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Por César Albarrán
Torres
Número 24
Introducción:
Sartori y su mundo infeliz
En 1997, el politólogo
italiano Giovanni Sartori publica su libro Homo Videns: la
sociedad teledirigida y desencadena un debate respecto a los
cambios que la aprehensión del mundo por medio de la imagen
opuesto al aprendizaje por medio de la palabra escrita
trae a las sociedades. La visión de Sartori es poco menos
que apocalíptica y hace eco al mundo descrito por George
Orwell en su 1984: un mundo de autómatas sin
capacidad crítica, imposibilitados intelectual y, en ocasiones,
éticamente.
Para Sartori, la proliferación
de los mensajes de los mass media han hecho que el ser humano vea
disminuida su capacidad de abstracción y, por ende, de simbolización
(que en su opinión es lo que nos hace humanos). Para él,
lo que vivimos es la configuración de una nueva clase de
humano: el homo videns; el animal visual, el que aprende sobre valores
familiares frente al televisor y ve reflejados sus anhelos en los
héroes del celuloide.
Esto trae consigo consecuencias
funestas, afirma Sartori, para el desarrollo de una sociedad que
busca ser crítica (base para la democracia) al no poderse
discutir conceptos, sino únicamente acontecimientos inmediatos,
visibles. Afirma, asimismo, que al conocer su entorno por medio
de mensajes audiovisuales, el hombre pierde contacto con lo real:
La televisión
como su propio nombre lo indica es ver desde lejos
(tele), es decir, llevar ante los ojos de un público de
espectadores cosas que puedan ver en cualquier sitio, desde cualquier
lugar y distancia.1
Asimismo, lo visual reduce la capacidad
de crear imágenes mentalmente. Las posibilidades de interpretación
se ven también mermadas: la imagen es un texto cerrado que
terminará por clausurar también los alcances interpretativos
del hombre. De ser cierto lo que infiere Sartori, el ser humano
se encuentra en un franco retroceso a pesar de los adelantos científicos
y tecnológicos de los que se vanagloria. Así, se está
presentando una involución en nuestro desarrollo:
Para él, las cosas representadas
en imágenes cuentan más y pesan más que las
cosas dichas con palabras. Y esto es un cambio radical de dirección,
porque mientras la capacidad simbólica distancia al homo
sapiens del animal, el hecho de ver lo acerca a sus capacidades
ancestrales, al género al que pertenece la especie del
homo sapiens.2
La postura de Sartori es quizás
demasiado fatalista y no percibe tonos medios: o es blanco o es
negro, o un medio ayuda al desarrollo del hombre o lo perjudica.
Resultaría insensato negar la existencia de mensajes audiovisuales
que fomentan el raciocinio y la imaginación (filmes de directores
como Bergman, Lynch o Fellini, sólo por citar un ejemplo
ejemplo). Por esto, es preferente hacer mano de la postura de Sartori
más como una invitación a la discusión que
como una dictamen.
¿Pero específicamente
cuáles son los cambios que trae consigo la transformación
del homo sapiens al homo videns? Las suposiciones
pueden ser muchas y los escenarios pueden ir de la bonanza (sociedades
más informadas) a la desventura (pueblos acríticos
y apáticos).
Sería conveniente ir por
partes y no descalificar de entrada la postura de Sartori, aún
si puede ser tildada de extremamente fatalista. En este texto nos
abocaremos al mensaje televisivo, los noticieros específicamente
y el concepto acuñado por Ted Turner de History as
it Happens, propuesta que en su enunciación propone
la forma en que se concibe y propaga la Historia.
Par algunos (como Gary Edgerton
y Peter C. Rollins quienes publicaron recientemente el libro Television
Histories : Shaping Collective Memory in the Media Age), la
televisión se ha convertido en el historiador de nuestros
tiempos. En ella se va configurando la realidad del acontecer diario
y confluyen los actores cuya importancia estableció el mismo
medio. Por ella y con ella se esculpe la memoria histórica
de los pueblos contemporáneos (al menos en naciones desarrolladas
económica y tecnológicamente como los Estados Unidos
o Europa Occidental).
El mudar a la historia del medio
escrito al medio audiovisual presenta transformaciones dramáticas.
En principio, cabría cuestionar la competencia de la televisión
al respecto. Al poseer reglas espaciotemporales asímiles
a las de la palabra escrita, la televisión marca un distanciamiento
del individuo con los hechos al reducir la realidad a impulsos visuales.
Además, disminuye la multitud de posiciones que rodean a
cualquier acontecimiento a un punto de vista único y, para
el espectador, incuestionable. Al respecto, Vilches afirma:
Esta escritura electrónica,
unida a la velocidad con que aparecen y desaparecen las imágenes,
acrecienta el poder sobre el espectador al impedir el control
por parte del yo consciente.3
Pero a la vez, el lenguaje audiovisual
otorga al espectador un sentimiento de participación en los
sucesos: las imágenes mostradas en la pantalla representan
acontecimientos que están sucediendo, para el que las ven,
en el aquí y en el ahora. Aparentemente
no hay nada más cercano a las bombas y las hambrunas, las
justas deportivas y las cumbres internacionales que ver los noticieros.
El noticiero televisivo es el más grande comerciante de ilusión:
la de estar en dos o más lugares simultáneamente,
habitar varias épocas y, sobretodo, la de ser partícipe
de los acontecimientos.
History as It Happens:
la televisión como el historiador de nuestros tiempos
History as It Happens:
esta fue la frase con la que Ted Turner intentó convencer
al mundo de que el sueño mcluhaniano de la aldea global
se cumpliría. Norteamericanos y africanos, bonaerenses y
madrileños, tahitianos y yemenitas, todos se calentarían
las manos frente a la misma fogata. Todos estarían informados
al día y caminarían, recostados en un sillón
o en la sala de espera de algún aeropuerto, en los andamios
de la Historia.
Esta manera de acerarse a la historia
resulta cuestionable por varias razones que se presentan a continuación:
La ausencia de reflexión
acerca de los hechos debido a la inmediatez de la información.
El History as it Happens de Turner es una frase contradictoria
en sí. Lo que hace Historia a la Historia es la distancia
temporal que permite un mayor grado de objetividad y análisis,
una historia del presente vista desde el presente es una historia
incompleta. Una de las razones de ser de la historia es hacer que
las sociedades se vean desde la visión de un narrador en
tercera persona y cuestionen sus actos al tiempo de suponer qué
es lo que los llevó a ser lo que son. Como lo menciona Luis
Villoro en su ensayo El sentido de la Historia:
Parecería que, de no
remitirnos a un pasado con el cual conectar nuestro presente,
éste resultaría incomprensible, gratuito, sin sentido.
Remitirnos a un pasado dota al presente de una razón de
existir, explica el presente. [...] Esta función que cumplía
el mito en las sociedades primitivas la cumple la historia en
las sociedades desarrolladas.4
Desde sus inicios, el género
humano ha buscado explicar su existencia por medio de historias.
Como afirma Villoro, algunos pueblos lo hacen por medio de mitos,
mientras que otros como el norteamericano, por ejemplo, lo hacen
a través de la historia que en cierta medida resulta ser
una mitología en sí. El estudio de la historia dota
a los pueblos con modelos de conducta e idealmente les da una experiencia
que les impide caer en los errores del pasado.
Pero sea como fuere, la historia
necesita de una distancia entre los acontecimientos y quienes los
estudian. Pero no una distancia que haga que los hechos pasados
sean ajenos, sino que, como lo menciona Benedetto Croce 5,
sean contemporáneos en el sentido que su naturaleza
tenga trascendencia en el presente y forme un todo coherente con
el aquí y el ahora. Por ejemplo,
el estudio de los acontecimientos de la Revolución Mexicana
debería de explicar la multiplicidad de voces en la política
del México de hoy. No se puede hablar de una historia contemporánea
sin hacer que los acontecimientos del pasado se vuelvan contemporáneos
en el sentido de Croce. Eliminar a cualquiera de los dos, como lo
hace la televisión, puede implicar que la descripción
y entendimiento del presente se tornen laberínticos y oscuros.
En los noticieros televisivos, la
mayoría de las veces se presentan los acontecimientos sin
una reflexión previa o datos que expliquen el porqué
de la situación. El televidente observa las imágenes
como si se tratara de hechos aislados y espontáneos y no
fruto de una cadena de decisiones, pensamientos y sucesos históricos.
Como si el presente fuese un hijo bastardo. ¿Se puede acaso
entender el presente desde el presente?
La multitud de mensajes informativos
que recibe diariamente el hombre moderno cosmopolita es enorme y
esto le crea una dependencia a estar informado, saber
lo que pasa en el mundo; es decir, tiene hambre de habitar
el presente y la alimenta con los millares de mensajes disponibles
en la prensa (cuya tendencia estética parece inclinarse cada
vez más a la imagen, al fotoperiodismo), en el radio y sobretodo
en la televisión. Si el periodismo constituye, como afirma
Borges, una suerte de literatura para el olvido, la información
televisiva reduce aún más la capacidad de memoria
de quien la ve. La televisión se ha vuelto en el medio del
presente. El pasado, parece, ha quedado relegado a los libros.
La televisión marca
lo que es y lo que no es un hecho con trascendencia histórica.
Otro factor importante es la decisión de las cadenas televisivas
de lo que es y no es noticeable y los grados de importancia que
tienen unas noticias sobre otras. Esta postura se concentra en la
teoría del agenda setting, según la cual los
medios tienen el poder de decirle a la gente sobre qué
debe pensar, aunque no qué debe pensar (Cohen, 1963)6
Esto implica que la televisión marca qué eventos conformarán
la historia en la conciencia social (ese sobre qué pensar).
Un evento que pudiera carecer de toda importancia (tan ridículo
como parezca, el caso Trevi-Andrade en México) en un momento
dado puede convertirse en lo más trascendental del momento,
aunque a largo plazo no tenga injerencia alguna en el futuro.
Estas decisiones no caen siempre
en los altos mandos de las cadenas productivas del mensaje televisivo.
Muchas veces caen en manos de los mandos medios e incluso de los
reporteros. Los noticieros están insertos en una rutina productiva
que estandariza la forma en que se presenta la información
para ser presentada de una forma atractiva al público:
El telespectador tiene con
el informativo una conducta más semejante a la del público
de una feria que a la de un lector de prensa. La información
en televisión es una puesta en escena cuidadosamente controlada
en la que están previstos personajes, decorados, golpes
de escena, recursos dramáticos y cómicos, consejos
y previsiones (el tiempo, la economía).7
El paso de la televisión
se encuentra, además, marcado por el rating. Los acontecimientos
se tienen que presentar de la manera más atractiva posible.
Las imágenes de una guerra, por ejemplo, son editadas a un
ritmo frenético y con música estridente para darle
un tinte de espectacularidad. Muchas veces los montajes parecen
más promoción de un evento deportivo que una presentación
supuestamente objetiva de lo que sucede y es importante.
Pero lo que pudiera resultar más
grave es que estos eventos suelen no tener conexión alguna
y no forman parte de una estructura coherente de hechos que se interrelacionen
en su carácter histórico y formen una radiografía
de las sociedades. Esto podría ocasionar que las sociedades
no tuvieran un sentido del yo, sino una concepción
dispersa de ellas mismas. O, en el peor de los casos, una concepción
falseada o incluso manipulada de su realidad.
Pero, como se mencionó anteriormente,
el público mantiene en ocasiones la ilusión de que
se les está mostrando la realidad tal y como es. Pero no
se puede mostrar todo lo que sucede por el formato mismo
del medio. La televisión ofrece una visión parcial
de los hechos aún si el público piensa lo contrario.
Al respecto, Harris menciona:
If there is one area of media
that people are must likely to uncritically accept as reflecting
reality rather than creating it, that area is probably the news.
People watch television watch television news or read the newspaper
to find out what happened in the world that day. However, the
perceived reality often diverges quite dramatically from the real
world, where much more happened than can be reported in
the days news. [
]
producers and editors must
select which items to cover, how prominently to cover them, and
in what manner to cover them.8
La carencia de puntos de vista
encontrados. Tan solo cuando se presentan eventos como los
del 11 de septiembre, los noticieros pierden el control e intentan
dar una explicación histórica de lo que sucede, pero
matizada con los tintes propios de las políticas de las empresas
televisivas. Por ejemplo, la visión de CNN y de Al-Jazheera
respecto al conflicto en Afganistán son disímiles
y contradictorias. Por un lado, CNN apunta que los problemas de
Afganistán comenzaron desde que los talibanes tomaron el
poder, mientras que la televisión árabe asegura que
las raíces del problema se encuentran en los abusos que el
mundo occidental (Inglaterra y Francia primero, Estados Unidos después)
han inflingido sobre el mundo islámico.
Hay quienes aseguran tajantemente
que el Estado se sirve de la televisión y otros medios para
mantener el status quo. Además, se pretende que el
individuo sea un ser homogenizado, que tenga el mismo punto de vista,
que accione movido por la misma historia que los demás. Pero
también habría que considerar que las televisoras
funcionan en su mayoría a partir de patrocinios y regalías
por publicidad, por lo que los contenidos tienen que apegarse a
las políticas e intereses del capital de los inversionistas
y, además, asegurar que sean atractivas para el público
para seguir manteniendo el apoyo de ese capital.
Para hacer una reconstrucción
de la historia, es necesario acudir a diversos documentos, analizarlos
y compararlos con otros. En los noticieros televisivos raramente
se hace esto: ¿para qué se necesita evidencia cuando
se cuenta con la visión objetiva de la cámara? Los
libros son adecuados para esta reconstrucción9,
ya que se puede recurrir a ellos una y otra vez, preguntándose
sobre la validez de sus contenidos y enfrentándolos con los
puntos de vista expuestos en otros textos.
Los mensajes televisivos no permiten
que esto se presente. Durante la Guerra del Golfo, por ejemplo,
los corresponsales de CNN reportaban en vivo (LIVE,
parece ser el leit motif de la presentación de la historia
contemporánea), en un mero simulacro de la realidad. Como
lo apunta Ellis Cashmore en su libro ... and there was telev!s!on:
The US networks constantly
updated treatment of the conflict and, specially, the cable CNNs
comprehensive twenty-four hour coverage harnessed all the elements
of what Baudillard calls simulacra, which are representations
or copies of events and objects. [
] CNNs Desert War was
another example, a media representation of events that became
the event itself.10
Uno de los requisitos para cualquier
historiador es tratar de acercarse a su objeto de estudio de la
manera más imparcial posible. En el caso de CNN, ¿cómo
se puede ser imparcial si se ha convertido en un actor fundamental
en los conflictos?
Como se mencionó anteriormente,
el mensaje informativo televisivo es inmediato y el espectador le
olvida después de haber cubierto su necesidad de sentirse
informado y, por ende, partícipe en su devenir. Pero en el
caso de CNN no sólo se cubren esas necesidades, sino también
la necesidad de entretenimiento. CNN (y aquellos que calcan casi
al pie de la letra sus fórmulas) presenta las noticias como
si se tratara de una telenovela: los virtuosos y los villanos se
enfrentan en algo que pareciera ser un guión previamente
escrito. Los encabezados de CNN (America Strikes Back, War on Terror,
etc) parecen más títulos de una cinta hollywoodense
que un esfuerzo comunicativo objetivo y confiable.
La televisión se enfoca
en la acción, y no en los pensamientos que la provocan y
envuelven. Quizás la consecuencia más grave
de que la televisión tome el papel del historiador es que
se enfoca en las acciones de los eventos y no en el pensamiento
que los circundan y provocan. Algunos historiadores aseguran que
la historia es la historia de la filosofía. El estudio de
la historia es en el fondo el estudio del pensamiento (aunque aquí
podríamos entrar en una discusión, ¿es primero
la materialidad o la idea?, ¿la postura hegeliana o la postura
marxista?) y las acciones que fueron incitadas por este.
En su ensayo The Nature of
Historical Knowledge, por ejemplo, Collingwood escribe:
For history, the object to
be discovered is not the mere event, but the thought expressed
in it. To discover that thought is already to understand it. After
the historian has ascertained the facts, there is no further process
of inquiring into the causes. When he knows what happened, he
already knows why it happened. [
] The cause of the event,
for him, means the thought in the mind of the person by whose
agency the event came about: and this is not something other than
the event, it is the inside of the event itself.11
En los noticieros televisivos, las
imágenes se enfocan a la acción, al mundo sensorial.
Pero las imágenes no hablan por sí solas y muchas
veces no hay un interlocutor capacitado para interpretar y comunicar
los pensamientos de los personajes de tal o cual suceso. Aún
si se presentan entrevistas y comentarios de especialistas, no siempre
se llega a hablar del pensamiento que motivó a la acción.
Incluso el presentar los hechos tal y como sucedieron
es bastante cuestionable ya que la lente no capta toda la atmósfera,
solamente fragmentos de ella. Además, factores como el encuadre,
la inclinación de la toma o la luz inciden terminantemente
en el mensaje final.
En materia de historia, quizás
la sentencia más preocupante en la visión del mundo
infeliz planteada por Sartori es la siguiente: de ahora en adelante
no estudiaremos la historia del pensamiento que motiva las acciones,
sino la historia de las acciones sin causa ni consecuencia. Entonces,
como menciona Sartori, ¿qué nos separa de nuestro
estado más primitivo?
Conclusión
Al aprender su historia por medio
de la pantalla televisiva, las sociedades se ven imposibilitadas
de ejercer un juicio crítico respecto a su devenir. A diferencia
de la palabra escrita y meditada en los libros de Historia, las
imágenes que danzan frente a los ojos del espectador raramente
pueden ser vistas de nuevo y mucho menos cuestionadas. Aún
si ambos medios pueden ser manipulados para servir a intereses políticos
o de otra índole, la credibilidad que se le puede otorgar
a los noticieros es menor que la que se atribuye a los textos escritos.
Las ideas son fáciles de debatir en su pobreza tangible y
su abundancia de interpretaciones.
¿Cómo se debate una
imagen si lo que se nos presenta es lo único que es?
En los noticieros televisivos, las
cosas suceden aquí y ahora. No hay
cabida para el pasado porque lo que pasa en la pantalla no sucedió:
está sucediendo. En la pantalla las nociones
de pasado y de futuro se vuelven borrosas,
indefinibles. En primera instancia no se puede, entonces, hablar
de un sentido real de la historia. No al menos si no se le da importancia
al pasado y los sucesos no se ven como lecciones para el futuro.
En el cambio de la letra por las
imágenes, se habita la ilusión de en un mundo sin
razones y sin consecuencias.
Notas:
1SARTORI,
Giovanni. Homo Videns: la sociedad teledirigida. Taurus, México,
1998, p. 26
2Ibidem.
3VILCHES, Lorenzo. La televisión:
los efectos del bien y el mal. Paidós Comunicación,
España, 1993, p. 93
4PEREYRA,
Carlos et. al. Historia, ¿para qué? Tercera edición
, Siglo Veintiuno Editores, México, 1982, p. 37
5GARDINER, Patrick ed. Theories
of History. The Free Press, Inglaterra, 1959. p. 227
6VILCHES, Lorenzo. La televisión:
los efectos del bien y el mal. Paidós Comunicación,
España, 1993, p. 114
7VILCHES, Lorenzo. La lectura
de la imagen. Paidós Comunicación, México,
1991, p. 177
8HARRIS, Richard J. A Cognitive
Psychology of Mass Communication. Segunda edición, Lawrence
Erlbaum, Estados Unidos, 1994, p.138
9Aunque en Estados Unidos los
libros de texto para las escuelas primarias y secundarias se rescribieron
al vapor tras los atentados del 11 de septiembre. Había que
poner a Afganistán en el mapa y darle mayor importancia al
islamismo.
10CASHMORE, Ellis.
and
there was telev!s!on. Routledge, Estados Unidos, 1994, p. 187
11 GARDINER, Patrick ed. Theories
of History. The Free Press, Inglaterra, 1959. p. 252
Referencias
bibliograficas:
- BARTHES, Roland. Lo
obvio y lo obtuso: imágenes, gestos, voces. Paidós
Comunicación, España, 1986, 380 p.
- CASHMORE, Ellis.
and there was telev!s!on. Routledge, Estados Unidos, 1994,
222 p.
- GARDINER, Patrick ed.
Theories of History. The Free Press, Inglaterra, 1959,
549 p.
- HARRIS, Richard J. A Cognitive
Psychology of Mass Communication. Segunda edición,
Lawrence Erlbaum, Estados Unidos, 1994, 313 p.
- LEWIS, Justin. The
Ideological Octopus. Routledge, Estados Unidos, 1991, 218
p.
- PEREYRA, Carlos et. al.
Historia, ¿para qué? Tercera edición
, Siglo Veintiuno Editores, México, 1982, 245 p.
- SARTORI, Giovanni. Homo
Videns: la sociedad teledirigida. Taurus, México, 1998,
159 p.
- VILCHES, Lorenzo. La
televisión: los efectos del bien y el mal. Paidós
Comunicación, España, 1993, 206 p.
- VILCHES, Lorenzo. La
lectura de la imagen. Paidós Comunicación, México,
1991, 248 p.
Lic.
César Albarrán Torres
Licenciado en Ciencias de la Comunicación
por el ITESM-CEM.
Narrador, ha publicado cuentos en revistas como
ASIMOV y en el sitio
ficticia.com. Ha participado en diversos cursos y talleres
literarios en la Universidad del Claustro de
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