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Por Jacob Buganza
Número
51
Introducción
Este
artículo se propone comentar algunas de
las últimas obras que Mauricio Beuchot
ha escrito sobre la hermenéutica analógica,
movimiento filosófico iniciado e impulsado
por él, y que hoy alberga a un gran número
de pensadores, entre los que destacan filósofos,
pedagogos, antropólogos, sociólogos,
psicólogos, psicoterapeutas, politólogos,
etcétera. Este artículo será,
en buena medida, una reseña bibliográfica,
en el sentido de que se comentarán los
últimos apuntes que ha hecho Beuchot sobre
la hermenéutica analógica en dos
obras: Interculturalidad y derechos humanos
y Puentes hermenéuticos hacia
las humanidades y la cultura.
La hermenéutica
analógica es un movimiento filosófico
originalmente, aunque ya se aprecia como un movimiento
cultural, por no abarcar únicamente a
la filosofía, sino a las humanidades y
la cultura en general. Incluso, la hermenéutica
analógica no ha sido aplicada exclusivamente
a las humanidades, sino que también ha
sido aplicada con éxito a otras áreas
del saber, entre las que destaca el urbanismo
y el turismo.
En un primer
momento se reflexionará acerca de las
anotaciones que hace Beuchot para resolver el
problema del multiculturalismo y los derechos
humanos a través de la hermenéutica
analógica, a partir de la cual ha surgido
el “pluralismo cultural analógico”.
En un segundo apartado, se verán los comentarios
que Beuchot hace sobre las diversas aplicaciones
de la hermenéutica analógica en
varias ramas del saber.
El
problema del multiculturalismo y los derechos
humanos: el pluralismo cultural analógico
En
un libro reciente titulado Interculturalidad
y derechos humanos, el doctor Beuchot hace
una aplicación muy concreta de la hermenéutica
analógica que en los últimos años
él ha propuesto. Esa aplicación
la hace al problema que surge de la relación
entre los derechos humanos y el multiculturalismo.
Este problema surge precisamente porque puede
haber modelos multiculturalistas que permitan
todo tipo de prácticas culturales, esto
es, buscan preservar todas las costumbres de
un pueblo, sin observar que esas mismas prácticas
culturales pueden llegar a violentar a la persona
humana. También puede haber modelos unívocos
culturales, globalizantes, que buscarían
la homogeneización de todas las culturas.
Y es aquí
precisamente donde Beuchot busca aportar una
solución a este importante problema del
multiculturalismo. Para ello, Beuchot recurre
a la noción de analogía para proponer
un modelo multiculturalista al que llama “pluralismo
cultural analógico”1;
este modelo busca inscribirse entre el multiculturalismo
liberal (que privilegia los derechos individuales)
y el multiculturalismo comunitarista (que privilegia
los derechos grupales), tratando de salvaguardar
los derechos individuales y grupales a la vez2.
Y es que teniendo la analogía en su seno
la tensión entre la semejanza y la diferencia
(una tensión que no ha de romperse, puesto
que si se rompe la analogía se desvanece),
ha de procurar unos mínimos de semejanza
(y de respeto) entre todas las culturas. Por
ello, el autor hace la pregunta que ha de guiar
su investigación en estos términos:
“(habrá de estudiarse) la proporción
en la que debe respetarse la diferencia y procurarse
la semejanza entre las culturas”3.
Además
de los elementos mencionados, Beuchot recurre
al concepto de derechos humanos, caracterizándolos
como aquellos que tienen una vocación
de universalidad irrenunciable. Beuchot no fundamenta
en este libro dicha noción, pero sí
remite a trabajos anteriores donde ha trabajado
en torno a la fundamentación filosófica
de los derechos humanos4.
Pero, ¿en dónde quedó la
hermenéutica como teoría de la
interpretación? Precisamente será
ésta la que permita evaluar las culturas,
interpretándolas, criticándolas,
viendo los aspectos favorables y los que han
de ser modificados, esto es, cambiados5;
de hecho, Beuchot resume la tarea de esta hermenéutica
en dos funciones: la de aprender de las culturas,
y la de criticar sus elementos6.
Con estos elementos, Beuchot comienza a desarrollar
paso a paso sus tesis a lo largo del texto.
Algo muy importante
que puede resaltarse para comprender la tesis
de Beuchot es que la analogía implica
el concepto de límite. Es decir, si se
rompe el límite la analogía deja
de existir. Es como si la analogía estuviera
compuesta de hilos; mayor será el número
de hilos si mayor semejanza hay entre dos elementos
(cosas, entes, realidades, etcétera);
pero si se rompe el último de los hilos
deja de haber analogía entre dichos elementos.
Lo mismo sucede en el caso del multiculturalismo:
puede haber permisividad y promoción de
otros valores distintos a los propios (que se
viven de hecho en un ambiente plural); pero habrá
algo que marque el límite último,
algo que no ha de ser roto o violado (porque
de hecho si se viola ese algo el pluralismo cultural
se viene abajo), y ese algo son precisamente
los derechos humanos. “Los derechos humanos
sirven de límite al pluralismo cultural,
pero el pluralismo cultural es el ámbito
donde ellos se realizan”7
. Esto es, los derechos humanos han de ser respetados
pues son ellos los que promueven el pluralismo.
Es un pluralismo limitado, analógico,
porque no permite precisamente la violación
de los derechos fundamentales.
El problema
multicultural es que muchas culturas violan sistemáticamente
los derechos humanos (los derechos de la mujer,
de los niños, el derecho a la vida, etcétera).
Y es precisamente una hermenéutica, una
hermenéutica analógica como la
que propone Beuchot, la que permite el diálogo
intercultural para lograr aprender (comprender)
a las culturas, pero también permite criticarlas,
para ver qué aspectos suyos han de modificarse
para alcanzar un mundo más abierto, pero
a la vez más respetuoso.
Ante ello surge
la pregunta de cómo alcanzar ese mundo
más abierto y respetuoso. Y Beuchot sugiere
que debe haber, como en la analogía de
atribución, un modelo o primer analogado
(“analogado principal”). Ese modelo
es, precisamente, una cultura “en la que
se realizan los derechos humanos; éstos
son elementos fundamentales de ese modelo”8.
Esta respuesta la formula Beuchot a un señalamiento
que le hizo Vattimo en el marco del “First
International Congress on Hermeneutics”,
cuando es cuestionando el modelo que ha de seguirse
para las culturas. Hay que promover y propiciar
lo constructivo de las culturas, y rechazar lo
destructivo de éstas. Y lo mejor que puede
promover una cultura es, precisamente, los derechos
humanos (los individuales y los grupales, siempre
y cuando no lesionen a la persona en sus derechos
fundamentales que aparecen, como se ha dicho,
como el límite analógico de las
prácticas culturales).
Otro punto interesante
es la convergencia conceptual que puede darse
entre los mínimos de justicia que ha remarcado,
entre otros, Adela Cortina. Beuchot propone que
el derecho a la diferencia debe darse, pero este
derecho no puede ser absoluto e irrestricto.
“Se da dentro de cierta búsqueda
de identidad o igualdad, que permite la justicia”9.
Eso mínimo, esa ética mínima
en otros términos, son los derechos humanos.
Ellos aparecen como obligatorios si se es fiel
a la concepción de los derechos humanos
que nuestro autor tiene10.
Por ello, Beuchot rescata y reelabora la distinción
de Walzer con respecto a la ética de justicia
y la ética del bien o de los bienes. La
justicia iguala a todos, mientras que los bienes
o la vida buena a veces está restringida
a unos cuantos (estos bienes se refieren a las
formas de vida). Por ello Beuchot remarca constantemente
los derechos comunitarios, los derechos grupales
(que se refieren a las formas de vida). Estos
últimos, aunque no todos los autores lo
consideren así, son también derechos
humanos que han de estar en armonía con
los derechos humanos fundamentales (los individuales).
Sin embargo, y habría que pensar en una
respuesta a partir de los planteamientos precedentes,
podría caber la pregunta de si los derechos
grupales o comunitarios dentro de un estado (entiéndase
un país, por ejemplo) no se volverían
injustos frente a los otros individuos que son
ajenos a cierto grupo cultural. Porque pudiera
parecer injusto que un grupo de personas gocen
de ciertos derechos (comunitarios) y otros no
por no pertenecer a ese grupo cultural. Es una
pregunta que está presente en la discusión,
aunque sin una respuesta todavía definitiva.
Finalmente,
Beuchot también trata el problema de qué
hacer con los grupos o comunidades que sistemáticamente
(entiéndase culturalmente) violan los
derechos humanos fundamentales. En primer lugar,
y es lo más deseable, Beuchot propone
un cambio mediante la educación. Es decir,
propone una educación que se base en la
promoción de los derechos humanos. Pues
una persona podrá ver lo deseable que
puede ser vivir en una sociedad que los respete.
La razón del hombre (entiéndase
en un sentido facultativo o antropológico)
verá la práctica de los derechos
humanos como algo digno de seguirse y, en consecuencia,
la voluntad seguirá el sendero que la
razón le indique. Pero, ¿qué
sucede con quienes, a pesar de ser instruidos
en este respeto a los derechos humanos (que algunos
otros autores podrían considerar como
hacer violencia a los miembros de algunos grupos
culturales), no los sigan, promuevan y practiquen?
En ciertos momentos Beuchot sugiere que debe
obligárseles11.
Son casos extremos, ciertamente, aunque hace
falta seguir conceptualizando y reflexionando
sobre este asunto.
Como se aprecia,
este nuevo libro del doctor Beuchot ofrece una
propuesta viable en el problema de la mediación
que se da entre los derechos humanos y el multiculturalismo.
Propuesta que merece ser discutida y analizada
con todo detenimiento.
La
hermenéutica analógica y sus diversas
aplicaciones: los puentes interpretativos
Mauricio
Beuchot también comenta, explora y desarrolla
su propuesta filosófica con otros filósofos
para ensancharla cada vez más. Hay un
libro recién publicado, titulado Puentes
hermenéuticos hacia las humanidades y
la cultura, donde hace estos comentarios.
El título del libro conviene muy bien
porque lo que Beuchot establece son, precisamente,
puentes interpretativos hacia diversas áreas
de las humanidades y la cultura en general (por
ejemplo, hacia la psicología, la pedagogía,
la filosofía de la cultura, la política,
la literatura, etcétera). Y esos puentes,
hay que decirlo, los traza Beuchot siguiendo
muy de cerca a quienes han discutido y ensanchado
al movimiento de la hermenéutica analógica,
a quienes cita y comenta.
El primer capítulo,
muy conveniente, es una exposición sucinta
de lo qué es la hermenéutica analógica.
La primera característica es que la hermenéutica
analógica es expuesta como una teoría
de la interpretación equilibrada, que
busca superar las hermenéuticas univocistas
o cientificistas y las hermenéuticas equivocistas
(tan propias de la posmodernidad), dado que las
primeras rayan en querer interpretar todo de
manera clara y distinta, con un conocimiento
omniabarcante de lo interpretado; mientras que
las equivocistas se hunden en el irracionalismo
y en el encasillamiento, en donde toda interpretación
es válida. En cambio, “la analogicidad
hace que la hermenéutica analógica
no se quede en una única interpretación
como válida, pero tampoco en todas como
válidas y complementarias”12
.
Otra característica
que ve Beuchot en la hermenéutica analógica
es la matización, es decir, la hermenéutica
analógica como una teoría de la
interpretación matizada. Lo que quiere
expresar Beuchot con esta idea es que en la hermenéutica
analógica se debe ejercitar el distingo,
que ayuda a no caer en el equívoco. Esto
es, “Distingue y diversifica los sentidos,
para evitar sobre todo el equívoco”
(este elemento me parece puede ser llamado también
sutileza), elemento que parece heredar de filósofos
de la talla de Aristóteles y santo Tomás
de Aquino.
Finalmente,
la hermenéutica analógica tiene
relación con la ontología, una
relación que en la posmodernidad y en
las hermenéuticas equivocistas buscó
disolverse. Beuchot, a este respecto, comenta
el dictum de Nietzsche “No hay
hechos, sólo interpretaciones”,
proponiendo que lo que hay son hechos interpretados.
“Ni hechos puros, sin interpretaciones,
como querían los positivistas, no interpretaciones
puras, sin hechos, como pretendían los
románticos”13
. Más bien, hay hechos, hay algo ontológico
que se presupone en la interpretación.
De hecho, bastaría la pregunta sobre qué
se interpreta, esto es, la interpretación
tiene que ser de algo (y ahí hace referencia
a algo ontológico), aunque esa interpretación
sea limitada, matizada, proporcional o analógica.
El segundo capítulo
comenta y explora las diversas aplicaciones de
la hermenéutica analógica en la
psicología. Beuchot trae a colación
diversos trabajos de Nora María Matamoros,
Luis Álvarez Colín y Napoleón
Conde. Revisa detenidamente cada una de sus tesis,
y concluye la importancia del símbolo
en la psicología, en especial como configuradora
de la acción. Beuchot ve con buenos ojos
la aplicación que estos autores han hecho
de la hermenéutica analógica para
la interpretación de los símbolos
e íconos que tanta repercusión
tienen en la conducta del hombre.
El tercer capítulo,
que sigue el mismo tono del segundo, comenta
las aplicaciones de la hermenéutica en
el psicoanálisis. Acota el propio Beuchot
mencionando que no se ha aplicado a toda la corriente
psicoanalítica, “pero sí
en la que entronca con la de Freud y Jung”14.
Son muchos los pensadores que han aplicado la
hermenéutica analógica en este
campo, mencionando a Felipe Flores, Ricardo Blanco,
Luis Álvarez Colín, César
Gordillo Pech, Napoleón Conde, Víctor
Hugo Valdés y Fernanda Clavel. Hay mucha
relación entre la hermenéutica
y el psicoanálisis, pues esto último
es fundamentalmente interpretación. Se
interpretan los sueños, los actos fallidos,
los chistes, las asociaciones y la transferencia15.
En este mismo tema, es muy clara la importancia
de la interpretación sobre el símbolo
o ícono que puede hacer una hermenéutica
analógica; también es importante
el equilibro analógico que debe darse
entre las pulsiones thanáticas y eróticas
para lograr ser un ser humano proporcional, equilibrado
y realizado; igualmente, la analogía puede
servir de mediadora interpretativa en los conceptos
del psicoanálisis para no caer en un univocismo
o equivocismo conceptual16.
El siguiente
capítulo es un recuento de cómo
se ha aplicado la hermenéutica analógica
a la pedagogía. De hecho, esta teoría
ha tenido ya ramificaciones y encuentros con
otras posturas en este ámbito, destacando
entre ellas la hermenéutica analógico-barroca
y la pedagogía de lo cotidiano, cuyos
principales representantes son Samuel Arriarán
y Luis Eduardo Primero, respectivamente. Arriarán
tiene un libro compilatorio con Elizabeth Hernández,
titulado Hermenéutica analógico-barroca
y educación, que comenta pormenorizadamente
Beuchot. De Primero, Beuchot comenta brevemente
dos trabajos: Emergencia de la pedagogía
de lo cotidiano y Epistemología
y metodología de la pedagogía de
lo cotidiano. Con ellos, Beuchot destaca
que una hermenéutica analógica
de la pedagogía de lo cotidiano sirve
como mediadora entre lo concreto (la vida cotidiana)
y lo abstracto, que es la teoría que busca
hundir sus raíces en lo concreto o cotidiano,
dado que una pedagogía que no sirve para
la vida cotidiana no sirve en absoluto17.
Para finalizar el apartado, el autor comenta
brevemente la pedagogía analógica
que impulsa Napoleón Conde, teorizando
sobre la teoría pedagógica en general
y en la didáctica jurídica en lo
particular.
Viene inmediatamente
otro capítulo que versa sobre la hermenéutica
analógica, la antropología y la
filosofía de la cultura. El primer apartado
comenta la aplicación de la hermenéutica
analógica en la antropología teórica,
en donde el autor comenta el libro Antropología
y analogía de Sofía Reding,
destacando que su investigación busca
integrar lo universal y lo particular en un mismo
ámbito. Viene después un apartado
sobre la hermenéutica analógica
aplicada al estudio del símbolo y el mito,
entendiendo por este último una especie
de símbolo y, dado que la hermenéutica
analógica tiene como complemento lo icónico,
y siendo lo icónico lo simbólico,
luego una hermenéutica analógica
es la que más conviene para interpretar
el mito. Inmediatamente después aparece
un apartado sobre la hermenéutica analógica
y la filosofía de la cultura.
En este punto,
Beuchot menciona que la hermenéutica analógica
se ha aplicado en dos aspectos de la filosofía
de la cultura: i) en la filosofía de la
cultura en cuanto tal y ii) en el problema del
multiculturalismo. En cuanto al primer tema,
Beuchot trae a colación las reflexiones
de Dora Elvira García González
contenidas en su libro Hermenéutica
analógica, política y cultura,
destacando el tratamiento que ella hace del concepto
de racionalidad, buscando una racionalidad que
a la vez haga caso de la situación (esto
es, una racionalidad situada), pero que no olvide
lo universal, o como lo dice Beuchot “sin
disolver los elementos de universalidad que se
necesitan, como son la justicia y los derechos
humanos”18.
Estos elementos tienen que estar por encima del
relativismo cultural que hoy en día está
tan propagado19.
Apunta Beuchot a continuación cuáles
han sido los desarrollos en cuanto al multiculturalismo
y la hermenéutica analógica (de
la cual ya se han extraído muchas teorías,
llamando Beuchot a la suya “pluralismo
analógico), donde se aprecia cierta cercanía
entre las reflexiones de García González
y Caleb Olvera.
Por otro lado,
José Alejandro Salcedo Aquino ha trabajado
también el problema del multiculturalismo
desde la hermenéutica analógica,
escribiendo ya tres libros sobre el asunto (Beuchot
comenta, en este apartado, dos de ellos), quien
no sólo recupera tesis y autores de otras
corrientes, nacionales y extranjeros, sino que
hace una construcción propia sobre este
problema, con la apertura e integración
que le permite la hermenéutica analógica.
El siguiente
capítulo estudia un tema muy tratado por
Beuchot en otros trabajos, que es el de la fundamentación
filosófica de los derechos humanos, y
busca el autor ver cómo se han fundamentado
a partir de la hermenéutica, concretamente
de la hermenéutica analógica. La
primera sección de este capítulo
habla de un libro de Jesús Antonio de
la Torre (cuyo título es Derechos
humanos desde el iusnaturalismo histórico
analógico), destacando que hay una
complementación entre lo histórico
y el iusnaturalismo (aunque algunos vean esto
como una contradicción), dado que la naturaleza
humana se da en la historia, pues “Ya la
misma idea griega de la naturaleza o Physis era
dinámica y concretizada en los particulares,
no estática y abstracta”20
como la de los modernos, especialmente de los
racionalistas. El libro de De la Torre es muy
completo, y vincula el pensamiento personalista
(los derechos no son del individuo, sino de la
persona), a Lévinas (los derechos del
otro hombre o persona), a Dussel (la filosofía
de la liberación y la analéctica)
y otros más. Después Beuchot comenta
un libro compilatorio de Napoleón Conde
(titulado La filosofía de los derechos
humanos de Mauricio Beuchot. Exposiciones y polémicas),
donde destaca la característica de la
analogicidad dentro del iusnaturalismo, pues
no cae en el ontologismo ni en el hermeneuticismo;
más bien, las conjunta a las dos. Por
ello, “la analogicidad puede manifestarse
como una posición que no tenga la rigidez
de los iusnaturalismos ilustrados o modernos,
pero que tampoco se quede con la sola positivación.
Será un iusnaturalismo moderado, el cual
sostendrá la necesaria universalidad de
los derechos humanos, pero exigiendo también
que se den en su contexto cultural y sociopolítico,
único en el cual pueden ser comprendidos
a cabalidad”21.
Del libro compilado por Napoleón Conde,
Beuchot comenta otros trabajos, como los de Caleb
Olvera y Sofía Morales. Igualmente pasa
revista a algunas tesis de Alejandro Martínez
contenidas en su libro La hermenéutica
analógica y la emancipación de
América Latina, especialmente aquellas
que hacen referencia a los derechos humanos,
la democracia y los riesgos de los totalitarismos
y las pseudodemocracias (como algunas de América
Latina).
El siguiente
capítulo examina las conexiones entre
la hermenéutica y la política,
haciendo Beuchot la salvedad de que la realidad
también se interpreta y, agrego yo, puede
y debe cambiarse en algunos casos. El primer
apartado habla de la hermenéutica crítica
de Adela Cortina y Jesús Conill, cuyo
nombre de “crítica” viene
dado porque se dedica a criticar la cultura y
las instituciones socio-políticas, tratando
de conjuntar dos momentos de reflexión
ética: el momento aristotélico
o de deliberación sobre los medios para
alcanzar un cierto fin (que en última
instancia es la felicidad humana), y el momento
kantiano, el del imperativo y la obligación,
en donde cierta acción debe darse para
alcanzar el fin deseado (todo esto mediado gracias
a la ética discursiva, tan bien estudiada
por Cortina). Además, esa hermenéutica
crítica puede conjuntarse con una hermenéutica
analógica, que es objeto del segundo apartado
del capítulo, y donde Beuchot retoma las
reflexiones de Francisco Arenas-Dolz y su libro
Hacia una hermenéutica analógico-crítica.
Ahí, Beuchot destaca las cualidades de
Arenas-Dolz, así como sus estudios, que
van desde la retórica en Aristóteles,
hasta la hermenéutica actual, conociendo
y cultivando la hermenéutica crítica
de Cortina y Conill. Todo esto con la consigna
de “Unir la línea aristotélica
con la kantiana, tal vez en ello puede sintetizarse
el afán de la hermenéutica analógico-crítica”22.
Es una hermenéutica analógico-crítica
que critica a la instituciones sociales y a la
cultura; una crítica similar a la nietzscheana,
pero proponiendo lineamientos por donde avanzar23.
El último apartado de este capítulo
está dedicado a comentar las tesis de
un hermeneuta mexicano, Guillermo Michel, a partir
de su libro Entre-lazos. Hermenéutica
existencial y liberación. En este
texto, Michel destaca que la hermenéutica
no sólo ha de ser comprensión,
sino también puede servir como instrumento
de transformación; aspira a ser un conocimiento
comprometido con la realidad social y, por ello,
una hermenéutica de liberación.
Ahí ve la conexión Michel entre
la hermenéutica de la liberación
(que es una hermenéutica existencial)
y la hermenéutica analógica, pues
ésta busca recuperar lo más que
se pueda lo real (y, por ello, la verdad de la
interpretación). Se busca con ello una
hermenéutica comprometida, una hermenéutica
que dé caminos (y utopías, en cierto
sentido) para transitar hacia un mundo más
deseable24.
El último
capítulo, ya muy breve, busca exponer
las aplicaciones de la hermenéutica analógica
en la literatura y el arte. En cuanto a la literatura,
Beuchot comenta los trabajos de Caleb Olvera
(Hermenéutica analógica y literatura)
y Jorge Ávila (El sentido de la analogía
en “El Aleph” de Jorge Luis Borges)
en quienes ve sutileza para interpretar y hacer
innovación en la hermenéutica literaria.
Finalmente, Beuchot revisa rápidamente
un libro de Napoleón Conde titulado Dos
aplicaciones de la hermenéutica analógica:
el urbanismo y el turismo, en donde se busca
la conjunción equilibrada entre el funcionalismo
y el esteticismo de la arquitectura y el urbanismo.
Se aprecia cómo
Beuchot vincula y recupera las reflexiones que
otros pensadores han hecho sobre los diversos
temas o aspectos en donde la hermenéutica
analógica ha sido aplicada, haciendo aportaciones
personales. Con ellos, Beuchot ensancha o agranda
los cauces de la hermenéutica analógica,
que es uno de los movimientos filosóficos
más importantes surgidos en América
Latina en los últimos años, con
aportaciones serias y novedosas de este movimiento,
y con aplicaciones en ámbitos concretos
que cada vez van convenciendo a más.
Conclusiones
Como
se aprecia, puede decirse que la hermenéutica
analógica es una teoría filosófica
que está en crecimiento. Está en
proceso de mejora y de crítica, y que
debe considerársele como un aporte intelectual
muy valioso, pues está dando frutos en
cuanto aplicación en muchos campos del
saber, especialmente en las áreas humanísticas
y de la cultura, aunque también se le
ha aplicado a áreas como el urbanismo
y el turismo.
El hecho de
que una teoría se aplique, o busque por
lo menos aplicarse, es signo de que tiene mucho
futuro. Malo sería que nadie la tomara
en cuenta, que ni se le criticara, ni se le apoyara
y menos aún que se aplicara. Más
bien es lo contrario: la hermenéutica
analógica está siendo objeto de
importantes discusiones y aplicaciones, no sólo
en México, sino otros países, como
Colombia, Argentina, España y Rumania.
En este artículo, que en buena medida
podría ser considerado de reseña
bibliográfica, se ha visto cómo
Beuchot recupera esas aportaciones para enriquecer
lo que ya no es solamente su teoría, sino
la de muchos otros pensadores pues la comparten,
la critican y la enriquecen.
Notas:
1
BEUCHOT, Mauricio, Interculturalidad y derechos
humanos, Siglo XXI/UNAM, México,
2005, p. 14.
2 Ibid., p.
16.
3 Ibid., p.
14.
4 Cf. BEUCHOT,
Mauricio, Derechos humanos. Historia y filosofía,
Fontamara, México, 2001, 2a. ed.
5 BEUCHOT,
Mauricio, Inteculturalidad y derechos humanos,
Op. cit., p. 21.
6 Ibid., p.
28.
7 Ibid., p.
32.
8 Ibid., p.
40.
9 Ibid., p.
43.
10 Ibid.,
p. 44.
11 Ibid.,
p. 43.
12 BEUCHOT,
Mauricio, Puentes hermenéuticos hacia
las humanidades y la cultura, Ediciones
Eón/Universidad Iberoamericana, México,
2006, pp. 15-16.
13 Ibid.,
p. 20.
14 Ibid.,
p. 40.
15 Ibid.,
p. 48.
16 Ibid.,
p. 56.
17 Ibid.,
p. 68.
18 Ibid.,
p. 81.
19 Cf. Ibidem.
20 Ibid.,
p. 86.
21 Ibid.,
p. 90.
22 Ibid.,
p. 103.
23 Ibid.,
p. 104.
24 Ibid.,
p. 107.
Referencias:
BEUCHOT,
Mauricio, Puentes hermenéuticos hacia
las humanidades y la cultura, Ediciones
Eón/Universidad Iberoamericana, México,
2006.
BEUCHOT, Mauricio, Interculturalidad y derechos
humanos, Siglo XXI/UNAM, México,
2005.
BEUCHOT, Mauricio, Derechos humanos. Historia
y filosofía, Fontamara, México,
2001, 2a. ed.
Mtro.
Jacob Buganza Torio
Director del Departamento de Humanidades Tecnológico
de Monterrey, Campus Central de Veracruz,
Ver. México. |