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Por Alberto Carrera
Número
55
Las
reflexiones en torno al espacio público
están vinculadas a una amplia gama de
procesos, escenarios, canales, mecanismos, e
instituciones; por mencionar algunos: elecciones,
medios de comunicación, opinión
pública, encuestas, cultura política,
acceso a la información, sistema de partidos,
y especialmente la participación; en el
caso de México, estos ámbitos que
alimentan (o de los que se alimenta) el debate
en torno al espacio público tienen que
ver con el ensanchamiento, perfeccionamiento
y/o puesta en marcha de procesos de democratización.
En función
de lo anterior es que –tanto en foros académicos,
como a través de textos y publicaciones—
presenciamos una inquietud creciente en relación
a los conceptos y las prácticas que prefiguran
al espacio público y a la participación.
La realidad
nacional nos provee casos cuya complejidad representan
un reto para la sistematización del conocimiento
en esta área de estudio; para apoyar la
anterior afirmación, cabe mencionar al
menos tres ejemplos. El domingo 27 de julio de
2004 diferentes grupos de la sociedad civil convocaron
a una marcha silenciosa en contra de la inseguridad,
la cual ocupó el Paseo de la Reforma en
la Ciudad de México, con una asistencia
estimada en medio millón de personas.
La organización de esta marcha, por sí
misma, acarreó intensos debates entre
medios de comunicación (tanto los que
participaron de manera intensa en su promoción
como los que mantuvieron una actitud escéptica
frente a la misma), líderes de partidos
políticos, organizaciones de la sociedad
civil, legisladores, el gobierno federal y el
gobierno del Distrito Federal (ambos niveles
de gobierno con posturas y orígenes políticos
diferentes).
El tema de la
inseguridad pública adquirió una
nueva dimensión al mezclarse con variables
como la percepción de los ciudadanos acerca
de este problema (que llega a estar diferenciada
entre los habitantes de la Zona Metropolitana
del Valle de México y los de otras regiones
del país), los segmentos sociales que
participaron en la movilización (el gobierno
local vinculó la marcha con las clases
medias y altas, mereciendo el tema un número
del cómic Historias de Ciudad,
empleado por el Gobierno del Distrito Federal
para orientar la opinión), y el acceso
a datos, estadísticas y estudios respecto
a este preocupante fenómeno.
Un debate no menos intenso es que se ha originado
respecto al papel de los ciudadanos en la generación
de contenidos en medios de comunicación,
así como en su operación y sostenimiento.
Los modelos de radio ciudadana, comunitaria,
indigenista, o bien, las expresiones de minorías
a través de Internet (con radio, video
y prensa), representan para la investigación
de la Comunicación un escenario con desafíos,
pero también con oportunidades para relanzar
y redimensionar sus aportes.
Otro aspecto
que se encuentra actualmente en el centro de
las evaluaciones y diagnósticos en torno
al sentido que adquiere el papel de la participación
de los ciudadanos en el espacio y los asuntos
públicos, son los procesos electorales.
A este respecto, se discute todo lo relativo
a las condiciones en las que acceden los políticos
y sus propuestas a los medios de comunicación,
la utilización de las encuestas y la conceptualización
de la acción ciudadana a través
del voto.
El proceso electoral
experimentado en nuestro país el año
pasado, traerá consigo una serie modificaciones—en
el corto y mediano plazos—en las percepciones,
actitudes y expectativas de los mexicanos hacia
la democracia.
A través
de estos ejemplos podemos advertir lo imprescindible
que es conocer bajo qué otras circunstancias
los ciudadanos se involucran en la discusión
de los asuntos públicos, cómo lo
hacen, cuál es su perspectiva, con qué
marco jurídico cuentan, y ya en el terreno
de las prácticas, cuáles son las
modalidades e instrumentos de su participación.
Contar con datos
acerca de experiencias concretas de participación
abona una línea de trabajo que tiene la
atención de diferentes disciplinas adscritas
a la ciencias sociales; es de esperarse que futuros
trabajos vengan a reforzar y enriquecer los ya
existentes, circunscribiéndose no sólo
al ámbito electoral, sino también
a de los sindicatos, movimientos sociales, organizaciones
no gubernamentales, asociaciones y otros espacios
que provee la esfera de la sociedad civil. Es
necesario generar estudios que aporten una idea
cada vez más clara acerca de la calidad
de nuestra democracia, para determinar en qué
medida y cómo puede contribuir la Comunicación.
El presente
trabajo aborda la experiencia que dejó
un estudio de caso donde confluyeron (fáctica
y conceptualmente) la participación ciudadana,
el espacio público y la comunicación.
Se trata de la integración del Programa
Parcial de Desarrollo Urbano en el Cerro de la
Estrella, en la Delegación Iztapalapa
de la Ciudad de México1.
Esta investigación ofrece una aproximación
al papel de la Comunicación dentro de
un proceso de participación ciudadana
orientada a la gestión del desarrollo
urbano.
En virtud de
la extensión del artículo, no será
posible ahondar en muchos de los conceptos que
se presentan, sin embargo, se hará un
especial énfasis en aquellas referencias
que invitan al debate, o bien, que contribuyen
a clarificar las ideas. Respecto al estudio de
caso, se presentará una descripción
general así como los datos que aporta
a la reflexión en torno al espacio público,
la participación y la comunicación.
Las
ciudades: un escenario para la participación
La metropolización es una pauta mundial
con efectos locales. Los retos para el medio
urbano son el lograr ser motor del desarrollo
y fungir como uno de los soportes para la vida
en sociedad. De acuerdo con datos contenidos
en el Programa Nacional de Desarrollo Urbano
y Ordenación del Territorio 2001-2006,
en México la población que habita
en ciudades es de 63.2 millones, lo que representa
el 66% de la población total del país2.
La Organización
de las Naciones Unidas (ONU) dio a conocer que
en el año 2000 el 50% de la población
mundial (que ese año era de 6,122 millones
de personas) habitaba en ciudades. Advirtió
que para el 2025 un 60% de los habitantes de
la tierra vivirán en ciudades, lo cual
implicará que a nivel mundial existan
639 urbes con más de un millón
de habitantes, de las cuales 153 estarán
en países desarrollados y 486 en países
con menor desarrollo3.
Las mayores presiones económicas, sociales
y culturales que acarrea la urbanización
se harán presentes en países como
México.
Muestra de lo
anterior son las pautas observadas en la expansión
de la Zona Metropolitana del Valle de México
(ZMVM). En 1950 su población era tan sólo
de 2,982,075 habitantes, en el año 2000
pasó a 18,240,060 y se calcula que para
el año 2020 alcanzará los 22,235,251
habitantes4.
En su dimensión
físico-geográfica las ciudades
se erigen como territorios dotados de infraestructuras,
vialidades, plazas, edificios, etc.; mientras
que en su dimensión social fungen como
referente para la interacción, la política,
los procesos simbólicos y las expresiones
culturales.
El entorno urbano—como
espacio geográfico transformado por el
ser humano—alterna permanentemente su sentido
instrumental-funcional con el simbólico-expresivo
(donde tiene lugar el intercambio de significados
y la transmisión de información).
Las ciudades
también poseen una dimensión a
la cual podría denominársele “comunicacional”;
su expresión puede ser mediática
(a través de la interpretación
o lectura que hacen la televisión, la
radio o los medios de comunicación impresos
del escenario urbano); informacional
( a nivel de la red global de flujos de información);
deliberativa (plasmada en los procesos
de discusión, formación de opinión
y toma de decisiones) y simbólico-cultural
(materializada en prácticas colectivas
donde tiene lugar la transmisión de conocimientos,
tradiciones, ideas y percepciones del “mundo”
o la “realidad”).
En su expresión
física, la ciudad está integrada
por elementos como territorio, espacio y asentamientos;
la prefiguran el plano o superficie, las líneas
o rectas y los puntos o momentos; es el resultado
de un proceso de urbanización a gran escala,
el cual se manifiesta en cambios que son, por
un lado físicos (en el entorno espacial),
y por el otro, culturales (expresado a través
de patrones). También se plasma en un
tránsito de las actividades económicas
primarias (como la producción agrícola)
a las secundarias (como el comercio y los servicios).
La ciudad es
también el ámbito donde se expresan
las relaciones de poder, el ejercicio de la política
y la ciudadanía: es un espacio para las
relaciones entre el Estado y la sociedad. Las
urbes son, en síntesis, un producto físico,
político y cultural, espacio para la identificación
simbólica y la participación ciudadana.
Sus transformaciones y pautas socioeconómicas
demandan la inserción de la estructura
de gobierno (de manera particular, a nivel local),
por medio de la gestión y la planeación,
tareas que requieren incorporar la participación;
también implica la circulación
de informaciones, la deliberación y el
intercambio de opiniones.
Los
circuitos de la participación: una aproximación
a su expresión ciudadana
El tema de la participación ha merecido
una amplia producción académica,
al hacer referencia a la misma surge de inmediato
la discusión en torno a sus múltiples
variantes y categorías; sin embargo un
principio para caracterizar las dinámicas
participativas es atendiendo a los siguientes
indicadores:
“a) el
ámbito concreto en que se realiza la
acción: político, económico,
social, etc.; b) el tipo de necesidades a las
que responde: laborales, abasto, servicios,
de incidencia, de expresión, de gestión
pública, urbanas, derechos humanos, etc.;
c) el tipo de actores que intervienen: obreros,
colonos, comerciantes, homosexuales, empresarios,
militantes partidarios, ciudadanos en general,
etc.; o d) el ámbito al que se dirigen
las acciones, esto es, el objetivo de la acción,
el objeto de transformación: estructura
de gobierno, relaciones sociales, etcétera”5.
De acuerdo con
Giovanni Sartori, “entendida propiamente,
la participación es tomar parte en
persona, y una parte autoactiva.
La participación no es un mero <ser
parte de> (el mero hecho de estar envuelto
en algún acontecimiento), y aún
menos <un ser hecho parte de> involuntario.
La participación es automovimiento
y, por tanto, lo contrario del heteromovimiento
(por otra voluntad), es decir, lo opuesto a movilización”6.
Así entendida,
la participación es ante todo un proceso
dinámico—está sujeto a variantes
y transformaciones—que guarda una correlación
directa con los ámbitos de interacción
social de los individuos; es precisamente en
ese enlace o “gozne” con los ámbitos
y niveles de interacción social donde
la acción participativa ofrece un efecto
prisma, lo cual permite observarla y describirla
en diferentes niveles, que pueden estar localizados
desde lo político-deliberativo, hasta
lo comunitario-identitario.
La participación
ciudadana—explica Nuria Cunill—“supone
que los individuos en tanto ‘ciudadanos’
toman parte en alguna actividad pública
[...] la participación ciudadana expresa
el reclamo a la libertad tanto como a la igualdad
de los sujetos sociales para tomar parte en acciones
públicas, con base en una comprensión
amplia de la política y del propio ámbito
público como ‘espacio’ de
los ciudadanos”7.
La variante
ciudadana de la participación se ha consolidado
como el concepto más estrechamente vinculado
con la gestión del desarrollo urbano,
toda vez que “la noción de participación
ciudadana se reserva a la relación que
existe entre los individuos y el Estado, relación
que pone en juego el carácter público
de la actividad estatal [...] los habitantes
serán ciudadanos en tanto tengan acceso
a bienes y servicios básicos, algunos
reconocidos como derechos constitucionales como
es el caso de los derechos urbanos básicos
en México”8.
Siguiendo esta
perspectiva y sin dejar de reconocer la naturaleza
dinámica de la acción participativa,
concediendo también la posibilidad de
que lo mismo en un proceso de gestión
del desarrollo urbano, o bien, en uno vinculado
con el sistema legislativo o electoral, se puedan
permear y/o combinar diferentes expresiones y
modalidades de participación “es
en el ámbito local donde la participación
ciudadana tiene mayores posibilidades de ser
efectiva […] es en el barrio, la colonia,
el municipio […] donde los individuos acceden,
en condiciones diferenciales, a bienes y servicios
que conforman la dimensión social de la
ciudadanía, que definen su calidad de
vida en la ciudad”9.
La participación
ciudadana es una acción que se articula
desde la sociedad civil, integrada a su vez por
múltiples esferas, entre ellas la esfera
pública o espacio público, el cual
es por definición, una “estructura
de comunicación”. Al instalarse
en el espacio público, se traslada a una
estructura de comunicación que involucra
los siguientes elementos: universo simbólico-expresivo,
flujos globales de información, nuevas
tecnologías de comunicación, deliberación,
opinión pública e información.
Los preceptos
democráticos (como el ejercicio de la
ciudadanía a través de la participación,
entre otros) requieren de la existencia de una
esfera en la cual se sustenten no sólo
los procesos, sino también las prácticas
que los doten de sentido, la sociedad civil es
precisamente esa esfera.
Entendemos
a la sociedad civil como una esfera de interacción
social entre la economía y el Estado,
compuesta ante todo de la esfera íntima
(en especial la familia), la esfera de las asociaciones
(en especial las asociaciones voluntarias),
los movimientos sociales y las formas de comunicación
pública10.
También
es necesario advertir que “mientras el
medio específico que caracteriza la Estado
es el poder y a la economía el dinero,
el elemento propio de la sociedad civil es la
cultura”11.
Otros elementos que contribuyen en la delimitación
del concepto de sociedad civil como un espacio
para la realización de la participación
ciudadana, son los siguientes:
La sociedad
civil ocupa el lugar intermedio entre el gobierno
y el sector privado. No es donde votamos o donde
compramos y vendemos. Más bien es donde
nos convertimos en entes públicos y compartimos
con el gobierno el interés por los asuntos
de interés común... En la sociedad
civil nos desempeñamos voluntariamente
y, en tal virtud, habitamos el terreno que corresponde
al ámbito de lo privado dedicado a la
cooperación (no coercitiva) en aras del
beneficio colectivo... la sociedad civil está
constituida por individuos asociados libremente
y por grupos del más diverso tipo...
la esfera civil tiene el cometido de abrir espacios,
en términos de integración y colaboración
social, para que los individuos actúen
de manera coordinada12.
En un amplio
estudio que explora los diferentes senderos teórico-metodológicos
del espacio público, Víctor Sampedro
plantea que el vínculo fundamental entre
sociedad civil y esfera pública, consiste
precisamente en que esta última se crea
a partir de los “debates libres en instituciones
(medios de comunicación y sistemas de
representación popular) que transmiten
al gobernante la voz de los gobernados”13.
La sociedad
civil “se diferencia de la sociedad en
general porque reúne a individuos que
actúan en la esfera pública, que
es un <espacio –de discurso, institucional
y geográfico—donde la gente ejerce
de ciudadano accediendo –de forma metafórica—al
diálogo sobre las cuestiones que afectan
a la comunidad, a la política en su sentido
más amplio>”14.
Por último, el autor establece que: “El
espacio público es el espacio discursivo,
físico o social <donde la libertad
puede aparecerse>. Pero esa libertad debe
garantizarse en los dos planos que constituyen
la sociedad civil: las instituciones y las actitudes
ciudadanas para participar. Hay que reformar
las primeras y cultivar las segundas, acercándonos
a una democracia deliberativa”15.
En este sentido,
la ciudad y la gestión de su desarrollo,
articulado por la participación ciudadana,
guarda una estrecha relación con las características
que sustentan el espacio público, ya que
“la propia naturaleza de la democracia
moderna implica que las interacciones comunicativas
entre los diferentes actores de la vida política
tengan lugar preferentemente en un espacio público,
formalmente accesible a todos, en el que toman
forma y se desarrollan las opiniones sobre las
diversas cuestiones relacionadas con el interés
general. A través de la incorporación
activa a este espacio público de interacción
comunicativa los individuos adquieren su condición
de ciudadanos (miembros plenos de una comunidad
que ejercitan una serie de derechos políticos
y sociales), a la par que ven reconocida su posición
de actores políticos”16.
La interrelación
entre el espacio público, la sociedad
civil y la comunicación Habermas la delinea
de la siguiente manera:
Hasta ahora
hemos hablado en términos generales del
espacio público-político como
una estructura de comunicación que a
través de la base que para ella representa
la sociedad civil queda enraizada en el mundo
de la vida. El espacio público-político
lo hemos descrito como caja de resonancia para
problemas que han de ser elaborados por el sistema
político porque no pueden ser resueltos
en otra parte. En esta medida el espacio público-político
es un sistema de avisos con sensores no especializados,
pero que despliegan su capacidad perceptiva
a lo largo y ancho de toda la sociedad17.
El concepto
de espacio público (que incluye el debate
en torno a la traducción del término
aportado por Jürgen Habermas, en alemán
öffentlichkeit, en español
esfera o espacio de la opinión
pública, trasladado en inglés
public sphere, en español <esfera
pública>, una perspectiva que prescindiría
de la existencia “física”
de dicho espacio, para enfocarse en procesos,
sistemas y/o redes) , ha motivado una vasta producción,
al tiempo de estimular la multiplicación
de abordajes para la investigación de
la Comunicación.
El binomio participación-comunicación
se apoya en el espacio público, como ámbito
parta la deliberación, tematización
y problematización de los asuntos que
se erigen como públicos o bien, de interés
colectivo.
Desde el punto
de vista de la teoría de la democracia
el espacio público-político tiene
que reforzar además la presión
ejercida por los problemas, es decir, no solamente
percibir e identificar los problemas, sino también
tematizarlos de forma convincente y de modo
influyente, proveerlos de contribuciones, comentarios
e interpretaciones, y dramatizarlos de suerte
que puedan ser asumidos y elaborados por el
complejo parlamentario. Es decir, a cada función
de señal del espacio público-político
ha de sumarse también una capacidad de
problematización eficaz19.
La deliberación
es una de las formas de comunicación que
se encuentra en la base del proceso de participación
ciudadana, y como lo reconoce Nuria Cunill, requiere
de un marco general que la propicie; “
la participación ciudadana involucra en
sí misma la posibilidad de la deliberación...
es claro que no basta con que esté dada
la virtualidad de la interacción social,
sino que hay requisitos que aluden a la comunicación
libre de dominación, de modo que en el
transcurso de la discusión pueda suscitarse
un cambio en la visión de los problemas
y, consecuentemente, la posibilidad de la modificación
de las posiciones previas, producto de la confrontación
de perspectivas diversas”20.
En síntesis,
la participación ciudadana involucra en
sí misma la posibilidad de la deliberación,
así como el fenómeno de la opinión
pública, a partir de la problematización
y debate de los temas en torno a los cuales se
articula la participación. A su vez, la
comunicación entraña dos procesos
consubstaciales: la transmisión de información,
así como la producción e intercambio
de significados21,
como parte de la interacción social a
través de mensajes, anclados, como ya
se expuso, en el medio de la cultura y el ámbito
de la ciudad.
Cultura y ciudad
fungen como ámbitos y conceptos marco
para los procesos de participación ciudadana
y comunicación. A su vez, la participación
ciudadana enmarcada en la gestión del
desarrollo urbano involucra a la comunicación
como un proceso coextensivo e indisociable, por
ende, la comunicación incide en el desarrollo
de los procesos de participación ciudadana
vinculados a la gestión del desarrollo
urbano.
Caso
de estudio: El Cerro de la Estrella
En zonas como el Cerro de la Estrella (ubicado
al oriente de la ZMVM, en la Delegación
Iztapalapa, la demarcación más
poblada de la Ciudad de México), las pautas
de ocupación del territorio han generado
asentamientos humanos que carecen de servicios
públicos, además el territorio
presenta factores de riesgo (deslaves, grietas
o hundimientos, debido a que en muchas ocasiones
se trata de áreas destinadas a la conservación
ecológica, o bien, porciones de suelo
no apto para uso habitacional).
En el Cerro
de la Estrella destacan dos elementos que motivaron
la implementación de un plan de reordenamiento
urbano: a) preservación del patrimonio
histórico, cultural y ambiental; b) regularización
de la tenencia y uso del suelo, dotación
de servicios públicos y mejora en la calidad
de vida de los habitantes de la zona. Estas necesidades
presentes en la zona de estudio, se vieron reflejadas
en la dinámica de organización
social de sus habitantes.
Se hacía
necesario llevar a cabo un programa integral
tendiente a garantizar la dotación de
servicios públicos, coadyuvar en la regularización
de la tenencia y uso del suelo, así como
preservar el valor ecológico, histórico
y patrimonial del territorio. Era prioritario
llevar a cabo una intervención, desde
la planeación urbana, con el fin de mejorar
la calidad de vida de sus habitantes y preservar,
para la Zona Metropolitana del Valle de México,
los recursos naturales y su papel en la conservación
del equilibrio ecológico.
El Cerro de
la Estrella alberga una zona de conservación
ecológica (decretada como Parque Nacional
en 1938), ahí también se encuentran
vestigios arqueológicos (como la Pirámide
llamada “Templo del Fuego Nuevo”,
en la cima del cerro, que era parte del entramado
ceremonial del Valle de México durante
la época prehispánica) y un predio
utilizado para la representación de “La
Pasión” cada año durante
la Semana Santa. Se trata de un área con
alta densidad poblacional y bajos ingresos, aparejado
con una dinámica de ocupación irregular
en suelo destinado a la conservación para
el establecimiento de vivienda.
En 1999 a partir
de un convenio de colaboración entre el
Gobierno del Distrito Federal, a través
de la Secretaría de Desarrollo Urbano
y Vivienda, y la Universidad Nacional Autónoma
de México, a través del Programa
Universitario de Estudios sobre la Ciudad, se
acordó la elaboración del Programa
Parcial de Desarrollo Urbano para el Cerro de
la Estrella (PPDUCE).
La implementación
de los Programas Parciales de Desarrollo Urbano
(como instrumentos orientados al mejoramiento,
regularización y ordenamiento del territorio),
requieren por ley incorporar la participación
de los habitantes de la zona.
Un equipo de investigadores y especialistas (compuesto
por urbanistas, sociólogos, antropólogos
y arquitectos) se abocó a elaborar el
PPDUCE. Realizaron un diagnóstico técnico-social
para su mejora y ordenamiento integral, implementaron
el proceso de participación ciudadana
y generaron la información de campo que
documenta esta experiencia22.
En el Cerro
de la Estrella predomina el uso habitacional
del suelo (76% del total de los lotes existentes);
sufre la erosión del suelo y la degradación
de sus recursos naturales; 60% de sus habitantes
tiene entre 15 y 60 años; 25% de sus habitantes
son migrantes; 49% gana entre 1 y 2 salarios
mínimos; al momento de la elaboración
del PPDUCE había 803 viviendas ubicadas
en asentamientos irregulares. De las 17 organizaciones
sociales identificadas, cuatro se abocan a aspectos
religiosos y/o tradicionales; y siete a gestionar
servicios urbanos, regularización de predios
y vivienda.
La organización
social de los habitantes que se asumen como “originarios
de Iztapalapa”, se da en torno a la defensa
y preservación del patrimonio histórico
y cultural (vestigios arqueológicos y
representación de “La Pasión”);
por su parte, quienes poblaron Iztapalapa a partir
del periodo de expansión metropolitana
(entre 1950 y 1985) tienen como eje para la organización
social las demandas de: regularización
en la tenencia y uso del suelo, dotación
de servicios públicos y mejora en la calidad
de vida.
La historia
de Iztapalapa, muestra como esta zona se vinculó—desde
su origen—con el Valle de México,
al formar parte del sistema lacustre, desarrollando
actividades agrícolas; la vocación
agrícola que se encuentra en los orígenes
de Iztapalpapa, predeterminó toda una
forma de relacionarse con el entorno geográfico
así como su cosmovisión—interpretación
del mundo—.
Con la conquista
y los procesos sociales en la época de
la colonia, el sincretismo cultural dio como
resultado la permanencia de la organización
social—sistema de cargos—orientada
a las celebraciones religiosas. Tal como lo advertía
ya Octavio Paz en la disección que hizo
de la sociedad mexicana colonial y moderna, “el
Estado fundado por los españoles fue un
orden abierto. Y esta circunstancia, así
como las modalidades de la participación
de los vencidos en la actividad central de la
nueva sociedad: la religión, merecen un
examen detenido La determinación de las
notas más salientes de la religiosidad
colonial—sea en sus manifestaciones populares
o en las de sus espíritus más representativos—nos
mostrará el sentido de nuestra cultura
y el origen de muchos de nuestros conflictos
posteriores”23.
La forma en
que se llevó a cabo el reparto agrario,
luego de la Revolución, predeterminó
las pautas de incorporación de Iztapalapa
al entorno urbano. Las transformaciones sociales
y territoriales que ha experimentado Iztapalapa
a través del tiempo, explican la capacidad
que ha tenido para conjugar las variables de
tradición y modernidad.
Ritual, elementos
simbólicos y mitos, son componentes que
motivan y articulan en gran parte, la organización
social existente en torno a la representación
de “La Pasión”, cada año,
durante la Semana Santa. El comité organizador
de “La Pasión” tiene como
componentes la tradición, el sentido de
origen y pertenencia, así como la herencia
familiar.
Cualquiera
que sea su índole, su carácter,
su significado, la Fiesta es participación.
Este rasgo la distingue finamente de otros fenómenos
y ceremonias: laica o religiosa, orgía
o saturnal, la Fiesta es un hecho social basado
en la activa participación de los asistentes.
Gracias a las Fiestas el mexicano se abre, participa,
comulga con sus semejantes y con los valores
que dan sentido a su existencia religiosa o
política24.
El contexto
sociohistórico del Cerro de la Estrella
presentó los siguientes referentes: a)
parámetros de significación gestados
en la época prehispánica; b) cambios
operados a partir de la introducción de
la religión católica durante la
colonia; c) reparto agrario producto de la Revolución;
y d) proceso de metropolización experimentado
por el Valle de México a partir de mediados
del siglo pasado.
En la realidad
actual de Iztalapala, sobresalen problemas tales
como la seguridad pública y los servicios
urbanos; el comportamiento electoral, presenta
una pauta de comportamiento en “bloque”
a favor del Partido de la Revolución Democrática”,
tal como se presentaba hasta antes de 1997, pero
a favor del Partido Revolucionario Institucional.
Uno de los principales retos del PPDUCE será
el mantener los canales de comunicación
entre autoridades y habitantes, para dar seguimiento
a las propuestas y lineamientos que contiene.
Iztapalapa es una zona de movilidad, tránsito
y abasto alimentario que se articula con la ZMVM.
El peso demográfico
de Iztapalapa, así como los problemas
que enfrentará, hacen de esta zona un
escenario con grandes desafíos para la
integración regional y global de su población
a las ventajas que ofrecen las metrópolis.
Apuntes
al estudio de caso
El Programa Parcial de Desarrollo Urbano es un
“plan de desarrollo urbano limitado a un
área o sector que forma o va a formar
parte de un determinado centro de población”,
por lo que se trata de un “instrumento
que concerta acciones, objetivos, políticas
y metas encaminadas a satisfacer los intereses
de los habitantes y de los Gobiernos Estatales
y Municipales que integran la región a
favor de su desarrollo”25.
Es importante
advertir desde esta definición que el
reto principal de un Programa Parcial de Desarrollo
Urbano es concertar, llegar a un acuerdo entre
los vecinos y los niveles de gobierno que intervienen.
Para el caso de la Ciudad de México, son:
el gobierno delegacional (la instancia de mayor
cercanía a las demandas y necesidades
de la zona), la Secretaría de Desarrollo
Urbano y Vivienda, y la jefatura de gobierno
del Distrito Federal (por ser ambas las promotoras
del desarrollo urbano a nivel local).
La toma de acuerdos
en la elaboración de un programa parcial,
pueden involucrar también a otras secretarías
del Gobierno del Distrito Federal, así
como a dependencias del gobierno federal, como
el Instituto Nacional de Antropología
e Historia, el Instituto Nacional de Bellas Artes
(ambos en aspectos vinculados a la preservación
y manejo del patrimonio histórico –
arquitectónico), o la Secretaría
de Desarrollo Social; el número de instancias
involucradas puede aumentar o disminuir dependiendo
de la complejidad de la zona donde se realizará
el programa parcial, así como en función
de los requerimientos y necesidades que se planteen.
Por último,
es la Asamblea Legislativa del Distrito Federal
(ALDF) quien una vez concluida la integración
del programa parcial de desarrollo urbano lo
sanciona y somete a votación, hace las
modificaciones o cancelaciones pertinentes, y
finalmente remite al jefe de Gobierno del Distrito
Federal para su promulgación e inscripción
en los registros.
Es en este sentido
que los programas parciales se elaboran atendiendo
a dos variables: el diagnóstico de necesidades
en materia desarrollo urbano, y la realización
de procedimientos para llegar a acuerdos e incorporar
las opiniones y necesidades de los vecinos, con
el fin de que el Programa Parcial cuente con
su aval.
El elemento
de la participación en los programas parciales
está expresado en el procedimiento de
la consulta pública, como ámbito
de deliberación pública e instrumento
para conciliar las demandas, opiniones y requerimientos
de los vecinos, tanto con los elementos que se
identificaron como necesarios en el diagnóstico,
como con las acciones que las autoridades consideran
prioritarias; arribando así a un proceso
de planeación participativa26
.
Los talleres
de planeación participativa son un
instrumento previo a la consulta pública,
el cual tiene como fin alcanzar una primera aproximación
entre todos los actores involucrados en el proceso
de planeación: organizaciones sociales
y vecinales, funcionarios, expertos y vecinos
en lo individual.
De acuerdo con
los académicos que diseñaron e
implementaron este instrumento, un taller de
planeación participativa es: “El
escenario en el ámbito de una comunidad
para reflexionar, analizar e intercambiar puntos
de vista sobre experiencias e información
sobre necesidades locales, los problemas y las
situaciones que guardan los recursos naturales
del área, y la estructura urbana (calles,
redes de servicios, usos de suelo y problemas
de seguridad pública), así como
el proceso de transformación ambiental,
poblacional y productiva que se va dando en su
región, en la ciudad y a nivel metropolitano.
El Taller debe llegar también a identificar
las alternativas que la comunidad puede encontrar
para ayudar a satisfacer las necesidades locales
y cómo mejorar la situación en
general”27.
En los talleres
de planeación participativa se genera
un trabajo conjunto en donde se hace pública
la información en torno al programa parcial
de desarrollo urbano, y se invita a todos los
asistentes para que expongan sus necesidades,
intereses y problemas. Los expertos aportan un
panorama general del estado que guarda el área
y plantean una serie de alternativas para resolver
los problemas que se han detectado en materia
de planeación urbana.
El procedimiento
que se empleó para seleccionar y recabar
la información de campo aportada por los
talleres de planeación participativa consistió
en: llevar a cabo un desglose de sus etapas o
momentos; recabar los testimonios aportados por
los integrantes del equipo técnico-social28;
y emplear los datos consignados en los documentos-memoria
elaborados por el equipo técnico-social.
En el caso de
la consulta pública, se realizó
una cuantificación a partir de la base
de datos desarrollada por el equipo técnico
social, donde se recopilaron las opiniones vertidas
por los vecinos respecto al Programa Parcial,
tomando en cuenta el tipo de respuesta y la organización
social de procedencia.
Se encontró
que los talleres fungieron como un espacio de
confluencia entre el interés de los vecinos
por los dos elementos presentes en el Cerro de
la estrella: el arqueológico-religioso
y el vinculado con la necesidad de regularizar
la tenencia y uso del suelo, aunado al mejoramiento
de la calidad de vida; las mesas de trabajo también
involucraron la deliberación y el intercambio
de información entre los participantes.
Los elementos geosimbólicos29
atribuidos al Cerro de la Estrella, se incorporaron
en los talleres dentro de la línea argumental-expositiva
de la información de contexto aportada
por los especialistas.
En la cuantificación
de la base de datos con las opiniones vertidas
por los vecinos durante la consulta pública,
respecto al tema o aspecto que consideraron debería
ser el principal objetivo del Programa Parcial,
se obtuvieron los siguientes resultados: 22.5%
priorizó los elementos vinculados con
el ámbito arqueológico-religioso;
29.4% consideró como más importantes
los elementos vinculados con el ámbito
del ordenamiento urbano, calidad de vida y conservación
ecológica; mientras que un 38.5% hizo
referencia a elementos de diversa índole
(en este sentido, mencionaron arreglos o reparaciones
en calles o áreas específicas,
trabajos de pavimentación, construcción
de parques, o bien, expresaron opiniones globales
respecto al proceso) y el 9.6% no contestó.
El 44% de los
vecinos que participaron en la consulta pública,
dijo no pertenecer a ninguna organización,
aquí se ubica el mayor número de
respuestas en las que consideran como lo más
importante la preservación de los elementos
arqueológico-religiosos.
La principal
característica que tuvo el proceso de
participación ciudadana generado en torno
al PPDUCE fue: transmisión de mensajes
e información (por ejemplo, publicación
en medio impresos del aviso de inicio de la consulta
pública; acceso al documento proyecto
de PPDUCE, mamparas informativas); producción
e intercambio de significados (dinámicas
en mesas de trabajo, respuesta a la convocatoria
para participar, en función de la atribución
de significados a los mensajes de aviso-invitación);
generación de ámbitos para la deliberación
en torno a las propuestas, dudas, aportes y opiniones
de los actores involucrados en la elaboración
del PPDUCE (vecinos, autoridades y especialistas).
Cabe subrayar
que los elementos simbólicos coadyuvaron
en la articulación del proceso de participación
ciudadana y comunicación, ya que estuvieron
presentes en la información de contexto
del Programa Parcial, también a partir
de las percepciones y expectativas de los vecinos;
así como en la historia del lugar (el
contexto) donde se llevó a cabo el proceso
de participación.
Se puede concluir
que el papel de la comunicación en los
procesos de participación orientada a
la gestión del desarrollo urbano, es articular
y acompañar la interacción que
se genera entre los actores involucrados, ya
que dicha interacción se genera a partir
de la transmisión de mensajes, así
como de la producción e intercambio de
significados.
Durante el proceso
de participación ciudadana que se activó
(principalmente mediante los talleres de planeación
y la consulta pública), fue posible apreciar
cómo se generan una serie de procesos
vinculados con la comunicación, por ejemplo:
la circulación de información en
torno a los objetivos y alcances del PPDUCE,
la difusión entre los vecinos de los talleres
y la consulta pública, y la consolidación
de estos procedimientos como ámbitos deliberativos
en el espacio público.
La organización
social de los originarios de Iztapalapa (habitantes
de los ocho barrios) frente a los nuevos pobladores,
planteó varios retos: aproximar los intereses,
redimensionar el papel simbólico del Cerro
de la Estrella y asimilar la incorporación
de formas de organización tradicionales,
a dinámicas de participación ciudadana
para la planeación del desarrollo urbano.
Las dinámicas
de participación ciudadana generadas en
torno a los talleres de planeación participativa
y la consulta pública, constituyeron un
ámbito para la producción e intercambio
de significados, ya que este se vincula a la
asignación de significados a partir de
la interacción socio-cultural de los individuos.
Al mismo tiempo, activaron un espacio de información
y deliberación entre vecinos, autoridades
e integrantes del equipo técnico social,
donde elementos como el acceso a la información,
la tematización del debate y el intercambio
de propuestas, dudas y observaciones se convirtió
en uno de los ejes del proceso de participación,
es decir, en el proceso se incorporaron los elementos
inherentes al concepto de espacio público,
lo que podría considerarse un modelo a
escala “micro”.
Conclusiones
El papel de la comunicación en los procesos
de participación orientada a la gestión
del desarrollo urbano, es articular y acompañar
la interacción que se genera entre los
actores involucrados, ya que esta interacción
se da a partir de la transmisión de mensajes,
así como de la producción e intercambio
de significados. En el caso del proceso de participación
para la integración del PPDUCE, estuvieron
presentes elementos pertenecientes al ámbito
de la comunicación como: universo simbólico-expresivo,
deliberación, opinión pública
e información, todos ellos integrados
en el espacio público.
A partir de
la identificación de los componentes del
binomio participación-comunicación,
existe la posibilidad de optimizar y promover
la participación ciudadana—dentro
de los procesos de gestión del desarrollo
urbano—desde el ámbito de la comunicación,
en la investigación se proponen cinco
líneas de trabajo: información,
difusión, medios de comunicación,
ámbito deliberativo, y elementos simbólicos
vinculados a la organización social.
Cabe subrayar
que son líneas generales condicionadas
a las particularidades de los múltiples
contextos sociohistóricos, propios del
entorno urbano que se trate. Es necesario tener
presente que si bien las ciudades son nodos globales
interconectados por la economía y el comercio,
los espacios locales expresan diferencias y especificidades
que se presentan inclusive en ciudades pertenecientes
a un mismo estado, región o nación.
Las líneas de trabajo e investigación
comprenden los siguientes aspectos:
Información.
Presentación del proyecto urbano a partir
de información accesible. Integración
de los elementos simbólico-culturales
a la información del proyecto urbano que
se circulará. Identificación de
interlocutores “clave” y canales
de información empleados por los vecinos
y las autoridades. Incorporación de parámetros
y elementos identificables en la información,
acerca del objetivo-costo-beneficio del proyecto
urbano. Seguimiento —en el marco jurídico
vigente— a las especificaciones de difusión
establecidas para el proceso de consulta pública
y participación ciudadana.
Difusión.
Incorporación de la información
del proyecto urbano al medio o vehículo
de comunicación que resulte más
útil y viable para emplear en el entorno
(volante, video, charla, maqueta, mampara, etc.).
Diseño de los materiales y elementos de
difusión de la convocatoria para el proceso
de participación ciudadana, de acuerdo
con las etapas contempladas para la integración
del proyecto. Desarrollo de un plan para la difusión
de la convocatoria, acorde con los medios de
comunicación a emplear y los segmentos
de población a quienes se dirigirán
los mensajes.
Medios de
comunicación. Diagnostico del acceso,
uso y consumo de medios de comunicación
(internet, radio, televisión, periódicos,
revistas, etc.) entre los habitantes de la zona.
Sondeo en medios de comunicación (prensa,
radio, televisión) de las denuncias expresadas
por parte de los vecinos, y las respuestas o
intervenciones de las autoridades locales. Identificación
de los medios de comunicación locales
o comunitarios (periódicos, gacetas, hojas
volantes, tablas de avisos, estaciones de radio,
páginas en internet, canales o espacios
en televisión, etc.).
Ámbito
deliberativo. Análisis de las pautas,
espacios y dinámicas de deliberación
empleadas por los vecinos de la zona. Identificación
de las prácticas y capacidades de los
habitantes de la zona, para publicitar problemas
y demandas a través de los medios de comunicación.
Conocimiento de las expectativas que tienen—respecto
al proyecto urbano—las autoridades locales
y los habitantes de la zona. Diagnóstico—en
el marco jurídico—de los instrumentos
y/o mecanismos de participación ciudadana
que se implementarán.
Elementos
simbólicos y organización social.
Análisis y documentación del contexto
sociohistórico de la zona y su entorno
inmediato. Identificación y contextualización
de los elementos simbólicos (centro de
barrio, referentes de identidad o pertenencia,
geosímbolos, puntos de reunión,
etc.). Identificación de las pautas, dinámicas,
temas y asuntos que motivan la organización
social en la zona. Identificación de las
funciones primarias (o denotadas) y las funciones
secundarias (o connotadas) de los espacios públicos,
geosímbolos e infraestructuras
de la zona.
En este sentido—como
parte de la reflexión final—está
presente la inquietud por generar parámetros
de evaluación para las acciones implementadas
en materia de comunicación durante los
procesos de participación ciudadana, así
como una serie de indicadores útiles en
la generación de materiales e insumos
de información a emplearse durante los
talleres de planeación participativa y
la consulta pública.
En atención
a lo anterior, es que será conveniente
avanzar en el diseño de instrumentos metodológicos
que permitan—desde la investigación
en ciencias sociales y los estudios de comunicación—identificar
las particularidades de los procesos de participación
ciudadana.
La participación
como premisa y elemento indisociable de la democracia,
evolucionará en sus alcances a la par
de la cultura política de la sociedad;
en este terreno, en México han operado
cambios desde hace ya casi medio siglo cuando
Almond y Verba diagnosticaron que en nuestra
sociedad prevalecía la condición
de súbditos más que la de ciudadanos30.
Este clima poco
favorable a la participación y el involucramiento
en los asuntos públicos prevaleció
por muchos años, sin embargo, como advirtió
en su momento Jacqueline Peschard, “si
podemos hablar de algún perfil predominante
en la cultura política en México,
es la de una categoría en movimiento,
es del súbdito en transición”31
.
De acuerdo con
la Tercera Encuesta Nacional sobre Cultura Política
y Prácticas Ciudadanas (ENCUP 2005), el
40% de los consultados relacionó el significado
de ciudadano con tener derechos y obligaciones,
el 15% con poder votar y el 13% con
tener responsabilidades.
Ante la pregunta
¿Cree usted que a la gente le toca o no
le toca hacer algo respecto a los problemas que
trata de resolver el Gobierno? Un 63% respondió
que “sí, un 20% dijo que “sí,
en parte” y un 13% respondió que
“no”. Al ahondar en las actitudes
específicas frente a la participación,
los resultados plantean un escenario de ambivalencias.
A la pregunta
¿En su comunidad hay algún problema
que le interese principalmente a usted ayudar
a resolver? Un 47% respondió que
“sí” y un 41% respondió
que “no”. Mientras que a la pregunta
de ¿Qué tan fácil o difícil
cree usted que es organizarse con otros ciudadanos
para trabajar en una causa común? El 35%
contestó “difícil”,
el 26% “fácil”, el 18% “ni
fácil ni difícil” y 10% “muy
difícil”.
Por otra parte,
en la pregunta Para resolver un problema
que afecta a usted y a otras personas, ¿alguna
vez ha tratado de… ? un 39% respondió
“organizarse con otras personas, 33% “quejarse
ante las autoridades”, 19% “firmar
cartas de apoyo”, 13% “pedir apoyo
a asociación civil”, 12% “asistir
a manifestaciones”, 6% “solicitar
apoyo a partido”, 10% “escribir al
presidente”, 9% “llamar a programa
de radio o tv”.
Por último,
en cuanto a las pautas de organización,
sobresalen los siguientes datos; a la pregunta
Dígame, por favor, si usted forma o ha
formado parte de alguna de las siguientes organizaciones;
el 22% respondió “agrupación
religiosa”, 14% “vecinos, colonos,
condominios”, 13% “organización
de ciudadanos”, 11% “cooperativa”,
10% “sindicato”, 10% “agrupación
de ayuda social”, 9% “partido político”,
9% “agrupación política”,
7% “instituto de beneficencia”, 7%
“agrupación profesional”,
5% “pensionados y jubilados”.
Y en la pregunta
Durante el último año, ¿asistió
a alguna reunión de las siguientes organizaciones?,
el 34% respondió “asociación
de padres de familia”, 32% “junta
de vecinos”, 27% “iglesia o de corte
religioso”, 22% “asamblea de la comunidad”,
20% “junta de colonos”, 15% “agrupación
u organización de ciudadanos”, 10%
“algún partido o grupo político”,
9% “organización de autoayuda”,
8% “de cooperativistas o asamblea”,
6% “sindical”, 5% “asamblea
de miembros de cajas de ahorro”.
Estos indicadores
nos hablan de la transición o movimientos
en las pautas de la acción participativa;
como se aprecia en el último reactivo,
los ciudadanos pueden llegar a participar en
más de una organización o grupo;
en parte el perfil de la organización
social prevaleciente en el caso del Cerro de
la Estrella, se ve reflejado en los resultados
de la ENCUP.
La investigación
en el campo de la Comunicación deberá
continuar aportando diagnósticos acerca
de estos desplazamientos en la cultura política,
la participación y el ejercicio de la
ciudadanía en el espacio público.
Notas:
1
Se trata de los resultados del trabajo de tesis:
"Participación ciudadana y comunicación
en la gestión del desarrollo urbano. El
caso del Programa Parcial de Desarrollo Urbano
para el Cerro de la Estrella, en la Delegación
Iztapalapa de la Ciudad de México",
elaborado dentro de la Maestría en Comunicación
de la Universidad Iberoamericana, Campus Santa
Fe.
2 Secretaría
de Desarrollo Social, Programa Nacional de
Desarrollo Urbano y Ordenación del Territorio
2001-2006 (México: 2001), p. 35.
3 United Nations,
Urban and Rural Population Projections 1950-2025
(New York: 1986).
4 Consejo Nacional
de Población, Escenarios Demográficos
y Urbanos de la Zona Metropolitana de la Ciudad
de México, 1990-2010 (México:
2000).
5 Lucía
Álvarez (coord.), Participación
y Democracia en la Ciudad de México
(México: La Jornada Editores-CEIICH-UNAM,
1997), pp. 28-29.
6 Giovanni
Sartori, Teoría de la democracia.
Tomo 1. El debate contemporáneo (España:
Alianza, 1987), p. 153.
7 Nuria Cunill,
Repensando lo público a través
de la sociedad (Venezuela: CLAD-Editorial
Nueva Sociedad, 1997), p. 144.
8 Alicia Ziccardi,
Gobernabilidad y participación ciudadana
en la ciudad capital (México: UNAM-IIS-Miguel
Ángel Porrúa, 1997), pp. 28-33.
9 Ibid.
10 Jean Cohen
y Andrew Arato, Sociedad civil y teoría
política (México: Fondo de
Cultura Económica, 2000), p. 8.
11 José
Fernández Santillán, “Sociedad
civil y derechos ciudadanos”, en Letras
Libres (febrero 2001, año III, núm.
26), p. 14.
12 Ibid,
p. 13.
13 Víctor
Sampedro, Opinión pública y
democracia deliberativa. Medios, sondeos y urnas
(Madrid: Ediciones Istmo, 2000), p. 31.
14 Ibid,
p. 30. [Tomado de: Dahlgreen, P., Televisión
and the public sphere, citizenship, democracy
and the media (Lodres: Sage, 1995), p. 9].
15 Ibid,
p. 43. [Tomado de: Benhabib, S., “Models
of public space: Hannah Arendt, the liberal tradition,
and Jürgen Habermas” en C. Calhoun
(ed.), Habermas and the public sphere (Cambridge:
MIT Press, 1992), p. 78.
16 Jorge
Benedicto, “La construcción de los
universos políticos de los ciudadanos”
en Sociedad y política. Temas
de sociología política, p. 258.
17 Jürgen
Habermas, Facticidad y validez. Sobre el
derecho y el Estado democrático de derecho
en términos de teoría del discurso,
[tr.] Manuel Jiménez Redondo (Madrid :
Trotta, 1998), p. 439-440.
18 Al respecto,
ver la nota del traductor en: Jürgen Habermas,
Facticidad y validez. Sobre el derecho y
el Estado democrático de derecho en términos
de teoría del discurso, [tr.] Manuel
Jiménez Redondo (Madrid : Trotta, 1998),
p. 441.
19 Ibid,
pp. 439-440.
20 Nuria
Cunill, Repensando lo público... p. 115.
21 John Fiske,
Introduction to communication studies,
(London: Rotledge, 2002), pp. 1-5.
22 El equipo
social estuvo integrado por Marco Augusto Espinoza
de la Torre, Juan Carlos Maya y Rodrigo Lucerna;
quienes desarrollaron toda una serie de metodologías
sustentadas en la antropología social
para conocer los rasgos de la organización
social, la configuración de los predios
y zonas irregulares, la historia del Cerro de
la Estrella, sus componentes, símbolos
y valores culturales, religiosos, paisajísticos,
arqueológicos y urbanos. El equipo técnico,
lo conformaron Flor Olvera Albiter y Carlos Corral
y Beker, quienes se abocaron a integrar un diagnóstico
georeferencial de riesgos, composición
del suelo, características de la vivienda,
los servicios urbanos, las vías de comunicación
y el grado de afectación a la zona de
conservación ecológica que alberga,
así como las posibles acciones remediales.
23 Octavio
Paz, El laberinto de la soledad (México:
Fondo de Cultura Económica, 2004), p.
110.
24 Ibid,
p. 57.
25 Departamento
del Distrito Federal, Dirección del Programa
de Desarrollo Urbano de la Dirección General
de Reordenación Urbana y Protección
Ecológica, Glosario básico
de términos. Desarrollo Urbano de
la A a la Z, (México, 1987), p. 97.
26 Asamblea
Legislativa del Distrito Federal, “Ley
de Desarrollo Urbano del Distrito Federal”,
publicado en la Gaceta Oficial del Distrito
Federal el 29 de enero de 1996 y en el Diario
Oficial de la Federación el 7 de febrero
de 1996.
27 Marco
Augusto Espinoza y Juan Carlos Maya, Orden del
Día, “Taller de diagnóstico
participativo para la elaboración del
Programa Parcial de Desarrollo Urbano del Cerro
de la Estrella”, elaborado por el equipo
social, (México: 30 de octubre de 1999)
mimeo.
28 Cuaderno
de trabajo del taller: el papel de la participación
ciudadana en la elaboración de Programas
Parciales de Desarrollo Urbano, (México,
D.F.: Coordinación de Humanidades-Programa
Universitario de Estudios sobre la Ciudad-UNAM,
2002), pp. 17-30.
29 De acuerdo
con Gilberto Giménez, la presencia de
los geosímbolos está relacionada
con la existencia de lo que denomina como: territorios
culturales, los cuales surgen sobrepuestos a
los territorios de índole geográfico,
económico y político. “[...]
el territorio es también objeto de operaciones
simbólicas y una especie de pantalla sobre
la que los actores sociales (individuales o colectivos)
proyectan sus concepciones del mundo. Por eso
el territorio puede ser considerado como zona
de refugio, como medio de subsistencia, como
fuente de recursos, como área geopolíticamente
estratégica, como circunscripción
político-administrativa, etcétera;
pero también como paisaje, como belleza
natural, como entorno ecológico privilegiado,
como objeto de apego afectivo, como tierra natal,
como lugar de inscripción de un pasado
histórico y de una memoria colectiva y,
en fin, como geosímbolo […] Los
geosímbolos son edificaciones, lugares
puntuales, recorridos o extensiones que son aceptados
mayoritariamente por la población de un
determinado territorio como emblemas de su identidad.
No son forzosamente espacios construidos, sino
lugares donde se hacen evidentes tradiciones
y signos de identidad [...] Podemos distinguir
por lo menos dos tipos de ellos: aquellos que
remiten a la historia y a la tradición,
y que han sido aceptados como tales por numerosas
generaciones, y aquellos que surgen en el contexto
de la modernización y globalización
reciente, pero que adquieren el estatus de símbolos
para las nuevas generaciones [...] Por otra parte,
la ciudad incluye una gran cantidad de símbolos
urbanos de escala reducida, solamente reconocidos
por grupos locales que los integran como signo
distintivo de la identidad barrial”. Gilberto
Giménez, “Territorio, cultura e
identidades. La región socio-cultural”
en Rocío Rosales (coord.), Globalización
y regiones en México (México:
Miguel Ángel Porrúa-UNAM-FCPyS-PUEC,
2000), p. 22 – 24.
30 Almond
G, y Verba S., The civic culture : Political
attitudes and democracy in five nations (Princeton
University, 1963).
31 Jacqueline
Peschard, “El perfil de la cultura política
predominante”, en Deconstruyendo la
ciudadanía. Avances y retos en el desarrollo
de la cultura democrática en México,
(México: Segob-SEP-IFE-CIDE-ITAM-Miguel
Ángel Porrúa, 2002), p. 152. El
subrayado es propio.
Referencias:
Es posible consultar
la versión digital de la tesis que sustenta
el presente artículo en la siguiente dirección:
(http://www.bib.uia.mx/tesis/programas.html).
Los levantamiento 2001, 2003 y 2005 de la Encuesta
Nacional sobre Cultura Política y Prácticas
Ciudadanas (ENCUP), se pueden consultar en la
siguiente dirección: (http://www.gobernacion.gob.mx/encup/)
Es posible consultar la versión digital
de la tesis que sustenta el presente artículo
en la siguiente dirección: (http://www.bib.uia.mx/tesis/programas.html).
Los levantamiento 2001, 2003 y 2005 de la Encuesta
Nacional sobre Cultura Política y Prácticas
Ciudadanas (ENCUP), se pueden consultar en la
siguiente dirección: (http://www.gobernacion.gob.mx/encup/).
Alberto
Carrera Portugal
Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad,Universidad
Nacional Autónoma de México,
México. |