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Por Tanius Karam
Número
L
Escribir
para esta edición conmemorativa me produce
muchos sentimientos porque me hace recordar parte
de mi propio proceso formativo y laboral del
que la revista Razón y Palabra (RyP) ha
sido un actor importante. En este texto quiero
dar cuenta rápida de cuál ha sido
mi participación y de lo que ha significado
para mí.
Cuando RyP “salió
al aire”, me encontraba fuera de México,
de hecho 1996 coincide con el año, en
que yo —quizá como muchos otros—
comenzamos nuestras primeras inmersiones en el
ciberespacio, a maravillarnos con la interacción
en la pantalla y en sistema interactivo lo que
antes solamente se podía hacer por una
sola vía (me refiero por ejemplo a lo
que fue para mi comenzar a “leer”
el periódico en Internet), ver imágenes
y logotipos que solo conocíamos por otras
vías. En realidad todo ese año
y el siguiente, todavía fuera de México,
fue de experimentación con el ciberespacio.
En el departamento académico donde me
encontraba, había una sola computadora
que usábamos varios estudiantes del doctorado,
de tal forma que nos turbábamos para leer
el periódico, usar el correo electrónico
y hacer alguna otra minucia. Compartíamos
hallazgos e impresiones sobre lo que eso significaba.
En Madrid donde estudiábamos, todavía
no pululaban los cibercafés así
que el departamento académico y el contexto
de la universidad era el espacio de convivencia
para compartir y reconocer lo que intuíamos
la web nos podía ofrecer.
Fue cuando regresé a México, en
1998, cuando pude iniciar a valorar a RyP como
una fuente actualizada de una serie de temas;
creo que el primer aspecto que me llamó
la atención era esa diversidad en la cual
se daba cita tanto los temas más o menos
conocidos de la comunicación como otros
nuevos que por entonces aparecían. Me
llamó la atención poder leer por
primera vez artículos completos de varios
temas, lo que inmediatamente vino a completar
mi acervo y bases de datos, por entonces únicamente
compuesta de papeles, recortes de periódicos
y cientos de fotocopias.
Por otra parte me daba gusto que un querido amigo
y maestro, el Dr. Octavo Islas, liderara este
proyecto desde el ITESM-CEM. Fue en una conversación
con él, a principios del año 2000
cuando me hizo el favor de invitarme a coordinar
uno de los números de la Revista; por
entonces, tenía una serie de textos sobre
sociedad civil y comunicación que iban
a formar parte de un libro, que desafortunadamente
no dio a la luz por las peripecias editoriales,
así que al sugerirme la idea, rápidamente
propuse que el tema “sociedad civil y comunicación”
—sobre el que cabe decir había poca
información. Siempre he pensado que uno
de los retos de las llamadas organizaciones de
la “sociedad civil” es aprender a
poblar el ciberespacio, utilizarlo, resignificarlo
en un movimiento que Habermas ha llamado “colonización
del mundo de la vida”. Así, este
tema me parecía muy pertinente. En enero
o febrero del 2000 envié todos los trabajos
que salieron en el número 18. Fue para
mi muy emocionante ver al número en el
sitio, a partir de mayo del 2000, y una vez ubicados
fue también un excelente medio para proponer
entre mis colegas, redes y asociados, este tema,
del cual RyP más que un mero vehículo
de “transmisión”, se convirtió
en una carta de presentación, en un medio
permanente, amigable, de creciente conocimiento.
Ya por entonces, en algunos cursos de postgrado
que daba (concretamente en la maestría
en educación de la Universidad Marista)
comencé a utilizar algunos textos de RyP
como apoyo (concretamente un número anterior
de la revista dedicada a la comunicación
educativa); al mismo tiempo, conforme me familiarizaba
con la dinámica de la revista (sus autores,
secciones, columnas, tiempos), comprobaba como
en muchos sentidos RyP ha sido un importante
medio para dar a conocer avances de investigación
resúmenes de tesis, o noveles autores
Casi veinte números después y poco
menos de cuatro años, nuevamente propuse
un tema a la dirección de la revista que
fue aceptado de inmediato. Nuevamente quise proponer
un tema que consideraba poco trabajado. Ya he
mencionado que una de las características
de RyP es su diversidad y apertura a temas emergentes,
lo cual da cuenta de lo diverso, heterogéneo
y compleja que es la investigación de
la comunicación. En esta ocasión,
y en vínculo con una red de estudios en
comunicación, propuse un número
sobre la Escuela de Palo Alto (también
conocida como “universidad invisible”),
mismo que apareció en el número
40 (agosto-septiembre 2004).
Debo mencionar que comenzaba a impresionarme
de lo conocido de la revista, puesto que comencé
a recibir algunos mails de conocidos o viejos
colegas que por una u otra razón se conocían
la revista, habían leído mi nombre
y me enviaban una nota de saludo. Eso me permitió
darme cuenta hasta dónde había
llegado el proyecto RyP. Así, debo sumar
a las cualidades y rasgos que he mencionado,
el de ser un puente de contacto, un lugar de
encuentro entre pares, que puede ayudar a constituir
redes de interpretantes y permite que allegados
a temas y centros de intereses hallen un espacio
en esta revista que ya comienza a convertir en
una pequeña biblioteca con cientos de
textos y otros tantos de ligas.
Mi ultima participación como editor ha
sido el número 47; a diferencia del anterior,
mucho más especializado, quise emular
una tendencia, que de hecho ya había visto
en otros número de RyP, al proponer una
temática más general (Comunicación
y Cultura) y ofrecer a los lectores una diversidad
de miríadas; lo contrario del número
40, cuando quise ser mucho más delimitado
y generar textos entre sí altamente interconectados.
Nuevamente la amabilidad de Alejandro Ocampo
y Octavio Islas, me permitieron, a pesar de la
cercanía con el número anterior
(menos de año y medio), proponer una iniciativa
que de hecho me permitiera como parte de la Academia
de Comunicación y Cultura en la naciente
Universidad Autónoma de la Ciudad de México,
articular reflexiones y expresiones de mis colegas,
siete de los cuales participaron en dicho número,
en lo que para mi mismo fue una confirmación
de una diversidad sospechada, pero que hasta
entonces no asumía plenamente al interior
de mi lugar de trabajo.
A mi agradecimiento como autor, por haber encontrado
en ella siempre un espacio abierto y calido;
debo sumar mi gratitud como lector y como profesor
de comunicación, porque en ella he resuelto
limitaciones de nuestras bibliotecas que revierten
esa tendencia, de un tema, aunque creciente,
minoritario en nuestras bibliotecas y librerías,
que es la comunicación. Creo que no exagero
al decir que hoy día es probable que se
encuentre más información en los
cincuenta números de RyP que en las estanterías
que algunas famosas librerías en ciudad
de México, dedican a la comunicación
(que no suelen superar más allá
de 3 ó 4 estantes) con algunas decenas
de textos en el mejor de los casos. Los temas
tradicionales (efectos de los medios, estudios
culturales, tecnologías de comunicación)
se combinan con inclinaciones y tópicos
más que novedosos, los cuales incluso
me muestran mi ignorancia en algunos temas, como
infografía, “semiótica e
informática”, “comunicación
y comercio en la era digital”, por mencionar
algunos. Más aún, si nos detenemos
en la orientación iberoamericana de RyP
podremos ver prácticamente todos los países
de la región representados al menos en
una ocasión, lo que permite la asunción
que más que una revista mexicana, un centro
de documentación local o nacional, va
tomando visos de una exquisita vitrina donde
en un golpe de vista podemos conocer lo variado
de matices donde lo novísimo y lo histórico
se dan la mano y se articulan en una perspectiva
que muy difícil puede otra publicación
impresa dar cuenta.
No tengo tiempo para extenderme más: podría
comprobar esa diversidad en número y modo,
dar cuenta de lo que apenas esbozo. Borges decía
que más por aquellos libros escritos,
se honraba por los libro leído; de la
misma manera, aun cuando me siento muy cercano
a la revista (como autor, lector y amigo de sus
realizadores), debo sentir que también
me siento muy orgulloso por lo que he leído
y aprendido en RyP, por lo que me ha permitido
confrontar, y sobre todo por dejarme ver algo
de lo que seguramente será el aprendizaje
y la producción del conocimiento en nuestros
años venideros: internacionalidad y flujos,
redes y producciones compartidas; una sala de
lectura y producción donde podemos encontrarnos,
reconocer —como nuestro sabio Alfonso Reyes—
que “todo lo sabemos entre todos”;
celebrar la lectura y el conocimiento, lo que
Internet posibilita y lo que de forma emprendedora,
el equipo de Razón y Palabra, con Octavio
y Alejandro a la cabeza, nos han permitido ver
y reconocer a mucho de nosotros.
Dr.
Tanius Karam
Academia de Comunicación y Cultura, Universidad
Autónoma de la Ciudad de México,
México. |