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Por Gabriela de la Peña
Número
54
Escribo
esto al vuelo de estar participando, desde mi
computadora, en el III Congreso Online que organiza
desde Barcelona el Observatorio para la Cibersociedad
<http://www.cibersociedad.net/congres2006/>,
un foro internacional que al día de hoy
ha reunido a seis mil profesionales interesados
en el impacto de las TICs (tecnologías
de información y comunicación)
en distintos ámbitos sociales.
He recorrido
las distintas líneas temáticas
del congreso y he podido reflexionar acerca de
dos ponencias que llamaron mi atención
particularmente; la primera referida al potencial
de las TICs para disminuir la brecha de género
y la segunda sobre los hábitos de lectura
y escritura que presenta el sector de jóvenes
urbanos en el contexto de consumo de estas nuevas
TICs1.
En cuanto al
tema de las TICs y su potencial para generar
nuevos esquemas de participación y convivencia
que acorten las brechas de desarrollo entre hombres
y mujeres en las sociedades contemporáneas,
son interesantes las observaciones que Gómez
Ponce (2006) presenta. Según la periodista,
profesora universitaria y consultora social,
existen algunas limitantes que entorpecen el
pleno uso de las nuevas tecnologías para
la comunicación como herramienta de participación
y creación entre la población femenina
de distintas edades y formaciones educativas.
Al hablar del uso que las mujeres hacemos de
la computadora y la Internet, refiere lo siguiente:
El sector de
mujeres que hace uso de las distintas herramientas
computacionales y de Internet –y con esto
nos ubicamos, evidentemente, en los estratos
en los que las mujeres cuentan con recursos económicos
y educativos suficientes para tener acceso a
estas tecnologías- lo hace desde una postura
pasiva. Esto es, no como creadoras, co-participantes
o promotoras; sino como meras usuarias o consumidoras.
La red está ahí, con todo su potencial
para el intercambio y la propuesta, pero están
también ahí los hábitos
adquiridos por este sector como consumidoras
de otros espacios audiovisuales, mujeres que
pocas veces se visualizan a sí mismas
como creadoras potenciales de estos contenidos
o estos medios. Si frente al televisor las mujeres
reciben el bombardeo de su propia imagen estereotipada
–mujer mercancía, mujer objeto-
sin posibilidad de proponer otro “retrato
de sí mismas” u otros contenidos
que las representen; lo mismo parece estar ocurriendo
frente a la pantalla de la computadora:
Muy poco ha
cambiado en la imagen de la mujer que aparece
en los medios desde 1995, ya se trate de publicidad
o de información. Prevalecen imágenes
negativas, estereotipadas, inexactas o violentas
de la mujer. Algunas de las mujeres son sencillamente
invisibles, como las que pertenecen a minorías
étnicas o raciales o se describe a la
mujer más por su apariencia que por sus
habilidades.… Los nuevos medios perpetúan
y acentúan mucho de lo que es negativo
en la imagen de la mujer, como los juegos para
ordenador y los videos musicales”. (Informe
de la discusión en línea sobre
Mujer y Medios de Comunicación. Sección
J de la Plataforma de Acción de Beijing;
del 8 al 17 de diciembre de 1999; cit. en Gómez
Ponce, 2006).
Así
es que si bien es cierto que los patrones de
representación estereotipada de lo femenino
parecen estar reproduciéndose en los contenidos
de las TICs –los personajes de los videojuegos
o la presentación meramente erótica
de la mujer en la publicidad vía Internet,
por ejemplo-, también es verdad que estos
mismos medios proporcionan las herramientas necesarias
para contrarrestar dicho bombardeo y crear espacios
de intercambio y desarrollo orientados a la convivencia
armónica de hombres y mujeres así
como a la lucha por la equidad de oportunidades
para ambos géneros.
¿Qué
sucede entonces? ¿Por qué si las
TICs proporcionan libremente –sin hacer
distinción de género- oportunidades
de comunicación e intercambio, siguen
perpetuándose modelos patriarcales y machistas
en sus contenidos y sigue faltando la participación
de la perspectiva femenina en el concierto de
voces de la Internet? Gómez Ponce sugiere
lo siguiente:
Las nuevas
tecnologías son un instrumento…
que reproduce virtualmente la realidad no virtual.…
Así que si existe discriminación
y violencia en la calle, en la red encontramos
estos contenidos igualmente, o más potenciados
dado el carácter anónimo de la
red, porque son un reflejo de la sociedad (Informe
de la discusión en línea sobre
Mujer y Medios de Comunicación. Sección
J de la Plataforma de Acción de Beijing;
del 8 al 17 de diciembre de 1999; cit. en Gómez
Ponce, 2006).
La autora continúa
proporcionando cifras y ejemplos que sustentan
dicha reproducción de lo social en los
contenidos de la red: el acceso se realiza desde
los lugares de trabajo o estudio, espacios en
los que la participación de la mujer es
bastante menor que la de los hombres, y esta
brecha crece conforme aumenta la edad de los
internautas. También, reflexiona acerca
del hecho de que el sector de desarrolladores
de lo digital, ya sea en programación
o contenidos, es otro lugar privilegiadamente
masculino en el que escasean las profesionales
del ramo. Estas conclusiones son extraídas
por la autora de encuestas realizadas tanto por
Red.es2 como
por ALAIC3,
cuyos datos conciernen a la realidad de acceso
y uso de las tecnologías de comunicación
en España y América Latina.
Si revisamos
las cifras que con respecto a la utilización
y consumo de la Internet realizan las mujeres
específicamente en México, encontramos
que el universo de internautas en nuestro país
se divide de la siguiente manera: 58% son hombres
mientras el 42% restante lo constituye el sector
femenino de acuerdo con el estudio “Hábitos
de los usuarios de Internet en México
2006” realizado por la Asociación
Mexicana de Internet (AMIPCI)4.
El mismo estudio destaca la composición
de internautas por zona de población y
edad: un 90% se ubica en las zonas urbanas y
mientras el 49% tienen entre 12 y 19 años,
sólo un 6% se encuentran en el rango de
los 55 a los 64 años de edad. Estas cifras
son congruentes con la realidad arrojada para
España y América Latina en general,
a partir de las cuales Gómez Ponce destaca
la brecha digital que experimentan las mujeres,
sobre todo rurales y mayores a los 40 años,
en Iberoamérica.
Bajo este panorama
de consumo, uso y contenidos de las TICs, Gómez
Ponce (2006) rescata, no obstante, la otra realidad
de la Internet y las computadoras:
Pero por otro
lado, la Internet es una oportunidad. Debido
a su carácter democrático es un
instrumento para que se escuchen nuevas voces,
para el activismo, para unir conciencias de
todo el mundo que se está convirtiendo
en plano, como señala en el título
de su libro Thomas L. Friedman (El mundo
es plano, Una breve historia del siglo
XXI, Farrar Straus & Giroux, 2005). Internet
ofrece una oportunidad para cambiar estereotipos,
para luchar contra la discriminación
y la violencia, para facilitar herramientas
que permitan el desarrollo, para compartir experiencias
y evolucionar más rápidamente
y mejor”.
Ejemplo de lo
anterior es el portal “Les Penélopes”
<http://www.penelopes.org>,
un canal de televisión por Internet, realizado
por mujeres, que transmite sin apoyo económico
o logístico de ningún gobierno
y/o empresa privada. La generación Web
2.0 creando y difundiendo contenidos desde la
trinchera de la sociedad civil.
¿Cuál
es la relación de un debate como este
y la realidad del día a día en
nuestras aulas? Considero que una de importancia
estratégica: es el ámbito privilegiado
de la educación universitaria en donde
podemos intervenir los docentes para acrecentar
los espacios de creación/representación
de un concierto de voces más plural, equitativo,
equilibrado y propositivo. Es también
ahí donde podemos incentivar al sector
femenino de estudiantes para que ejerciten su
capacidad de creación de contenidos y
de propuestas positivas para sí mismas
y para su comunidad, más allá del
papel al que algunas de ellas pueden haberse
habituado ya como meras consumidoras o usuarias
acríticas de las TICs; donde podemos,
finalmente, contrarrestar el avasallador flujo
de estereotipos negativos que sobre las mujeres
han recibido nuestros estudiantes a lo largo
de su recorrido como receptores de los medios
de comunicación.
¿Deberían
aventurarse nuestros estudiantes a diseñar
y mantener sus propios sitios web? ¡Por
supuesto! ¿Qué mejor ejercicio
para la práctica verdaderamente democrática,
universalista, responsable y crítica que
el sostenimiento de un medio de comunicación
que los conduzca a informarse a fondo, contextualizar
sus propuestas, enfrentar los retos de un debate
que se da en un espacio universal y democrático?
¿Qué mejor forma para comprobar
que no sólo se puede ser usuario responsable
e inteligente, sino proponer y crear contenidos
que acrecienten el intercambio de perspectivas
en la sociedad del conocimiento? ¿De qué
otra forma podrán nuestras estudiantes
comprobar que tienen la misma oportunidad que
sus compañeros varones para apropiarse
y encauzar los contenidos de las TICs; que no
son ese retrato estereotipado que de ellas hacen
otros sitios de Internet, la publicidad frívola
e irresponsable o los medios de comunicación?
Lo anterior
plantea, no obstante, nuevos retos para los propios
docentes. En primer término, somos nosotros
–y nosotras, sobre todo- quienes debemos
liderar este cambio en los patrones de apropiación
de las TICs. No se puede enseñar lo que
no se conoce, o aquello que no se considera de
primer orden. Creo en este punto que somos especialmente
las docentes quienes tenemos que presentar modelos,
herramientas y prácticas cotidianas que
encaminen a nuestros estudiantes –hombres,
pero sobre todo mujeres, dada la brecha de género-
hacia una posición más crítica
y creativa con respecto a los contenidos de la
Internet y las posibilidades de un intercambio
respetuoso y enriquecedor a través de
las TICs. Este cambio en el patrón de
consumo y creación de contenidos de las
TICs implica, de forma intrínseca, la
formación de hombres y mujeres con capacidad
crítica, de proponer clara y respetuosamente
sus ideas, de creatividad para la difusión
de las mismas.
También
considero importante recalcar que esta forma
de usar y apropiarse de las tecnologías
de información y comunicación permea
al total del currículo universitario.
Esto es, la formación de internautas críticos
y creativos no puede darse a través del
esfuerzo aislado de un solo curso o en un sólo
momento del período académico.
La Internet y sus contenidos rodean irremediablemente
nuestra realidad cotidiana en el aula y fuera
de ella, ¿Por qué no hacerla nuestra
aliada, como propone Gómez Ponce (2006),
en la conformación de espacios más
equitativos y democráticos, más
críticos, más orientados a la solución
real de los problemas que enfrentan nuestras
comunidades, entre ellos, la brecha digital experimentada
por las mujeres?
Otra de las
ponencias en el III Congreso Online del Observatorio
para la Cibersociedad que tuve oportunidad de
accesar fue “Los jóvenes ante las
nuevas tecnologías: entre la ‘crisis
de la lectura’ y el nuevo ocio fragmentado”6
y se relaciona directamente con lo que antes
expongo, aunque este artículo trata específicamente
de otro sector de igual importancia para nuestro
quehacer docente: los jóvenes urbanos.
El artículo
retoma aquellas quejas comunes en nuestros días:
“los jóvenes ya no leen tanto como
antes” y “los jóvenes ya no
saben leer”. En un intento por desmitificar
estas creencias con datos empíricos sobre
los hábitos de lectura del sector de jóvenes
urbanos en varios países (España,
Estados Unidos, Francia y Japón), Domínguez
y Sádaba (2006) llegan a la conclusión
de que no es la cantidad de libros o de textos
leídos lo que ha cambiado en las generaciones
recientes de los estudiantes, sino la dinámica
de apropiación que éstos realizan
al exponerse a formatos escritos que integran
nuevas posibilidades de lectura: hipertextualidad,
imágenes, sonido, libre movimiento entre
los contenidos de una propuesta digital. Es decir,
los jóvenes siguen siendo el sector que
más lee de nuestras sociedades urbanas
contemporáneas7,
pero su forma de accesar dichos contenidos incluye
nuevas estrategias y formatos: se lee en pantalla,
bajo una estructura hipertextual que permite
ir construyendo el conocimiento a partir de los
saltos de información que el propio internauta
decide dar a partir de la propuesta del autor.
Sabemos cuánto
leen nuestros jóvenes urbanos a partir
de los datos arrojados por diversas encuestas
sobre su consumo de libros impresos o electrónicos8,
lo que no sabemos es cómo leen, dónde
leen o cómo se apropian de los contenidos
de la lectura.
Domínguez
y Sádaba (2006) retoman a autores como
De Certeau y Foucault para explicar la forma
en que estas nuevas prácticas de lectura
tienen lugar en el contexto de la era digital.
Mientras De Certeau (cit. en Domínguez
y Sádaba, 2006) argumenta que la lectura
es siempre un proceso en el que el lector es
agente activo y miembro de una realidad compleja
en la que se inserta y a la que traslada su actividad
lectora, Foucault (cit. en Domínguez y
Sádaba, 2006) nos advierte que dicha lectura
está en cierta forma condicionada por
el control que sobre los contenidos propuestos
tienen, directamente, el autor, e indirectamente,
las instancias de poder desde donde se realiza
la obra.
En cualquier
caso, dentro del entramado de poder en que se
ubica la creación y difusión de
los contenidos así como desde donde encontramos
la capacidad lectora e interpretadora del sector
de lectores, habríamos de tomar en cuenta
que en la era digital los contenidos y su correspondiente
lectura implican características que tienen
que ver con una forma más libre de apropiación
de los contenidos; ya sea por la complejidad
de su estructura -que incluye hipervínculos,
imágenes y sonidos- o por la de los contextos
en los que se ubican los agentes lectores:
Autoras como
Bahloul (2003) al reubicar la lectura en el
tejido de las relaciones simbólicas y
reales de los lectores, pone de manifiesto las
limitaciones de una aproximación así
pues muestra cómo lo que determina la
cualidad de un lector en tanto tal, no es sólo
qué o cuánto lee, sino la manera
en que capitaliza la lectura en su vida social,
afectiva, política o laboral, cómo
y por qué se llega a la lectura, qué
o quiénes influyen en ella, cómo
se socializa, etc. O, para decirlo coloquialmente,
la forma en que a través de la lectura
el lector se planta en el mundo (Domínguez
y Sádaba, 2006).
Así mismo,
Michel de Certeau (1996) llama la atención
sobre la diferencia entre la naturaleza de lo
escrito y lo leído, donde si la escritura
está destinada a lo duradero y conservador,
la lectura en cambio es versátil, múltiple,
fugaz y se inscribe en espacios y tiempos determinados.
Hay tantas lecturas como pueda haber agentes
lectores dispuestos a reinterpretar e incorporar
a su compleja vida cotidiana los contenidos apropiados
del texto escrito.
En este contexto,
Domínguez y Sádaba (2006) concluyen
que la lectura del sector de jóvenes urbanos
no se ve disminuida a raíz del advenimiento
de las tecnologías de la información
y la comunicación, antes bien, los jóvenes
siguen siendo los mayores lectores por grupo
de edad y es así también debido,
precisamente, a que se enfrentan con mayor frecuencia
al texto escrito de las TICs; práctica
ésta –la lectura en pantallas, en
computadora y otras tecnologías, de contenidos
digitales- que cotidianamente va modelando una
nueva forma de lectura caracterizada por la participación
en coautoría (al conformar el contenido
final de la lectura a partir de su iniciativa
al ir de vínculo en vínculo), y
la visualización del texto como algo inacabado
(pues son ellos mismos quienes unen las piezas
de las propuestas hipertextuales de la información
entregada por el autor).
Los jóvenes
lectores de lo electrónico, de este modo,
construyen un nuevo texto en el que se borran
las fronteras entre el lugar de origen del texto
y el de su decodificación, en el que terminan,
por otra parte, las barreras que suponían
cierto elitismo del autor con respecto al lector,
aquel que ubicaba al primero en la creación
de una propuesta textual de corte lineal, bajo
la lógico del pensamiento de su propuesta
impresa en el libro tradicional. Esto se ve modificado
por nuevos hábitos de lectura y coautoría;
así, TICs tales como el Messenger, la
bitácora o blog, el correo electrónico,
los flogs; tecnologías cuya operación
supone una actividad lectora y creadora por parte
del usuario, dan lugar a un ejemplo claro de
este tipo de apropiación: la generación
de los llamados “screen agers”; jóvenes
que al hacer uso de las tecnologías antes
mencionadas, ponen en práctica no sólo
su capacidad lectora, sino su propia propuesta
de redacción, grafismo y sintaxis; jóvenes
que “se citan masivamente a la salida de
clase para escribir frenéticamente durante
horas en las mensajerías instantáneas
de la Red. Lo harán con faltas de ortografía,
con vocabulario inventado y con una sintaxis
y sindéresis que recuerda mucho a los
experimentos vanguardistas, la escritura automática
y simultánea de los surrealistas o la
intertextualidad multimedia de los setenta”
(Domínguez y Sádaba, 2006).
Pero lo anterior
sigue dejando abierta la pregunta: ¿cómo
leen, cómo interpretan los jóvenes
lectores los contenidos hipertextuales a los
que acceden?
Los autores
del artículo presentan un retrato de lo
anterior a partir del análisis de jóvenes
lectores en diferentes países. Este segmento
de edad, como sucede con otros, recibe de diversos
medios lo que llamamos “cultura”
(conocimiento, información), lo que quiere
decir que la actividad lectora convive con otras
formas de entretenimiento y educación.
Entre ellas, la televisión, que no únicamente
sustituye como proveedora de información
a los libros, sino cuya práctica de apropiación
parece estar influyendo la lectura en la era
de lo electrónico. Domínguez y
Sádaba (2006) hacen referencia al modo
de consumo de imágenes y sonido de la
televisión: espectadores que se exponen
a los contenidos de este medio a través
del zapping, término angloamericano
que hace referencia al hecho de cambiar de canales
a placer a través del control remoto.
Escuchar y ver, y hacerlo de forma fragmentaria
y caótica –sin un canon u orden
determinado- es trasladado a la lectura de hipertextos
en la red. Los jóvenes urbanos leen mensajes
en movimiento, con sonido y haciendo zapping,
contrario a lo que es la lectura lineal y progresiva
que los libros proponen a partir de su estructura
y sus contenidos. Como mencionan los autores
de la ponencia, “la lectura de los textos
digitalizados o electrónicos es una lectura
hipertextual y por la naturaleza del hipertexto
deviene en una lectura no secuencial, no lineal,
una lectura de curso sinuoso, que a la manera
de los ríos que se desplazan por zonas
de llanura, de escasa pendiente, va discurriendo
sinuosamente, con múltiples brazos e incluso
con cursos abandonados, que se convierten en
pequeñas y efímeras lagunas”
(Domínguez y Sádaba, 2006).
Otra cuestión
importante con respecto a los nuevos hábitos
de lectura de los jóvenes urbanos, y que
es producto de la integración de las TICs
a su vida cotidiana, es aquella que asocia la
lectura al placer. La lectura hipertextual permite
a los internautas crear un sentido propio de
la leído a partir de los vínculos
elegidos y de su propio camino a través
de los mismos, práctica asociada al placer
de una lectura no obligatoria y a-lineal, que
si se conjunta con la presentación de
imágenes, movimiento y sonido; da por
resultado una práctica placentera que
pocas veces asocian a la lectura de un texto
obligatorio o “de la escuela”.
Esto, no obstante,
ha dado origen a la queja a la que hacíamos
alusión en párrafos anteriores:
“los jóvenes ya no saben leer”,
para hacer referencia a una forma de apropiación
de la lectura de libros que tiene que ver con
el trato de objeto de consumo que se les da versus
objeto de conocimiento:
Los jóvenes
lectores están cambiando las reglas del
comportamiento de la lectura que hasta ahora
había condicionado rígidamente
este hábito. El nuevo modus legendi comprende
por su parte una relación física
con el libro, la revista, el comic o la pantalla,
una interacción intensa y directa, mucho
más que en los modos tradicionales. ‘El
libro está enormemente manipulado, lo
doblan, lo retuercen, lo transportan de un lado
a otro, lo hacen suyo por medio de un uso frecuente,
prolongado y violento, típico de una
relación con el libro que no es de lectura
y aprendizaje, sino de consumo’ (Petrucci,
cit. en Domínguez y Sádaba, 2006).
Y
El nuevo modo
de leer influye en el papel y en la presencia
del libro en la sociedad contemporánea,
contribuyendo a modificarlo respecto al pasado
más próximo. Ahora convive, incluso
físicamente, con un gran número
de objetos distintos de información y
formación electrónicos y los abundantes
gadgets tecnológicos puramente simbólicos
que decoran los ambientes juveniles y que caracterizan
su estilo de vida. Entre estos objetos, el libro
simplemente es el menos caro, el más
manipulable y el que más se puede deteriorar.
Todo ello termina por tener a su vez algún
reflejo en los hábitos de lectura, en
el sentido de que la breve conservación
y la ausencia de una colocación concreta
y por tanto de una localización segura,
hacen difícil, por no decir imposible,
una operación que se repetía en
el pasado, la de relectura de una obra ya leída
y que derivaba de una concepción del
libro como texto para reflexionar, aprender,
respetar y recordar; muy diferente al concepto
actual del libro como objeto de uso instantáneo
para consumir, perder o incluso tirarlo en cuanto
se ha leído o incluso antes (Domínguez
y Sádaba, 2006).
Esto deriva
en otra diatriba sostenida por algunos intelectuales
(Raffaele Simone, lingüista italiano, y
el filósofo también italiano Giovanni
Sartori; entre otros) que se oponen al uso “desechable”
de los libros por parte de este segmento de población
que nos atañe. Sostienen que mientras
que la televisión ha provocado una “banalización
de la realidad” que conlleva una forma
de entender al mundo a partir de superficialidades
y sin esfuerzos reflexivos, ha creado una práctica
de apropiación de otros contenidos caracterizados
por la “simple mirada” sobre cualquier
asunto u objeto. Lo cierto es que, como apuntan
Domínguez y Sádaba (2006), la lectura
de lo electrónico e hipertextual implica,
a diferencia de otros formatos de texto escrito,
las siguientes variables de contenido y apropiación
cultural:
- Cambio en
la jerarquía de los valores: ahora la
visión natural prevalece sobre la alfabética.
- Aumento del
valor de la imagen (hipervisualidad) y con ello
la supremacía de lo menos estructurado
sobre lo más estructurado.
- Nueva forma
de elaborar la información, que cabe
catalogar como "no proposicional"
y la cual se caracteriza porque ha perdido los
rasgos de ser analítica, estructurada,
contextualizada y referencial, para convertirse
en "una masa indiferenciada donde todo
está en todo" y que desprecia el
análisis y la experiencia.
- Se ha modificado
la naturaleza de la escritura y la tipología
de los textos (hipertextos). "Las desventajas
del libro frente al hipertexto hacen presagiar
su desaparición y el nacimiento de una
nueva cultura, con profundas repercusiones sociales,
en especial en los modelos de enseñanza-aprendizaje,
que tienen en el libro un fiel transmisor de
información y esparcimiento con memoria
indeleble". (Cote, Eduardo. "Educación
y cibersociedad: Hipertextos e hipermedia").
- "Los
multimedia interactivos dejan muy poco margen
a la imaginación. Como una película
de Hollywood, los multimedia narrativos incluyen
representaciones tan específicas que
la mente cada vez dispone de menos ocasiones
para pensar. En cambio la palabra escrita suelta
destellos de imágenes y evoca metáforas
que adquieren significado a partir de la imaginación
y de las propias experiencias del lector"
(Negroponte, 2000: 24-25).
- Se tiene
acceso a la información en un grado desproporcionadamente
alto, lo que motiva que se hable de una "infoxicación"
(indigestión informativa) en tanto no
discrimina según criterios de selección,
espíritu analítico y crítico.
¿Están
nuestros jóvenes perdidos para la lectura
crítica y han sido devorados por las prácticas
de “la simple mirada” y “el
texto desechable”? o bien, ¿deconstruyen,
re-crean al leer y al escribir un texto con ramificaciones
hasta cierto punto libres, con grafismos reinventados,
con una nueva sintaxis, mezcla de elementos lingüísticos
e imágenes en movimiento?
¿Es
eso escritura, lectura? Ciertamente lo es a nivel
de práctica social partir de la forma
en que los jóvenes se apropian de las
TICs y sus contenidos, como lo demuestran datos
estadísticos y la realidad cotidiana en
el grupo formado por internautas jóvenes.
Las siguientes figuras, en tono humorístico,
parecen reflejar una realidad como la mencionada
(ver figs. 1 y 2).
Fig.1. Nuevos
grafismos entre jóvenes en la era digital
Fig. 2. Convivencia de diversos formatos de escritura
y lectura en la era digital.
¿Hacia
una sociedad de jóvenes creadores, hombres
y mujeres, en la Web 2.0?
La cultura
no es algo para consumir, sino para asumir.
Y no se puede asumir la cultura, ni entender
su evolución y su sentido, ni precavernos
de quienes quieren convertirla en pura mercancía,
si se la desliga totalmente del trabajo creador
que la produce y de la disciplina que resulta
indispensable para acometerlo” (Fernando
Savater, 1997).
La cita anterior
ha sido retomada de una obra cuyo título
es evocador para el tema que nos concierne en
este artículo: “El valor de educar”
(México DF: Instituto de Estudios Educativos
y Sindicales de América). Savater hace
en su capítulo “la disciplina de
la libertad” alusión al esfuerzo
que implica para el aprendiz pulir sus capacidades
a fuerza de voluntad y una práctica sostenida.
Así mismo, plantea el papel del profesor
como promotor del pensamiento crítico
y la creatividad a partir de su intervención
para educar la voluntad de los estudiantes bajo
su tutela.
¿Qué
implica lo anterior en el contexto de las nuevas
tecnologías de la información y
la comunicación de los ámbitos
abordados en este trabajo? Resulta pertinente
en este punto de la discusión insistir
en que si hasta ahora se ha intentado retratar
y analizar la situación de las TIC’s
en los hábitos de uso y consumo de las
mismas por parte de mujeres y jóvenes
urbanos; esto ha sido con el fin de rescatar
de ello la luz que pueda arrojar sobre la práctica
docente universitaria, tanto a nivel de vida
cotidiana en el aula como para la inserción
de actividades guiadas que pemitan acercar a
nuestros alumnos a un uso más creativo
y crítico de aquello que de cualquier
forma los rodea de manera permanente: programas
y herramientas como el Messenger, las bitácoras,
el correo electrónico, los canales de
audio y video a través de la Internet.
En la etapa
de desarrollo de los contenidos y las tecnologías
de la Internet denominada Web 2.0, encontramos
implicaciones directas sobre nuestro quehacer
docente: jóvenes, hombres y mujeres, que
forman parte de una generación de usuarios
que cuentan con herramientas para ubicarse ya
no sólo como consumidores, sino como co-creadores
de dicha red. Lo que es más, de quienes
esperamos que sean, precisamente, creadores y
no lectores acríticos que arremetan en
la Red con un único afán consumista
y sin un sentido razonado y razonable de participación.
Es el mismo
Savater quien nos da la clave para entender este
tipo de participación en la era de lo
digital, lo globalizado, lo universal: el mundo
de la ciudadanía, un espacio creado y
recreado por un individuo que “desciende
hasta los demás, los busca ahí
donde estén, intercambia con ellos opiniones;
no solamente razona sino que es capaz de escuchar
razones, porque ser racional no significa ser
capaz de razonar, sino ser capaz de entender
las razones de los demás” (2000,
p. 24).
Ahora bien,
alcanzar el logro de que nuestros estudiantes
universitarios puedan formar sus espacios de
ciudadanía en la Red nos obliga a reflexionar
sobre el terreno a partir del cual ellos y nosotros
podemos participar y proponer; y después,
llevar a cabo una intervención razonada
y sistemática para orientarlos hacia dicho
fin.
En ese sentido,
retomemos algunos hechos y sus implicaciones
expuestos en este artículo: si por un
lado es a todas luces conveniente que las estudiantes
universitarias se asuman como creadoras de espacios
virtuales para el desarrollo de su género
y de sus comunidades, por otra parte es cierto
que a través de una mirada a las prácticas
de uso que de la Internet hacen los jóvenes
urbanos –en cuyo grupo ellas van incluidas
por igual- podemos percatarnos de que ya existen
en ellos las capacidades y los conocimientos
de las herramientas necesarios para llevarlo
a cabo.
Si bien esto
es así, no obstante resulta conveniente
seguir las recomendaciones de Savater y de otros
promotores del pensamiento crítico que
nos advierten sobre las habilidades, valores
y capacidades cuyo empoderamiento debemos facilitar
en nuestros estudiantes. Estas habilidades estarían
relacionadas con aquellos valores que les permitan
convertirse en lectores y escritores críticos,
capaces de crear con respeto, veracidad, responsabilidad
e iniciativa los contenidos que expresen y a
través de los cuales puedan intercambiar
ideas sobre sus propias necesidades, posiciones
y aspiraciones. Esto conlleva, así mismo,
el que puedan expresarse en dichos medios con
claridad y coherencia en el lenguaje escrito;
así como que modifiquen su modo de aproximación
a las TICs pasando de meros consumidores de “la
simple mirada” a lectores y creadores conscientes
de un sentido detrás de su apropiación.
Por otra parte,
cabe recalcar dentro de las conclusiones de este
trabajo que el esfuerzo de conscientización
y formación de un sector de internautas
universitarios con las características
antes mencionadas no puede ser tarea de un solo
programa dentro del currículo total, resulta
necesario que grandes o pequeñas acciones
al respecto sean integradas como parte de las
actividades de consulta, investigación
y propuesta que regularmente los estudiantes
tienen que realizar en torno a los trabajos de
diversas materias.
La Internet,
con su generación Web 2.0, se encuentra
ahí rodeando la vida universitaria dentro
y fuera del aula, ¿por qué no integrarla
de manera intencionada para subvertir las brechas
de género de la que nuestros estudiantes
pueden estar siendo parte; para implicarlos de
manera activa en el flujo de creación
y propuesta de los contenidos disponibles en
la Red; para fomentar que utilicen dichas herramientas
de forma crítica, creativa, consciente
y con fines que promuevan comunidades más
solidarias, justas y equilibradas? Hay ejemplos
palpables de lo que la conjunción de la
tecnología con una visión crítica
y propositiva puede crear, tales como este III
Congreso Online del Observatorio para la Cibersociedad.
Su propuesta, “conocimiento abierto. Sociedad
libre” nos demuestra que es posible utilizar
las herramientas de creación e intercambio
de la Red para establecer puentes de desarrollo,
espacios para la reflexión y el mejoramiento
de células especializadas de aprendizaje
y experiencia.
Notas:
1
Ver referencias.
2 Entidad encargada
de potenciar la Sociedad de la Información
en España, dependiente del Ministerio
de Industria, Turismo y Comercio. <http://www.red.es/>
3 Agencia Latinoamericana
de Información, organismo que agrupa a
analistas y activistas de la comunicación
para el desarrollo y que tiene por misión
“formular y desarrollar respuestas a los
diversos desafíos que plantea la comunicación,
en tanto área estratégica para
la acción social. Desde 1977, desarrolla
una propuesta alternativa de comunicación
que apunta a la conformación de un
nuevo tejido comunicacional, democrático,
amplio, descentralizado y pluricultural, en sintonía
con los procesos de transformación social”.
ALAI, América Latina en movimiento. http://alainet.org/.
Obtenido el 25 de noviembre de 2006.
4 La AMIPCI
fue fundada en 1999 por diversas empresas mexicanas
que buscan potenciar la industria de la Internet
en México. El estudio referido en este
artículo fue encargado por la AMIPCI a
Select, sus resultados corresponden al trimestre
mayo-agosto 2006 y puede ser revisado en <http://www.amipci.org.mx/estudios.php>
5 Se ha dado
en llamar “Web 2.0” a la etapa de
desarrollo de la Internet en la que son los propios
cibernautas, sin restricciones legales, los que
diseñan los contenidos y canales de la
misma a diferencia de la etapa anterior, en que
éstos se ubicaban como receptores pasivos
de la oferta de contenidos que hacían
las grandes cadenas de comunicación cibernética.
Herramientas como los blogs, flogs, canales de
TV y radio han sido el detonante para que cada
vez más internautas puedan crear, administrar
y mantener sus propios canales de comunicación
en la Internet. Wikipedia lo define como “la
transición percibida en Internet desde
las webs tradicionales a aplicaciones web destinadas
a usuarios”. Al respecto, el estudio presentado
por la AMIPCI <http://www.amipci.org.mx/estudios.php>
indica que un 42% de los internautas encuestados
por Select para el trimestre mayo-agosto 2006
en México tienen su propia página
web o perfil personal dado de alta en alguna
red social.
6 Las referencias
de esta ponencia se ubican en notas al pie de
página anteriores.
7 Para el caso
de México, la Encuesta Nacional de Lectura
de CONACULTA (2005) indica que el 69.7% de la
población comprendida entre los 18 y los
22 años leen libros, lo mismo que el 66.6%
de los que se ubican entre los 12 y 17. Para
el rango de los 23 a los 30 años, el porcentaje
de lectores baja a un 52.6%, lo que podría
indicar la relación entre la práctica
lectora y el proceso de escolarización
en el que se encuentran inmersos dichos segmentos.
Otros datos que podrían apoyar esta conclusión
tienen que ver con la variable “tipos de
libros que se leen”, donde el 63.6% de
los encuestados responde que sus lecturas son
“para la escuela”, mientras el 50.6%
menciona leer libros de literatura en general
y el 15% restante hacerlo “para el trabajo”.
La encuesta completa puede ser revisada en <http://www.conaculta.gob.mx/encuesta_archivos/frame.htm>
8 Por
ejemplo, el promedio de libros leídos
en nuestro país, de acuerdo con la Encuesta
Nacional de Lectura de CONACULTA (2005) es de
2.9 libros por año. A esta variable habría
que agregar otros datos de análisis: el
33.5% de los encuestados responde no haber leído
ningún libro en el último año,
y el 30.9% haber leído uno o dos. Para
el rango de 3 a 10 libros leídos por año
encontramos un 25.8% de respuesta.
Referencias:
Asociación
Mexicana de Internet (2006). “Hábitos
de los usuarios de Internet en México
2006”. México, DF. <http://www.amipci.org.mx/temp/estudio_amipci_2006_version_web-0788830001163608326OB.pdf>
Certeau Michel de (1996). La invención
de lo cotidiano. Artes de hacer. México,
DF: Universidad Iberoamericana.
CONACULTA (2005). Encuesta Nacional de Lectura.
México, DF. <http://www.conaculta.gob.mx/encuesta_archivos/frame.htm>
Domínguez Sánchez, Mario y Sádaba
Rodríguez, Igor (2006). “Los jóvenes
ante las nuevas tecnologías: entre la
‘crisis de la lectura’ y el nuevo
ocio fragmentado”. , en III Congreso
Online del Observatorio para la Cibersociedad.
Barcelona, del 20 de noviembre al 3 de diciembre
2006. <http://www.cibersociedad.net/congres2006/gts/comunicacio.php?id=820>
Obtenido el 21 de noviembre de 2006.
Foucault, Michel (1987). El orden del discurso.
Madrid, Siglo XXI.
Gómez
Ponce, Mariela (2006). “De la integración
a la oportunidad. La integración de las
mujeres al desarrollo y la apropiación
de las TICs”. Tercer Congreso Online
– Observatorio para la Cibersociedad.
<http://www.cibersociedad.net/congres2006/gts/
comunicacio.php?id=907&llengua=es>
Obtenido el 20 de noviembre de 2006.
Negroponte, Nicholas (2000). El mundo digital.
El futuro que ha llegado a ser. Madrid,
Suma de letras Biblioteca de Bolsillo.
Sartori, Giovanni (2005). Homo videns. La
sociedad teledirigida. Madrid, Suma de Letras.
Savater, Fernando (1997). El valor de educar.
México, DF: Instituto de Estudios Educativos
y Sindicales de América.
______ (2000). Los caminos para la libertad.
Ética y educación. México,
DF: Cátedra Alfonso Reyes del Tecnológico
de Monterrey y Editorial Planeta Méxicana,
S.A. de C.V.
Simone, Raffaele. <http://www.serv-inf.deusto.es/abaitual/k
onzeptu/htxt/hipertxt.htm>
Mtra.
Gabriela de la Peña Astorga
Profesora, investigadora y consultora para diversas
instituciones públicas y privadas, México |