Por Humberto García
Gamboa
Número 29
Si hay un lugar de entretenimiento
en la televisión éstos son los programas cómicos
que evidentemente reditúan buenas ganancias porque son muy
recurridos cuando mejores ideas faltan. Pero, de lo que uno se queja
es del fatídico hecho que varias de estas producciones sean
un tanto agresivas con su público quedando en el nivel de
la farsa y lo burdo.
En teatro la comedia es uno de los
géneros más finos, representa la forma en que el ser
humano trasciende desde sus deficiencias mofándose de sí
mismo y su circunstancia para lograr la diversión del público.
Por el contrario, el contenido de
los actuales programas televisivos parecen disfrazarse de comedia
pero sus guiones revelan una fuerte y cruda crítica a la
realidad.
Muchos de ellos, contrario a sus
pretensiones, nos alejan del buen humor y utilizan artificios para
hacer reír al público a la fuerza, conduciendo al
auditorio a escenas grotescas y muy ofensivas para la intimidad
de las personas.
Y si los argumentos verdaderamente
divertidos han faltado, escasean más los actores y los auténticos
comediantes, como aquellos sensibles seres que divertían
a la audiencia al situarse como protagonistas de los más
chuscos enredos.
Entre juegos de palabras y malabares
muchos de éstos cómicos inmortales provocaron la carcajada
de los espectadores a través de poses y arrebatos fatuos
pero simpáticos.
Y es que los tiempos debieron ser
serios y solemnes, porque el espíritu mexicano de principios
del siglo pasado veía al mundo de una manera prudente y formal.
La educación y los métodos eran los más excelsos
de ahí que derivaba en una vida cotidiana juiciosa y reservada.
Personajes como Chaplin y Cantinflas
protestaron contra ello y a través de su expresión
artística, denunciaron a su tiempo y a las hipocresías
en las reuniones sociales.
Y tan densa era la seriedad del
momento que entérese usted que varios intelectuales de la
época quitaron cualquier crédito al ilustre Mario
Moreno a quien calificaron de "payaso" y no más.
Pero la protesta de los artistas contemporáneos es muy diferente,
no se expresan en contra de la seriedad de la realidad sino la retratan
en un trago amargo, produciendo muchas veces el efecto contrario
a la diversión.
Una buena protesta a lo que pasa
en nuestro México se encuentra en los programas cómicos
que se burlan de la calidad multifacética del lenguaje, que
a la fecha sirve como moneda de dos caras, el talento falta y los
deseos de denuncia son mayores que la creatividad.
No se puede negar que una amplia
audiencia sigue las variedades más frívolas de la
tele pero esto sólo sucede debido a que la baja comedia (también
denominada "farsa") es simple y muy digerible.
Desgraciadamente no es un fenómeno
exclusivo de una televisora, por ejemplo, pues parece que el talento
artístico está volcado a la denuncia social y no a
la diversión, como pudiera pensarse que debe ser, y ello
trae por consiguiente que haya muy poca calidad en los programas.
Lo anterior hace recordar otro lugar
en donde también abunda la denuncia y que es el cine mexicano
actual. Los realizadores sienten que una película tendrá
más éxito mientras más fuerte sea la sentencia
sobre una realidad muchas veces subterránea.
En nuestros días un cineasta
que se cataloga de serio es uno que busca realidades crudas, macabras
y lo espeluznante de la vida tal cual es, como si los argumentos
se basaran en escritores acostumbrados a revisar por debajo de las
piedras de usos y costumbres de manera que los mexicanos despierten
de su narcisismo histórico y acendrado.
El cine en el fondo nos propone
un camino de crecimiento al llevarnos a reconocer la otra parte
de lo que también somos, sin embargo, en la seriedad del
caso, hace falta un buen cómico, que aliviane la carga de
la crudeza del México de la corrupción, de los abusos,
y del crimen.
Es por todo esto que no mal caería
un nuevo comediante que, sin ofender al buen espíritu de
los espectadores, pueda situarse en medio del ilusionismo azteca
y la voluptuosa carnalidad de sus aspiraciones a través de
un nuevo sentido, menos frívolo y más cercano ¿Conoce
usted alguno?.
Humberto
García Gamboa |