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Por Guillermina Franco
Número 27
A la entrada del siglo XXI
la temática de la comunicación intercultural se hace
popular en el mundo, el concepto de globalización tomado
desde el marco comunicativo se amplia, y se reduce desde la perspectiva
de la sociedad global; se toma como punto de partida el acontecimiento
de la caída del muro de Berlín en 1989. Pero este
episodio no reflejaría más que un evento en un proceso
más amplio: la constitución de lo que la sociología
denominaba sociedad-red en informacional.
Este hecho significativo; así como además de todos
los grandes acontecimientos de este siglo nos cuestionan que el
concepto de los distintos referentes sociales han dirigido la evolución
histórica hacia un apartado cada vez menos vinculante, el
territorio nacional. Por lo tanto, menos instrumentalmente nacionalizadora
y si, cada vez más comunitaria.
Bajo esta atmósfera de avituallamiento
de incidentes, hay zonas del mundo que no participan de las ventajas
de la globalización porque a nadie le interesa acelerarlas.
Es el caso del África Subsahariana, a la que no llegan movimientos
capitales de ningún tipo, reduciendo su dinamismo económico
y el único movimiento que les llega; aquel que le permite
a sus ciudadanos huir de la pobreza, las enfermedades y la exclusión.
En junio de 2000, el Banco Mundial
hizo público un informe titulado ¿Puede África
aspirar al siglo XXI?, (Resúmenes de Sociología,
67, núm.28), en el que se describía la siguiente
situación: el África Subsahariana; excluyendo Suráfrica,
tiene menos carreteras que Polonia, menos de un quinto de la población
tiene electricidad, uno de cada cinco africanos vive en un país
en guerra y la mayoría vive a dos horas del teléfono
más próximo. El nivel de vida en el subcontinente
es en este momento más bajo que a finales de los años
60. La producción económica colectiva de los 48 países
del África Subsahariana no era mucho mayor que la de Bélgica;
su contribución al PIB mundial apenas suponía el uno
por ciento y tan sólo representaba el dos por ciento del
comercio internacional.
"Durante los pasados treinta
años-señala el informe-África ha perdido la
mitad de su cuota de mercado en el comercio global, incluido el
tradicional de materias primas..."
Estos datos nos aportan que mientras
una porción de la población mundial pretende entrar,
a través de la globalización, en la sociedad de la
información, existen otras economías que aún
no han llegado a la revolución industrial. La aparición
de la globalización no la podemos recoger pues como un todo
único y universal, ya que la podíamos acuñar
como; globalización mutilada (no llega a todo el mundo).
Así pues, en este marco de
confrontación global, el sociólogo Manuel Castells
(1997: 56), escribe :
"Una economía global es una realidad nueva para la historia,
distinta de una economía mundial. Una economía mundial,
es decir, una economía en la que la acumulación de
capital ocurre en todo el mundo, ha existido en Occidente al menos
desde el siglo XVI, como nos enseñaron Ferdinand Braudel
o Inmanuel Wallerstein. Una economía global es algo diferente.
Es una economía con la capacidad de funcionar como una unidad
en tiempo real a escala planetaria...".
Pero este "desarrollo universal"
carece de evolución progresiva, si se toma en consideración
que lo que marca el avance social y tecnológico en el entorno
de la globalización no es un tránsito uniforme de
todas las sociedades, sino sólo de una minoría.
En este "avance colateral"
hacia la globalización el hecho puntual que contemplamos
-preferentemente, en está última década- es
la gran afluencia de migraciones masivas, de las zonas de subdesarrollo
a las zonas más pobladas del planeta.
En este paréntesis entre
sociedad global y sociedad informativa; España se presenta
como país receptor de la gran afluencia de comunidades interculturales
que emigran de su país con la necesidad de vivir en una "sociedad
de futuro". Esta amalgama de culturas, tomada como concepto
por Tomas R. Austin Millán (2000: 3), determina que:
"la cultura es el sustantivo
común que indica una forma particular de vida, de gente,
de un período, o de un grupo humano", "como en
las expresiones la cultura mexicana o la cultura mapuche, éste
es el concepto antropológico de la cultura y está
ligado a la apreciación y análisis de elementos tales
como, valores costumbres, normas, estilos de vida, formas o implementos
materiales, la organización social, etc".
De manera, que el concepto antropológico
de cultura nos permite apreciar variedades de culturas particulares:
como la cultura de una región particular, la cultura del
poblador, del campesino; cultura de crianza, de la mujer, de los
jóvenes, cultura universitaria, culturas étnicas.
Este concepto tomado desde la perspectiva
del teórico Clifford Geertz nos dice que:
"Creyendo con Max Weber que
el hombre es un animal inserto en tramas de significación
que él mismo ha tejido, considero que la cultura es esa urdimbre
y que el análisis de la cultura ha de ser por lo tanto, no
una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa
en busca de significaciones" (Geertz, 1987: 51)
A ello añade, dos conocidos pensadores agregan: "Todos
nacemos en comunidades de sentido porque nos van a dar instrumentos
para dar sentido a la realidad de nuestro entorno. "En las
comunidades de vida se presupone la existencia de un grado mínimo
de sentido compartido (...) la mayoría de las comunidades
de vida, a través de distintas sociedades y épocas,
anhelan alcanzar un grado de sentido compartido que sitúe
de algún modo entre el nivel mínimo y el máximo"
(Geertz, 1987: 20).
La necesidad de compartir de algunos
pueblos, conjuntamente con los procesos migratorios, ha hecho que
se cree en algunos casos una diferenciada identidad cultural bajo
un misma convivencia geográfica, presentada como respuesta
de un grupo particular para mostrar a los demás su unidad
y reafirmar los valores y costumbres que establecen su diferencia
con los otros miembros de su sociedad. Según Kottak, "una
respuesta por parte de muchos blancos (en USA) ha sido la de reclamar
identidades étnicas (italianos, albaneses, servios, lituanos,
etc) y apuntar a asociaciones étnicas (clubes, pandillas).
Algunos de tales grupos son nuevos, otros han existido desde hace
décadas, aunque perdieron miembros durante los años
asimilacionistas entre las décadas de 1920 y 1950 (Kottak,
1997: 40). En Latinoamérica es frecuente que sociedades vernaculares
sean etiquetadas como "grupos étnicos" o que ellos
mismos se denominen como étnias, posiblemente debido a la
influencia de las ciencias sociales francesas en sus culturas nacionales,
y es a partir del concepto de étnia que se establece su identidad
cultural como distinta de la sociedad mayoritaria "occidental".
A partir de aquí, podemos
redefinir nuestro concepto de identidad cultural , como el acuñado
por Berger, Peter L. Y Thomas Luckmann (1995: 47), que dice que:
Todos nacemos en comunidades de vida que son además comunidades
de sentido porque nos van a dar instrumentos para dar sentido a
la realidad de nuestro entorno.
"En las comunidades de vida
se presupone la existencia de un grado mínimo de sentido
compartido (...) la mayoría de las comunidades de vida, a
través de distintas sociedades y épocas, anhelan alcanzar
un grado de sentido compartido que se sitúe de algún
modo entre el nivel mínimo y el máximo".
Con esta máxima, la convergencia
de enlaces culturales entre distintos pueblos, ya sea por su idiosincrasia
cultural a través de siglos, con cruces de distintas culturas,
como la anglosajona, la árabe, la magrebí, etc. Es
el detonante de un proceso de fertilización desarrollado
por la interacción de distintos enlaces culturales, planteados
en un sociedad como la de Canarias.
Canarias a los que algunos denominan
"Paraíso Natural", tiene establecida en su identidad
de origen social su particular modus vivendi, siempre en cohabitación
con otras identidades culturales, que en ningún caso la llevan
a establecerse como sociedad jerarquizada frente a las de otras
culturas coexistentes, tales como es el caso de la sociedad Hindú,
la magrebí, o la subsahariana, entre otras.
Evidentemente cada identidad cultural
tiene su particular forma de planificarse, pero es en esta planificación
social donde los sentimientos de afinidad para lograr una convivencia
sin jerarquías, donde además, existe un postulado
ético común para la comprensión de las culturas;
la que logra crear una forma de compresión de la cultura,
y una unificación de todo el criterio de referencia que distingue
una cultura de otra, como la lengua, la religión, el sexo
y la edad.
Y en este desarrollo de "cohabitación"
en el que la sociedad canaria ha promulgado las normas de respeto
de convivencia intercultural; ello le ha llevado no sólo
a establecer las bases de fundamento de un intercambio intercultural,
al que no podemos sostenerlo solamente como un proceso de interculturas
, donde las fórmulas de convivencia, la comprensión
y la solidaridad se entrelazan, para ello debemos ceñirnos
a un término más amplio: la multiculturalidad.
Pero, la realidad multicultural
de Canarias se encuentra actualmente determinada por una serie de
factores que han de ser tomados en cuenta para comprender que en
un territorio pequeño y fragmentado por su condición
insular, con una caída notable del índice de natalidad,
se ha venido produciendo un fuerte incremento de población
vinculado a fenómenos migratorios, fundamentalmente desde
otras Comunidades de la Unión Europea, pero también
desde América, la Europa no Comunitaria y Asia, además
de un fuerte incremento de continúas visitas de población
procedente de Marruecos y del África Subsahariana. Sumados
a la localización de los polos de desarrollo económico
en determinadas zonas de algunas
islas, ha propiciado un importante trasvase interno de población.
Especialmente hacia las islas orientales y hacia el sur de las islas
capitalinas.
Por otra parte, estamos asistiendo
a un progresivo retorno de canarios o descendientes de emigrantes
canarios que huyen de la situación de crisis en Venezuela
o Cuba, esta última afluencia de emigración hacia
la Isla Caribeña siempre ha estado muy presente hasta llegar
a convertirse en constante desde la segunda mitad del siglo XVI
hasta los primeros decenios del XX. Esta realidad está llevando
a plantearse a la población de origen una visión marcada
por una realidad entre dos mundos, la que llega y la que recibe.
A esta situación de población
foránea que toma asiento en las islas hay que añadir
una población itinerante resultante de la afluencia que supone
el paso anual de doce millones de turistas por las islas y la tremenda
influencia mediática a la que está siendo sometida
una población que, en líneas generales, no había
sido educada para hacer consumo crítico de los llamados mass-media,
siendo sometida a una homogeneización de patrones culturales
y a una visión de las otras culturas basadas en tópicos
y estereotipos ya resueltos por estructuras interculturales que
cohabitan en el mismo espacio geográfico con identidades
culturales bien distintas.
En definitiva, el multiculturalismo,
lejos de ser un aspecto anecdótico o coyuntural en la realidad
canaria, ha pasado a ser un elemento sustancial para la construcción
dinámica de nuestra identidad cultural, por lo que definimos
este "acontecimiento interreferencial" como un modelo
de convivencia en las islas que aporta además un desarrollo
sociocultural para la población de acogida.
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RODRIGO ALSINA, M. (1999), "Comunicación Intercultural"..
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Dra.
Guillermina Franco
Universidad Católica
de San Antonio de Murcia (UCAM), España |