Por Lic.
Milena Recio Silva
Número 21
Durante
los últimos años hemos visto reavivarse el vértigo
que en su momento produjeron el estreno de la era Gutemberg, y más
recientemente, en las décadas de los 50 y 60, la irrupción
de la televisión. Estos dos hitos tecnológicos de
la comunicación imprimieron la huella de la nueva época
sobre cada uno de los escenarios sociales y culturales en que aparecieron
por tres razones básicas que nos interesan aquí: dislocaron
las normas de 'lo posible', contribuyeron a rediseñar las
formas cotidianas de relación entre las personas, e impactaron
también las creencias sobre el valor de la información
y de los informadores.
Aquellos
agentes sociales que cada vez más aguzaron su especialización,
hasta nuestros días, han vivido la fragua de una cultura
profesional muy específica. Los informadores por excelencia
en las sociedades modernas han sido los periodistas, cuya labor
ha estado indeleblemente signada por las condiciones históricas
-económicas, políticas y tecnológicas- dentro
de las cuales ha evolucionado su propia experiencia y conciencia
sobre la profesión (u oficio) que desempeñan.
Las
ideas predominantes en cada momento sobre qué es ser periodista,
cómo se aprende a serlo, cuál es la función
social del periodista y del periodismo, cuáles deben ser
las normas morales y éticas que deben regir su quehacer,
entre otras, están sujetas hoy nuevamente a un debate particularmente
prolijo.
Algo
ha venido a conmocionar el clima sosegado que de alguna manera se
logró luego de la conmoción generada por la revolución
del audiovisual: la práctica periodística con y para
un nuevo soporte, Internet, dirigida a un público muy distinto
ahora, provoca estos nuevos vértigos.
Las
motivaciones para repensar la profesión no solo se reflejan
en la academia, o en los círculos intelectuales ajenos al
periodismo que reflexionan hoy sobre la sociedad global o el "posthumanismo"
(otro cínico-gran-concepto de Francis Fukuyama).
Ahora
la discusión se está activando también precisamente
al interior de las instituciones periodísticas, removiendo
o modificando muchas de las convicciones que se presentaban como
inamovibles dentro de la cultura profesional periodística
alcanzada.
Tendríamos
solamente que recordar las incitaciones que nos han hecho autores
como Manuel Martin Serrano, en La producción social de comunicación,o
el director de Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet, hacia la
idea escalofriante de que la profesión periodística
se encuentra hoy en proceso de extinción: "Hoy informar
es esencialmente hacer asistir a un acontecimiento, es decir, mostrarlo,
pasar al estadío en que el objetivo consiste en que la mejor
forma de informarse es hacerlo directamente. Y
esta relación es la que cuestiona al periodismo", nos
dice Ramonet.
Pero
de otro lado, podría citarse el testimonio bastante más
optimista de Mariló Ruiz de Elvira, editora principal de
El País Digital: "Los periodistas estamos investigando,
somos adelantados de la invención de lo que va a ser Internet
y que sin duda apenas ha asomado hasta ahora, pero nadie puede decir
con seriedad lo que ocurrirá dentro de cinco o diez años.
(...) No hay periodistas a secas y periodistas digitales".
Como
se ve, la distinción es bien clara entre periodistas-disnosaurios
que soportarán inmutables toda la carga de la experiencia
nueva que supone Internet y periodistas- "adelantados"
de una nueva era, la era digital. De una parte resistencia, de la
otra agrado, aceptación, pero siempre instinto básico
de conservación de lo que hemos sido y del lugar que ocupamos
en la sociedad.
La
disyuntiva acecha, aunque solo sea para esa parte todavía
minúscula de los profesionales y observadores del mundo que
están siendo cómplices activos en el universo creado
por la World Wide Web.
En
los tiempos de hipertextualidad, no solo las formas de escribir
y de leer tienden a un cambio profundo. También las formas
específicas de producción de esa hipertextualidad
provocan fracturas y nuevos engranajes en los procesos productivos,
en las rutinas, aquellas sin las cuales el proceso de 'industrialización'
del quehacer informativo, sencillamente, no puede ya existir.
A
partir de esta constatación se pueden generar hipótesis
muy interesantes sobre lo que puede llegar a ser una cultura profesional
diferente, que estaría precisamente ahora en un momento de
gestación.
Para
encaminarnos hacia una idea de lo que podrá llegar a ser
el perfil del profesional informador, tendríamos que estar
listos ya para darle un seguimiento como investigadoresa ese proceso
de re-nacimiento de su cultura profesional, allí, en las
salas de redacción, y detrás de la firma de autor
de cada encabezamiento.
Sería
necesario re-conocer las nuevas rutinas profesionales, sobre todo
aquellas que se relacionan con el tipo de fuentes informativas que
se utilizan, y las formas en que se realiza la recogida de información.
¿Cómo
será la participación de los conocidos gatekeepers,
ahora que la selección de la información no está
condicionada tan estrictamente por el espacio de que se dispone?
¿Cuáles son ahora los criterios de permisibilidad
y de censura que intervienen en el proceso y a partir de qué
lógica se estructuran? ¿Acaso al paradigma de la prensa
objetiva, muy bien previsto desde el canon liberalista, tendrá
que ceder algún espacio ante la multiplicidad de fuentes
posibles (no oficiales a veces) que están disponibles en
la red?
Para
seguir valorando el futuro de esa cultura profesional en nacimiento,
habría que observar además cómo intervienen
estas rutinas productivas de estreno en la recomposición
de principios y valores esenciales de nuestra ideología profesional.
Existen
algunos pilares típicos, fundamentales, de lo que ha sido
la ideología profesional periodística, de los que
se nos enseña en las Facultades de Comunicación y
de lo que, a través de la práctica hemos ido considerando
el ABC de nuestras carreras. Son estos pilares los que quedan ahora
en un plano de problematización trascendental:
1.La
Objetividad como criterio supremo, del cual se desprenden credibilidad,
confiabilidad, etc. La multiplicidad de las fuentes accesibles multiplica
los riesgos de inexactitud o manipulación flagrante; la propia
dinámica de competitividad entre los medios, que se ha potenciado
a partir de la posibilidad de actualización continua de las
páginas, impone un reto en el cual los criterios establecidos
para lograr la objetividad conocida estarían en peligro.
2.La
Influencia social: el periodismo como regulador fundamental en la
vida ciudadana. Poder alcanzado a partir de que el periodismo cumple
como ningún otro agente la función de poner en contacto
la esfera de lo público con la esfera de lo privado. Y estas
esferas han sido en alguna medida dislocadas por
Internet en su innegable efecto democratizador, al menos de la información.
3.La
Exclusividad de la función social: hasta hoy el resto de
las instituciones sociales y los individuos dependen básicamente
de la función periodística para solidificar su impacto
social y re-conocerse en el conjunto de las relaciones sociales.
Internet quiebra esta exclusividad en tanto las instituciones sociales
y los
individuos ya no dependen únicamente de un informador profesional.
Pueden ellas mismas convertirse en emisores.
De
este análisis aflorarían algunas preguntas: ¿Cuál
es nuestro papel como periodistas ahora? ¿Seremos solo gestionadores
de información, creadores de servicios añadidos: bases
de datos, galerías de imágenes, etc.?Tomo prestada
a Quim Gil de su artículo Autocrítica del periodismo
digital una declaración de Brock Meeks de MSNBC (http://msnbc.com)
quien se duele al tener que reconocer que en su propio trabajo se
siente cada vez menos periodista y más "agregador de
noticias provinentes de otros medios".
¿Acaso
el papel de la prensa política cambió? ¿Acaso
ya no es posible pensar en los grandes medios como hacedores fundamentales
de opinión pública cuando múltiples agentes
sociales confluyen hoy en la puja por colocar su verdad en el espacio
público? ¿Será tan anárquica realmente
la relación con la información? Es decir, ¿la
democratización en la red supondrá que los grandes
timoneles de la opinión pública quedarán sin
trabajo? ¿O se buscarán e impondrá nuevas fórmulas
de control social a través de una información periodística
producida más allá del límite de espacio, más
allá de la censura partidista, más allá del
gerencialismo privado, más allá de las grandes agencias
de información?
Todos
estos aspectos son ya y seguirán siendo cuestionados. Pero
hasta ahora estas ideas solo discurren en eventos como este, en
artículos, en acercamientos eventuales. Y muy poco en investigaciones
concretas.
Esta
ponencia ha sido concebida más que todo como una incitación
a que los investigadores pongamos energías nuevas en encontrar
cómo efectivamente se está comenzando a desdibujar
el modo "clásico" de comprender y ejercitar la
profesión periodística. Habrá a quien pueda
parecerle un reclamo extemporáneo,teniendo en cuenta que
todavía el mundo de lo binario no ha conmovido demasiado
estos aspectos. Pero solo eso, todavía. Cuando se produzcan
los grandes arrebatos, es decir, cuando por fin los medios on line
sean algo más, mucho más, que una reproducción
en soporte digital de lo que ya estamos acostumbrados a leer, ver
o escuchar en otros soportes; cuando las pistas, las coordenadas
del trabajo periodístico digital, como trabajo diferenciado
y diferenciable, sean más visibles, entonces sabremos que
nuestro mundo profesional habrá cambiado. Y que ese cambio
tuvo una historia interesantísima que habrá quedado
pálidamente registrada si desde ahora mismo no comenzamos
a escudriñar en ella. Ocurre que será una historia
desde la cual entenderemos claves vitales de nuestro mundo para
una futuridad próxima.
El
Dr. Jorge González, en su conferencia magistral de apertura
de ICOM 2000, nos recordaba por qué y para qué investigamos.
La primera razón, nos decía, para lograr mayores niveles
de autodeterminación ante nuestro mundo.El semi-mundo de
Internet, nos ofrece, al menos virtualmente, la posibilidad de enfrentarnos
al conocimiento de una nueva manera. Y es un semi-mundo de reciente
estreno, cuyos destinos no están previstos, están
por hacerse, con inteligencia.
Lic.
Milena Recio Silva
Facultad de Comunicación,
Universidad de la Habana. |