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Por Miguel Lara
Número
56
Actualmente
son muchos quienes dan por sentado, como verdad
de Perogrullo, que los jóvenes en nuestro
país no tienen interés en la política
y que no participan en ésta debido a la
apatía inherente a su grupo de edad. Sin
embargo por medio de este ensayo me propongo
demostrar que Perogrullo, acaso por primera vez,
está equivocado. Si bien, como repite
la oración, en las elecciones federales
de 2003 el 70% de los jóvenes no votó,
esto no quiere decir que estén desinteresados
en la política y que el problema esté
de su lado, el problema radica del lado del sistema
político existente en nuestro país
y en el escaso futuro que les ofrece nuestra
patria. El origen del escaso interés,
de la reducida información y de la mínima
participación en política por parte
de los jóvenes tiene dos vertientes que
generan una apatía involuntaria, una general,
atribuible al sistema político existente
y otra particular, imputable a la distancia entre
los jóvenes y las vías de participación
en su país y a un futuro que les fue cancelado
desde los setentas. Este ensayo busca iluminar
las causas que generan esta involuntaria apatía
juvenil y en la forma de cómo vencer la
misma, para así ganar este espacio que
nuestra juventud y nuestro país tanto
necesitan.
Un
sistema político cerrado hace que los
jóvenes que buscan participar en él
no lo puedan hacer y en este sentido, veo tres
grandes causales para esta apatía generada
por el sistema y por lo tanto involuntaria. En
primer lugar, la democracia es el poder participar
en las decisiones que afectan a nuestro país,
y en este rubro, México es un lugar donde
parece privilegiarse el voto sobre otras formas
de participación. Las otras formas de
participación, como la formulación
de iniciativas populares, la canalización
de demandas ciudadanas o la pertenencia a asociaciones
civiles, parecen distantes de una población
a la que sólo se le otorga una voz cada
tantos años para luego, entre elección
y elección, estar condenada al silencio.
En segundo lugar, la distancia entre representantes
y representados es también un problema
a vencer. Por un lado, el que doscientos diputados1
provengan de listas de partido hace que éstos
sean responsables ante éste y no ante
la ciudadanía, y por otro lado, el resto
de los diputados, si bien ocupan una curul a
través del voto que le dan los ciudadanos2,
al no existir la reelección, nuevamente
dejan de ser responsables ante su electorado.
De esta manera, la juventud siente que no tiene
un decir al menos que deposite la boleta en la
urna y por lo tanto pierde interés en
la situación política del país.
En tercer lugar, la existencia de una mínima
cultura de rendición de cuentas y de una
alta corrupción en los representantes
merma también el interés de los
jóvenes. Cuando se revelan escandalosas
conversaciones entre empresarios corruptos y
gobernadores, por ejemplo, la juventud observa
que a pesar de los posibles crímenes cometidos,
estas autoridades permanecen en sus cargos. Además,
los jóvenes al ver que muchos de sus representantes
aplican todavía la vieja consigna de “vivir
fuera del presupuesto es vivir en el error” y
al ver que quienes desfilan por San Lázaro
son “los mismos de siempre”, se alejan de la
participación ya que no trae consigo respuesta
a sus demandas.
Entre
las causas particulares de la apatía involuntaria
entre los jóvenes tenemos principalmente
la cancelación de su futuro a partir de
la década de los setenta, además
de los reducidos espacios reservados para ellos
en las estructuras de poder, de toma de decisiones
y de participación en los asuntos públicos
del país. Mientras antes teníamos
empresas como la de 1968 donde los jóvenes
buscaban una mayor libertad de expresión
o detener una guerra, hoy tenemos a jóvenes
preocupados por cuestiones más terrenales
y de corto plazo, enfocados simplemente en al
menos encontrar un empleo o en poder consumir
más. Con la crisis del modelo de posguerra
y con la implantación del Consenso de
Washington, vino una nueva etapa que canceló
el futuro de los jóvenes y frustró
su ser incluso a nivel mundial. “¿Para
que participar en una sociedad de la que no soy
parte?” es el reclamo de millones de jóvenes
que se ven excluidos, y que, como diría
Maslow, al no poder satisfacer sus necesidades
más básicas, menos participarán
en el futuro de su país. A los jóvenes
muchas veces no les interesa lo que sucede en
su sociedad porque como jóvenes sienten
que no forman parte de ese país que gobierna
y toma decisiones y de ese país donde
existen oportunidades. En este tenor, los jóvenes
se sienten insatisfechos como ciudadanos, ya
que a diferencia de los jóvenes de antes,
tienen menos oportunidades de participar en la
política de su país, de tener un
empleo bien remunerado y de progresar en la vida.
En segundo lugar, los jóvenes estiman
que las maneras más importantes de participar
en actividades públicas son trabajando
en el gobierno (13.58%), militando en un partido
(7.41%), siendo miembro de una organización
ciudadana (71.20%) y protestando (7.81%)3.
A partir de esto podemos entender fácilmente
este abandono juvenil por la política.
Para trabajar en el gobierno vemos que al privilegiarse
la experiencia y las amistades, y ante la inexistencia
de una buena profesionalización del servicio
público, en realidad existen pocas oportunidades
para ellos. En cuanto a la participación
a través de partidos políticos,
sólo basta observar que éstos piensan
que simplemente por colocar a hijos de políticos
importantes en el Congreso ya están cumpliendo
con su cuota de jóvenes, cuando en realidad
deben ser el mérito y el fomento a nuevas
generaciones y no un apellido o una cuota lo
que debe guiar esta colocación. Para la
participación a través de organizaciones
es suficiente entender que en México se
privilegia al voto en detrimento de otras expresiones
y que éstas muchas veces repiten los patrones
de la administración pública al
privilegiar la experiencia y los contactos. En
cuanto a la protesta, sólo se precisa
ver la cantidad de plantones y manifestaciones
que desfilan ante los ojos de los gobernantes
y en sus pantallas de televisión sin ser
atendidas. La política es tradicionalmente
el reino de la esperanza, pero cuando ésta
dejó de cristalizarse con la falta de
empleos y redes de protección social,
los jóvenes se alejaron del reino y por
lo tanto de su responsabilidad como ciudadanos.
Perogrullo
está equivocado. Si actualmente no vemos
a jóvenes en cafés, clubes o universidades,
por ejemplo, hablando de política, esto
no se debe a algún mal generacional, a
la corta edad de este grupo o a su mal atribuida
apatía “intrínseca”, sino que se
debe a otros factores ajenos, principalmente
vinculados con un sistema político cerrado
y cuyos canales de participación para
los jóvenes son escasos y limitados. La
prueba patente e histórica de que la juventud
busca representación y participación
y está interesada en la política
fue el 2 de octubre de 1968, fecha que expresó
las contradicciones de un sistema que cerraba
espacios a la juventud. En la actualidad, por
un lado tenemos ciertos aspectos de nuestro sistema
político que afectan a la sociedad en
su conjunto y por lo tanto a los jóvenes
y por otro lado tenemos expresiones que sólo
afectan a los jóvenes en particular. En
cuanto a lo general, los problemas del excesivo
énfasis en el voto sobre otros vehículos
de participación, de la distancia entre
representantes y representados, de la nula rendición
de cuentas y de la corrupción, y en cuanto
a lo particular, la falta de oportunidades, la
escasez de espacios para jóvenes en la
toma de decisiones del país, y la falta
de una comunicación adecuada son los problemas
clave que hay que vencer para así lograr
la información y el interés por
parte de los jóvenes en un país
del cual ellos deberían de ser los primeros
agentes de cambio y de construcción del
futuro que desean tener.
Notas:
1Diputados
de Representación Proporcional o “Plurinominales”.
2Diputados
de Mayoría Relativa electos directamente
en los 300 distritos electorales del país.
3
De acuerdo con la “Encuesta de temas de interés
para los jóvenes 2005” , del Instituto
Mexicano de la Juventud.
Miguel
Lara |