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Por Tatiana Millán
Número
53
La sustitución del
principio del placer por el principio de la realidad
es el gran suceso traumático en el desarrollo
del hombre
Marcuse
Los nuevos entornos
virtuales están superando la sexualidad
como forma de contacto corporal. ¿Qué
es el cibersexo?, ¿a qué necesidades
responde?, ¿cómo está afectando
a la esencia del hombre?.
Sex no longer
is only one form of contact between the bodies.
what is cibersexo? what necessities have the
man of cibersexo? what consequences are going
to have in the essence of the human being?
Introducción
La
sexualidad es uno de los aspectos más
complejos del ser humano, en ella se mezclan
condicionantes físicos, biológicos,
emocionales, culturales, sociales… cualquiera
de estos elementos puede influir en los demás
y potenciar consecuencias en cadena. A lo largo
de la historia se ha analizado la sexualidad
desde diferentes disciplinas, desarrollando diversidad
de teorías y puntos de vista. Temas como
la fertilidad, la homosexualidad, los géneros
y sus roles... han recibido enfoques diametralmente
opuestos en función del contexto cultural
desde el que se ha enfocado.
Las sociedades
han planteado el desarrollo de su sexualidad
condicionadas por su propia idiosincrasia, por
tabúes, formas de vida, ideas, religiones....
Podríamos separar épocas en función
del concepto de sexualidad imperante, su forma
de asumirla y llevarla a la práctica.
¿Cómo definiríamos al siglo
XXI? El siglo del sexo virtual. Hemos pasado
de una sociedad de consumo donde lo material
era un valor incuestionable a una sociedad de
transacciones simbólicas donde el sexo
se convierte en un intercambio de bits más.
La "sensación material ha sido reemplazada
por el reino de lo inmaterial, el átomo
que se mide y sopesa ha sido sustituido por el
bit que es energía. (…) Esto que
tocamos es lo real y aquello lo hiperreal"
(Verdú, 1996:108). El salto que se produce
desde los conceptos tradicionales de la sexualidad
es abismal. Se busca el placer más allá
de estímulos físicos, se retoma
la subjetividad de experiencia individual, estamos
frente a un "otro" mental y emocional.
El ciberespacio
nos ha dejado mostrarnos en la evidencia de lo
que somos y de lo que queremos ser. Si el siglo
XIX fue el siglo de la sexualidad ocultada y
el XX el de la revolución sexual, el siglo
XXI será el de la sexualidad exhibida
(Casta-Rosaz, 2000). Este mostrar la sexualidad
de forma espontánea, una sexualidad no
condicionada, parte de lo más profundo
del ser humano liberado en entornos sintéticos
donde el mostrarse en la evidencia de los deseos
u ocultarse tras el anonimato de una pantalla
viene a ser lo mismo.
“El ciberespacio
adquiere (...) una dimensión nueva en
la que se articulará una sociedad simulada,
o “comunidad virtual”, de una complejidad
casi equivalente a la de la sociedad real”
(Levis, 1997:119). ¿Qué incidencia
tendrá en el hombre este nuevo entorno?,
¿qué perderá en el camino
hacia lo hiperreal?. "El hombre comprendió
muy tempranamente que su identidad era vulnerable,
pues dejaba jirones de ella por donde pasaba,
en forma de huellas, sombras y reflejos"
(Gubern, 2001: 37). ¿Qué parte
de su ser está dejando en la pantalla?.
Un nuevo
espacio social para las relaciones sexuales
A
estas alturas de desarrollo de la Red nadie duda
de que "estamos ante un nuevo espacio social
y no simplemente ante un medio de información
y comunicación" (Echevarría,
2000: 108). Un entorno de socialización
donde el hombre crea su propia autoconciencia,
se relaciona y siente. "Las localidades
se desprenden de su significado cultural, histórico
y geográfico, y se reintegran en redes
funcionales o en collages de imágenes,
provocando un espacio de flujos que sustituye
al espacio en lugares" (Castells, 2001:452).
Un espacio definido por la ubicuidad, inmediatez
e instantaneidad que posibilitan las tecnologías
digitales y que modifica no sólo los aspectos
materiales, físicos, económicos
y políticos del hombre, transforma el
significado mismo de lo humano.
Diferentes autores
han pretendido conceptualizar los cambios que
están afectando a las dimensiones del
mundo como una red extensa de comunicación
de puntos interconectados donde todos y todo
está al alcance de la mano, una aldea
global (McLuhan, 1964) donde viajamos por autopistas
de la información (Gore, 1993) que no
vemos, donde desaparecen las fronteras físicas
para instaurarse una nuevas fronteras electrónicas
(Barlow, 1999) más sutiles pero no por
ello menos consistentes, un mundo digital (Negroponte,
2000) de mentes interconectadas (De Kerckhove,
1999), un mundo virtual (Lévy, 1999) donde
perdemos sin movernos del espacio material, un
"terreno intangible al que se accede por
medios tangibles" (Bonder, 2002:29).
Hemos conquistado
un nuevo continente deshabitado y nos hemos instalado
en él, vivimos en el sexto Continente
(Sánchez, 2001). Este Tercer Entorno (Echevarría,
1999) es un espacio dominado por la virtualidad
que nos dará una definición nueva
de la persona (Lévy,1999). Un espacio
de liberación y a la vez de desarraigo
que está eliminando condicionantes físicos
e imponiendo otros desconocidos hasta ahora.
Un cambio de
paradigma se impone en la relación entre
la sexualidad y la genitalidad. El coito, la
relación física, se pierde en la
red, no es necesario el contacto de los cuerpos
para establecer una relación puramente
sexual. Con ello estamos modificando el concepto
de género, los roles femenino y masculino,
el planteamiento de la “norma” dentro
de los patrones sexuales. Cualquier comportamiento
es admitido en los encuentros virtuales como
si de un simulacro no real y por tanto no evaluable
se tratase.
Vivir y sentir
la vida a través de una pantalla ha de
tener sus consecuencias. Esta pantalla interactiva
nos permite no sólo participar, terminamos
fundiendo nuestro ser con ella. Nuestra percepción
del sexo y sus condicionantes culturales se relativizan
al cambiar las formas de percepción. Las
insólitas posibilidades de ver las cosas
desde dentro nos introducirá en una nueva
dimensión de "interioridad",
en una comprensión de la realidad que
habrá que afrontar desde una psicología
de la tecnología, desde una "tecnolopsicología"
(De Kerckhove, 1999). El comportamiento mediado
por el ordenador dará un cambio de roles
y actitudes. Si no nos diferencia un cuerpo sexuado
en nuestro encuentro con los demás ¿qué
nos diferencia?: el deseo. El deseo concebido
en la neutralidad del género, la capacidad
de comunicarlo y vivirlo a través de un
teclado. El hombre sustituye el principio de
la realidad por el principio del placer.
Aspectos
históricos de la sexualidad
“Son
las culturas las que manifiestan variadas formas
de vida sexual y en ellas habrá que incidir
para conocer los porqués (y también
los quiénes, los cómo, los cuándo
y los dónde) de las diferentes prácticas
y comportamientos” (Nieto, 1989:84). De
la sexualidad asociada a la fertilidad a la fertilidad
sin sexo y al sexo más allá de
los instintos reproductivos, desde planteamientos
religiosos de una sexualidad oscura en ciertas
épocas de occidente al misticismo del
Kamasutra en oriente, del miedo al cuerpo al
culto al cuerpo como forma de comunicación
con el otro, de la homosexualidad admitida en
la tradición grecolatina a la rigidez
en la asociación entre géneros
y manifestaciones sexuales. Cada época,
cada cultura ha impuesto unos cánones,
pero todas coinciden en algo, la sexualidad es
un aspecto fundamental del ser humano, y a ese
estatus lo han elevado bien a través de
la represión por el temor a su potencial,
bien a través del exceso como vía
de escape y catarsis de todas las pasiones del
hombre. La sexualidad determina al ser humano
desde antes de nacer hasta la muerte.
Griegos y latinos
adoraron a Afrodita y Venus, Hera y Juno, diosas
que representaban la sexualidad como goce y a
la vez la fertilidad. En las culturas helénica
y latina el acto sexual llegó a ser una
manifestación religiosa, orgías
dedicadas a Dionisio o Baco que degeneraron en
manifestaciones extremas de excesos sexuales
que pasaron a la historia. Sus planteamientos
sobre la sexualidad admitían conductas
que otras culturas van a condenar y perseguir
posteriormente como la homosexualidad. La virilidad
se asoció al papel del guerrero y no excluía
estas conductas.
La religión
ha planteado desde los tiempos la forma de vivir
la sexualidad. La judía reprimió
la sexualidad, particularmente la femenina cuyo
único objetivo era la procreación.
En Occidente, la Edad Media enterró también
la sexualidad bajo los pesados ropajes que imponía
la intolerancia religiosa. temor al cuerpo, en
su afán por influir sobre el hombre política
y psicológicamente a través de
la represión de todo tipo. El islamismo
lleva a extremos esta represión, la asociación
entre sexualidad y género es radical.
En Oriente de alguna forma no ocurre lo mismo,
el ascetismo del budismo se mezcla con la búsqueda
del conocimiento sobre la sexualidad como algo
místico, ejemplo lo tenemos en libros
sagrados como el Kama Sutra.
El siglo XX
marca el comienzo de la liberación femenina.
Hay que destacar la asociación que hay
entre la liberación de la persona y la
liberación de su sexualidad, el control
y disfrute de esta. Para ser igual que el hombre
la mujer debía participar de un rol semejante
en su vida sexual. La separación entre
sexualidad y fertilidad marcan la clave, la sexualidad
de la mujer no iba unida a la maternidad. Se
desarrolla el conocimiento del cuerpo y su valoración.
Los años 60, marcan un cambio sustancial
de la actitud de las sociedades hacia la sexualidad
y sus manifestaciones, se extiende una asociación
entre el amor y el sexo, el sexo como manifestación
libre, como forma de comunicación, la
igualdad entre los géneros. Pero la historia
es cíclica y el miedo a las enfermedades
de transmisión sexual, el sida, traen
de nuevo una vuelta a los discursos represivos
sobre la forma de asumir los comportamientos
sexuales y sus opciones. El nuevo siglo nace
con una nueva manifestación sexual, el
cibersexo.
Si la “sustitución
del principio del placer por el principio de
la realidad es el gran suceso traumático
en el desarrollo del hombre” (Marcuse,
2002: 28) la sociedad del siglo XXI está
superando ese vacío volviendo a elevar
el placer por encima de lo real, en entornos
hiperreales construidos desde lo material pero
superando las limitaciones de lo físico.
El placer en su esencia, sin condicionantes,
sin formas previas. Internet se ha concebido
como "un lugar para la experiencia"
(Hine, 2000: 30).
¿Qué
es el cibersexo?
Dentro
de la llamada Comunicación Mediada por
Computadora (CMC), la parte más revolucionaria
de Internet, el cibersexo ocupa una parte importante
de los flujos comunicativos. Si antes de la explosión
mediática de la red y del desarrollo masivo
del uso de chats y foros hubieran pronosticado
que el sexo a través de una pantalla,
sin contacto físico, iba a ser una verdadera
revolución: ¿quién hubiera
apostado por su éxito?. La definición
de cibersexo resulta complicada, hay diferentes
formas de enfocarlo pero ninguna parece definirlo
en su complejidad:
- ¿Una
opción sexual?. Una nueva forma de relacionarse
con el otro a nivel sexual, estimulando determinados
aspectos de la persona que van más allá
del contacto físico, sustituyéndolo
o complementándolo. Constatando una vez
más que el ser humano continúa
siendo un animal emocional incapaz de prescindir
de sus emociones para vivir y el cibersexo es
una búsqueda más de emociones.
- ¿Autosatisfación
sexual?. Pero se parte de la existencia del
otro que está "frente" a nosotros,
se busca el estímulo externo. No es mera
pornografía o juego sexual, es real en
la medida que los sujetos que interactúan
son reales y se comunican en un tiempo y un
espacio virtual.
- ¿Sexo
pensado?. Sexo mental y emocional sin imperativos
físicos, ¿pero no era el sexo
una actividad básicamente física,
el aquí y el ahora frente al amor que
crece por encima del lugar y del tiempo?. La
red relativiza los lugares y los momentos. El
sexo está más dentro de la cabeza
que entre las piernas (Gubern, 2000: 183).
- ¿El
miedo al otro?. Un sexo sin contacto en tiempos
los del sida. Una sociedad que avanza hacia
el sexo “limpio y seguro”.
- ¿El
miedo a uno mismo?. Tras la tiranía del
culto al cuerpo nos podemos comunicar con extensiones
tecnológicas que eliminan nuestras limitaciones
de vejez, potencia, capacidad de satisfacer…
Podemos olvidar que tenemos un cuerpo condenado
a la decadencia y con ello el hombre olvida
uno de los mayores miedos que arrastra y uno
de los motivos de su infelicidad (Freud, 1998).
Buscamos a través de la digitalización
un cuerpo nuevo, un cuerpo transformado sin
defectos (Yehya, 2001)
- ¿La
demencia del hombre que abocado a separarse
de la naturaleza está perdiendo su vínculo
más real con ella, en un camino sin retorno
donde la mente es el último residuo?.
El ciberespacio "se ha convertido así
en (...) el LSD de los años 90"
(Nora,1995: 69). Un sucedáneo de la realidad
el síntoma del "empobrecimiento
de la experiencia humana o de la desrealización
del sujeto" (Subirats, 2001:14)
- ¿El
reflejo de la soledad a la que estamos abocados
en la era de la comunicación?. La red
es un espejo de la vida real y navegamos por
ella buscando el contacto que no tenemos en
un mundo que se antoja cada vez más distante.
En esta necesidad estamos creando una sociedad
universal donde fluye la comunicación,
las ideas, el intercambio emocional, donde las
distancias se eliminan, estamos juntos y podemos
simplemente divertirnos (Rheingold, 1996). “La
sexualidad puede entenderse en el hombre como
una forma adaptativa de comunicación”
(Kottak, 1994:141) y la red responde a esta
necesidad con el cibersexo, abriendo expectativas,
caminos y rituales.
- ¿El
ascetismo del placer?. La otra cara de un sexo
sin cuerpo. Una forma más de expresión
de una sociedad que impone el sacrificio del
cuerpo. El cuerpo no está destinado el
placer, hay que sacrificarse para estar bellos,
delgados, jóvenes. Se exige una vida
austera, hay que imponerse límites dentro
de un discurso imperante de que el cuerpo no
está destinado al placer (Onfray, 1999).
El cibersexo
es una forma de relación sexual donde
no sólo interviene el sujeto, implica
por tanto una interacción aunque esta
sea a través de intermediarios técnicos.
Supone un cambio en la forma de ser del hombre,
en sus roles en comunidad. Si la civilización
está basada en la subyugación permanente
de los instintos humanos (Freud 1998) la era
de Internet abre un espacio paralelo, una "civilización
virtual" que se mueve con otros condicionantes.
La red es la apertura a los instintos, dentro
de la virtualidad, pero hasta ahora no se había
dado rienda suelta a tantos juegos, contactos,
relaciones, opciones sexuales, vivencias de otros
géneros distintos al propio… a un
número tan amplio de individuos. El potencial
de llegar a tantas personas en tiempo real con
la libertad que marca el anonimato, cambia las
normas. Casi todo vale en la red.
Identidad,
Sexo y género en la red
¿Quiénes
somos en la red?. Internet nos ha transformado
en sujetos asexuados biológicamente. La
biología se diluye, no hay elementos físicos,
se rompe la rígida relación entre
sexo como concepto biológico y género
como concepto flexible que “varía
con los factores culturales, sociales, políticos
y económicos. La variabilidad del género
en el tiempo y en el espacio sugiere que continuará
cambiando. La biología de los sexos no
es un cerramiento estrecho que limite a los humanos,
sino una amplia base sobre la que puede construirse
una gran variedad de estructuras” (Kottak,
1994:329). La división entre femenino
y masculino se diluye en los entornos virtuales,
el tema de la identidad sexual adquiere otras
connotaciones, las contradicciones desaparecen
o se desarrollan en su máximo esplendor.
Sin el cuerpo del otro como referente más
que imaginario perdemos nuestro determinismo
biológico, intuimos en función
de experiencias vividas desde el pensamiento
y no desde el contacto. Es la igualdad perfecta
entre hombres y mujeres.
Los imperativos
biológicos han determinado una diferenciación
desde los principios de la humanidad entre el
papel a cumplir por hombres y mujeres, sobre
todo por la asociación entre mujer y maternidad,
hombre y fuerza física. Cuando la mujer
puede separar el sexo de la maternidad y la fuerza
de la máquina sustituye a la del hombre
las bases sociales cambian. Es de prever que
con esta transformación en seres sin cuerpo
que deambulan por la red estamos perdiendo los
determinismos inevitables que nuestras características
físicas tienen para relacionarnos, interactuar
y entablar relaciones sexuales. No importa el
contacto físico sino la capacidad de emocionarse.
El hombre digital ha pasado de verse como un
animal racional a sentirse como una máquina
emotiva (Turkle, 1984). Pero incluso en entornos
virtuales los referentes físicos juegan
un papel importante, se parte del traspaso de
la idea de “lo material” a un entorno
virtual. Estos referentes son claves en los estímulos.
Más que
nunca la variedad es la norma. Cualquier costumbre,
tendencia, gusto, uso o abuso de la sexualidad
tiene margen en Internet. La biología
plantea unas bases y tiene su importancia, pero
las capacidades del cuerpo y la mente sólo
adquieren significado en las relaciones sociales
(Weeks, 1998) que en este caso son mediadas por
la tecnología y adquieren fuerza como
recreación interior, como búsqueda
de lo que somos desde nosotros mismos hacia nuestra
proyección exterior. No existen imposiciones
externas sólo condicionantes internos,
las imposiciones externas, tabúes y normal
culturales ajenas a la red no existen explícitamente.
En Internet
es habitual el cambio de género en personas
que no han usado otros roles diferentes al suyo
en la vida real. ¿A qué necesidad
de catarsis responde?. Un estudio efectuado entre
400 participantes de Australia y Estados Unidos,
que no era mas que un juego de personificación
de sexos por la red, evidenció que el
40 por ciento prefirió un cambio cibernético
de sexo (Sánchez, 2001). El sexo, visto
desde este prisma queda enteramente desprovisto
de cualquier valor ontológico y prediscursivo
no “hay identidad más allá
de las expresiones de género y sexo. Esa
identidad se construye performativamente”(Butler,
J, 1997). El travestismo, el juego, las opciones
más diversas son algo habitual, probablemente
porque en "la vida real hay un precio a
pagar (…) Obtenemos algunos de los Beneficios
de las malas experiencias sin tener que pasar
por ellas" (Walton,1990:68).
El personaje
y la persona
Somos
lo que somos como fruto de la propia autoconstrucción
de nuestro ser en interacción con los
otros y con el contexto donde nos comunicamos.
"La identidad propia emerge de quien uno
conoce, de nuestras asociaciones y conexiones"
(Turkle, 1997: 258). Nuestros determinismos biológicos
suponen una base amplia y flexible sobre la que
estructurar, más allá de ello el
hombre se nutre de lo externo como ser social.
Cuando pasamos a entornos virtuales, intangibles,
estamos partiendo de una capacidad adaptativa
del ser humano, pero en esa adaptación
dejará parte de su ser anterior y desarrollará
aptitudes y capacidades que le hagan superar
su vulnerabilidad en una primera etapa de desarraigo.
El concepto
de lo que somos, la visión de nosotros
mismos y del mundo, están siendo influidos
por nuestro ir y venir dentro de la nueva realidad
en la que nos movemos. "Internet se ha convertido
en un significativo laboratorio social para la
experimentación con las construcciones
y reconstrucciones del Yo que caracterizan la
vida posmoderna. En su realidad virtual nos autocreamos"
(Turkle, 1997: 228-229). A modo de teatro virtual
representamos un papel en esa vida simulada,
¿seleccionado o adjudicado?. En la cotidianidad
de los entornos materiales también representamos,
consciente o inconscientemente somos diferentes
según con quien hablemos, con quien estemos.
"Llos seres humanos representamos ante los
demás" (Goffman, 1987: 268) pero
en cada papel que representamos somos un poco
nosotros mismos, nos fundimos con el personaje
y terminamos siendo parte de él. Somos
un “otro” conquistado. De ahí
el peligro de vivir personajes. "En nuestra
sociedad, el personaje que uno representa y el
"sí mismo" propio se hallan,
en cierto sentido en pie de igualdad" (Goffman,
1987: 268). El gran teatro de la red puede terminar
devorando nuestra entidad material porque nos
deja elegir personaje de la obra sin condicionantes.
Adicciones que empiezan a estar a la orden del
día.
Vivimos la cultura
del simulacro. "No se trata ya de imitación
ni de reiteración, incluso ni de parodia,
sino de una suplantación de lo real por
los signos de lo real, es decir, de una operación
de disuasión de todo proceso real por
su doble operativo, máquina de índole
reproductiva, programática, impecable,
que ofrece todos los signos de lo real y, en
cortocircuito, todas sus peripecias." (Baudrillard,
1984: 9-10). En la red podemos vivir cualquier
experiencia de la vida real, acceder a cualquier
fantasía sexual sin referentes físicos
pero de gran impacto emocional. El abanico de
posibilidades es más amplio que el que
nos ofrece el limitado contexto inmediato. Multitud
de experiencias han demostrado lo adictivo de
estos procesos de interacción que requieren
de la participación desde el interior
de las personas, provocando procesos virtuales
placenteros que en ocasiones hacen perder el
interés por las relaciones reales. Pero
la red no deja de ser un simulacro, una realidad
paralela que en ocasiones resulta engañosa
(Gwinnell, 1999) donde podemos perdernos en el
personaje o dejarnos arrastrar por actores inexistentes,
de gran capacidad adictiva porque responde a
necesidades del hombre como ser emocional y a
sus carencias más íntimas.
Concepto
de cuerpo
“La
tecnología informática transforma
no sólo nuestras vidas, sino también
el imaginario en el cual vivimos, incluida la
manera en la cual nombramos y pensamos nuestros
cuerpos” (Levis, 1997: 27). ¿Cual
es la noción de cuerpo en el Ciberespacio
cuando las características biológicas
que determinan la sexualidad desaparecen y con
ellas su asociación cultural al género?.
En el mundo real el cuerpo se construye como
realidad sexuada y como depositario de principios
de visión y de división sexuantes
(Bourdieu, 1998:22). El cuerpo en el Ciberespacio
es un cuerpo libre que pretende eliminar todo
sesgo de diferenciación más allá
de la deseada.
El ordenador
“ha redefinido la función y la esencia
del hombre” (Yehya, 2001:11), dentro de
él poseemos un cuerpo digitalizado, mediatizado
por la técnica, ajeno a sus características
naturales y biológicas. En Internet lo
exhibimos y miramos sin el pudor de los entornos
materiales, nuestra intimidad queda reducida
a datos superfluos, el resto podemos mostrarlo
sin miedo, crearlo o recrearlo. Somos lo que
enseñamos, vemos lo que nos muestran.
El cuerpo se relativiza en un juego de interacciones
que lo hacen posible, nacemos ante el otro, con
la ilusión de estar presentes, existiendo
en el instante que nos comunicamos, desapareciendo
cuando no tenemos ante quien mostrarnos. “Exhibicionismo
y voyeurismo son dos elementos distintivos
de nuestra época en una cultura de masas
mercantilizada donde se ha liberado el culto
a la anatomía humana (Gubern, 2000: 173)
y hemos pasado al culto a lo imaginado, lo pensado,
lo sentido, lo recreado.
Pero pese a
esa sensación de libertad frente a las
imposiciones de lo corporal, ese mundo ideal
sin limitaciones a los instintos, donde podemos
tener lo que deseamos, esté o no a nuestro
alcance, exista o no exista, no podemos olvidar
que el referente de la virtualidad es la propia
materialidad y sus cánones. El hombre
sólo puede construir elementos nuevos
con materiales antiguos. “No podemos sin
embargo olvidar que estas construcciones icónicas
se elaboran sobre la base de nuestra experiencia
pasada y presente con este mundo y con este universo”
(Maldonado, 1999: 76).
El mundo se
ha convertido en algo mucho más amplio
de lo que nuestras capacidades físicas
pueden abarcar (Turkle, 1995) y ello nos ha obligado
a construirnos un cuerpo digital para poder comunicarnos
con el otro, un alma digital, instintos virtuales.
El hombre en su interacción con una pantalla
no es más que el resultado de las nuevas
condiciones sociales y urbanísticas con
el desarrollo de los nuevos medios de comunicación
(Gwinnell, 1999). Autopistas por las que no puede
desplazarnos ningún vehículo, continentes
que no se cruzan en avión, espacios abiertos
y a la vez sumamente restringidos. El hombre
se ha introducido en el ciberespacio sin conocerlo,
explorando sus rincones. Su cuerpo queda más
allá del monitor y la pérdida inicial
del sentido de la gravedad le hace creer que
es más libre, que no puede perder nada
porque deja todo fuera, ¿o no?.
Conclusiones
Internet
ha trastocado el mundo de lo tangible, llevando
a las personas a poder optar entre las alternativas
más extrañas, como la establecer
vínculos sexuales y afectivos con personas
a las que jamás ha visto y a las que no
verá. Si el hombre se crea en sociedad
y en su relación con los otros conforma
su propio ser, el alma de este nuevo hombre creada
en mundos irreales es un alma inventada. La digitalización
de los entornos ha desarraigado al hombre de
su mundo natural, dejándolo en un espacio
que no conoce y en el que navega a la deriva
buscando una tabla de salvación. El sexo
como instinto más primario le devuelve
a sus orígenes.
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Dra.
Tatiana Millán Paredes
Profesora del Área de Comunicación
Audiovisual de la Universidad
de Extremadura, España. |