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Por Alberto Enrique Ferreyra
Número 24
Silencio
"Me gustaría ser
creíble cuando digo que estoy bien", expresó
un mediodía Ana a su mejor amiga, Laura.
"Quisiera no tener que disimular para ser creíble",
añadió.
A veces sentía que sus jornadas eran buenas. De vez en cuando
estaba contenta. No obstante, marcaba una diferencia que la preocupaba:
"Una cosa es estar contenta y otra cosa es ser feliz".
Laura desconocía maneras eficaces de mejorar el ánimo
de Ana. Indicaba que "a ella casi siempre le resulta preferible
escuchar a hablar, así que nunca sé a ciencia cierta
qué le pasa".
Un infidente dio a conocer que Laura le había contado, con
compromiso de secreto por parte de él, que Ana por lo general
no decía nada de sí porque temía que sus inquietudes
motivaran risas o no fueran entendidas.
Apenas cada año, año y medio, consignaba sus problemas.
Lo hacía a la pasada, tras lo cual ofrecía o devolvía
el mate y cambiaba de tema.
Cuentan que hoy sigue silenciosa, arrastrando sus dolores.
La moneda
La moneda dio vueltas en la subida
y en su descenso. Hugo la recibió en su palma derecha y la
puso sobre la mano izquierda. Quedó a la vista sobre fondo
plateado "25 centavos 1994".
Al día siguiente, se dirigió a lo de su amigo Julio
a pedirle disculpas por no haberle prestado 10 pesos la semana anterior.
- Te disculpás, pero tampoco ahora me ofrecés los
10 pesos. Digamos que te sale barato actuar así -reprochó
Julio, aún molesto.
- Como quiera que sea me disculpé. Si no te gusta, no
vuelvo nunca más.
- Es que me da la impresión de que sos vos el que está
buscando la forma de no volver nunca más.
- Lo tuyo no es mucho mejor, venir a hacerme lío por 10
pesos.
La charla concluyó antes que la discordia.
Los socios del club "Saquemos Conclusiones", que tuvieron
acceso al caso, dijeron en su programa radial que la situación
protagonizada por Hugo y Julio probaba la inutilidad de la tirada
de moneda frente a decisiones tomadas de antemano.
Calambres
A Luisa le gustaba tararear la canción
"Promesas sobre el bidet". No conocía íntegramente
la letra, sí sabía la parte en la que Charly García
expresa: "A veces estoy tan bien / estoy tan mal / calambres
en el alma".
Jugadora de hockey, gustosa de mejorar su labor a partir de perfeccionar
el rendimiento físico, conocía mecanismos de evitación
de calambres. Podía correr, trotar, frenar, rematar y trabar
sin sufrirlos.
Eran anímicos los calambres para los cuales no hallaba remedio.
"Todo puede cambiar", la alentaban rapidito los que la
saludaban, le preguntaban cómo estaba y seguían viaje
después de prometer juntarse "un día de estos
a comer un asado".
"No te hagás tanto drama", recomendaban
las amigas que no comprendían por qué Luisa dedicaba
horas a pensar acerca del panorama político - económico
de su país.
- Te entiendo, yo también sufro -le dijo una nochecita
de agosto su vecino Ángel, que los domingos a la noche se
acostaba temprano o tarde en función del resultado de Talleres
de Córdoba.
- No es lo mismo -replicó ella.
- Tendrá distintos orígenes, pero es sufrimiento.
- Está bien, pero son diferentes.
- Podemos hablar un buen rato hasta asimismo no ponernos de acuerdo.
Luisa continuó su camino de vuelta del trabajo con la sensación
de que el vecino era banal, pero que al menos se interesaba en los
calambres de su alma, lejos de los que aceleradamente la esquivaban
al oírla mencionar problemas.
Lic.
Alberto Enrique Ferreyra
Facultad de Ciencias Humanas. Depto. de Ciencias
de la Comunicación. Universidad Nacional de Río Cuarto,
Argentina. |