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Por Tatiana Millán
y Domingo Barbolla
Número
45
“La
virtualización reinventa una cultura nómada,
no mediante un retorno a las culturas de pastores
o al paleolítico, sino creando un entorno
de interacciones sociales donde las relaciones
se configuran con un mínimo de inercia
(...) un lazo social que no estaría fundado
ni en la pertenencia territorial o institucional,
ni en las relaciones de poder”
(Levy, 1998: 56-57).
Paradigmas
digitales
La revolución
de fin de siglo supuso dos factores novedosos,
primero venir de la mano de una tecnología
de integración en vez de una de sustitución,
y el otro es que los nuevos modelos de interconexión
conducen por primera vez a la individualización
y no a la sociedad de masas. No existe una única
verdad, como decía Protágoras "el
hombre es la medida de todas las cosas",
ya no se imponen otras medidas. Los sistemas
binarios prescinden de nociones de verdad y falsedad,
desarrollan sus propios modelos. Tampoco podemos
oponer unas tecnologías a otras. La clave
es la interactividad que llega a producir una
“intercreatividad”. Nos movemos de
un elemento a otro a través de una red
espontánea, de manera informal, donde
todos estamos al mismo nivel, sin jerarquía.
Somos suministradores y al mismo tiempo consumidores,
damos y recibimos. Podemos expresarnos y a la
vez inventar o reinventar.
El paso de las
tecnologías analógicas a digitales
está modificando nuestra forma de afrontar
la realidad, nuestra vinculación con el
exterior, nuestros modos de percepción
y de relación con los demás, porque
la “tecnología remite hoy no a unos
aparatos sino a nuevos modos de percepción”
(Barbero, 2000:1). La gran novedad cultural de
la imagen digital radica en que no es una tecnología
de la reproducción sino de la producción
(Gubern, 1996). Hemos pasado con los nuevos medios
de comunicación de realizar una copia
de la realidad a traducirla a códigos
desvirtuándola de sus características
básicas. La imagen digital se torna un
simulacro de lo real pero llegando a adquirir
una perfección más alta que la
de la propia realidad. No se trata "ya de
imitación ni de reiteración, incluso
ni de parodia, sino de una suplantación
de lo real por los signos de lo real" (Baudrillard,
1984: 9-10). Si el postmodernismo se distingue
por un incesante afán por inventar nuevas
dimensiones de percepción y acción
(Baudrillard, 1984), la red es el emblema del
nuevo siglo. Se puede decir que hemos construido
un nuevo entorno no físico donde habitar
y de características más versátiles,
los entornos virtuales.
Algunos teóricos
desmienten la objetividad de estos espacios,
que no son más que "entornos sintéticos
en un tiempo real y que se erigen en una realidad
ilusoria (de illudere = engañar)"
(Gubern, 1996:156), porque no tienen un referente
material más que el propio hombre y sus
espacios imaginarios. Un "paradójico
lugar y un espacio sin extensión, un espacio
figurativo inmaterial, un espacio mental iconizado
esterescópicamente que permite el efecto
de penetración ilusoria en un territorio
infográfico para vivir dentro de una imagen
sin tener impresión de que se está
dentro de la imagen y viajar así en la
inmovilidad" (Gubern, 1996:1). Se habla
de la pérdida de realidad, del "empobrecimiento
de la experiencia humana o de la desrealización
del sujeto" (Subirats, 2001:14).
Pero no hay
mayor realidad que aquella que se demuestra a
través de su influencia en el propio hombre
y las nuevas tecnologías de información
y la comunicación están generando
efectos emocionales en la población (Gubern,
2000). Las consecuencias a nivel emocional y
psicológica son tan importantes que algunos
teóricos desarrollan ya un nuevo término
para definir el estudio de estos procesos, la
"tecnolopsicología" (De Kerckhove,
1999). Por otra parte, la realidad simbólica
que implican los procesos de digitalización
tienen más allá de sus aspectos
inmateriales un referente físico, no debemos
olvidar "que estas construcciones icónicas
se elaboran sobre la base de nuestra experiencia
pasada y presente con este mundo y con este universo”
(Maldonado, 1999:76) y por tanto el mundo virtual
no está desvinculado del mundo material
que es su referente inicial y del cual se alimenta
para existir.
La "sensación
material ha sido reemplazada por el reino de
lo inmaterial, el átomo que se mide y
sopesa ha sido sustituido por el bit " (Verdú,
1996:108), como consecuencia el ser humano está
remodelando su propia idiosincrasia a través
de las nuevas extensiones tecnológicas
que plantean una nueva situación en el
mundo y en relación a los otros. "El
hombre comprendió muy tempranamente que
su identidad era vulnerable, pues dejaba jirones
de ella por donde pasaba, en forma de huellas,
sombras y reflejos" (Gubern, 2001: 37),
en cada nuevo desarrollo tecnológico nos
dejamos parte de lo que hemos sido hasta ahora
y la sociedad adquiere parámetros nuevos
de desarrollo. Cambian las fórmulas básicas
de posicionamiento del hombre, la red se ha convertido
en “un microcosmo digital en el que no
existen fronteras ni distancias” (Joyanes,
1997:16). Tiempo y espacio desaparecen en sus
conceptos clásicos, todo está cercano,
todo es aquí y ahora.
Las nuevas tecnologías
se implantan como extensiones que amplían
nuestro propio pensamiento, la capacidad de nuestra
mente (De Kerckhove, 1997). Los nuevos modos
de ser y hacer definen el concepto de cibercultura
que se desarrolla definiendo “el conjunto
de técnicas, de maneras de hacer, de maneras
de ser, de valores, de representaciones que están
relacionadas con la extensión del ciberespacio"
(Lévy, 1997). Dentro de este nuevo entorno
el hombre habita, crea y se recrea, alterando
su hábitat natural, socializándose
dentro de las pautas distintas que le influyen
en su desarrollo como ser. Porque la “tecnología
informática transforma no sólo
nuestras vidas, sino también el imaginario
en el cual vivimos” (Levis, 1997: 27) y
con ello cambiamos la esencia de lo que hemos
sido hasta ahora, cambiamos nuestro motor de
existencia, nuestras formas de “estar”
y “no estar”.
Nos encontramos
en la etapa de mayor complejidad dentro del proceso
evolutivo del hombre que tras la superación
del entorno natural y posteriormente del urbano,
construye el entorno virtual (Echevarría,
1999 y 2000), una etapa de complejidad sin precedentes,
de superación del propio cuerpo y de las
limitaciones materiales, el hombre establece
parte de su existencia sin necesidad de elementos
físicos de base, desarrollando lo que
realmente “distingue a nuestra especie
como rareza biológica, su capacidad de
procesar símbolos” (Castells, 1997:
52). Se impone una realidad intangible más
allá del entorno físico. En la
sociedad del consumo y como proceso paradójico
pasamos "de la prioridad de valores materialistas
hacia los postmaterialistas” (Pérez
Alonso-Cánovas, 2003:27). Lo intangible
tiene su valor y su influencia, podemos creer,
sentir, perder y ganar en transacciones de valor
puramente simbólico. Por primera vez el
hombre mira hacia dentro y a partir de ahí
establece sus lazos de conexión con el
exterior.
Formas
de acción e interacción
En la era digital
se implanta una nueva forma de sociedad basada
en las “nuevas modalidades de comunicación,
nuevas formas de ser, nuevos lazos sociales,
y con ellos nuevos colectivos” (Vayreda,
2004: 6). Ampliamos nuestras fórmulas
de comunicación con los otros, el territorio
no es el único determinante de comunidades
y grupos, más allá del espacio
físico se extiende el espacio generado
por medios electrónicos que amplía
los contextos y da prioridad a otros referentes.
Ya no hay duda de que "estamos ante un nuevo
espacio social, y no simplemente ante un medio
de información y comunicación"
(Echeverría, 2000:108). Un "espacio
de conversación y acuerdo intersubjetivo"
(Reguillo, 2000: 42) que está creando
un nuevo concepto de cultura que lo envuelve
todo.
Frente a las
limitaciones de las comunidades tradicionales
donde cada individuo crea sus lazos de pertenencia
a un grupo en función de determinantes
geográficos, con los imperativos de adaptación
a entornos poco afines, se alza el entorno virtual
y "millones de personas de todos los continentes
participan también en los grupos sociales
formados por intermedio de los ordenadores y
conocidos como comunidades virtuales" (Rheingold,1996:15).
La mayoría de los teóricos encuentran
un concepto distinto que define estos ámbitos
virtuales, Castells habla de “un espacio
de flujos que sustituye al espacio en lugares"
(2001:452), Bonder de un "terreno intangible
al que se accede por medios tangibles" (2002:
29), Yus de un entorno "que es único
en su sustitución de la red social real”,
(2001:56), Echevarría define del Tercer
Entorno (1999), para Sánchez hemos conquistado
el Sexto Continente (2001). En definitiva un
espacio sin territorios definidos que ha llevado
a hablar de “desterritorialización”
(Lévy, 1999). Para algunos no deja de
ser una utopía, nuevas formas de control
y descontrol, pero nada más. Para otros
un espacio de relación al que se llega
sin condicionantes, sin cuerpos y sus limitaciones
de raza, sexo, capacidades físicas, sin
cánones de belleza, sólo es necesario
la capacidad de entrar, la posibilidad de “estar”
asociada a limitaciones tecnológicas superables.
No existen las distancias. ¿Utopía
o realidad?.
Realidad
e hiperrealidad
El ordenador “ha
redefinido la función y la esencia del
hombre” (Yehya, 2001:11). Ha modificado
nuestros referentes. Frente a la televisión
que nos daba un mundo hecho, sin posibilidad
de modificar, de entrar y participar, la Red
incita a la acción. La televisión
nos mostraba el mundo real pero traspasada la
pantalla del ordenador podemos preguntarnos si
realmente aquello que observamos y que nos influye
es real o sólo es una imagen proyectada
de lo real. Para Verdú lo que "tocamos
es lo real y aquello lo hiperreal" (1996:108)
y la pantalla no es más que el límite
entre la realidad real y la realidad virtual
(Castells y Bofarull, 2002: 61).
La forma de
ser y comunicar en la red difiere de los imperativos
que se imponen en el mundo físico, "Internet
se ha convertido en un significativo laboratorio
social para la experimentación con las
construcciones y reconstrucciones del Yo que
caracterizan la vida posmoderna. En su realidad
virtual nos autocreamos" (Turkle, 1997:
228-229). Si es un hecho que el hombre se ve
reflejado en lo que mira y termina siendo lo
que expresa, los nuevos territorios van a modificar
lo que somos, sentimos y creemos. El paso a entornos
virtuales como una forma cada vez mayor de vivencia
está creando un hombre con necesidades
diferentes.
No puede negarse
la existencia de aquello que influye y tiene
consecuencias, existe aunque no lo haga al mismo
nivel que otras realidades. Lo virtual ha hecho
poner en duda muchas verdades materiales, las
bases de las transacciones virtuales son simbólicas
y por tanto adquieren diferentes interpretaciones
en función de los sujetos. Cada individuo
recrea sus propios referentes.
De la
cultura de masas al individuo
Los anteriores
planteamientos analógicos han creado una
cultura de masas sustentada en las influencias
homogeneizadoras que tenían los contenidos
audiovisuales concentrados en un número
de referencias limitadas y por tanto de influencias,
el paso a lo digital y la expansión de
la red con su multiplicación de mensajes
está haciendo que volvamos al concepto
de individuo como elemento social clave. El hombre
continúa siendo parte de una masa segmentada
por gustos e intereses pero vuelve a recuperar
su definición en ella.
En lo esencial,
las masas actuales han dejado de ser masas capaces
de reunirse en tumultos; han entrado en un régimen
en el que su propiedad de masa ya no se expresa
de manera adecuada en la asamblea física
(…). En ella uno es masa en tanto individuo.
Ahora se es masa sin ver a los otros (Sloterdijk,
2002:17).
Una sociedad
moldeada por medios de comunicación cada
vez más individualistas donde a veces
la audiencia es sólo una persona.
El hombre vuelve
a ser el centro de su universo, el status perdido
por la sociedad de lo homogéneo, de los
valores moldeados por los medios que lanzaban
mensajes reducidos a grupos amplios, vuelve a
recuperarse por un medio donde cada persona se
relaciona como individualidad y tiene capacidad
de lanzar su propio mensaje. Todo cabe en la
red. La minoría ya no existe en su unión
con otras minorías, no se pierde lo pequeño
y lo grande ya no es tan grande, su influencia
se diluye. Un nuevo tipo de censura se alza,
frente a la negación del mensaje de las
formas de control clásicas, tenemos la
multiplicación de mensajes contradictorios.
Frente a la censura por la eliminación
del objeto está la censura por la saturación
del objeto, la pérdida de un mensaje entre
miles de mensajes.
Una
posibilidad de estudio: La Ciberantropología
Ante esta nueva situación cabe preguntarse
con qué realidades culturales se encuentra
el antropólogo, qué problemas cabe
plantearse y con qué instrumentos intelectuales,
es decir, categorías, conceptos, teorías
y valores se enfrenta a esta situación
cambiante o de transición , y ¿cómo
se vincula la Antropología a las nuevas
tecnologías en el ámbito del ordenador
y las ciencias cognitivas?. Al contestar a esta
pregunta hacemos un poco de historia siguiendo
el guión de la profesora MªJesús
Buxó (1996: 418-419). Inicialmente - dirá-
el ordenador ha interesado por su aplicabilidad
al trabajo de campo en su calidad de base de
datos, confección de listas de informantes,
análisis de parentesco y redes etnosománticas,
el procesamiento relacional de observación
de comportamiento y datos cualitativos, el tratamiento
estadístico y la elaboración de
diversas simulaciones (Boone y Wood, 1992). A
partir de la segunda mitad de los años
ochenta y noventa, el énfasis se ha ido
centrando en los ordenadores y la computación
entendidos como procesos culturales y como agentes
de cambio social. Vinculados a la Sociología
de la Ciencia (Woolgar, 1985 y otros), y denominada
actualmente Antropología de la Ciencia
y la Tecnología, esta especialización
se interesa por las construcciones sociales de
las nuevas tecnologías tanto en su implicación
como realidades histórico-culturales y
formas dominantes de conocimiento como por las
características sociales de los grupos
de interés, los laboratorios de invención,
los ingenieros y científicos en tanto
que intérpretes relevantes en la forma
de identificar los problemas y optar por técnicas
y métodos. Además del interés
por la construcción del conocimiento científico
e ingeniero, se estudian también los efectos
de tecnologías como, por ejemplo, el ordenador,
sobre la gente y su interacción en diferentes
ambientes laborales y domésticos (Hakken,
1993).
En 1992, se
produce un hito importante para la Ciberantropología,
sería en la conferencia anual de la American
Anthropological Association en donde se
afianzan los conceptos de cibercultura y ciberespacio
y se define la cybor anthropology como
el estudio etnográfico de las relaciones
entre los hombres y las máquinas en el
final del siglo XX en el que las nuevas tecnologías
sirven como agentes de producción social
y cultural. Se aborda la adaptación humana
a las máquinas y otros aspectos relativos
a la creación de nuevas dependencias entre
países pobres y ricos, y la configuración
de las nuevas marginalidades en las que unos
colectivos quedan más afectados que otros
como, por ejemplo, el trabajo electrónico
asociado a la feminización de la pobreza.
En noviembre
de 1995, en la reunión de la American
Anthropological Association- continúa
manifestando la profesora Mª Jesús
Buxó- , estos estudios han crecido y se
han reorientado en la dirección de investigar
las comunidades electrónicas tanto desde
la perspectiva de los contextos donde las tecnologías
del ordenador se desarrollan, como la interacción
entre los diseñadores y los usuarios y
las comunidades que resultan de esa interacción,
a veces imaginadas e inventadas, pero capaces
de crear nuevas identidades, los cyborgs,
los vecinos electrónicos así como
vivir en regiones y comunidades que resultan
de esa interacción. Y otras contribuciones
orientadas a poner en evidencia cómo la
etnografía puede contribuir a que las
industrias entiendan mejor el contexto social
del aprendizaje de la innovación en contextos
concretos, como el laboral, los centros de enseñanza,
el doméstico y el recreativo. En los primeros
casos interesa la transformación de los
procesos de trabajo, los tipos de apropiación
y las formas y discrepantes de considerar el
trabajo y la tecnología por parte de empresarios
y trabajadores.
Los problemas
del consumo, prestigio y educación, se
tratarían en los años ochenta.
Así, la compra del ordenador personal
incluso para aquellos que no tienen ninguna necesidad
práctica, pero que reproduce dentro de
la unidad doméstica las relaciones de
poder y prestigio. Las adiciones tanto en término
de consumo de juegos, como la marginalidad del
hacker cuyo aislamiento no es contra el sistema,
sino orientado a romper el acceso de códigos
restringidos e inaccesibles y con ello entrar
en el sistema de redes informáticas como
parte de su aventura y éxito personal.
Ya en el comienzo del milenio, temas que importan
a la antropología y sociología
se muestran en los congresos virtuales que irrumpen
en los portales tutelados -casi siempre- por
entidades académicas. Entre ellos, el
I Congreso Online del Observatorio para la
Cibersociedad1
que se celebra en septiembre del 2002, con
grupos de trabajo como: Cibercultura del gobierno
digital; Cibercultura, gestión y políticas
culturales; Ciberespacio e sociabilidade; Democracia
y participación ciudadana en la sociedad
interconectada; El investigador en la sociedad
digitalizada; Fracturas sociales, fracturas digitales,
etc.
La Ciudad
Virtual de Antropología y Arqueología2,
en sus congresos virtuales del año 1998,
2000, 2001 y 2002, con comunicaciones como: Cibercultura,
¿realidad o invención?; Ciberantropología,
la expansión global de Internet; La palabra
cibernética; Sobre la naturaleza de la
realidad virtual; Internet como medio y objeto
de estudio en antropología. El IX Congreso
de Antropología de la FAAEE, de septiembre
del 2002, dedica el simposio 4 a “Ciudadan@s
de silicio, Ciudadan@s del ciberespacio: ¿Un
nuevo campo social para las identidades colectivas?”,
en el que se han admitido comunicaciones como:”Viajando
sin brújula”. Reflexiones en torno
a la experiencia etnográfica en chats:
la Observación Participante on line; Cultura
e Inteligencia Artificial: los chattestbots o
cuando las máquinas hablan sin pensar;
Creación, espacio y transgresión
en Internet; Hacia una sociedad metafísica;
La globalización como espacio de identidades
y el “chauvinismo” aislacionista
de la exaltación diferencial; Nuevas etnologías
y ciberespacio: reformulaciones metodológicas.
Este contexto ciberespacial es un campo de estudio
donde podemos analizar la interacción
de los individuos o informantes cibernautas y
la creación de una denominada “cibercultura”
en la Red.
Y, por último,
otro ineludible tema de análisis antropológico
son las repercusiones y transformaciones socioculturales
que estas nuevas tecnologías y este nuevo
mundo virtual están generando en el mundo
real de algunos usuarios. El objeto de la ciberantropología
o Antropología Ciborg, según Downey,
Dumit & Williams (1995)3
sería: “En primer lugar, se debería
ocupar de la ciencia y la tecnología contemporáneas
como actividades culturales; el objeto sería
observar y analizar detenidamente cómo
es la gente y el discurso científico y
cómo este se convierte en significativo
en sus vidas cotidianas. En segundo lugar, se
cuestiona la posición central que ha ocupado
siempre la figura del ser humano en la antropología,
proponiendo una alternativa crítica a
este humano-centrismo abusivo; la máquina
debería entrar a formar parte del objeto
de la antropología, en tanto que creadora
y modificadora de cultura. Por último,
la Antropología Ciborg abordaría
de qué modo las tecnologías llegan
a participar como agentes productores y reproductores
de los diversos aspectos de la vida social”
(J. Mayans, 2000:2). Mª Jesús Buxó
(1996:419), dirá: “esta situación
controvertida y paradójica se resume en
dos ámbitos de la construcción
de la realidad, la ciencia y la cultura, en los
que el incremento de la complejidad obliga a
establecer una nueva concepción del saber
para entender el problema nuclear de nuestra
época: la articulación de la tecnociencia
y el humanismo. El gran protagonista de este
nuevo saber son las tecnologías inteligentes
y la clave saber orientarlas científicamente
y culturalmente”.
El método y las técnicas
Partiendo de la
etnografía, veamos las peculiaridades
que implica el objeto de estudio que hemos planteado,
para ellos seguiremos la estela de lo aportado
por Joans Mayans (2000:5). ¿Sentado en
un ordenador se puede hacer investigación
etnográfica?, si queremos realizar una
investigación etnográfica sobre
una comunidad virtual como puede ser un canal
de chat en IRC -modalidad de espacio de conversación
abierto, gratuito e instantáneo- no tenemos
más remedio que realizar la mayor parte
del trabajo de campo sentado ante un ordenador.
Resulta - dirá J. Mayans, - “hasta
cierto punto paradójico imaginar un disciplinado
trabajo de observación participante en
completa soledad y aislamiento físico.
Del mismo modo que puede resultar sorprendente
el hecho de disponer de todas las conversaciones,
absolutamente todas, guardadas y transcritas
perfectamente y al instante, con una corrección
y detalle que para sí quisieran los más
cientifistas y meticulosos de los etnógrafos.
O el hecho de tener la posibilidad de asistir
en plano de igualdad -aparentemente- a toda la
vida pública de un grupo”.
La cara y la
cruz de la moneda: soledad física y datos
inmensos con muy poco esfuerzo, siempre y cuando
nos fiemos de que esos datos son reales y no
ficticios, puesto que su marco de observación
es reducidísimo, puesto que se limita
a la pantalla del ordenador. Y lo que fluye a
través de ésta puede ser muy simple
y básico, especialmente en comparación
con las interacciones copresenciales que caracterizan
cualquier objeto precedente. Sin embargo, tenemos
que contar con todas estas peculiaridades y dificultades,
ellas son el primer fruto de la etnografía
on line y una muestra inequívoca de que
estas investigaciones generarán debates
metodológicos y de gran interés.
Por otro lado, en la mayoría de las ocasiones,
estos dilemas metodológicos son aún
más importantes, por el mero hecho de
que son dilemas compartidos por la comunidad
indígena, por los usuarios en cuestión,
estamos, de nuevo, inmersos en el universo del
Otro, esta vez con los mismos problemas de espacio,
tiempo, credibilidad y confianza, ya que no es
solamente el investigador el que experimenta
la inquietud de entrar en unas relaciones humanas
intensas tan sólo a través del
pequeño espacio de la pantalla de un ordenador.
El espacio queda
supeditado a otros parámetros que si cabe
aportan ventajas en la investigación,
así vemos que en el espacio convencional
“uno de los problemas fundamentales en
el estudio de cualquier relación sociocultural
y, al mismo tiempo, de los más desatendidos
en su verdadera significación antropológica,
es el de territorialidad. Su trascendencia radica
en que el territorio es el sustrato espacial
necesario de toda relación humana, y su
problemática estriba en que el hombre
nunca accede a ese sustrato directamente, sino
a través de una elaboración significativa
que en ningún caso está determinada
por las supuestas condiciones físicas
del territorio” (J.L. García, 1976:13).
De otra forma, pero manteniendo el mismo esquema
de espacio y tiempo, el profesor Fernández
de la Rota (1994:64) llega a decir: “espacio
y tiempo son dos campos semánticos en
los que se apoya continuamente nuestra recíproca
metamorfosis. El
mismo reloj es ya una representación del
tiempo a través de una analogía
espacial. Este tipo de tareas de carácter
metafórico las estamos realizando continuamente
sin caer en la cuenta, se han convertido en metáforas
muertas para nosotros”. Esa misma inquietud
y esas mismas dudas las comparte el científico
social con toda su comunidad de estudio. Gran
parte de las dificultades que encuentra no son
muy diferentes a las que encuentra cualquier
usuario a la hora de vivir on line. De este modo
descubrimos que nuestras propias dificultades
metodológicas son, a la vez, un hallazgo
muy significativo.
En segundo lugar,
es complejo situarse como etnógrafo en
la vertiente de un orden claro, teniendo en cuenta
que la noción de espacio euclidiano y
de tiempo al uso se derrumba. Ni siquiera puede
asemejarse con las variedades de tiempo no-lineales
o cíclicos que algunos antropólogos
han subrayado en los llamados pueblos primitivos
y, también en los pueblos pre-modernos.
En la Red no existe el día ni la noche,
como tampoco existen horarios locales, que tienden
a invalidarse cuanto más heterogéneo
es el grupo de usuarios. Sin embargo, no sólo
el tiempo como variable contextual se vuelve
un tanto inasible en la comunicaciones mediadas
por ordenador, también lo hace, de alguna
forma, en su interior. Desde estos parámetros,
si la actividad que se produce en esta forma
de comunicación es un flujo difícilmente
temporalizable y donde no hay momentos de inicio
ni final que sean válidos:
Nos encontramos
que cualquier punto en el tiempo es tan significativo
como otro cualquiera. Del mismo modo, y con
las fronteras físicas/geográficas
rotas por el empequeñecimiento del mundo
que produce la tecnología, sumadas a
la facilidad con que cualquier usuario se mueve
de un lado a otro de Internet, frecuentando
diversos espacios, incluso de forma simultánea,
resulta que también cualquier lugar es
tan significativo como otro cualquiera. Ante
esta realidad, el etnógrafo del ciberespacio
no tiene más remedio que escoger su tiempo/lugar
de estudio de forma absolutamente arbitraria.
Otra, por tanto, dificultad metodológica
de primer orden ( J. Mayans, 2000:5-6).
Viejas y nuevas
etnografías, se convierten en dos forma
legítimas de hacer etnografía,
en el ciberespacio nos encontramos con un espacio
hecho de vectores, de conexiones, un mapa de
líneas de recepción y comunicación
de contenidos, plagados de nudos y grupos pírricos,
a través de los cuales cada usuario va
creando su propio espacio y su propio itinerario
en el ciberespacio. Estamos hablando de usuarios,
hombres y mujeres que forjan relaciones en forma
de cultura, desapareciendo únicamente
el concepto euclidiano de espacio. El Otro y
el Tele-Otro se convierten en la misma meta a
la que llegar y con las mismas técnicas
si sabemos cambiar de contexto, la mirada y el
sentido siguen estando como lo específico
en un nuevo escenario que recrea el hombre en
su mundo previamente. Esta es la naturaleza del
ciberspacio, aquí es dónde debemos
ir a buscar al Tele-Otro. La etnografía
constituye un viejo método de trabajo
e investigación perfectamente válido
para aproximarnos a las nuevas tecnologías,
una vez adaptado a las peculiaridades concretas
con las que lo Ciborg nos desafía,
desafío que en nada nos aleja del hombre
como creador de la cibercultura.
Se nos pide
a los “científicos sociales”
que preveamos ese futuro en el que el tiempo
se haga más grande precisamente al comprimirse
el tiempo-espacio; se nos pide que nos dejemos
llevar por la inteligencia de hoy a esos lugares
sin nombre y sin destino; se nos pide mostrar
el rostro que la biología va dibujando
en la materia humana; se nos pide que inventemos
el futuro precisamente con una nueva troncalidad:
un espacio-tiempo de otro grosor.
Conclusiones
“De manera
fundamental, el uso de los medios de comunicación
transforma la organización espacial y
temporal de la vida social, creando nuevas formas
de acción e interacción”
(Thompson, 1998:17). El presente nos sitúa
en unas coordenadas espacio-temporales que deben
su sentido a parámetros medidos por una
comunidad cultural determinada, bien sean estos
en los albores de la humanidad o en este tercer
milenio. Precisamente debemos a “nuestra
puesta en pie” la evolución posterior
como especie sujeta a un espacio con posibilidades
de ser recorrido, a un espacio físico
que necesitó ser controlado desde una
posición de la que nuestros antepasados
no tuvieron: el reto era conseguirlo. El hombre
en verdadera simbiosis con su cuerpo modifico
este, desde las extremidades a su propio cerebro,
todo lo demás fue creado y recreado en
su nueva inserción como especie emergente.
El tiempo biológico conformaba el ritmo
de adaptación a lo exterior de él
mismo, al espacio abrazado con nuevas manos hasta
hacer indisoluble y relativo el espacio-tiempo.
En ocasiones los ritmos se explicaron de formas
diversas pero todas conscientes de ser misteriosamente
inseparables. Hoy
sabemos –gracias a Albert Einstein- que
estos dos conceptos reales en nuestra mente están
tan entrelazados, que sin ellos como soporte
no seríamos capaces de ser lo que somos:
expresión inteligente de la materia. El
uno y el otro –relativamente- dialogan
y en ese escenario compartido el hombre emerge
con nueva conciencia.
Hoy el entramado
espacio-tiempo se adueña –una vez
más y como siempre- de nuestra percepción
de lo que llamamos real, emergiendo el símbolo
de lo real en lo que hemos llamado “virtual”.
En ese contexto entonces emerge "un metahombre"
que trasciende (Piscitelli, 1998, 85). Es, el
único momento de la historia humana que
nos confunde el propio suelo que pisamos; anteriormente
el abismo de espacio-tiempo se dibujaba a través
del misterio de la muerte siempre mitigada por
creencias en la continuidad; hoy, decimos, que
lo real se nos escapa en la virtualidad de otras
realidades que sin llegar a definir nos muestran
con claridad ese mismo entramado de tiempo-espacio
que antes no cuestionábamos más
que con la muerte. Lo virtual lo entrecomillamos
para separarlo de lo que creemos como real, sin
darnos cuenta que lo uno y lo otro han estado
siempre con nosotros, con la única diferencia
de parecer lo mismo, precisamente por ser el
tronco cimentador la escenografía tiempo-espacio.
"Se producen
fenómenos de mundialización de
imaginarios (...) valores desterritorializados
y a los que corresponden también nuevas
figuras de la memoria" (Martín Barbero,
1998: 15). En el escaparate posible de un pequeño
ordenador este concepto unificador tiempo-espacio,
generan lo llamado realidad virtual, permitida
precisamente por cambios en los parámetros
que hasta ahora teníamos de estas dos
dimensiones en una misma. El espacio prolongado
en territorios que a través del tiempo
cabria recorrer se contrae al absorber el tiempo
–casi prescindiendo de él- y adueñarse
de mil posibilidades de hacer. Espacio y tiempo
germen del hombre en el actuar se aminoran hasta
casi desaparecer cuando el hombre se adentra
–gracias a su tecnología construida-
en la mente de otros humanos al comunicarse y
comunicarse. ¿Cómo seremos después?
¿Cómo seremos si de prolongarnos
ante este nuevo artilugio que parece tragarse
el tiempo-espacio? ¿Cómo somos
ya?. "Cada cuerpo individual se convierte
en parte receptora de un inmenso hipercuerpo
híbrido y mundializado." (Levy, 1999;
30).
Nos hicimos
hombres como especie al emerger erguidos frente
a las sabanas africanas, desde ahí cobró
sentido más de un millón de años
descubriendo el territorio y forjando el tiempo
histórico en los últimos 10.000
años. Será en el presente en lo
que se ha venido en llamar la “revolución
del ciborg”, la tercera gran revolución
que ha tenido la humanidad, en donde las dimensiones
troncales del existir –tiempo y espacio-
modificaran, al igual que lo hicieron en el comienzo,
al ser humano. Lo ciborg –hombre y máquina
a la vez- será el engranaje básico
a tener en cuenta desde la dimensión de
la nueva cultura por hacer.
Theilar de Chardin,
nos aportó, en la década de los
cincuenta, el concepto “noosfera”,
siendo éste un entramado de inteligencia
que poblando la atmósfera interior estaría
compuesta de toda la inteligencia humana como
suma de las inteligencias individuales. Así
nacería una superinteligencia que regiría
el destino de los hombres; inteligencia que en
el pensamiento de este autor es evolución
de la propia materia. En el tiempo del tercer
milenio volvemos la vista a la creación
de la inteligencia compartida en la posibilidad
técnica que nos permite ya las comunicaciones
mediadas por ordenador: la Red. Es posible físicamente
–desde lo no físico, o desde la
escasez de materia que representa las pulsaciones
digitales- la conexión en breve espacio
de tiempo con otros humanos en territorios lejanos;
tiempo y espacio contraídos en la creación
social. Creación que es intercambio de
hombres con hombres, de máquinas con máquinas.
El conocimiento
generado por la inteligencia humana y expresado
en forma de tecnología, nos conduce a
cambios sustantivos. Cabe pensar que la inteligencia
humana ganará en complejidad de forma
exponencial y esto posibilitará artefactos
más refinados que a su vez nos revertirán
en formas de hacer y de ser. Los autores que
se ocupan hoy del ciberespacio han abordado el
tema del cuerpo tomando en cuenta la dimensión
de traslación, posibilitado por las nuevas
tecnologías de comunicación (Stone,
1991; Turkle, 1995; Levy, 1999; De Kerckhove,
1995 y 1997). El agrandamiento del cerebro ha
sido –y previsiblemente seguirá
siendo- uno de las modificaciones biológicas
que a lo largo del tiempo nos ha hecho seres
humanos. La visión global de los retos
con los que tendrá que enfrentar nuestra
especie será mantenido por muchos, democratizando
tanto los problemas como las soluciones a los
mismos.
La especie humana
tiene la capacidad técnica de afrontar
el futuro comprendiendo que la noosfera global
ha de ser la suma exponencial de cada uno de
los componentes de la misma. Se forjaran identidades
específicas desde las posibilidades de
la Red, a la vez que los valores nucleares de
la convivencia serán más comunes
que nunca. No es posible que sea de otra forma,
el individualismo atrincherado en el yo no tiene
sentido en un espacio-tiempo condensado e infinito;
la inteligencia albergará necesidades
de hermandad humana como soporte a la trilogía
espacio-tiempo-hombre en humanidad, lo contrario
parece pensamiento del pasado, espacio-tiempo
en la amplitud de la sabana: enemigos a conquistar.
La nueva dimensión une a las personas,
cimenta las inteligencias en necesidad mutua
y específica, haciendo del futuro un lugar
más común, más posible en
la creación compartida y uniforme a la
vez que específica y única en sí
misma. Esperanza, por tanto, por el salto evolutivo
que representan los nuevos tiempos.
Notas:
1
<http://cibersociedad.rediris.es/congreso/index.html>
2
<http://www.antropologia.com.ar/>
3
<http://cibersociedad.rediris.es/mayans/nuevas.htm>
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Dra.
Tatiana Millán Paredes
Profesora Titular Interina, Área de Comunicación
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Dr.
Domingo Barbolla Camarero
Profesor Titular, Departamento de Psicología
y Sociología, Universidad
de Extremadura, España |