
mediáticas provocan en los juzgados que
la ley no se aplique con rigor o a raja tabla
como lo exige cualquier estado de derecho, sino
que en algunos casos se llegue al extremo de
ejercer la justicia hasta que pasan los tiempos
políticos conflictivos para evitar la
politización de los casos judiciales .
Si el juicio legal concluye de forma distinta
o contraria al juicio paralelo; casi en general
lo que acontece, es que el juicio paralelo que
se conoce (normalmente es el del medio de comunicación
favorito), es el que se declara creíble
por el auditorio y se acepta popularmente. El
juez es, casi siempre, un desconocido; el locutor
o presentador son “de casa”, y por
lo tanto, son “de confianza”. El
mérito es para el medio de información
y su juicio mediático; el demérito
es para el juez y su ministerio público
.
Debido a ello,
al actuar los medios como fiscales se convierten
en un gran peligro para la impartición
justa de la justicia, puesto que encierran la
posibilidad de que si alguno de los involucrados
no es castigado de acuerdo a las expectativas
que los mismos medios han despertado en el consenso
de la ciudadanía al denunciar y presentar
“sus evidencias” de actos ilícitos;
la opinión pública se sienta defraudada
y por ésta razón, deje de confiar
en las instituciones oficiales de impartición
de justicia, en las que depositó un margen
muy importante de su credibilidad para vivir
dentro del orden establecido por nuestra civilización
.
Ante esta gran fuerza ministerial creciente de
los medios para juzgar a la sociedad en todos
los ámbitos debemos preguntarnos ¿
Qué sucedería si hay truco, edición
colage, pastiche o triquiñuela con las
imágenes que impugnan la integridad de
alguien ?. Lo que acontecería sería
que el prestigio, la imagen y la integridad de
la persona en cuestión quedaría
gravemente dañada. Ante ello, funcionaría
el mecanismo cultural que se sintetiza en la
fórmula “lo visto, estás
visto” o lo que es exactamente equivalente
la ironía del dicho mexicano: “lo
caído, caído” .
De ésta
forma, la presencia de los “video juicios”
sumarios son un indicador significativo que muestra
un doble fenómeno: Por una parte, expone
la fuerte descomposición de nuestro régimen
de justicia, del sistema ético y del sistema
político nacional por el que atraviesa
el frágil proyecto de construcción
de la democracia nacional a principios del siglo
XXI. Por otra, demuestra la enorme capacidad
del Poder Mediático para sustituir o reemplazar
al Poder Judicial del Estado mexicano como centro
ético operativo de la impartición
de justicia, contribuyendo con esto a alimentar
la fórmula política de la creación
del Estado-Cero en México (Cuadro No.
1).
CUADRO
No. 1.
DIFERENCIAS EXISTENTES ENTRE LOS JUICIOS PARALELOS
EN LOS MEDIOS DE INFORMACIÓN COLECTIVOS
Y LOS JUICIOS OFICIALES EN LOS TRIBUNALES DE
JUSTICIA.
NIVELES DEL FENOMENO CARACTERISTICAS DE LOS JUICIOS
OFICIALES EN LOS TRIBUNALES DE JUSTICIA CARACTERISTICAS
DE LOS JUICIOS PARALELOS EN LOS MEDIOS DE DIFUSION
COLECTIVOS
Con la existencia de los juicios mediáticos
se debilitó a las instituciones del Poder
Judicial, y con ello, al Estado Mexicano y su
proyecto de República, que son los únicos
organismos públicos que pueden ejercer
un verdadero cambio civilizado en el ejercicio
del sistema de procuración de justicia
en México.
Sin embargo,
ante ésta situación de desplazamiento
de las entidades de aplicación de la justicia
nacional no se considera que “el que los
medios de comunicación se conviertan en
poder judicial, en poder político, o en
última norma ética y social, y
efectúen un linchamiento mediático
desde las pantallas de televisión y desde
las páginas de los periódicos,
también es ilegalidad: Destruir y difamar
también es corrupción Si el abandono
de los valores éticos produce abuso y
corrupción, ¿ Por qué entonces
sólo se practican los valores económicos
y no los valores éticos: justicia, igualdad,
derechos humanos y culturales ?” . El respeto
al derecho a la presunción a la inocencia,
no sólo es un deber jurídico de
los medios, sino una responsabilidad deontológica
para hacer una comunicación sana y creíble.
De mantenerse
esta tendencia creciente de ineficiencia en el
sistema de impartición de justicia nacional
y la inclinación de impulsar los linchamientos
mediáticos en los monopolios de las industrias
culturales, observaremos, en el futuro escenario
político de la República mexicana,
la presencia de una población que, cada
vez más, se armará con minúsculas
cámaras portátiles para grabar
múltiples testimonios de irregularidades,
deficiencias, corrupciones e injusticias del
orden público establecido para enviarlas
a los medios de transmisión colectivos
para su denuncia pública en sus diales
y pantallas. Con ello, se fortalecerá
el fenómeno de la substitución
progresiva del aparato de justicia legal por
el enjuiciamiento público paralelo del
sistema de medios de difusión colectivos
y el creciente reemplazo del Estado como órgano
rector de la nación, para delegar su dirección
a los intereses y lógicas del conjunto
mediático de empresas monopólicas
de la comunicación social.
Con ello, cada
vez más, tendremos una sociedad compuesta
con más Telecracia y con menos Estado-Nación,
y esto será el preámbulo político
institucional para construir silenciosamente
una comunidad gobernada por el Nuevo Estado Mediático
de la globalización posmoderna del siglo
XXI que están cimentando los monopolios
de la información, y no por la rectoría
del Estado-República para la sobrevivencia
colectiva que la comunidad civil ha creado en
los últimos 200 años de la historia
de México, con un altísimo y sangriento
costo humano.
Por esta razón,
al principio del nuevo milenio, la sociedad mexicana
y los Poderes Públicos de la República,
especialmente el Congreso de la Unión,
están ante la disyuntiva histórica
de aceptar caminar en los próximos años
hacia un proyecto de sociedad regido por la cabeza
despótica-autoritaria-mediática
de los oligopolios comunicativos o aceptar caminar
hacia un proyecto de sociedad dirigido por el
cerebro de un nuevo Estado Nación para
la Sobrevivencia Colectiva, reformado por la
creación de un nuevo consenso y pacto
tripartita nacional entre medios, Estado y sociedad.
Consecuencias
político-sociales del impacto de los videoescándalos
La transición política a la democracia
creó diversos vacíos de poder centrales
que se dieron por la incapacidad de los agentes
políticos para resolver los grandes problemas
nacionales con eficacia, velocidad y con honestidad.
Ante estas limitaciones e incapacidades del nuevo
grupo gobernante, los medios ocuparon estos espacios
con sus mensajes y estrategias de comunicación
y se convirtieron en un poder que definió
la agenda de la discusión política
del país por encima de todos los poderes
del Estado, de la Constitución y de la
sociedad. Así, se posicionaron como un
poder ilimitado, el poder del poder, sin ley,
ni orden, sin normas mínimas de contención
a favor de los derechos informativos de la comunidad,
y respondiendo sólo a las indicaciones
de la autorregulación . Este vacío
y falta de firmeza de la nueva clase política
que llegó al poder con la cambio pacífico
a la democracia, especialmente del Poder Ejecutivo,
llegó a tal extremo de debilidad y confusión,
que ante situaciones claves y urgentes de acción
política se manifestó con la celebre
expresión y actitud presidencial que marcó
el tono de administrar el sexenio de gobierno
2000-2006: ¿ Y Yo por qué, debo
actuar ?.
Con la difusión
de los videoescándalos a todo color, en
tercera dimensión, con sonido estereofónico
y con gran dinamismo dramático, se generaron
los siguientes 11 fenómenos político
sociales en la sociedad mexicana:
1.- Los videoescándalos
amplificaron con mucho rigor y ruido algunos
fenómenos de corrupción por el
hecho de apoyarse en testimonios videograbados,
y por lo tanto, alcanzaron altísima importancia
mediática. Sin embargo, otros actos de
corrupción nacional más graves
y ostentosos como fueron el desvío de
fondos por 1,000 millones de pesos desde el sindicato
de PEMEX para la campaña del PRI, o los
399 millones de pesos de financiamiento ilegal
de los “Amigos de Fox” para la elección
presidencial del 2000 o el gran desfalco del
PRD en tiempos de Rosario Robles Berlanga, o
los multimillonarios fraudes del Fobaproa que
hipotecaron el futuro de 3 generaciones de mexicanos,
etc; no tuvieron mayor relevancia para las directrices
informativas de los medios de información,
especialmente electrónicos, pues se realizaron
en lo obscurito y no se contó con testimonios
video grabados para darles otro posicionamiento
mediático. En éste sentido, dentro
de la nueva cultura virtual de la modernidad
globalizada que vivimos, si hay imagen, existe
corrupción; si no hay imagen, no existe
corrupción, y con ello, la aplicación
de la Ley queda sujeta al registro visual de
los hechos para que se pueda aplicar .
De ésta
forma, con los videoescándalos México
entró en la etapa de la modernidad informativa
donde el imperio de la imagen se impuso sobre
la palabra escrita y el proceso racional del
pensamiento, y se convierto en sinónimo
de verdad inapelable: El que enseña es
dueño de la verdad, y por consiguiente,
el que puede sentenciar .
2.- Con los
videoescándalos los auditorios vieron
desfilar recurrentemente en las pantallas caseras
la imparable corrupción, la impunidad,
el cinismo, el abuso, la parálisis de
la justicia, la pasividad de los gobernantes,
la ausencia del estado de derecho y la falta
profunda de dirección nacional. En pocas
palabras, con la transmisión de las imágenes
y sonidos de los medios observamos cotidianamente
un país que se descompone, se deshace
y se derrumba ante nuestras narices, sin la existencia
de un Estado viril fuerte que le de firme rumbo
hacia la sobrevivencia colectiva, sino que, cada
vez más, permite que se impongan las leyes
del darwinismo social, con la depredación
del más fuerte sobre el más débil.
De esta manera,
mientras en ésta fase del crecimiento
nacional no existieron recursos económicos
para comprar medicinas, para construir carreteras,
para crear escuelas, para generar empleo, para
abrir proyectos de la juventud, para generar
alimentos, para invertir en energía eléctrica,
para respaldar a los ancianos, para la reforestación
del país, para pagar las pensiones de
los jubilados, para combatir la creciente delincuencia,
para renovar la infraestructura médica
de salud nacional, etc; los medios cotidianamente
difundieron ante nuestros ojos las imágenes
del Tesorero del Gobierno del Distrito Federal
apostando los recursos públicos en las
Vegas, los diputados cobrando altas cifras durmiéndose
en sus curules, los embajadores comprando colchones
y menajes de casa lujosísimos en el extranjero,
los administradores del gobierno recibiendo bolsas
de papel llenas de dólares, los funcionarios
públicos pagando sueldos altísimos
a sus chóferes, los jefes de delegación
aceptando cohecho a cambio de asegurar contratos
de construcción, los legisladores perseguidos
por la justicia debido a su conducta corrupta,
los secretarios de Estado negociando con todos
las autoridades para evitar que se sepa la verdad,
el narcotráfico aliado con los intereses
de los gobernadores, el gobierno mexicano rompiendo
relaciones diplomáticas con el gobierno
de Cuba sin dar demostraciones contundentes de
razón, etc.
Por otra parte,
mientras todos los años el gobierno federal
aplica una reforma fiscal más agresiva
contra el erario personal de los ciudadanos para
que paguen más impuestos; los medios nos
enseñan con transparencia cotidiana como
con nuestros recursos económicos financiamos
los sueldos elevados del personal privado de
los funcionarios de gobierno, los reventones
del niño verde en Europa y otras partes
del mundo, el aprovechamiento del tiempo público
de un legislador del Partido Verde Ecologista
para participar en Big Brother VIP, la acumulación
de cuentas de dólares de los líderes
de los partidos en los bancos extranjeros, el
uso excesivo de los teléfonos celulares
por los representantes públicos, los fraudes
del Partido de la Sociedad Nacionalista con recursos
públicos, etc.
En pocas palabras,
con los videoescándalos documentamos la
“evidencia más notoria, la más
cruel, la más cruda de la existencia de
la corrupción que se ha revelado en el
sistema político nacional y la que ha
tenido más efecto en la sociedad mexicana”
.
3.- Con los
videoescándalos fluyó un enorme
torrente de productos informativos chatarra que
envueltos en presentaciones estridentes que acapararon
la visibilidad del conjunto social e impidieron
ver los principales problemas profundos de nuestra
sociedad. Así, con los videoescándalos
se descolocó la asimilación de
otros conflictos fundamentales del país
y fuimos conducidos, una vez más, al circo
de la sociedad del espectáculo masivo.
Así,
“en los últimos años los
escándalos estuvieron a la orden del día
y poco o nada se hizo para conocer del análisis
que requirió cada uno de los problemas
que agobiaron a los mexicanos. La mayoría
de los medios al privilegiar el escándalo
impusieron su ritmo y tono al debate público.
No valieron las razones o los argumentos de los
actores políticos sino el escándalo.
Los personajes de la vida pública quisieron
jugar en la comedia de equivocaciones que vivimos.
Estamos bajo el imperio de un nuevo poder informal:
el de los medios” .
“La ruta
del país no fue el debate sino el escándalo.
Vivimos una telenovela nacional surrealista,
sin orden ni claridad, ni mental ni moral. Por
faltas bien acreditadas de unos cuantos, y vulnerabilidad
ética de otros, los medios se mofaron
de todos y descalificaron a tal o cual político
como en un patio escolar y la población
se desencantó de la política. Este
juego del desprestigio y la magnificación
de esa dinámica terminará por disolver
el orden social” .
4.- Al ahogar
al auditorio en un torrente cotidiano de verdades
mediáticas escandalosas, donde cada semana
el anuncio de un nuevo hecho de corrupción
substituyó al anterior y confirmar públicamente
al detalle que la descomposición y la
injusticia han penetrado irrefrenablemente todos
los rincones de la esfera pública, corroyendo
todos los ámbitos de la vida nacional;
se empezó a agotar la capacidad de asombro
de la ciudadanía y la población
acumuló silenciosamente en su interior
un ambiente psíquico colectivo que cristalizó
en la generación de un estado anímico
de sorpresa, estupefacción, desencanto,
frustración, desánimo, irritación,
coraje, apatía, impotencia, desesperanza,
confusión e incredulidad que creó
un clima de profundo malestar colectivo, equivalente
a una gran bomba social con la mecha, cada vez,
más corta.
Sin embargo,
una parte del descontento si logró expresarse
parcialmente en los resultados de las elecciones
estatales de mediados del 2004 donde se castigó
enérgicamente la tibieza de conducción
global del Partido Acción Nacional (PAN),
arrojando como resultado que en Chihuahua, Durango,
Oaxaca y Veracruz ganara el Partido Revolucionario
Institucional (PRI) y en Zacatecas ganara el
Partido de la Revolución Democrática
(PRD), con un alto abstencionismo ciudadano en
cada votación, desplazando al PAN como
partido gobernante .
5.- Con la acción
de los videoescándalos, se observó
“el mayor momento de prepotencia que jamás
se haya visto en la televisión mexicana
dentro del actual sistema político, cuando
Brozo al entrevistar por la mañana del
3 de marzo del 2004 a René Bejarano, siendo
todavía presidente del Parlamento de la
Ciudad de México, le dice regañando
públicamente y agitando los brazos, ¡René
no me pendejés ¡”. Así,
Brozo le grita, lo insulta, lo maltrata y el
acusado agacha la cabeza sumisamente porque está
ante el poder supremo . Esto marca un giro enorme
respecto a las practicas políticas que
conocemos de la televisión mexicana, para
ahora demostrar con ello, el lugar que han adquirido
como el poder del poder.
6.- La estrategia
de la videocracia se impuso en el corazón
de la opinión pública nacional
y la creación de los contenidos de la
agenda mediática colocó a la política
nacional como tema de super escándalo,
con lo cual, se disminuyó el raiting a
los verdaderos reality shows comerciales y se
creó otro reality show político
con los personajes del gabinete público.
La publicitación del escándalo
por el escándalo, creó la sensación
en el ánimo colectivo de que no existió
rumbo social . Los medios “vivieron para
la promoción del escándalo nuestro
de cada día y se olvidaron absolutamente
de la divulgación, la declaración,
la deliberación, el debate del estado
de derecho, de la construcción de una
verdadera República, de la reforma del
Estado, de la división de poderes, del
federalismo, de la Código Federal de Procedimientos
Electorales (COFIPE), de los partidos políticos,
de las elecciones o de los 50 asuntos de primerísima
importancia que les interesan a los mexicanos”
.
Con ello, el
escándalo y la estridencia se convirtió
en asunto de Estado. Así, se expandió
la visión de que vivimos una crisis de
las instituciones donde los organismos públicos
que tratamos de construir no son nada democráticos
o no existen o están tan cuarteados o
desvalidos que a la televisión no le cuesta
ningún trabajo substituirlas. A través
de esto, se carcomió la cultura política
mexicana y la credibilidad en la frágil
transición pacífica a la democracia,
se debilitó .
De ésta
forma, se convirtió a la política
en un video escándalo que inmovilizó
a la sociedad.
7.- El impacto
político focalizado fue el daño
fundamental a la imagen del Jefe de Gobierno
del Distrito Federal, Andrés Manuel López
Obrador, quién debido a la difusión
de los videoescándalos se vio sujeto a
un juicio público que ocasionó
que perdiera un promedio de 10 puntos en las
encuestas de popularidad por la presidencia de
la República.
8.- El saldo
estructural que arrojó la creación
de esta atmósfera mediática en
la sociedad mexicana fue una severa erosión
de la imagen de las instituciones de la República,
la crisis del Poder Ejecutivo, el descrédito
del Congreso, la pérdida de credibilidad
en los partidos políticos, la desilusión
en el sistema establecido, la desconfianza en
lo público, el desconcierto en la dirección
nacional, la incredulidad en el gobierno, la
crisis de obediencia colectiva en los líderes
tradicionales, la supresión de relaciones
diplomáticas con el gobierno de Cuba ,
la gran inclinación al abstencionismo
en los periodos electorales y la generación
de las bases psico-anímicas para el surgimiento
del escepticismo, la anarquía y el desbordamiento
nacional.
En éste
sentido, “la sobrecarga de información
sucia que difundieron los canales de difusión
produjo una peligrosa hipertensión en
el público que tarde o temprano se manifestó
en la no participación en las urnas. Frente
a ello, los medios de comunicación deben
estar muy alertas, pues en el juego de ganar
más raiting y dinero con la última
exclusiva escandalosa grabada por las cámaras
clandestinas, pueden arrinconar y poner al borde
del abismo la democracia adolescente que ha conseguido
alcanzar la sociedad mexicana con muchísimos
esfuerzos y dolor. Como sucede con el abuso de
la energía eléctrica, la sobrecarga
puede provocar un corto circuito o la explosión
de algún transformador de energía.
En este caso, el corto circuito sería
el colapso de la idea de democracia en la conciencia
de las personas; y la explosión del transformador,
el estallido social” .
El gran problema
no es que los políticos mexicanos se hayan
vuelto súbitamente corruptos, pues los
mexicanos siempre hemos sabido que nuestros políticos
son corruptos. El conflicto y la diferencia es
que ahora vemos a todo color, en cadena nacional,
sus trampas, engaños, cinismos, robos,
impunidades, abusos, etc, con lujo de detalle
en las pantallas de televisión . En otras
palabras, para la clase política el conflicto
no está en que exista corrupción,
pues esta siempre ha existido, sino está
en que ahora todos los días se sepa públicamente
y su difusión no se pueda controlar.
De ésta
forma, si con los profundos reacomodos del poder
que se generaron con la transición a la
democracia el nivel de confianza en las instituciones
públicas del país se deterioró
seriamente; ahora con la presencia constante
de las escenas de la descomposición del
sistema político en los medios de difusión,
la credibilidad en lo público y en la
transición pacífica a la democracia
quedó profundamente vulnerada. Al denostar
y acabar de desprestigiar a la clase política
por sus enormes errores, el camino quedó
abierto para conseguir su substitución
por la clase empresarial y su proyecto globalizador
de crecimiento excluyente .
9.- Con la presencia
de los videoescándalos se ejerció
una nueva modalidad de hacer periodismo, pues
el tipo de reportaje que se realizaba antes de
la presencia de ellos se caracterizaba porque
las emisoras con la cámara escondida producían
sus propios productos noticiosos siguiendo la
aplicación de sus específicas políticas
de información, pero con los videoescándalos
se constató que nos fueron las empresas
de difusión las que generaron éstos
documentos informativos, sino que estos provinieron
de forma anónima, incluso como filtraciones
de datos confidenciales .
10.- Con la
existencia de toda esta realidad mediática
se comprobó que en términos comunicativos
la sociedad mexicana si está viviendo
una transición política, pero es
la transición donde el poder de los medios
está substituyendo o desplazando al Estado,
a los órganos de gobierno y a cualquier
otro poder, por la imposición de la acción
y el modelo comunicativo de los medios de información
colectivos, especialmente de los electrónicos.
11.- Finalmente,
con la demostración virtual de la crisis
por la ausencia de una firme dirección
política nacional y la carencia de honestidad
gubernamental por el nuevo régimen, la
población empezó a extrañar
y desear el regreso de la mano dura del viejo
sistema autoritario que estuvo plagado de defectos,
corrupción, excesos, desatinos y abusos
durante décadas, pero que finalmente dio
una línea de dirección colectiva,
que creo una muy mala seguridad, pero finalmente
fue un marco de seguridad histórico. Se
aplicó el dicho popular “mas vale
malo por conocido, que bueno por conocer”.
De ésta
forma, la encuesta realizada por la corporación
Latino Barómetro en agosto del 2004, reflejó
que un alto porcentaje de los mexicanos no está
satisfecha con el funcionamiento de la democracia
en nuestro país, y por ello, el 57 % de
la población piensa que un poco de mano
dura no le vendría mal a México,
mientras que al 67 % no le importaría
que un régimen no democrático llegara
al poder si pudiera resolver los problemas del
país. Por otra parte, el 34 % de los ciudadanos
piensa que la corrupción nunca podrá
eliminarse en nuestra República y el 65
% piensa que existen muchas o bastantes posibilidades
de sobornar a un policía, el 58 % a un
juez y el 56 % a un secretario de Estado. Por
ello, el 48 % respondió que prefiere vivir
en una sociedad ordenada, aunque se limiten algunas
libertades fundamentales .
Frente a las
enormes contradicciones y tensiones acumuladas
en el país, entre gobierno, mercado y
sociedad, estamos en un período de profundo
riesgo social insospechado, pues con la difusión
de los videoescándalos se han despertado
enormes energías sociales de incalculable
impacto para la estabilidad del sistema que se
requieren canalizar institucional y civilizadamente
para evitar la emergencia de la anarquía
social.
Al romperse
las viejas alianzas políticas entre concesionarios
y clase gobernante que blindaron eficientemente
con la deformación informativa la estructura
de abuso, desigualdad y corrupción histórica
del viejo sistema político nacional durante
70 años; ahora los medios presentan con
transparencia diversos indicadores de la descomposición
nacional. Las preguntas ahora son ¿ Si
con esta difusión de hechos, los propietarios
de los medios se han convertido de la noche a
la mañana en los paladines de la ética,
de la honestidad y de la práctica del
derecho a la información o simplemente
están pactando nuevas alianza para blindar
otro proyecto político que los proteja
?. ¿ Si con ésta intervención,
los concesionarios de medios pretenden promover
imparcialmente el Derecho a la Información
o simplemente han acumulado más cuotas
de poder para subordinar con mayor fuerza al
Estado y la sociedad e imponer su proyecto darwinista
de autorregulación comunicativa ?.
Hay que recordar,
que según los reportes y trabajos de espionaje,
en los años de la guerra sucia en 1968
y 1971, donde en nombre del poder se desapareció
y torturó a cientos de ciudadanos, la
actitud que existió por parte de los medios
fue un comportamiento de complicidad, donde salvo
excepciones, poco o nada interesó la existencia
o no de videos, grabaciones y documentos dramáticos
que demostraron la corrupción de los políticos
o empresarios y las atroces violaciones de las
autoridades contra la población civil
opositora al régimen . Que durante la
Marcha Zapatista del Sureste del país
al centro de la nación en el 2002 los
medios electrónicos, salvo algunas excepciones
contadísimas, no difundieron la llegada
de los contingentes zapatistas al zócalo
de la Ciudad de México, ni su profundo
mensaje indígena a la conciencia nacional
después de 500 años de dominación.
Que salvo el Canal de Televisión del Congreso
de la Unión, los medios comerciales tampoco
transmitieron entre el 2000 y el 2004 los posicionamientos
críticos de todos los partidos políticos
previos a los diversos Informes Anuales de la
Presidencia de la República en el Poder
Legislativo, siendo mensajes prioritarios de
los órganos de dirección nacional
a los habitantes del país, etc.
Ante estas conductas
históricas de los medios debemos preguntarnos
¿ Dónde estuvo la actitud ética,
de compromiso por la defensa de la honestidad,
de transparencia, de democratización informativa
y de defensa de los derechos humanos de las empresas
de radio y televisión en esa época
tan crítica del país ?.
Con el intento
de cambio de régimen político se
pasó del control de Estado casi absoluto
a una irresponsabilidad de Estado muy peligrosa,
donde los canales de información colectivos
han caído en los excesos del manejo poco
pulcro de los escándalos políticos
para obtener mas conquistas mediáticas.
Parece que todo lo reprimido en esos años
por los medios de difusión colectivos,
especialmente los electrónicos, ahora
quiere explotarse sin la más mínima
cordura y prudencia con tal de obtener más
raiting y vender: Dónde ayer se guardó
silencio en los momentos más críticos,
ahora se grita y reclama para alcanzar nuevos
éxitos políticos .
En este contexto
político-tecnológico donde los
medios controlan, cada vez mas, al Estado, a
los partidos políticos, a los organismos
civiles y a la sociedad; la pregunta ahora es
¿ Quién controla a los medios de
información ?. ¿ Dónde está
el contrapoder legal que equilibre las sinrazones
de éste engendro del autoritarismo?. ¿
Quién se atreve siquiera a nombrarlo si
todos viven de él, para él y desde
él ? .
Si los concesionarios
de los medios están realmente comprometidos
en la lucha contra la corrupción y en
preservar la legalidad, deben aceptar la reforma
profunda del marco jurídico de la comunicación
social, especialmente de sus aspectos ciudadanos,
que desde hace varias décadas ha sido
exigida, por múltiples sectores de la
sociedad, y que tienen décadas congelada
por estar saboteada, año con año,
por ellos mismos. De lo contrario, se continuará
reforzando la tendencia autoritaria del modelo
comunicativo en México: El buen juez,
por su casa empieza .
Al iniciar el
siglo XXI políticamente es insostenible
que se vuelva a repetir la historia tradicional
en materia de comunicación colectiva de
“no encontrarle la cuadratura al círculo”.
Por ello, después del despertar democrático
de la sociedad mexicana el 2 de julio del 2000,
ahora el Congreso de la Unión tiene la
enorme responsabilidad histórica de ejercer
su función de Poder Legislativo autónomo
demostrando contundentemente que si se puede
construir la otra historia democrática
de la comunicación nacional.
Ante los signos
de cambio urgente y desesperado del México
Profundo que se manifestaron con el levantamiento
de los machetes campesinos de Atenco; la toma
rural de la carretera federal a Cuernavaca; las
decenas de manifestaciones diarias en calles
y avenidas de las principales ciudades de la
República; la aplicación popular
de la justicia por propia mano en Milpa Alta;
el asalto violento de los productores agropecuarios
al Congreso de la Unión en el 2003; la
organización nacional de los campesinos
para bloquear el Tratado de Libre Comercio en
el rubro de importación de alimentos;
la Mega Manifestación de protesta del
2003 en contra de la privatización de
la energía eléctrica ; la crisis
de corrupción y dirección de todos
los partidos políticos que se evidenciaron
con los videoescándalos y otras filtraciones
noticiosas; el desprestigio creciente de la Cámara
de Diputados como órgano de representación
ciudadana; la Mega Marcha Pacífica por
la Seguridad Ciudadana en 22 ciudades de la República
; la constante critica y ridiculización
del Poder Ejecutivo y de otros poderes públicos
de la República por el poder mediático
monopólico; la presentación del
IV Informe de Gobierno del Presidente Vicente
Fox en el 2004 en auténtico estado de
sitio del Poder Legislativo por decenas de manifestaciones
de protesta social; la agresión de los
habitantes a la caravana presidencial en el Norte
del país; la aplicación de justicia
popular autónoma contra la policía
en Tláhuac; el resurgimiento de los movimientos
guerrilleros en diversas zonas del país;
etc; la comunidad mexicana espera la firme respuesta
del Poder Legislativo en materia de comunicación
colectiva para evitar estos desbordamientos sociales
que van en acelerado aumento y lograr la transición
pacífica a la democracia nacional.
Comunicativamente,
la nación ya no aguanta más. Hoy,
se requiere la urgente creación de un
nuevo proyecto de comunicación colectivo
que de salidas comunicativas incluyentes a la
sociedad mexicana. De lo contrario, de nuevo
surgirá el proyecto de comunicación
del México Bronco cuyo marginamiento y
obstrucción ha ensangrentado diversos
periodos de la historia nacional.
De aquí,
la importancia central de efectuar una profunda
Reforma del Estado en materia de información
y cultura colectiva que permita que el funcionamiento
público de las industrias culturales se
encuentre ética y jurídicamente
normado por una nueva legislación republicana
que rescate el espíritu del México
profundo en materia de comunicación social,
y no sólo por las caprichosas dinámicas
de las leyes de la Mano Invisible y de la lógica
del darwinismo social del mercado autorregulado
que ha introducido el proceso de la globalización
del capitalismo contemporáneo en su fase
de expansión planetaria.
Notas:
*
Una primera versión de éste trabajo
se publicó en el XI Anuario de Investigación
de la Comunicación del Consejo Nacional
Para la Enseñanza e Investigación
de las Ciencias de la Comunicación (CONEICC)
y la Universidad Intercontinental (UIC), Bernardo
Russi Alzaga, en octubre del 2004, En ésta
nueva versión se retoma nueva información
y se agregan nuevas interpretaciones conceptuales
sobre el caso.
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Javier Esteinou Madrid
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Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco,
México, D.F., México |