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Por Daniel Murillo Licea
Número 27
El término "relaciones
públicas" fue acuñado en la década de
los treinta del siglo pasado en la tierra del Tío Sam. Como
muchos otros conceptos derivados del sistema capitalista, algunos
creados y otros trastocados (como subdesarrollo, desarrollo sustentable,
por ejemplo), reflejan varios males de nuestros tiempos.
Las relaciones públicas se
basaron, originalmente, en promover la imagen de un personaje político,
aunque actualmente también se utilizan para hacerlo con personalidades
del mundo del espectáculo (que no artistas, porque pocos
individuos en ese medio hacen arte), lo que ha convertido a las
relaciones públicas en un ancho término en cuyo centro
se en-cuentra el vedetismo. En la actualidad, por cierto, no hay
mucha diferencia en la promo-ción de la imagen de un político
y la de un personaje del espectá-culo: de hecho, es casi
lo mismo.
Pero el término al que nos
referimos puede tener muchas más significaciones, según
podamos imaginar. Una de ellas, por supuesto, podría estar
dentro de la estructura de la democracia -entendiendo "democracia"
como un vocablo trastocado y que se diferencia del término
que introdujo Heródoto en sus Historias- en donde es de capital
importancia que el "pueblo" conozca a los políticos
físicamente, dotándolos de todas las características
que engloba un personaje del espectáculo. También
es una forma de la mercadotecnia en la que las empresas e industrias
necesitan mantener una imagen pública y una interacción
en otras esferas y con otras instituciones.
Las relaciones públicas,
entonces, están emparentadas con la imagen. Pero ésta
se maneja de distinta manera: un tirano o un dictador pueden utilizar
las relaciones públicas para mejorar su imagen. Y entonces
asistimos al trastocamiento, de nuevo, porque las relaciones públicas
fueron creadas en el marco de un sistema político basado
en algo denominado "democracia". No se trata de que "el
pueblo" conozca a sus personajes políticos, sino que
éstos aparenten algo. Así, el sistema aparenta una
virtud, pero se descubre a la democracia como artificio, como técnica
de engaño. Y vemos a los personajes políticos que
se han transformado, además, en en productos del espectáculo
y en mercancías.
Mtro.
Daniel Murillo Licea
Instituto Mexicano
de Tecnología del Agua.
Sociedad de Escritores de Morelos, México |