Por Alejandro Ocampo A.
Número 24
El
11 de septiembre es ya, sin duda, un parteaguas en la historia del
mundo, así como la interminable inventiva del hombre ha desarrollado
cuestiones como la escritura, la imprenta, el ferrocarril, la televisión,
el Internet -¡por supuesto!- y una larga lista de etcéteras
más que cambiaron el rumbo y presentaron otra visión
de la realidad, los ataques a las torres gemelas de Nueva York,
la ciudad más plural en cuanto a orígenes de sus habitantes
en el mundo, nos han abierto una puerta y una visión diferente
acerca de los "otros" y de nosotros mismos en lo que Postman
denomina "la nave espacial Tierra".
En buena medida esos inventos que
cambiaron la historia a escala mundial son los medios de comunicación,
así desde los diarios producto de la imprenta, la radio,
el cine y desde luego, la telelvisión; han generado una nueva
sociedad que se explica a partir de la premisa de: contaba con...,
o carecía de...
Los medios pues, han desarrollado
la facultad de hacer conocer el acontecer de un número importante
de asuntos sin estar ahí y es precisamente este hecho el
que ha motivado a estudiosos de la comunicación a idear teorías
para explicar estos fenómenos, desde la aguja hipodérmica
hasta el imperialismo cultural, desde la espiral del silencio, hasta
los usos y gratificaciones. La pasividad o actividad de los receptores
con respecto a los emisores ha sido motivo de grandes controversias,
sin embargo, y a la par de estas discusiones que muchos consideran
inútiles y totalmente irrelevantes a la realidad económica
cuya sombra cobija de manera particularmente especial a los medios
masivos, el fenómeno se sigue dando en una carrera donde
lo que importa es llegar a más personas, independientemente
de cómo, o mejor aún: con qué.
En ese afán es que ahora
los medios se han instituido como los grandes informadores. Información
es poder, se dice. Ipso facto los medios han concentrado
su poder en torno a la información y en la decisión
de lo que se hace público o no.
Entonces, con los adelantos científicos
y tecnológicos con los que se cuenta hoy no es de extrañarse
que un acontecimiento, cualquiera que este sea, se difunda, conozca
y de alguna manera, viva, vía medios en todas las partes
del mundo y en el momento mismo en que sucede. La "mediatización"
de un hecho ocurre en la medida en que se le conoce por las informaciones,
análisis y opiniones que de él se dicen en los medios.
Definitivamente, el 11 de septiembre
marcó la historia por los tristemente célebres acontecimientos,
pero lo hizo aún más por la frialdad y exactitud con
la que todo el mundo contemplo el choque de los aviones y el derrumbar
de las torres. Un espectáculo francamente deprimente.
En el marco de este interminable
transitar de los acontecimientos históricos, el periodo entre
el que predominaba la palabra escrita y en el que lo hace la imagen
es particularmente interesante.
En fechas recientes se ha construido
un intenso debate sobre las formas de conocerlo. En todo caso es
interesante cuestionarse sobre el qué pasará después,
sobre las consecuencias que acarreará este hecho.
Ponemos a su disposición
entonces este, nuestro número 24, que sobre la sociedad posliteraria
y las repercusiones de las tesis Sartorianas presenta un rico intercambio
con distintas perspectivas y un ánimo de explorar este peculiar
fenómeno muy de nuestra época. Así que a abstraer.
Y para terminar les presentamos,
como de igual manera agradecemos, a nuestro renovado Consejo Editorial
y nuestras nuevas secciones y columnas que estarán en línea
desde este número.
Un abrazo
Alejandro
Ocampo A.
Director de Razón y Palabra |