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Por Mtro.
Daniel Murillo
Número 21
Charles
Sanders Peirce nace en Cambridge, Massachussets el 10 de septiembre
de 1839. Hijo del matemático Benjamin Peirce, fue atraído
por las matemáticas y por la lógica. Muere en abril
de 1914 no sin antes dejar un sinnúmero de notas y escritos
en los que desarrollaría su particular fenomenología
-a la que llamó faneroscopía-, el pragmaticismo, la
semiótica, la tricotomía y su método de investigación
conocido como abducción.
Sobra
decir que el pensamiento de Peirce ha cobrado importancia en cuanto
a la concepción de la significación y del signo, sobre
todo si reconocemos con él, que el signo está abierto
a la significación y, tal y como Peirce lo dijo, el hombre
es un signo. De hecho se contrapone a las interpretaciones duales
de Saussure, se acerca a una relación triádica como
lo había planteado ya Frege (signo, sentido y referencia)
pero Peirce abre una tercera dimensión al definir las reglas
y el funcionamiento de la semiótica en interrelaciones de
tres elementos que se desdoblan como un prisma: el objeto, el interpretante
y el signo. Los aportes peircianos a la semiótica, a la lógica,
y ahora descubrimos que a la comunicación, abren perspectivas
novedosas que habría que explorar.
Si
en la comunicación entran en juego signos y significaciones,
aparecen formas definidas pero paradójicamente dinámicas
llamadas hábitos y existe una correlación directa
entre un sujeto, el signo, su representación, el acto comunicativo,
el sentido, otro sujeto y un nuevo signo, descubrimos que en todo
acto de comunicar, aún en un diálogo, aparece esta
resignificación del signo que remite a otro signo. Si el
acto de comunicar (sean cuales sean los medios) es poner en juego
signos, entonces nos remitimos al proceso de semiosis que plantea
Peirce, como una forma de significar dinámicamente los signos
que se nos presentan.
Este
número monográfico sobre Charles S. Peirce es una
serie de miradas sobre la teoría y los conceptos de su semiótica.
Se encontrará desde la mirada biográfica de Peirce
hasta las repercusiones del pensamiento peirciano en pensadores
y filósofos cien años después.
Valen
dos advertencias: una, que el presente número de Razón
y Palabra es marcadamente teórico-filosófico;
la segunda es que la lectura de y sobre Peirce no es fácil,
porque presenta un desdoblamiento en tres dimensiones; una, la del
propio Peirce, otra la interpretación de los autores y otra
más, la reinterpretación del lector. Los artículos
aquí presentados pertenecen a un particular proceso de semiosis
de cada autor: son signos, a fin de cuentas, que remiten a otra
cosa, a otros signos.
Daniel
Murillo
Post scriptum
Vale
agradecer a todos y cada uno de los autores que participan en este
número y que se sumaron con verdadero entusiasmo, especialmente
a Jaime Nubiola y al Grupo de Estudios Peircianos de la Universidad
de Navarra; a Raymundo Mier que se animó y cuyo artículo
fue imprescindible para este número; y a Mauricio Beuchot
y María Uxía Rivas que me acompañaron en las
desventuras y aventuras de la incomunicación digital: no
es cierto que llueve, truene o relampaguee el correo (electrónico)
siempre llega...
Mtro.
Daniel Murillo
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