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Por Carlos Backmann
Número 40
Hace ya casi un
siglo de la muerte de Julio Verne, aquel hombre que vivió
de 1828 a 1905, y que en su obra nos dejó muy claro que "Todo
lo que una persona puede imaginar, otras podrán hacerlo realidad."
Es en esta época cuando la capacidad imaginativa de Julio
Verne empieza a caducar y sería interesante que encontráramos
sus mismas habilidades en estos días; encontrar a alguien
con la capacidad de jugar, imaginar y decir, aunque pocos le crean,
cómo será la vida dentro de un siglo.
Aún sobrevive en nuestras
ideas aquella imagen de las novelas críticas de ficción
de mediados del siglo XX, que escribían encerrando en sus
hogares a las personas, bajo el yugo de la luz del televisor que
se alcanzaba a asomar por las ranuras de puertas y ventanas. Esa
perspectiva ha venido desapareciendo, y aunque hay quienes quieren
retomarla para hablar de Internet y la vida permanente en casa,
están cometiendo el mismo error, ya ni siquiera están
imaginando; con Internet pasará todo lo contrario, el hombre
será más confiado de moverse y estar comunicado al
mismo tiempo, el concepto de “oficina móvil”
es un gran ejemplo de esto. Pero mi intención aquí
no es hablar sobre lo que Internet nos dará dentro de unos
años, el objetivo es pues, jugar a ser Julio Verne y mostrar
cómo puede verse el mundo, no en unos sino en muchos años.
Primeramente, podría visualizar
un panorama macro del futuro; en el transcurso del siglo XXI, los
adelantos tecnológicos en el espacio serán cada vez
más veloces, y llegará el momento en que lo más
común para las personas sea vivir fuera del planeta. Pero
no viviríamos en otros planetas, sino en estaciones o bases
más aptas para la vida humana, quienes estarían en
los demás planetas de la galaxia serían máquinas
especiales, capaces de extraer los recursos vitales de lugares lejanos,
en beneficio de nuestras estaciones. Es interesante comenzar a imaginar
el caso de tener que viajar de una estación a otra para ir
de trabajo o visitar algún amigo. Pero esto parece muy aburrido,
vivir permanentemente en una estación sería como permanecer
en un reclusorio; pero si tenemos la capacidad de viajar de una
estación a otra, obviamente también se podrán
hacer visitas a otros planetas, con fines turísticos o por
simple esparcimiento. De hecho, tener que planear un viaje de vacaciones
a otro planeta puede resultar algo más emocionante que lo
que ahora conocemos.
Y si tenemos máquinas trabajando
en otros planetas, también podrá haber algunos hombres
que hagan otro tipo de trabajo junto a ellas, lo que quiere decir
que existen las condiciones para que vivamos en otros planetas.
¿No podría suceder que alguien del próximo
siglo diga que se queda a vivir ahí con algunos semejantes
y formen su propia civilización? Sólo a alguien de
mi época se le ocurre que un hombre de esa época vaya
a proponer tal cosa, es como si una persona con todos los lujos
de la tecnología actual regresara a las cavernas; pues, la
tecnología de aquel entonces se convertiría en algo
con lo que el hombre no podría vivir, seguirán teniendo
esa capacidad de ser extensiones del hombre pero en un nivel más
acentuado. Es más, las concepciones del tiempo y alimenticias
cambiarán bastante de las que ahora conocemos, los días
y las noches podrán no existir y habremos de fijarnos otra
escala temporal; de la misma forma, los alimentos habrán
de ser procesados desde otros planetas, y si vivimos en estaciones,
¿por qué no transformar a la Tierra en una granja
para la galaxia entera?
También puedo imaginar un
panorama micro, que sería la visión cotidiana del
futuro del hombre en el próximo siglo. Si en la actualidad
las cámaras están teniendo mucho éxito, en
un futuro a todos nos acompañará una “diariamente”,
y grabará todas nuestras actividades; al final de éstas,
podremos consultarla para recordar algún momento específico
y guardarlo en una especie de bitácora, que podremos dejar
como archivo de nosotros mismos una vez que estemos muertos. En
cuanto a las enfermedades, una especialidad de la actual Ingeniería
Genética estará como pionera; existirá la posibilidad
de regenerar partes del cuerpo humano a partir de mezclar material
genético del hombre con el de algunos reptiles, incluso,
si el paciente no desea tal medida, estará la posibilidad
de instalar piezas robóticas igualmente hábiles y
hasta mejoradas.
Desde una postura muy ambiciosa,
puedo imaginar que la comunicación telepática se convierte
en una realidad, pero no será porque el hombre desarrolle
tal habilidad de manera natural, sino con ayuda de la tecnología;
aquí coloco la idea de una tecnología diminuta como
extensión de nuestro cuerpo, que nos permitirá comunicarnos
con el pensamiento mientras hacemos otras cosas a distancias de
años luz. Además, la publicidad tendrá una
gran importancia, ¿por qué no imaginar los centros
comerciales establecidos también en estaciones espaciales?
De la misma forma, podemos imaginar un operador en casa que diga
cuáles son los productos necesarios, para de ahí,
recurrir a la publicidad de los respectivos artículos, ésta
nos podría acompañar durante nuestras actividades
si así lo deseamos, en otra especie de extensión tecnológica,
y al momento de irla a comprar y ante la variedad de artículos,
podemos mostrar el comercial en la tienda para que nos otorguen
precisamente el que buscamos; los vendedores serán ya obsoletos,
y la máquina vendedora nos dará únicamente
lo que pidamos al precio justo, y si no tiene el producto, nos ofrecerá
algún similar. Todavía puedo vislumbrar la periferia
de nuestra Vía Láctea adornada por tipos de espectaculares,
aunque la publicidad misma tendría que adecuarse a las velocidades
o condiciones del viaje interplanetario.
Éstas son sólo dos perspectivas para imaginar una
realidad lejana, pero a partir de estas dos se nos pueden ocurrir
muchas más, aun queda pendiente aclarar cómo nos vamos
a divertir o en qué vamos a trabajar. Tal vez apenas estamos
comenzando un transcurso de la historia que consiste en generar
tecnología, primero como herramienta para la supervivencia,
para posteriormente, dedicarnos al trabajo cada vez menos físico
y más intelectivo, de ahí que al ser humano no se
le identifique si no es al lado de la tecnología.
Carlos Enrique
Backmann Castañeda
Estudiante de Ciencias de la Comunicación, ITESM
Campus Estado de México, México |