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Por Héctor Gómez
Número
57
¿La
revolución digital?
Jay David
Bolter (2003: 15), director del New Media Center
del Instituto Tecnológico de Georgia,
ha expresado que si existe un campo de estudio
de los nuevos medios, es una combinación
de estrategias que se han establecido para entender
y trabajar con los primeros medios, y que los
nuevos medios digitales constituyen un fenómeno
cultural y económico por todo el dinero
que se está invirtiendo en este nuevo
tipo de formas, como los videojuegos, los web
sites, gráficos para computadoras, películas
y televisión. Es por ello, dice Bolter,
que ante la revolución de lo digital,
varias disciplinas académicas están
dirigiendo su atención hacia esas formas
para buscar como sus perspectivas disciplinares
son relevantes.
La revolución
de lo digital, en visiones como las de Bolter,
entonces, lleva consigo varias cosas: el reconocimiento
de la relación de los primeros medios
a los medios digitales, tanto en lo que se refiere
a sus discontinuidades como en sus convergencias;
la tendencia iterativa entre conocimiento y aplicación
de las tecnologías que soportan el desarrollo
de los nuevos medios; su presencia e impacto
en la economía por el alto grado de inversiones
en tecnologías diversas y diversificadas
para distintas actividades sociales.
Vistas así
las cosas, la revolución digital es un
fenómeno económico y cultural que
va más allá de los tradicionales
medios de comunicación, pero que décadas
antes comenzó con ellos (Eco, 1986: 182),
y en los tiempos recientes la dimensión
de la cultura se ha convertido en uno de los
factores prioritarios que dinamizan a la economía
del consumo a través de los medios tradicionales
y los nuevos medios (Sennett, 2006).
Así,
no es únicamente la expansión y
generalización en lo económico
y lo cultural, sino las nuevas formas como lo
están haciendo los nuevos medios, que
tanto tienen algo de continuidad con los medios
tradicionales, como hay algo nuevo, inédito,
experimentado como una zona de transición
entre ambas que tanto se está experimentando,
como se está comenzando a nombrar y a
pensar. El hecho de que distintas disciplinas
estén buscando su relevancia en este contexto,
puede hablar de una nueva renovación de
disciplinas y de paradigmas. Pero igualmente
puede indicar que hay algo más y para
lo cual es importante mirar a lo lejos en el
tiempo, hacia aquellos momentos de revoluciones
más profundas de la comunicación
humana, ya que puede hacer evidente que estamos
ante el fin de la comunicación que hemos
conocido no sólo en las últimas
décadas, sino en los últimos siglos,
o bien de una bifurcación.
Lev Manovich
(2002), por ejemplo, menciona que los nuevos
medios digitales no solo han inventado nuevas
formas de representar cualquier dato, sino que
también se ha redefinido de una manera
radical las interacciones con toda la cultura
anterior, y, para él, la clave para entender
los cambios es a través de responder preguntas
como, ¿qué es un nuevo medio?,
¿qué es lo nuevo de los nuevos
medios?
Responder esas
preguntas conlleva una revisión histórica
de los medios de comunicación en diferentes
niveles y escalas temporales, ver su tanto la
tensión, la línea de fuerzas que
se concentran, y el sentido constructivo en el
presente, los procesos irreversibles que abren
sendas de lo posible para encontrar sus elementos
estructuradores y estructurantes, los diseños
que tienden a desplegarse y buscar nuevas trayectorias
hacia el futuro (Prigogine, 1999). La innovación
de cada medio de comunicación y tecnología
de información, al insertarse en la vida
social, económica y cultural, lo hace
con diversas posibilidades de moverse por distintos
estratos de tiempo y de velocidad.
¿La
era de la comunicación?
Eric A. Havelock (1996: 55), en su libro, La
musa aprende a escribir, comenta el hecho de
que después del fin de la Primera Guerra
Mundial, “todos escuchábamos la
radio” y eso “planteaba a nuestra
atención un nuevo tipo de exigencias e
incluso ejercía un nueva presión
sobre nuestras mentes”, y, de una o de
otra manera, esa experiencia llevó más
adelante a varios investigadores a estudiar la
resurrección parcial de la oralidad a
través de revisar la historia de la comunicación
humana, que se puede observar en las obras de
Innis, McLuhan, Ong, otros más y el mismo
Havelock a partir de la década de los
sesenta del siglo XX.
Varios de estos
autores dirigieron sus estudios hacia el mundo
de los griegos clásicos para investigar
la crisis de comunicación humana “cuando
la oralidad griega se transformó en la
civilización de la escritura griega”
(1966: 19), en algunos casos para entender lo
que estaba sucediendo con la presencia de los
medios de comunicación. Para el caso que
nos ocupa, es interesante detenernos en una de
las conclusiones a las que llegó Havelock
a lo largo de sus investigaciones, donde expresa
que…
Conseguí
llegar a la conclusión de que dicha “tarea”
no se ha de concebir como la de ofrecer unos
sistemas de pensamiento rivales, sino como la
invención de un lenguaje conceptual en
el cual se pudieran expresar todos los sistemas
filosóficos futuros (1996: 21).
La aparición
de la filosofía griega ha sido vista como
el paso del “mito al logos”, lo cual
representó una revolución de observar
la relación del hombre con el lenguaje
para acceder a la realidad a como se había
realizado en las culturas anteriores, y los sistemas
de pensamiento que emergieron implicaban tanto
nuevas estructuras discursivas y cognitivas,
como la búsqueda, exposición y
difusión de una diversidad de conceptos
que pudieran dar cuenta de la nueva percepción
humana de la realidad (Mas Torres, 2002).
El paso de la
oralidad a la escritura, entonces, fue una revolución
cognitiva y cultural impulsada por la filosofía
(Piulats, 2006), y algo similar volvería
a suceder con la “cultura de los libros”,
como producto de su difusión y generalización
a partir del invento de la imprenta, a finales
del siglo XVIII ante los cambios políticos,
económicos, sociales y culturales que
parecían borrar todo el pasado de golpe
y tajo. Como expresa Edward Said (2001: 37),
son los momentos en que el campo estético
gana autonomía y se separa de la moral
y la mimesis, heredadas del pensamiento griego,
y esto puede ser visto como la necesidad de una
nueva estructura cognitiva tanto para percibir
y actuar en la realidad, como la búsqueda
de nuevos conceptos, o la resemantización
de otros que permitieran realizarlo, para organizar
la vida social y humana, el lugar del individuo
en la sociedad, la relación del pasado
con el presente, la interacción de las
naciones, la edificación de los imperios
de la modernidad, pues todo parecía entrar
en procesos de desintegración y desorden
generalizados.
El trasfondo
de los cambios que se sucedieron a partir de
finales del siglo XVIII, son horizontes históricos
de la civilización más amplios
y lejanos en el tiempo: modernidad, moderno sistema
mundo, capitalismo histórico. Dentro de
esas esferas amplias de la historia humana, la
cultura del libro fue fundamental para la aparición
de una nueva estructura de conocimiento a finales
del siglo XVIII, y que se edificaría a
lo largo del siglo XIX, pero ya no a través
del sistema filosófico, sino por medio
de la ciencia, aparecida desde el siglo XVII,
y de las ciencias sociales y las humanidades,
que se edificaron a mediados del siglo XIX, como
lo ha expresado Immanuel Wallerstein, (1998).
Así,
las ciencias sociales y las humanidades se convirtieron
a lo largo del siglo XIX y del XX en las principales
herramientas cognitivas para dar cuenta de la
realidad, de las sociedades y del individuo,
y, como expresa Edward Said (2005: 44), las improntas
con las que aparecieron y se desarrollaron, fueron
las del mundo occidental, europeo, en la conformación
de un proyecto político, económico
y militar, al propiciar no sólo una forma
de entender y construir el mundo, la vida social,
sino las pautas, valores y directrices de un
tipo de conocimiento.
La política,
la economía, la sociología, la
antropología, fueron algunas de las disciplinas
que comenzaron a revisar al mundo en transición
y a nombrar la transición. La sociedad,
la cultura y el individuo fueron tres de los
principales objetos de estudio, de reflexión,
las vías para nombrar la realidad y lo
que acontecía. Las estructuras de conocimiento
de la realidad se construyeron a partir de elaboraciones
teóricas y discursivas, conceptos y concepciones
elaborados por ellas, y las disciplinas madre
fueron la sociología, la antropología
y la psicología. La pregunta que toca
hacer a esas disciplinas sociales y humanas es
sobre lo que observaban y lo que dejaban de lado.
Eric Hosbsbawm
(1971) ha señalado una serie de elementos
que entraron en transición a partir de
finales del siglo XVIII y a mediados del XIX.
Un primer elemento fue el desarrollo de las comunicaciones,
particularmente medios de transporte de tipo
marítimo, primero, y el ferrocarril, que
después tuvieron dos impactos fundamentales:
modificaciones en la percepción del tiempo
y la movilidad no sólo de bienes y productos,
sino de personas de manera masiva. Con ello los
procesos de integración tanto al interior
de cada país, como al exterior, se pudieron
dar de manera creciente, ser una base de la expansión
del capitalismo, parte del desarrollo científico
y sobre todo tecnológico, y permitió
tener información de lugares del mundo
que hasta el momento eran desconocidos y desarrollar
una vida social basados en las formas de vida,
ideologías y dinámicas de consumo,
sustentados y desarrollados por los medios de
comunicación y los primeros albores de
la cultura de masas.
Es por ello
que desde esos momentos, se puede rastrear un
pensamiento de la comunicación que va
de la mano con la edificación del mundo
de la modernidad (Mattelart, 1996), que se presenta
como un elemento de integración, de movilización,
no sólo de las personas, sino de objetos,
valores, sentimientos y conocimientos de la realidad,
que en un primer momento va de la mano con la
presencia de medios de transporte, pero después
lo será a partir de los medios de comunicación
eléctricos. Sin embargo, la comunicación
y los medios de comunicación no fueron
considerados para la elaboración del conocimiento
de la vida social, de la vida moderna.
El comentario
de Havelock de que “todos escuchábamos
la radio” habla de que a principios del
siglo XX, los medios de comunicación eran
un elemento de transformaciones con impactos
sociales y culturales amplios y profundos, pero
también de que eran vistos y concebidos
dentro de los marcos de la modernidad desde las
ciencias sociales y humanas clásicas.
Pero igualmente que en los mismos momentos de
los que hablaba Havelock, había un movimiento
de corte empresarial, político, militar
y académico: comenzó el estudio
formal de la comunicación, la acción
de los medios de comunicación en la vida
social.
Los estudios
de la comunicación se centraron en lo
social y en lo individual, al concebir a los
medios de comunicación como herramientas
de la vida social y cognitiva, y sólo
hasta la década de los sesenta del siglo
XX comenzó a entender que eran parte de
una transformación más amplia en
el tipo de comunicación humana, con la
aparición de los libros de Mcluhan, Ong,
Havelock, aunque estas visiones fueron recibidas
con distancia, recelo y mucha crítica
por gran parte de la comunidad académica
de la comunicación.
En momentos
en que para algunos pensadores de lo social y
lo humano ha llegado el fin del moderno sistema
mundo, o se ha entrado a una bifurcación
del mismo (Hobsbawm, 2000), al igual que la modernidad,
comienza a ser evidente que el mundo se encuentra
y se mueve a través de un contexto de
lo global, donde la posmodernidad se asoma y
se expande a sus anchas por muchos rincones de
la mayoría de los países, y entra
en escena la revolución de lo digital
y todo parece cambiar de golpe, recordando a
muchos lo acontecido a finales del siglo XVIII
(Ortiz, 2005).
A finales de
la década de los ochenta y durante la
de los noventa del siglo XX, el mundo pareció
entrar en una nueva fase histórica, y
la presencia de lo global, de la posmodernidad
ha sido el gran escenario que ha implicado un
cambio en las coordenadas del pensamiento social
y humano, las cuales, como el mundo, han entrado
en transición.
A mediados del
siglo XX, las ciencias sociales y las humanidades
habían realizado el “giro lingüístico”,
y a finales del siglo el giro, para algunos,
se tornó hacia lo “cultural”,
pero para otros se inclinó hacia otro
ámbito, que, empleando una expresión
de Fredric Jameson (1999: 115) sobre la estética,
ha sido el “sendero no tomado por la historia”,
es decir, la comunicación. Más
allá de los mismos estudios de la comunicación,
otras áreas de conocimiento, reconocieron
a la comunicación como parte central de
la vida social, ya sea proponiendo que los medios
de comunicación son los principales formadores
y difusores de ideología, de producción
de cultura (Thompson, 1993), de las formas simbólicas
como se ha percibido, conocido y estructurado
la vida social a lo largo de la modernidad (Thompson,
1998; Burke, 1996 y 2006; Briggs y Burke, 2002),
o que es el elemento central que constituye a
lo social (Luhmann, 1998; Luhmann y De Georgi,
1996).
Si a lo largo
destiempo se ha ido reconociendo que la presencia
de la comunicación, la acción de
los medios de comunicación, son parte
de la construcción social de la realidad
(Vizer, 2003), la presencia de los medios digitales,
entonces, no sólo es un fenómeno
económico y cultural, sino que, empleando
el título del libro de Lorenzo Vilchez
(2001), representa una migración del tipo
de comunicación que se ha empleado por
décadas o siglos, y ello representa una
nueva etapa histórica de la comunicación
humana, donde ahora la misma comunicación
tiene un papel central.
Pero, el punto
es que en los tiempos recientes emerge otra comunicación,
muy diferente de aquella con la que hemos convivido
y de la que hemos conocido, y que, como aconteció
en otros momentos con los griegos, los románticos
del siglo XVIII, los científicos sociales
del XIX, es necesario generar una nueva estructura
de conocimiento y de reconocimiento respecto
a sus especificidades, los cambios en la comunicación
humana, las transformaciones sociales, culturales
y cognitivas, y ello implica entrar en un momento
clave para explorar los conceptos y sistemas
reflexivos y discursivos que permitan dar cuenta
de lo que está sucediendo para conformar
un conocimiento de lo que vendrá.
¿Estratos
de tiempo y velocidad?
Si estamos frente al fin de la comunicación
que hemos conocido por mucho tiempo, igualmente
hemos de reconocer que estamos en la transición
del mundo que hemos conocido, como bien lo ha
expresado Immanuel Wallerstein (2001), en la
doble acepción de conocer: como cognoscere
(como marco de la realidad) y como sciere (como
el mundo del saber).
Una nueva comunicación
humana no aparece de la noche a la mañana
ni se generaliza de manera homogénea y
estable por todos lados, sino que responde a
varios procesos tanto en lo que se refiere al
presente como al pasado. En el presente se está
dando una etapa de fermentación de posibilidades
que corren en paralelo, de tensiones y exploraciones,
de tendencias y trayectorias diversas, que en
sí mismas han implicado varias transiciones
en pocos años y que encierran una corta
pero compleja historia. En el pasado porque lo
digital implica lo que Havelock (1996: 61) llama
una “colisión” como sucedió
entre lo electrónico y lo impreso, es
decir, entre el pensar lo oral y el textual,
y a partir del cual lo digital se expande a través
de esos procesos históricos y culturales
que no sólo han sido los contextos como
nos hemos comunicado, sino como se ha estructurado
la percepción (Piscitelli, 1995).
Punto importante
para lo anterior es, por un lado, reconocer que
nos encontramos en momentos de transición,
pero, por otro lado, encontrar los trazos de
la manera se está realizando: de los medios
tradicionales a los nuevos medios, y dentro de
los procesos y esferas que se han estado configurando
al interior de los nuevos medios. Otro punto
importante es que lo anterior ha llevado a considerar
la urgencia de repensar no sólo a la comunicación
que emana de los medios digitales, sino de los
mismos cambios que se han estado realizando,
y para ello se torna fundamental construir las
perspectivas históricas para observar
y pensar la presencia a los medios y sus cambios
(Uricchio, 2004), así como para crear
nuevas figuras de pensar (Najmanovich, 2001)
sobre la comunicación y los medios dentro
de los escenarios actuales.
Un escenario
que podría ayudar a observar el factor
histórico-constructivo de los medios de
comunicación es pensarlos a través
de diferentes estratos históricos, tanto
en lo que implica dar cuenta del tipo y delimitación
temporal de la experiencia social y cultural
que propician cada uno, como del tipo de narración
histórica de cada uno de ellos.
Al hablar sobre
el proceso de escribir la historia, Reihart Koselleck
(2001: 35) ha propuesta la metáfora de
los “estratos del tiempo”, los cuales
“remiten a formaciones geológicas
que alcanzan distintas dimensiones y profundidades,
y que se han modificado y diferenciado en el
curso de la llamada historia geológica
con distintas velocidades”. Expresa a partir
de lo anterior:
Remitir a la
historia humana, política y social, y
a la estructura histórica permite separar
analíticamente diferentes niveles temporales
en los que se mueven las personas, se desarrollan
los acontecimientos o se averiguan sus presupuestos
de larga duración.
Para Koselleck,
la historia vista de esta manera implica ver
a la historia como una experiencia, un viaje
de descubrimiento que implica considerar tres
distintos niveles de experiencia, y que cada
una de ellas implica diferentes velocidades de
vivir y dar cuenta de las experiencias:
• Primer
nivel: la unicidad, es decir, los acontecimientos
que se viven como sorprendentes e irreversibles
en la biografía personal, donde el historiador
se pregunta por lo ocurrido, los motivos por
los que ocurrieron, y cuyos acontecimientos
tienen su propia historia donde el historiador
ha de mostrar la fuerza de la experiencia para
hacer evidente sus posibles procesos de repetibilidad.
• Segundo nivel: estructuras de repetición,
es decir, aquellos acontecimientos que se repiten,
al desplegarse en el tiempo, y que generan un
proceso de acumulación de experiencias
a una generación y que se convierte en
una experiencia común, y que permite
al historiador procesar las experiencias de
la mayoría, señalar aquellas que
son únicas e irrepetibles, hacerlas estables
y, por tanto hablar de estructuras históricas
de las experiencias.
• Tercer nivel: larga duración,
son aquellas experiencias que sobrepasan las
experiencias de las biografías de los
individuos o de las mismas generaciones, cuyo
ritmo es más lento que los anteriores
niveles de experiencia, y que es un trasfondo
en el que asimismo se mueven y se desarrollan,
como ha sido la aparición del moderno
sistema mundial, la modernidad.
Asimismo Koselleck
(2001: 57) señala tres diferentes tipos
de registros históricos que se relacionan
con los tres niveles o estratos de experiencia:
• Registro
de la historia: un tipo de historia que era
común hasta el siglo XVIIII y que era
la narración del tiempo reciente, parte
de las experiencias inmediatas de los historiadores,
la necesidad de guardar en la memoria aquello
que ha de ser recordado, la lucha ante la imposibilidad
de recuperar la experiencia como única,
y que busca responder lo que ocurrió
y como se llegó a ello.
• Continuación de la historia:
aquella que es más vigente desde el siglo
XVIII y que se trabaja con el curso diacrónico
de la historia, donde se acumulan experiencias,
se amplifica el tiempo histórico y se
torna objeto de reflexión para darle
un orden y organización.
• Reescritura de la historia: un tipo
de historia cuyos fundamentos para determinar
los hechos de las experiencias han de ser re
elaborados, re escritos, porque las estructuras
de las experiencias acumuladas se han modificado,
y la historia, el lenguaje, el discurso y la
acción no corresponde plenamente con
lo anterior. La reescritura implica el retorno
a las fuentes primarias, recuperar el estado
general del conocimiento porque la experiencia
se eleva sobre un nuevo nivel y por tanto se
debe reescribir. La re escritura de la historia
implica que los dos primeros niveles de experiencia
se condensan, coinciden, se tensan y abren nuevas
direcciones de posibilidades de experiencias
hacia el futuro.
Nuestra impresión
es con la aparición, en distintas etapas
históricas, de diversas tecnologías
y medios de comunicación, se ha pasado
por los dos primeros estratos de experiencias
del tiempo, pero sólo en determinados
momentos ha sucedido que se ha puesto en crisis
las diferentes etapas de la comunicación
humana, es decir, en que se ha modificado el
tercer nivel: el paso de lo oral a lo escrito,
de lo escrito a lo impreso, de lo impreso a lo
electrónico, y de lo electrónico
a lo digital.
La presencia
de una tecnología de información
o un medio de comunicación puede ser considerado
como un nuevo medio (Gunning, 2004), y que en
un primer momento puede ser tomado como un elemento
que transformará a la comunicación
y la experiencia inmediata de la sociedad y de
las personas, pero que en un segundo estrato
puede perder vigencia, estabilidad, o integrarse
dentro de una estructura de experiencia más
amplia y prolongada. Dar cuenta de ello implica
insertarlo dentro de un discurso reflexivo colectivo
y que en sí mismo permita describir y
dar cuenta de sus dinámicas y estructuras
(Varela, 2000)
David Thorburn
y Henry Jenkins (2004) proponen una revisión
de la transición de los medios de comunicación
y señalan que no sólo se ha de
considerar que la presencia de los medios tradicionales
y los nuevos medios dentro de un proceso que
inicia con la experimentación, introducción,
ubicación y estabilización en la
dinámica social, sino que el mismo proceso
es más complejo de lo que se ha considerado,
y que la revisión histórica de
este proceso puede ayudar en mucho a entender
el proceso de transición a la nueva comunicación
que silenciosamente se ha introducido y parece
cubrir al mundo.
En un primer
momento, la innovación implica una fase
de experimentación, de fermentación
de posibilidades, donde se ponen en tensión
las prácticas, narrativas, formatos y
estéticas precedentes, que sólo
con el tiempo se hará evidente las líneas
dominantes de la nueva reorganización
de los medios de comunicación, y una tendencia
hacia la interacción, hibridación
y colaboración entre distintos medios.
Esto mismo sucede con las reflexiones sobre los
medios: de un primer momento que se reacciona
con euforia o pánico, entusiasmo o escepticismo,
se pasa a reflexionar para ganar autoconciencia
de las implicaciones de la presencia de los nuevos
medios, hasta que se puede dar cuenta de los
cambios en las estructuras de la experiencia,
de la acción de los medios en dimensiones
amplias, como en la economía, la política,
la sociedad y la cultura.
Los inicios
de los estudios formales de la comunicación
en ámbitos académicos en los Estados
Unidos entre las décadas de los treinta
y de los cuarenta del siglo XX, son en parte
un indicio de esos trabajos de exploración
tanto de la aparición y del desarrollo
de los medios de comunicación, la prensa,
el cine y la radio primero y después la
televisión, retomando algunas tradiciones
de pensamiento de la sociología y de la
psicología, sin olvidar sus intereses
económicos, políticos y militares.
La década de los sesenta fue una renovación
de las revisiones ante un escenario cultural
y comunicativo que se realizó en Europa
a través de algunas tradiciones de estudio
de la cultura, los estudios literarios, la semiótica
y la lingüística, y que se volvió
a dar a mediados de los ochenta, cuando se hace
visible y evidente una nueva etapa de la economía
mundial, la introducción de tecnologías
de información, cambios en la geopolítica
a escala planetaria.
Los noventa
comenzaron con la indeterminación de muchas
cosas, con la sensación de que se vivían
momentos de transición y cambio, la revolución
de los medios digitales estaba ya en marcha.
Lev Manovich (2002) expresa que la atención
hacia los nuevos medios era hasta hace años
era algo como una “cultura subterránea”,
algo que despertaba poco interés, interés
que comenzó a despertarse a finales de
la década de los ochenta, y que en los
noventa se dieron pasos decisivos, principalmente
en Europa y Japón, como parte de un proyecto
cultural y artístico, mientras que en
Estados Unidos se realizó a través
de industrias y laboratorios que desarrollaban
tecnologías para la creación de
artefactos tecnológicos y culturales para
el consumo y su inserción en el hogar
y centros de trabajo.
Para la aparición
del New Media Reader, del MIT en el
2002, Manovich presenta seis propuestas para
definir lo que son los nuevos medios, y con ello
señalar qué es lo que tienen de
nuevo, que no sólo representan algunas
de las reflexiones del mismo Manovich sobre su
trabajo previo, sino de una comunidad de investigadores,
artistas, técnicos, y científicos
de diversas áreas de estudio y de aplicación
dentro de universidades y laboratorios. De acuerdo
con Manovich, entonces, la etapa de estudio y
exploración es corta en el tiempo, aunque
profunda en sus impactos diversos, y se encuentra
en etapa de exploración, introducción,
y en paralelo de reflexión, de definición,
que aún tardará en generarse una
visión más completa y sistemática,
pero que ha tenido el impacto de propiciar una
revisión de la historia de la comunicación,
de los medios, y nuestros conocimiento sobre
ellos.
¿La
comunicación que hemos conocido?
Desde hace algunos años hemos trabajado
la manera como la sociología cultural
ha sido históricamente una fuente científica
para la comunicación, con mayor énfasis
en América Latina y México. A partir
de ello hemos revisado varias tradiciones de
estudio de la cultura y algunas tendencias de
la sociología cultural que han aparecido
desde el siglo XIX, así como el lugar
que han ocupado dentro el pensamiento social.
Esto último
es importante ya que para quienes han trabajado
la sociología cultural han señalado
que tradicionalmente se le ha ubicado como una
área periférica, secundaria, marginal
y subdesarrollada dentro del pensamiento sociológico,
aunque ello no ha implicado, como expresa Antonio
Ariño (2000: 7) que “los aspectos
culturales de la modernidad hayan quedado al
margen de la reflexión sociológica,
pues de hecho desde los padres fundadores hasta
la actualidad podremos seguir un filum de tratamiento
riguroso de determinadas problemáticas
(análisis de la religión, la ideología,
la racionalización, la vida urbana)”.
Si embargo, a partir de la década de los
sesenta del siglo XX, las cosas cambiaron y la
sociología cultural comenzó a tener
un lugar menos secundario y cada vez más
protagónico.
La sociología
cultural no ha sido históricamente la
única fuente científica de la comunicación,
pero ha sido una de las principales desde la
década de los ochenta del siglo XX, de
una manera tal que los estudios de la comunicación
de masas y los estudios de la cultura, con gran
énfasis en los estudios culturales anglosajones,
se han convertido en “los continentes de
la comunicación” (Galindo, 2005:
157). Para muchos, pensar la comunicación
es pensarla desde la cultura desde esos momentos.
Es decir, desde
la década de los sesenta, la aparición
de los estudios culturales y de otras tendencias
de estudio de lo social y humano, giraron hacia
el tema de la cultura y encontraron a los medios
de comunicación como las principales instituciones
productoras de cultura y de ideología.
En la década de los ochenta, los estudios
de la comunicación giraron hacia la cultura
como la plataforma de análisis de los
procesos de comunicación y de la acción
de los medios masivos. Es en esta última
etapa donde ambas perspectivas se entrecruzan,
convergen, dialogan y por momentos caminan en
paralelo, aunque no del todo ni da la misma manera.
La aparición
de los estudios culturales británicos
en los sesenta fue parte de la transformación
de una tradición de estudios de la cultura
que se remite a finales del siglo XVIII, y su
desarrollo fue parte de una etapa de dialogo
con otras perspectivas de estudio de lo social,
lo humano que provenían de otras tradiciones
de estudio y que en esos momentos entraron en
una etapa de fermentación y de construcción
de nuevas pautas de conocimiento. Así,
observar la presencia de los estudios culturales
conlleva entender procesos históricos
y cognitivos más lejanos en el tiempo,
y ver la manera como se fueron desarrollando
hasta que en la década de los ochenta
se asoma un tipo de sociología cultural,
donde además de los estudios culturales
británicos hay que incluir una herencia
de pensamiento europeo, principalmente proveniente
de Francia.
Por su parte,
los estudios de la comunicación de masas
remiten a una historia más corta en el
tiempo, pero con extrema complejidad y variedad,
y que en gran parte provenían de Estados
Unidos. En los sesenta entran en una etapa de
fuerte cuestionamiento ante la crítica
a los paradigmas dominantes con los que se había
trabajado, y los setenta fue una etapa de fermentación,
y para los ochenta se encuentran con los estudios
de la cultura, con la sociología cultural.
Es por ello
que desde la sociología cultural, podemos
ubicar tres grandes etapas del desarrollo de
algunas tradiciones de estudio de la cultura:
• Primera:
desde el siglo XVIII hasta aproximadamente 1950.
Es la etapa de una sociología de la cultura
clásica.
• Segunda: de 1960 a 1980. Son los momentos
de fermentación para conformar una nueva
sociología de la cultura.
• Tercera: de 1990 al 2000. La etapa donde
podemos encontrar las nuevas tendencias de la
sociología de la cultura.
Intentando relacionar
esas tres etapas de las distintas tradiciones
de estudio de la cultura con los estratos de
tiempo de Kosalleck, podríamos decir que
en cada una de ellas están presentes los
tres niveles, es decir, cambios en las experiencias
de vivir lo social, o como expresaría
Raymond Williams (1980), de estructuras de sentimiento,
que llevan a trabajar y escribir sobre las experiencias:
registrando la historia, continuando el registro
de la historia, intentando re escribir la historia,
entendiendo en algunos casos dar una síntesis
teórica, o abrirla.
Una revisión
de los estudios de la cultura y de la comunicación
a lo largo del tiempo para observar la manera
como han trabajado en diferentes niveles de estratos
de tiempo y velocidad, no es tarea fácil
y requiere de más espacio y desarrollo
teórico y conceptual. En mucho porque
la cantidad de obras es amplia, compleja y diversa.
Además, el proceso no es lineal o mecánico,
ni el impacto de distintas obras.
Pero para observar
la manera como se ha creado un conocimiento de
la comunicación a lo largo del tiempo,
y, en particular a partir de la relación
de los estudios de la comunicación con
la sociología cultural, y retomando lo
realizado por Francis Balle, (1991) en su libro
Comunicación y sociedad. Evolución
y análisis comparativo de los medios,
hemos elaborado una cronología que abarca
tres ámbitos: por un lado, las obras que
han sido importantes dentro de alguna tradición
de estudios de la cultura (la culturalista, la
sociológica, la antropológica y
aquella de la que derivaría la sociología
cultural); la segunda, en donde se ubican algunas
de las obras más influyentes o representativas
de los estudios de la comunicación. En
ambas se han incluido algunas de autores latinoamericanos
o mexicanos. En la tercera ubicamos algunas de
los medios de comunicación o tecnologías
de información que fueron apareciendo
de manera gradual a lo largo del tiempo.
El tercer ámbito,
el de los medios y las tecnologías, tiene
como objetivo tener un referente de lo que sucedía
a partir de su aparición y desarrollo,
para observar en contraste lo que interesaba
o inquietaba a los estudios de la cultura y a
los estudios de la comunicación, donde
por supuesto, no se incluyen todos los medios
y tecnologías, sino sólo algunas
que nos den algunos indicios de lo que en su
propio proceso e historia estaba ocurriendo.
Reconocemos
que este es un ejercicio exploratorio que debe
ser trabajado más amplia, profunda y sistemáticamente,
pero que nos puede abrir la pauta para avanzar
para crear nuevas figuras de pensamiento y dar
cuenta de la comunicación que hemos conocido
y para tener elementos de dialogo con las propuestas
de la comunicación que está emergiendo
y que conoceremos a lo largo del siglo XXI.
¿Estratos
de tiempo y de comunicación?
Observemos lo que aconteció en la primera
fase, es decir, desde finales del siglo XIX hasta
finales de la década del siglo XX:
TABLA
1
DESARROLLO DE LOS ESTUDIOS DE LA CULTURA, DE
LA COMUNICACIÓN Y DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
(SIGLO XIX-1950)
Año: |
Estudios
cultura: |
Estudios
Comunicación: |
Medios
y tecnología: |
1837 |
|
|
Telégrafo
electrónico |
1869 |
Mathew Arnold,
Cultura y anarquía |
|
|
1871 |
E. B. Taylor,
Cultura primitiva |
|
|
1876 |
|
|
Teléfono |
1877 |
|
|
Cilindro
registrador/fonógrafo |
1887 |
|
|
Disco y grabación
paralela |
1895 |
|
Gustav Le
Bon: La psicología de las masas. |
Cine |
1896 |
|
|
Marconi:
transmisión de 3 Km. |
1897 |
|
|
Primera conexión
con radio. La radio libera a la telegrafía
del cable |
1899 |
|
|
Conexión
radio por canal de la mancha |
1903 |
|
|
Primer vuelo
en avión |
1905 |
Max Weber,
La ética protestante |
|
|
1906 |
|
|
Transmisión
inalámbrica voz humana |
1907 |
|
|
Pruebas del
teléfono inalámbrico en E. U. |
1909 |
|
Charles Cooley,
La organización social |
|
1911 |
F. Boas,
La mente del hombre primitivo |
|
|
1912 |
E. Durkheim,
Las formas elementales de la vida religiosa |
|
|
1919 |
|
|
Creación
principales compañías de radio
en E. U. |
1920 |
|
Walter
Lippman, La opinión pública |
Telex
Primera estación de radio regular
|
1925 |
|
F. H. Lund,
La psicología del yo |
|
1927 |
|
|
Cine sonoro |
1928 |
|
|
Red de Telex |
1932 |
F. R. Leavis,
Civilización de masas y cultura minoritaria |
|
|
1934 |
R. Bennedict,
Patterns of culture |
|
|
1936 |
|
|
Emisiones
experimentales TV |
1937 |
T. Parsons,
La estructura de la acción social |
|
|
1939 |
|
Serge Tchakhotine,
La violación de las masas por la propaganda
política |
Inicia
FM |
1940 |
|
Paul Lazarsfeld,
La radio y la prensa escrita |
|
1943 |
|
Jean Stoetzel,
Teoría de las opiniones |
|
1944 |
|
Paul Lazarsfel,
La elección de la gente |
Calculadora
Automática de Secuencia Controlada de
la IBM |
1945 |
|
|
Grabación
magnética del sonido
Inicia TV blanco y negro |
1946 |
|
|
Calculadora
e Integradora Numérica Electrónica
(ENIAC) |
1948 |
F. R. Levavis,
La gran tradición
T. S. Eliot, Notas hacia una definición
de la cultura
|
Harold
Laswell, La comunicación de las ideas
N. Wiener, Cibernética
|
Transistor
Cable coaxial
Discos de vinilio
|
1949 |
Levi Strauss,
The elementary structures of kindship |
Claude Shannon,
La teoría matemática de la comunicación |
|
1950 |
|
|
Comienzos
de la televisión comercial |
1951 |
T. Parsons,
The social system |
Harold Innis,
The bias of communication. |
|
1952 |
Alfred Kroeber
y Clyde Kluckhohn,, Cultura. Una revisión
crítica de conceptos y definiciones. |
|
|
1953 |
|
|
Televisión
en color
Tocadiscos eléctrico
|
1954 |
|
Bernard Berelson,
Votar, un estudio de la formación de
la opinión en una campaña presidencial |
Comienzo
FM en Francia
Receptor portátil de transistores |
1955 |
H. Marcuse,
Eros y civilización |
Eliu
Katz, La influencia personal |
|
1956 |
R. Barthes,
Mitologías |
|
Magnetoscopio |
1957 |
Richard Hoggart,
The uses of literacy
Roland Barthes, Mitologías
|
|
Satélite
Sputnik I |
1958 |
R. Williams,
Cultura y sociedad |
|
Primer
videojuego: tennis for two |
Del
siglo XIX hasta finales de la década de
1950, el desarrollo de la tecnología y
de los medios de comunicación se dio casi
en paralelo al de los medios de transporte. Diversos
tipos de tecnología aparecieron para distintos
fines: el telégrafo, el teléfono,
el registro y reproducción de sonidos,
la fotografía, la radio (que de ser netamente
experimentales pasan a su comercialización
y a su división por la aparición
de la Frecuencia Modulada), el télex,
el cine (que pasa de silente a sonoro y de blanco
y negro a color), las primeras calculadoras y
computadoras, la televisión, los primeros
videojuegos (en forma experimental), los primeros
satélites, la llegada del transistor.
En estos años
fue el paso del carbón a la electricidad,
y de esta a los primeros pasos de la información
como fuente de energía. Igualmente fue
la llegada de lo audiovisual, de los medios para
la comunicación a distancia, internacional,
y los cimientos de la cultura de masas, de la
industria de la cultura, de la sociedad de la
información.
Las primeras
obras que abordaron el tema de la cultura tendieron
a la diferenciación hombre-naturaleza,
donde la diferenciación de los hombres
se realiza a través de una visión
evolucionista de las civilizaciones.
La tradición
culturalista adquirió una visión
sistemática con la obra de M. Arnold,
Cultura y anarquía, con la cual
define a la cultura como lo mejor que el hombre
puede crear a través de obras literarias,
y hay un fuerte rechazo a lo que represente el
progreso de la civilización: la vida urbana,
las masas, la cultura popular, la tecnología
y la ciencia. La antropología adquirió
cierta madurez con la obra de Taylor, quien realizo
una definición de global de la cultura
que buscaba constituirse en científica
y distanciarse de la visión de los románticos
humanistas. La sociología, de corte marxista,
por su parte hizo una diferenciación a
partir de las condiciones materiales y la conciencia
para observar el desarrollo de la sociedad. Algunas
obras de Marx fueron parte de ese perspectiva,
particularmente en, La ideología alemana,
donde hizo una reformulación del concepto
ideología, con lo cual adquirió
una dimensión más sistemática
que como se había empleado anteriormente.
Ahí, dividió a la sociedad en estratos
y coloco a la cultura en la superestructura,
en la cual se insertaría más adelante
el lugar y rol de los medios de comunicación,
principalmente por algunos pensadores de corte
marxista.
Estas obras
sistematizaron un pensamiento que se dio a finales
del siglo XVIII y principios del XIX, quienes
reaccionaron con sus obras a las experiencias
que se vivieron en esos momentos. En ese sentido,
esos primeros pensadores son quienes comienzan
a escribir la historia, a formular discursos
reflexivos, y sólo años después
las historias adquieren un rostro con quienes
continuaron con dicha empresa.
En los tres
casos se reconocía a la cultura como parte
de la dimensión simbólica de la
sociedad, pero la manera como se le ubica es
a través de dimensiones totalizantes del
momento: el sistema moral, el religioso, la ideología,
aunque también se hablaba de la educación
y el arte.
Durante las
décadas de los cuarenta y los cincuenta
hay una renovación de las tradiciones
de estudio de la cultura. Las obras de F. R.
Leváis, de Ruth Benedict, de Krober y
Kluckhohn, fue parte de esa continuación
de la escritura de la historia: no sólo
había ya una considerable cantidad de
información, de obra reflexiva, sino que
los mismos contextos históricos y las
experiencias que se vivían a partir de
lo acontecido con la Segunda Guerra Mundial,
lo propiciaban. Es interesante el caso de la
obra de Talcott Parsons, quien intentó
hacer una síntesis del pensamiento social
y proponer un plan de trabajo para el futuro,
donde incorporó al sistema cultural.
Igualmente es
interesante que la década de los cincuenta
concluye con la aparición del primer libro
de Raymond Williams, quien al mismo tiempo que
realizo una síntesis del concepto cultura,
le dio un giro a su concepción, ubicándola
dentro de una dimensión social, e inicio
su labor reflexiva dialogando con el marxismo
y estudiando la producción de cultura,
donde consideraba a los medios de comunicación
como una de las instituciones sociales contemporáneas
que lo realiza. Williams sintetiza y propicia
una re escritura de la historia, y en ella incorpora
a los medios de comunicación.
Algo similar
sucedió con los estudios de la comunicación.
Obras que provenían de la psicología
y de la sociología, como las de Gustav
Le Bon, H. Luna, Ch. Cooley y otros, fueron antecedentes
de lo que vendría a suceder con su institucionalización
en los treinta y cuarenta del siglo XX. Estas
obras abordaban algo que era inminente para muchos
a finales del siglo XIX, la presencia de las
masas, pero igualmente fue una síntesis
de algo que se venía expresando y reflexionando
anteriormente ante los cambios en la sociedad.
Sus obras fueron, como en el caso de la cultura,
una re escritura de la historia.
Igualmente,
las décadas de los cuarenta y de los cincuenta
fueron los momentos en que aparecieron obras
como las de Lazarsfeld, Berelson, Katz, Lasswell,
quienes, algunos de ellos, han sido considerados
como los “padres de la comunicación”,
y se puede decir que lo fueron en el sentido
que le dieron orden y sustento a una serie de
antecedentes de reflexiones y conocimientos,
los centraron para explicar lo que se vivía
en esos momentos, y los pusieron a disposición
de requerimientos políticos, comerciales
y militares.
Los modelos
de la comunicación que emanaron de sus
obras, junto con las de Shannon, y otros más,
son un tipo de síntesis de pensamiento
social, una propuesta de de comprensión,
a verificarse en continuas investigaciones, y
de aplicación, bajo intereses muy concretos,
pues los primeros estudios se sustentaron en
una teoría social que les permitiera actuar
sobre los individuos y la sociedad, evitando
romper con los legados del pasado, como las tradiciones
sociales y culturales, las relaciones de solidaridad
orgánica o la misma historia, y donde
el modelo de la “aguja hipodérmica”
fue una evidencia de ello, así como el
modelo de “los dos pasos”, el paradigma
de Laswell, modelo matemático de la comunicación
de Shannon, de D. Berlo, W. Schramm, y otros
muchos más.
Pero muchas
cosas iban a cambiar en las décadas siguientes,
como se podrá observar en la siguiente
tabla.
TABLA
2
DESARROLLO DE LOS ESTUDIOS DE LA CULTURA, DE
LA COMUNICACIÓN Y DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
(1960-1980)
Año: |
Estudios
cultura: |
Estudios
Comunicación: |
Medios
y tecnología: |
1960 |
|
Joseph
Klapper, Los efectos de la comunicación
de masas
David Berlo, El proceso de la comunicación.
|
Comienzo
de la grabación magnética entre
el gran público |
1961 |
R.
Williams, La larga revolución. |
|
Cassette
|
1962 |
E.
Morin, El espíritu del tiempo |
Mcluhan,
La galaxia Gutenberg
Everett Rogers, Diffusion of innovations
J. Habermas, Historia y crítica de la
opinión pública.
|
Satélite
Telstar |
1963 |
E.
P. Thompson, The making of the english working
class |
Jean
Cazeneuve, Sociología de la radio y
la televisión
Antonio Pascuali, Comunicación y cultura
de masas.
Eric A. Havelock, Prefacio a Platón.
|
|
1964 |
Stuart
Hall, The popular arts
H. Marcuse, El hombre Unidimensional
U. Eco, Apocalípticos e integrados
|
McLuhan,
Para comprender los medios |
Videodisco |
1965 |
L.
Althusser, La revolución teórica
de Marxx, Para leer el Capital |
|
Satélite
Pájaro Madrugador (INTELSAT) |
1966 |
|
A.
Smith, Comunicación y cultura.
Melvin L. de Fleur, Teorías de la comunicación
masiva.
|
|
1968 |
J.
Derrida, De la gramatología |
|
|
1970 |
|
Antonio
Pascuali, Comprender la comunicación. |
|
1971 |
P.
Bourdieu, La reproducción |
Abraham
Moles, Sociodinámica de la cultura
Ariel Dorfman y Armand Mattelart, Para leer
al Pato Donald
|
Disco
flexible de 5 1/4 pulgadas
Microprocesador o microchip |
1972 |
Pierre
Bourdieu, Esbozo de una teoría de la
práctica
T. Adorno y M. Horkheimer, Dialéctica
negativa.
|
|
Magnavox
Odissey (videojuego) |
1973 |
Stuart
Hall, Encoding and decoding in television discourse
C. Geertz, La interpretación de las
culturas
|
|
|
1974 |
R.
Williams, Television: technología y
forma cultural. |
Jean
Cazeneuve, El hombre telespectador |
Primera
computadora de escritorio |
1975 |
|
H.
Blake y E. Haroldsen, Taxonomía de conceptos
de comunicación.
Florece Toussaint, Crítica de la información
de masas.
|
Atari
Pong |
1976 |
R.
Williams, Palabras clave. |
|
Videocasseteras
beta
Apple II
|
1977 |
R.
Williams, Marxismo y literatura |
James
Curran, Michael Gurevitch y Janet Woollacot,
Sociedad y comunicación de masas
A. Paoli, Comunicación e información.
|
Televisión
por cable
Atari 2600
|
1978 |
Stuart
Hall, Policing in crisis |
Jesús
Martín Barbero, Comunicación
masiva: discurso y poder. |
Videodisco
interactivo en la educación
Lasser disc
|
1979 |
Mary
Douglas, El mundo de los bienes
P. Bourdieu, La distinción
Edward Said, Orientalismo
|
|
Teléfono
celular
Walkman
|
1980 |
D.
Morley, The “Nationwide” Audience
P. Bourdieu, El sentido práctico y Cuestiones
de sociología
F. Rositi, Historia y teoría de la cultura
de masas
Gilberto Giménez, Cultura popular y
religión en el Anáhuac
|
Wilbur
Schramm, La ciencia de la comunicación
humana. |
Cámara
de video
Videocasetera
Fax
Disco compacto
|
1981 |
Raymond
Williams, Cultura. |
Miquel
de Moragas, Teorías de la comunicación. |
IBM
PC personal |
1982 |
N.
García Canclini, Las culturas populares
en el capitalismo |
Walter
Ong, Oralidad y escritura. |
Comercialización
disco compacto |
1983 |
C.
Geertz, Conocimiento local. |
|
|
1984 |
John
B. Thompson, , Studies in the theory of ideology |
|
Telemática
Macintosh
CD rom
|
1985 |
|
|
Nintendo
(NES)
Windows 1.0
|
1986 |
Ien
Ang, Watching Dallas: soap opera and the melodramatic
imagination
Marshal Shalins, Islas de historia. La muerte
del capitán Cook. Metáfora, antropología
e historia
Jorge González, Cultura (s)
|
Valerio
Fuenzalida, Educación para la recepción
televisiva, y, Educación para la televisión
en América Latina |
|
1987 |
J.
Fiske, Television culture
J. Radway, Reading the romance: women, patriarchy
and popular literature
|
J.
Martín Barbero, De los medios a las
mediaciones
Guillermo Orozco, Televisión y producción
de significados
Dennis McQuail, Introducción a la teoría
de la comunicación.
|
DAT |
1988 |
D.
Morley, Family telvision: cultural power and
domestic leisure
James Lull, World familias wathc television
|
Eric
y Marshall McLuhan, Las leyes de los medios.
La nueva ciencia. |
Comercialización
del DAT |
1989 |
John
Fiske, Reading the popular. |
J.
Martín Barbero, Procesos de comunicación
y matrices de cultura |
Game
Boy de Nintendo |
En la segunda fase, de la década de los
sesenta a finales de los ochenta, los medios
de comunicación tuvieron un desarrollo
acelerado ante dos procesos importantes: su miniaturización
y la aparición de aparatos sustentados
principalmente en la informática que se
comercializaron a partir de estas décadas
en que comenzó su socialización,
entrando a diversos espacios como el laboral,
el educativo, el hogar, y se comenzaba a preparar
el terreno para su dimensión móvil.
Los soportes de registro del material simbólico,
igualmente se modificó y permito no sólo
almacenar información y mensajes, sino
un uso diferenciado, así como nuevas estéticas
y narrativas en los medios audiovisuales.
Comenzaron a funcionar los primeros satélites
comerciales; aparecieron los audiocassettes,
los lasser disc, los video discos, los diskkettes;
las computadoras de escritorio; los videojuegos
se comercializaron masivamente junto con las
primeras consolas; los inicios de la televisión
por cable, llegaron las videocasseterras y los
videocasetes; los walkman iniciaban a ser comercializados.
Fue la etapa
donde las distintas tradiciones de estudio de
la cultura y de la comunicación se renovaron,
se dio el paso del estudio de las estructuras
sociales a la actancia, las prácticas
culturales, los procesos de sentido. Una etapa
donde el acento ya no se coloca tanto en la relación
individuo y sociedad, sino en la sociedad y la
cultura. Incluso, fueron los momentos en que
los estudios de la cultura y de la comunicación
comenzaron a tocarse, a relacionarse de una manera
cada vez más estrecha, a correr en paralelo,
en ocasiones casi siendo la misma cosa. Fue un
momento de alta complejidad, donde varios estratos
del tiempo coincidieron, pues las experiencias
sociales volvían a ponerse en movimiento
con nuevos giros respecto a los años precedentes.
En parte, fueron tiempos de continuación,
por otra parte, de una nueva escritura por la
intensa actividad de los sesenta, por una zona
de transición y reflexión crítica
de los setenta, para pasar a una nueva revisión,
síntesis y propuestas en los ochenta.
Mientras los
estudios de la comunicación en Estados
Unidos habían girado su interés
por los efectos y las funciones de la comunicación,
por su impacto y presencia en modelos de desarrollo
en países del Tercer Mundo, donde W. Schramm
y E. Rogers fueron algunas de las cabezas más
visibles, en Europa y América Latina comenzaron
a sucede otras cosas.
La tradición
culturalista fue la más sensible a las
transformaciones sociales y culturales, que se
puede observar no sólo por la presencia
de obras como las de Raymond Williams, sino por
la fundación del Centre for Contemporary
Cultural Studies (CCCS) en 1964 en la Universidad
de Birgminham, a partir de lo cual esta tradición
llegaría a conocerse como los estudios
culturales, así como por la presencia
de una diversidad de investigadores como E. P.
Thompson, Richard Hoggart, Stuart Hall, y el
impacto que tuvieron sus diferentes libros, mediante
los cuales replanteaban la concepción
de la cultura y la manera de investigarla a través
de dos grandes ámbitos de estudio: la
cultura popular y la producción de la
cultura. Igualmente lo fue por el acercamiento
con distintas corrientes intelectuales de la
época a partir de lo cual articularon
una diversidad de conceptos como los de ideología,
hegemonía, identidad cultural, trabajados
por una serie de categorías que les daría
en gran parte su fuerza teórica y su propuesta
renovadora: raza, etnia, género, generación,
subculturas. En este tipo de trabajos destacó
la presencia de S. Hall sobre la influencia ideológica
de los discursos, de los medios de comunicación,
y también se puede ver la presencia de
J. Fiske y sus estudios sobre las culturas populares.
En los ochenta destacaron por sus estudios sobre
las audiencias donde el empleo del recurso de
la etnografía fue clave para estos en
su renovación no sólo teórica,
sino metodológica y tecnológica,
como se puede ver con las obras de D. Morley
y otros más que trabajaron lo que se llegaría
a conocer como “los estudios etnográficos
de las audiencias”.
Un libro importante
dentro de los estudios culturales, no tanto los
británicos, es el de Edward Said, Orientalismo,
que es la apertura hacia nuevos rumbos de exploración
que se separa del eurocentrismo y que avanza
en la revisión de la conformación
histórica y cultural de discursos sobre
otras culturas, como las orientales, y que llevarían
a la propuesta de los estudios postcoloniales.
Pero también
se ha de ver que en los inicios de la década
de los sesenta hay una diversidad de obras que
tanto sintetizan un estado de conocimiento como
abren pautas de trabajo. Algunas de esas obras
no tendrán mucha continuidad por parte
de sus mismos autores, pero otras si.
Por un lado
estuvieron algunos estudios que trabajaron alrededor
del fenómeno de la cultura de masas, como
fue el caso de Edgar Morin con su libro, El
espíritu del tiempo, de U. Eco con
su libro, Apocalípticos e integrados,
y de Abraham Moles con su libro, Sociodinámica
de la cultura, entre otros muchos más.
Estos libros, como algunos de los estudios culturales
británicos fueron tomados en algunos casos
como parte de los estudios de la comunicación
de la época, libros que abordaban a los
medios de comunicación o a la cultura
de masas y que han sido considerados como parte
de los estudios sobre los medios de comunicación
de la época.
Por otro lado,
están los libros de algunos investigadores
que se abocaron al estudio de la comunicación
humana a lo largo de la historia, y que más
adelante se les ubico como los antecedentes del
ámbito de estudio sobre las mediaciones
tecnológicas. Libros de M. McLuhan, W.
Ong, E. A. Havelock. Esta rama de estudio ganaría
significación y pertinencia en los noventa.
También
estuvo la obra de Althusser, su revisión
de la ideología, que permitió considerar
de otra manera las lecturas ideológicas
que realizan los sujetos, así como la
acción de los aparatos ideológicos,
en donde se ubicó la acción de
los medios de comunicación. El pensamiento
marxista se debatía entre la actividad
del sujeto frente a la cultura masiva y los medios
de comunicación, así como sobre
el lugar y papel que desempeña la ideología
dentro de la sociedad. Para ello, la recuperación
de la obra de A. Gramsci fue fundamental y permitió
a varios investigadores y a algunas tendencias
de estudio introducir el concepto de hegemonía,
el papel que juega la ideología dentro
de un bloque histórico, con lo cual los
estudios de la cultura y de la comunicación
se nutrieron mucho a partir de ello.
Asimismo, la
antropología y la sociología cultural
se dirigieron hacia un replanteamiento de la
definición de la cultura, al tener como
macro objeto de estudio al sistema cultural.
Sus esfuerzos se dirigieron hacia la reflexividad
al interior de las disciplinas, los desafíos
del análisis cultural, que se debatían
entre la hermenéutica y el estructuralismo,
con elementos de la lingüística,
la semiótica y el psicoanálisis.
La antropología
siguió viendo a las culturas atrasadas,
alejadas y primitivas, aunque comenzaron a mirar
hacia dos fenómenos: la migración
de muchos miembros de esas culturas a centros
urbanos e industrializados, y la reflexión
sobre lo que ocurre en las ciudades que se expandían
y se transformaban. Hubo una fuerte tendencia
de observar a las culturas y su dimensión
simbólica a través de las relaciones
de razas y etnias, pero igualmente por la religión
y la moral, donde la obra de Geertz es un caso
ilustrativo. También, la obra de Geertz
hace posible la concepción simbólica
de la cultura, y abre la pauta para lo que se
llegará a conocer como la antropología
comprensiva.
En este periodo
apareció la obra fuerte de Bourdieu, que
se fue conformando desde la década de
los setenta., y casi al amainar esa década,
su obra comenzó a cobrar una presencia
importante en los estudios de la cultura y de
la comunicación, que se afianzó
más en los ochenta y principios de los
noventa. El objetivo de los trabajos de Bourdieu
son la sociedad y su reproducción a través
de la cultura, con lo cual retoma una serie de
tradiciones diversas de pensamiento para articular
la base estructural, la determinación
de lo económico en lo simbólico,
y la subjetividad, la determinación de
lo simbólico en lo estructural, y la dialéctica
entre ambos por donde la cultura se pone en movimiento
intentando evitar el mecanicismo y el determinismo.
Las prácticas, las instituciones, la agencia
social, se ponen en evidencia a través
de conceptos como habitus, campo, capital simbólico
y cultural, entre otros.
En esta fase
podemos observar otro elemento importante: la
presencia de investigadores y teóricos
de la comunicación en América Latina
y en México. Su obra es dual: por un lado,
dar cuenta de las experiencias que se viven en
esos momentos, como de sintetizar un conocimiento
de la sociedad, la cultura y la comunicación
desde la perspectiva latinoamericana.
La obra pionera
de A. Pascuali parece un caso extraño
y aislado, que sólo a finales de los sesenta
y principios de los setenta se verá acompañado
por otras obras como las de Armand Mattelart
y otros más que se moverán dentro
de las perspectivas del imperialismo cultural
y la sociología crítica, pero que
a fines de los setenta, como se puede observar
en la obra de esta época de Jesús
Martín Barbero, se comienza a dar un giro
hacia la sociología cultural, que se puede
observar en las obras de los ochenta de Néstor
García Canclini, Jorge González,
el mismo Jesús Martín Barbero,
y en los estudios de la recepción de investigadores
como Valerio Fuenzalida y de Guillermo Orozco.
Pero el panorama
cambio a partir de los noventa, donde tanto hay
continuidades como emergencias.
TABLA 3
DESARROLLO DE LOS ESTUDIOS DE LA CULTURA, DE
LA COMUNICACIÓN Y DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
(1990-2000)
Año: |
Estudios
de la cultura: |
Estudios
de la comunicación: |
Medios
y tecnología: |
1990 |
J.
B. Thompson, Ideología y cultura moderna.
Teoría crítica social en la era
de la comunicación de masas.
N. García Canclini, Culturas híbridas
|
|
Super
Nintendo |
1991 |
F.
Jameson, El posmodernismo o la lógica
cultural del capitalismo avanzado.
Renato Rosaldo, Cultura y verdad. Nueva propuesta
de análisis social
John Tomlinson, Cultural imperialism
Renato Ortiz, Mundialización y cultura
|
R.
Reguillo, En la calle otra vez. Las bandas:
identidad urbana y usos de la comunicación
Guillermo Orozco, Recepción televisiva.
Tres aproximaciones y una razón para
su estudio
|
AOL
UNIX
|
1992 |
D.
Morley, Television, Audiences and Cultural
Studies
José Joaquín Brunner, América
Latina: cultura y modernidad
|
Lucien
Sfez, Crítica de la comunicación.
Roger Silverstone y Eric Hirsh, Los efectos
de la nueva comunicación. El consumo
de la modernidad tecnológico en el hogar
y la familia.
Armand Mattelart, La comunicación mundo.
|
WWW
Computadora portátil
Aparece el MP3
|
1993 |
M.
Augé, Los “no lugares”.
Espacios del anonimato. Una antropología
de la sobremodernidad; |
|
Ntescape,
Lycos |
1994 |
Jorge
González, Mas (+) cultura (s)
H. K. Bhabha, El lugar de la cultura.
|
Roger
Silverstone, Televisión y vida cotidiana.
Aníbal Ford, Navegaciones. Comunicación,
cultura y crisis.
|
|
1995 |
N.
García Canclini, De ciudadanos a consumidores |
D.
Kerkhove, La piel de la cultura
K. B. Jensen, La semiótica social de
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En la tercera parte, que va de la década
de los ochenta hasta el 2000, y un poco más,
la tendencia más importante del desarrollo
de la tecnología fue por el lado de la
informática, y el impacto que tuvo asimismo
en los medios de comunicación. La computación
se expandió, se diversifico, tanto en
modelos y tipos, principalmente en sus sistemas
operativos, como en sus soportes donde aparecieron
los discos compactos y los cd rom; los sonidos
se digitalizaron y emergieron diferentes formas
de reproducción como los MP3 y los discman,
la posibilidad de bajar música del internet;
los videojuegos igualmente se diversificaron
y ampliaron, tanto en el tipo de consolas, de
videojuegos, de sus estéticas y narrativas
que posibilitaron los nuevos avances para la
representación e interacción con
las imágenes; llego, el internet, con
la www y los buscadores especializados de información,
destacando la presencia de Google; apareció
el DVD y los aparatos que permiten copiar imágenes
y sonidos tanto de los DVD, los discos compactos,
así como bajarlos de internet, pues aparecieron
sitios especializados para la circulación
gratuita de imágenes y de sonidos, al
igual sucedió con la aparición
de las agendas electrónicas y los celulares,
cuya presencia se expandió vertiginosamente;
los recursos para almacenar información
se reducen en tamaño y crecen en su capacidad,
como sería el caso de los USB, los memory
stick, y otros.
Los avances
en la tecnología de información
permitieron varias cosas: su reproducción
masiva donde los sujetos sociales pueden intervenir
tanto en la selección, circulación
como creación de productos culturales
varios, con lo cual el universo de formas simbólicas
pueden ser ajustadas a necesidades individuales
o comunitarias; la posibilidad de contar con
tecnologías que permiten la movilidad
por los diferentes espacios y temporalidades;
las tecnología parecen fluir más
allá de los límites espaciales
y temporales, propiciando diversos tipos de interacciones
sociales, donde las actividades cotidianas parecen
distribuirse donde las mediáticas se posibilitan
y son parte de lo cotidiano de la mayoría;
a la relación entre lo individual y lo
masivo, las agregaciones sociales de las comunidades
de sentido aparecen, como sucede en las comunidades
virtuales; las formas de producción de
la cultura se amplían generando conglomerados
de medios mayores, con una diversidad de áreas
con la que pretenden abarcar los distintos espacios
(espacial, mediática, virtual) por donde
se mueve la sociedad, y donde ha de modificar
sus estrategias narrativas y estéticas,
así como encarar la fase de “clonación”
de bienes simbólicos varios por los recursos
que la tecnología permiten y favorecen.
Por su parte,
lo global y la posmodernidad se hicieron evidentes
en la década de los noventa como dos de
los grandes escenarios de experiencias sociales,
tanto en lo individual como en lo colectivo,,
y como un proceso de reflexividad sobre la conciencia
histórica de las nuevas experiencias y
sus implicaaciones. Nuevamente se puede pensar
en un gran cambio en la “estructura de
sentimiento”, y que en paralelo llevó
a muchos no sólo a re considerar las plataformas
y estructuras de conocimiento anteriores, sino
del mismo conocer. Desde ahí, se puede
pensar en dos grandes áreas de atención:
pensar lo global y lo posmoderno, y comenzar
a describir y explorar la nueva comunicación
que emana de lo digital.
En mucho, esto
implicó tener en cuenta y simultáneamente
los tres estratos del tiempo, para revisar lo
ya conocido, escribir las nuevas experiencias,
darle un nombre, un discurso, y en algunos casos
a comenzar a escribir una nueva historia.
Si los estudios
culturales británicos en los ochenta en
gran parte tendieron sus estudios sobre las audiencias,
junto con los estudios culturales no británicos,
pasaron a una etapa que intentaba reflexionar
a la cultura desde la posmodernidad, la presencia
de nuevas tecnologías en el hogar y lo
cotidiano y con ello hacer algunas modificaciones
a los objetivos, intereses y bases teóricas,
conceptuales y metodológicas que habían
empleado. Trabajos como los de D. Morley y R.
Silverstone, o las revisiones en colectivo de
gente como James Curran, D. Morley, F. Jameson,
Stuart Hall, S. Zizek, donde igualmente se introducen
otras discusiones como las del postcolonialismo,
como fue el caso de H. H. Baba.
El marxismo
entro en una etapa crítica, de revisión,
y algunos esfuerzos se dirigieron reflexionar
sobre lo que significan los cambios en las sociedades,
y ahí encuentran el “giro cultural”,
por medio del cual comenzaron a reflexionar sobre
la sociedad de información, como fue el
caso de la obra en tres tomos de Manuel Catells,
y la conformación de los mundos sociales
e imaginarios a través de los universos
simbólicos que circulan por todos lados
y que cambian las coordenadas de las formas de
representación y acción de las
sociedades, como es el caso de parte de la obra
de Fredric Jameson.
La posmodernidad
y la globalización también impactaron
a la antropología, y los antropólogos
posmodernos se preguntaron por la vida en las
ciudades en tiempos de la multiculturalidad,
de la hibridación, de los flujos, intentando
desmarcarse de modelos de cultura centralistas,
para encontrar los distintos focos y maneras
como la cultura se distribuye diferencialmente.
El tema de lo local en tiempos de lo global cobra
un alto sentido en sus reflexiones, así
como la acción de los medios de comunicación,
los imaginarios o la imaginación, y las
migraciones, no sólo de seres humanos,
sino de las estéticas, narrativas y tecnologías
de información y comunicación.
Algunos libros de antropólogos fueron
muy importantes en avanzar a dar cuenta de las
nuevas experiencias, de revisar el estado de
conocimiento, de comenzar a proponer nuevas miradas
a la cultura, donde los medios de comunicación
y las tecnologías de información,
son parte de la mayoría de los nuevos
discursos. Obras como, Culturas híbridas,
de Néstor García Canclini, La
modernidad desbordada de A. Appadurai, Los
no lugares, de M. Auge, Conexiones trasnacionales,
de U. Hannerz, por mencionar algunas.
La concepción
socio simbólica de Geertz y la propuesta
de estudio de Bourdieu fueron en gran parte la
base de obras como la de John B. Thompson, quien
tenía como objeto de estudio a la sociedad
contemporánea a partir de la manera como
se produce y se reproduce la ideología.
Su visión hermenéutica para observar
a las ideologías en la sociedad lo lleva
a considerar la necesidad de incluir a la acción
de los medios de comunicación dentro de
la teoría social, y permite concebir de
otra manera, más allá de Geertz
a la concepción sociosimbólica
de la cultura, y a proponer una forma de estudio
de los medios de comunicación.
En América
Latina, los estudios de la cultura y de la comunicación
se acercan de una manera muy estrecha. Antropólogos,
sociólogos y comunicólogos entraron
en la escena de los estudios de la comunicación
a finales de los ochenta y a principios de los
noventa, y su objeto de estudio principal fueron
las culturas populares para observar la manera
como las sociedades latinoamericanas se transformaron.
Autores como Jesús Martín Barbero,
Jorge González y Néstor García
Canclini fueron entre otros más quienes
avanzaron en estas líneas, sin embargo
el panorama de los estudios de la comunicación
latinoamericanos igualmente se alteró
en los noventa: además de la presencia
de nuevas familias de medios de comunicación
y de tecnología de información,
la presencia de lo global, y lo que implica en
lo económico, político y social,
hizo que las miradas giraran hacia la posmodernidad
y su dimensión cultural, con un gran énfasis
en revisar la conformación de identidades
culturales, y la manera como cambian las experiencias
culturales en las ciudades y los procesos multiculturales
que se van gestando, donde las obras de investigadores
como Jose Joaquín Brunner, Rossana Reguillo,
Alejandro Grimson, Renato Ortiz, José
Manuel Valenzuela, son parte de esos estudios
y revisiones.
También
es importante señalar que en esta fase
hay, por lo menos, dos rutas importantes dentro
de los estudios de la comunicación: la
primera se refiere a trabajos que no sólo
revisan lo que han sido los estudios de la comunicación,
sino que buscan darle otro orden al conocimiento
del pasado. Obras como las de Armand y Michele
Matterlart, B. Miege, James Lull, R. Mariafioti,
J. Galindo, E. Maigret, A. Ariño, son
parte de esos trabajos.
Pero igualmente
hay otra tendencia: aquellas obras, algunas en
colectivo y otras en lo individual, que comienzan
a pensar la nueva comunicación, sus relaciones
con los medios tradicionales, las transiciones
que se están dando; las implicaciones
estéticas, sociales, técnicas;
las implicaciones cognitivas y preceptúales;
la manera como la sociedad es impactada por el
internet y las tecnologías de información;
la manera como la sociedad entra a un nuevo espacio
cultural, el virtual, y desde ahí comienza
a ser habitada. Estas obras revisan, dan cuenta,
y exploran nuevos discursos, a través
de una red de conceptos diversos, para comenzar
a hacer explícito lo que está comenzando
a suceder en una nueva etapa, o era, de la comunicación.
En cierta forma, algunas continúan lo
iniciado por McLuhan, Ong y Havelock, pero de
otra manera, y en otro contexto. Libros como
los de S. Jones, L. Vilches, A. Psicitelli, D.
Levis, M. Becerra, están por diversos
rumbos de esas exploraciones.
¿La
comunicación posible?
¿Toca
hacer la pregunta sobre si habrá una nueva
comunicación, o preguntarnos si ya está
presente?
Al revisar el
desarrollo de los nuevos medios, pareciera que
ya está, aunque no sabemos qué
y cómo estará en el futuro. Al
revisar los estudios de la cultura pareciera
que lentamente se han introducido al ámbito
de la comunicación y en mucho va adquiriendo
una centralidad y protagonismo importante, aunque
al todo indica que hay retos importantes por
desarrollar, nuevos estratos de tiempo por cubrir
y cumplir.
En lo que se
refiere a los estudios de la comunicación,
se percibe una tendencia a continuar mirando
a los medios desde la cultura, una cultura en
mutación, y, por otro lado, hay otra tendencia
hacia mirar frontalmente las nuevas realidades
y comenzar a pensarlas, a explorarlas. La fuerza
de la cultura por un lado, la atracción
por lo comunicativo por otro lado.
Igualmente no
sabemos qué va a suceder con los estudios
de la cultura y de la comunicación, pero
es un hecho que muchas cosas han de cambiar,
y lo que se ha realizado hasta el momento son
los trazos históricos que la condición
irreversible de la aparición de un nuevo
sistema mundo, o su bifurcación, son fundamentales
para lo que vendrá, porque todo indica
que de venir, vendrá.
Si las ciencias
sociales y las humanidades fueron el resultado
de la necesidad de crear una mirada sobre la
sociedad y el hombre en el siglo XIX; si hemos
estado viviendo transformaciones de magnitud
y aliento histórico de larga duración
como lo que aconteció a finales del siglo
XVIII, un nuevo tipo de pensamiento y conocimiento
habrá de aparecer, y la pregunta del lugar
que tendrá la comunicación y el
rol de los estudios de la comunicación
cobra pertinencia y urgencia.
¿La era
de la comunicación? Habrá que ver,
pero mientras tanto hay mucho por trabajar.
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