Por Marta de Arévalo
Número
45
HAIKU
NOCTURNO
Sombrío
el árbol
en la sombra violácea.
Mancha estática.
Cuna de pájaros
en el anochecer
canta… y calla.
Lejanos llegan
amortiguados silbos.
Silencio en flor.
Oculto un vuelo
la tela oscura rasga.
Demora el eco…
Pinta la sombra
vana escenografía.
Teatral paisaje.
Callado el aire…
Violado el cielo extingue
rosada luz.
La noche lenta
mágicamente azul
anuncia ensueños.
Tenue la luz
flameaba aún sus velos.
Miré…¡no estaba!
En la oscuridad
solitaria la luna.
¡Presentimiento…!
SILENCIOS
Lo vi. Nada
me dijo.
Esperaba mis señales
atento y en silencio
y yo - con timidez-
(¿de dónde a estas alturas?)
callando lo real
enfrentada a su silencio
hablé lo intrascendente
comiéndome los verbos
(el verbo más radiante)
la elocuencia de los ojos
el gesto de las manos
como asiendo
ese pudor que adivino
en su silencio.
Estuve.
Y más allá de todo
hubo un algo suspendido
vibrando en dos silencios.
Trabucando las
palabras verdaderas
lo auténtico de adentro
pronuncié la utilidad
lo fútil
y vanal
también callando lo imposible
atrapada entre silencios.
Miraba.
Y ocultando esa mirada
escapada de aquel tiempo,
al despedirme,
giró (ocultó los ojos)
y en silencio
se fue lejos.
Marta
de Arévalo
Escritora uruguaya |